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Utopìa y Praxis Latinoamericana
versión impresa ISSN 1315-5216
Utopìa y Praxis Latinoamericana v.15 n.49 Maracaibo jun. 2010
Desarrollo y dialéctica de la dependencia en el siglo del imperialismo
Dialect and Development of the Dependence in the Imperialism Century
Marco A. Gandásequi, (h).
Investigador asociado del CELA. Universidad de Panamá, Panamá.
RESUMEN
En 65 años América Latina tuvo dos experiencias de desarrollo capitalista asociado con el centro del sistema mundo capitalista y al neoliberalismo, considerados exitosos hasta la crisis mundial de 2008. Según el FMI, el 40 por ciento de la riqueza financiera latinoamericana se perdió como consecuencia de las crisis en las bolsas de valores y otras actividades mercantiles. La crisis económica se siente en toda América Latina, aun en Brasil, un país muy grande, donde la producción industrial tuvo una fuerte caída. Pero también en Panamá, el menos poblado de la región, sufre una disminución de los tránsitos por el Canal de Panamá. Los proyectos desarrollistas y neoliberales están en bancarrota. Le corresponde a América Latina ir más allá del proyecto de mercado nacional o de ser exportadora primaria. Tiene que definir una estrategia global capaz de situarla en el escenario mundial. Aun cuando muchos relacionan la crisis económica con el abuso y la mala administración de los recursos mundiales (neoliberalismo), en realidad estas supuestas causas son también consecuencia de una crisis aún más profunda cuyas salidas arrojan como resultado una nueva organización social y espacial de la sociedad y una correlación de fuerzas distinta entre las clases sociales.
Palabras clave: Movimientos sociales, imperialismo, sistema neoliberal, pensamiento crítico.
ABSTRACT
In 65 years Latin America had two experiences of capitalist development associated with the center of the capitalist world system and neoliberalism, both considered successful until the global crisis of 2008. According to the IMF, 40 percent of Latin American financial wealth was lost as a result of the crisis on stock exchanges and other business activities. The economic crisis was felt throughout Latin America, even in Brazil, a very large country, where industrial production had a strong fall. But also in Panama, the least populated country in the region, who suffers a decrease in transits the Panama Canal. Developmentalist and neoliberal projects are bankrupt. It is for Latin America go beyond the draft national market or even export primary. The area needs to define a comprehensive strategy capable of placing it on the world stage. Although many people related economic crisis with the abuse and mismanagement of global resources (neoliberalism), in reality these alleged causes are also the consequence of an even deeper crisis with outputs and results of which shed a new social and spatial organization of society and a balance of power among different social classes.
Key words: Social movements, imperialism, neo-liberal system, critical thinking.
Recibido: 24-01-2010 Aceptado: 14-04-2010
A fines de la década de 1940, terminada la segunda guerra mundial y recuperado el sistema capitalista de su crisis de realización (sobreproducción/sub-consumo), en todas partes se cuestionó la estructura social que había surgido en el siglo anterior (por lo menos desde la gran crisis de la década de 1870). El centro del sistema capitalista salía con heridas profundas producto de la guerra pero con un proyecto de recuperación cuidadosamente elaborado antes de que se apagaran los cañones en los diferentes frentes de guerra.
La reconstrucción de la base industrial, sometimiento de la clase obrera, contención de las alternativas políticas, explotación de los recursos de la periferia. Para ello los excedentes acumulados durante la guerra en los países no afectados por la destrucción se invertirían en Europa y Japón mediante un plan que le permitiera al capital crecer reduciendo los riesgos a su mínima expresión (Keynes). Los movimientos sociales que proponían vías de desarrollo alternativos (la clase obrera) serían incorporados como socios menores mediante su subsunción formal.
Para lograr este objetivo estratégico era fundamental incrementar el excedente generado por el sistema capitalista. El salto cualitativo que había dado la producción con el esfuerzo bélico sirvió de base para este propósito. Gran parte de esa nueva tecnología, sin embargo, estaba comprometida con la política de guerra. Para salvar el sistema capitalista había que continuar con una economía de guerra que comprometiera la gran industria norteamericana. Era necesario, sin embargo, encontrar o crear una justificación para continuar con la guerra que formalmente había concluido en 1945. La alianza que derrotó el eje que encabezaba Alemania se resquebrajó quedando EEUU de un lado y la URSS del otro. Washington comenzó a tejer su política de contención para justificar los presupuestos militares, enfrentando a Moscú con un arsenal de armas nucleares, flotas que surcaban todos los océanos y ejércitos de ocupación en todos los continentes. La periferia del sistema capitalista, a su vez, fue objeto de una mayor disciplina. América Latina fue convertida en un gigantesco almacén de materias primas y, al mismo tiempo, en un mercado para la expansión de las empresas industriales de EEUU. Las alternativas levantadas por las clases dominantes, a veces en alianza con los trabajadores y/o capas medias, eran aplastadas por EEUU que aseguraba su dominación mediante la formación de gobiernos militares. La excepción fue la Revolución Cubana que sobrevivió una invasión, el bloqueo económico y la subversión constante de sus instituciones por más de 50 años. En África y Asia, el mundo colonial de la periferia fue cuestionado por movimientos sociales que recibieron el apoyo entusiasta de EEUU. Los movimientos de liberación nacional triunfaron eliminando la presencia política de los antiguos regimenes coloniales de las viejas potencias de Europa. Sin embargo, el retiro de Europa le abrió las puertas para que EEUU entrara con sus corporaciones interesadas en explotar los recursos de los nuevos países independientes. Al mismo tiempo, los convirtió en clientes de su red financiera y de su industria militar. En aproximadamente 15 años transcurridos después del fin de la guerra mundial, el plan elaborado por los estrategas de Breton Woods se había cumplido. EEUU logró disciplinar a su clase obrera mediante un pacto que se llamaría el Welfare State, levantó la industria europea (alemana sobre todo) y japonesa, subsumiendo igualmente su clase obrera, neutralizó casi todo indicio de desarrollo autónomo en América Latina y descolonizó la periferia capitalista para someterla a su visión de mundo. La sobrevivencia del Bloque Socialista, y su núcleo soviético, le sirvió para mantener su economía de guerra generando ganancias para el sistema capitalista. La década de 1970 25 años después del fin de la guerra mundial el mundo imaginado por Keynes comenzó a desmoronarse. A pesar de las enormes inversiones del sistema capitalista a escala mundial y los escenarios de guerra calientes y fría en todos los continentes, la tasa de ganancia de las inversiones capitalistas comenzó a descender. Las ganancias comenzaron a disminuir y, como consecuencia, las oportunidades para hacer inversiones rentables se hacían cada vez más difíciles. Los correctivos introducidos en la década de 1970 fracasaron. En la década de 1980, EEUU inauguró su ofensiva (que posteriormente sería conocida como políticas neoliberales) para rescatar las ganancias del sistema capitalista. El primer sector que sintió la impronta de la nueva política fue la clase obrera de EEUU y, en menor medida, del resto del mundo. La política también afectó a los países de la periferia que tuvieron que incrementar sus transferencias de los excedentes generados por sus economías al centro del sistema. La CEPAL entre otras instituciones bautizaron el período como la década perdida. En otras palabras, durante la década de 1980 el crecimiento de la economía capitalista de la región fue negativo. El resto de la periferia pasó por una experiencia similar, marcada por el recorte de inversiones y un empobrecimiento generalizado de la población. El resultado más espectacular de la crisis de realización del sistema capitalista fue el colapso del bloque socialista y la disolución de la URSS. La desaparición de la alternativa al modelo capitalista tuvo muchas consecuencias para el mundo entero. (Uno de ellos fue sacar a la luz pública la total ineficacia de los aparatos de inteligencia que fueron sorprendidos por los acontecimientos que sacudieron al mundo). Quizás la más importante fue sus efectos sobre la política de contención de EEUU. La política que promovía la economía de guerra de Washington tuvo que dar varios giros de 360 grados en busca de un sustituto para continuar con su política de contención. Entre los candidatos más mencionados se destacaban los estados ilegales (Rogue States), los traficantes de drogas o los terroristas. A principios de la primera década del nuevo siglo, se optó por la política de contención de los terroristas.
El cambio más importante que ha experimentado el mundo desde 1943 fue el resultado de la crisis del sistema capitalista en la década de 1970. La disminución de las ganancias y, como consecuencia, de las inversiones, puso fin a los regímenes de bienestar social hundiendo a la clase obrera en un estado de anomia, acabó con el bloque socialista, desestabilizó a la periferia y, finalmente, creo las condiciones para un reacomodo general de la correlación de fuerzas entre las potencias mundiales.
A pesar de los cambios, EEUU conserva su política de contención para justificar su economía de guerra y la periferia se acomoda a las señales de la emergencia de una nueva correlación de fuerzas a escala mundial. China se ha convertido, a principios del siglo XXI, en la fábrica del mundo y pronto espera reemplazar a EEUU como centro financiero del sistema capitalista.
En un esfuerzo por explicar el caos que caracterizó las grandes transformaciones sociales del siglo XX, Shumpeter diría que el sistema capitalista dominante sólo puede sobrevivir en un proceso de destrucción y renovación. Durante la década de 1940, y muy particularmente en 1943, cualquiera suscribiría esta afirmación del economista alemán radicado en EEUU.
La dialéctica del desarrollo capitalista arrasó en un lustro las instalaciones industriales y productivas de Europa y gran parte de Asia. Al mismo tiempo, vio surgir un nuevo gigante EEUU que se convirtió rápidamente en la fábrica industrial, centro financiero y hegemón cultural del capitalismo mundial en la segunda mitad del siglo XX.
Karl Polariyi teorizó en torno a la gran transformación que significó el salto cualitativo que diera el capitalismo como sistema. El cambio más importante fue a nivel cultural donde se generó una transformación de las aspiraciones, percepciones y de los valores hasta entonces dominantes.
En el cabo de América Latina el gran debate de la segunda mitad del siglo XX giró en torno a los problemas sociales y económicos asociados con el desarrollo capitalista y la cuestión nacional. La discusión se convirtió en dos grandes planos. En primer lugar, el enfrentamiento entre las nociones positivistas y estructuralistas. En segundo lugar, la crítica que surgiera desde el seno de los estructuralistas que planteaban un enfoque dialéctico.
El positivismo, igual que los estructuralistas bebían de las fuentes europeas que teorizaban sobre el desarrollo y la revolución. Los positivistas estaban seguros que mediante la aplicación mecánica de la ciencia se garantizaba el progreso y el orden. En el caso de América Latina ya en el siglo XIX se planteaba la disyuntiva entre barbarie y civilización. En el siglo XX su influencia aun se sentía en las décadas de 1950 y 1960. El estructuralismo, también importado de Europa, se escindió en dos corrientes. Por un lado, quienes estaban influenciados por el pensamiento funcionalista. Por el otro, la escuela marxista que postulaba la teoría de los modos de producción.
La crítica al estructuralismo surgió básicamente en torno a los debates entre los marxistas que buscaban un instrumento político capaz de transformar la correlación de fuerzas sociales y colocar a la clase obrera en la vanguardia. La dialéctica de la dependencia que descartó las nociones mecánicas de la dependencia utilizó la teoría del valor como concepto central en la crítica al estructuralismo, tanto su variante funcionalista como marxista.
Las teorías positivistas fueron desplazadas a fines de la primera mitad del siglo XX.
El gran ausente: consumo y realización en la medida en que las contradicciones generadas por la incipiente industrialización latinoamericana desarticuló sus propuestas racionales.
La prosperidad del capitalismo introducida a la región con motivo de las demandas bélicas y una incipiente industrialización, dio motivo para abrir un debate en torno al desarrollo. En el debate giraban dos propuestas: Por un lado, la industrialización sentaría las bases para una europeización de las economías y, como consecuencia de las sociedades de la región. Por el otro, la industrialización arrancaría las relaciones sociales de las garras de instituciones tradicionales e, incluso, feudales.
La dialéctica de la dependencia replanteó el debate sobre otro terreno totalmente diferente. No se trataba de europeizar a la región y mucho menos romper las cadenas con un feudalismo inexistente. El problema era como romper el vínculo dialéctico de la dependencia que descansaba sobre un eje siempre cambiante que lograba transferir excedentes de una periferia del sistema capitalista al centro.
La crisis de sobreproducción de la década de 1970 ofreció una enseñanza. El sistema capitalista está condenado a ciclos de prosperidad y crisis que la sitúa sobre un terreno movedizo de manera permanente. Después de la segunda guerra mundial, con la aplicación de las políticas reguladoras recomendadas por Keynes se supuso que se llegaría a balancear el sistema y permitir su crecimiento permanente. El teórico más lúcido en esta materia fue Karl Polariyi quien, precisamente, en 1943 publicó su obra La gran transformación. Su planteamiento central consistía en señalar que el capitalismo emerge como un sistema encajado (embeded) en la sociedad. Es decir, los procesos productivos se encuadran dentro de un conjunto de ejes que definen la sociedad.
Sin embargo, las contradicciones que genera el crecimiento capitalista hace que el sistema productivo tienda a desencajarse (disembed) y buscar su autonomía frente a la sociedad. En otras palabras, la economía trata de absorber a la sociedad y ponerla al servicio de su crecimiento. Las instituciones sociales son subordinadas a las necesidades de crecimiento del sistema capitalista. Este movimiento doble es lo que caracterizó el desarrollo del sistema capitalista a partir de la segunda guerra mundial.
En la primera etapa 1945 a 1970 la economía fue regulada y sometida a una disciplina que la ponía al servicio de la estabilización del sistema capitalista. La crisis de sobreproducción, sin embargo, desarticuló las instituciones creadas y se introdujeron en su lugar políticas de flexibilización y desregulación. Estas llegaron a ser formalizadas en el consenso de Washington.
Las políticas llamadas neoliberales se concentraron en la transferencia de riquezas acumuladas (ahorros) de los trabajadores e instituciones públicas a los sectores especulativos (bolsas, bancos, seguros).
El objetivo consistía en liberar la economía de su encaje social. Como diría Polanyi, desencajar (disembed) los procesos productivos, separarlos de su referente social.
En términos de economía política, la riqueza dejaba de ser el resultado del trabajo social. Por el contrario, la riqueza sería generada por los movimientos y transacciones de valores creados en un mundo económico, sin ataduras a la sociedad. Fukuyama lo bautizó con el nombre de fin de la historia.
AMÉRICA LATINA
La generación del 43 en América Latina se enfrentó a dos procesos de transformación sucesivos. El primero se conoció con el nombre del proyecto de desarrollo (capitalista), cuyo objetivo central fue la creación del mercado nacional. El proyecto se enfrentó con relativo éxito (entre 1943 y 1970) al modelo económico de crecimiento hacia fuera basado en la exportación de materias primas al centro del sistema-mundo capitalista.
Después de una breve crisis, conocida como la década perdida (1980), los países latinoamericanos fueron alineados en torno al proceso de transformación bautizado con el eufemismo de neoliberal. El neoliberalismo pretendió superar la crisis de sobreproducción eliminado amplios sectores del capital y de los trabajadores (flexibilización), mientras que generaba ganancias apropiándose de los ahorros de los sectores populares (privatización). A pesar de sus características depredadoras, el neoliberalismo fue considerado exitoso hasta la crisis del capitalismo mundial de 2008.
En 65 años América Latina tuvo dos experiencias de desarrollo capitalista asociado con el centro del sistema mundo capitalista. Ambos aparentemente no fueron exitosos.
Según el FMI, el 40 por ciento de la riqueza financiera latinoamericana se perdió en 2008 como consecuencia de las crisis en las bolsas de valores y otras actividades mercantiles. La crisis económica se siente en Brasil, un país muy grande, donde la producción industrial tuvo una caída del 6 por ciento a fines de 2008. Pero también en Panamá, el menos poblado de la región, que sufre una disminución de los tránsitos por el Canal de Panamá.
Los proyectos desarrollistas y neoliberales están en bancarrota. Le corresponde a América Latina ir más allá del proyecto de mercado nacional o de ser exportadora primaria. Tiene que definir una estrategia global capaz de situarla en el escenario mundial. Hay que preguntarse, ¿qué clase social o combinación de clases sociales son capaces de alcanzar este objetivo?
Durante casi dos siglos el sistema capitalista brindaba cierta seguridad entre sus promotores. Igualmente, presentaba un reto seguro entre sus enemigos. Entre los primeros, mientras las tasas de crecimiento eran constantes y las crisis pasajeras, había seguridad en el futuro. Entre los segundos, las contradicciones inherentes al crecimiento del capitalismo lo hacían vulnerable y se consideraba que su desaparición era inevitable.
En América Latina el debate sobre el futuro giró en torno a esta dicotomía por siglo y medio. Después de varias generaciones de pensadores latinoamericanos que proponían tesis positivistas y desarrollistas, se produjo el primer quiebre en la sólida muralla civilizatoria con el surgimiento de las nociones sobre la dependencia.
Los positivistas lanzaron la dicotomía de civilización y barbarie para explicar la subordinación del continente a fuerzas exógenas. La única solución era romper la resistencia autóctona e introducir la razón civilizatoria.
Los desarrollistas cambiaron el actor o el sujeto social pero mantuvieron intacta la dicotomía. La nueva dicotomía era desarrollo versus subdesarrollo. El espíritu empresarial (weberiano) se enfrentaba a un mundo tradicional, cerrado y atrasado.
En la década de 1940, Prebisch disparó una primera andanada a las concepciones citadas. Como funcionario del gobierno argentino descubrió que había una creciente asimetría entre lo que después llamaría los países del centro y su relación con la periferia. Desde la Secretaría de la CEPAL se desarrolló un trabajo intenso con diferentes equipos que estudiaron el intercambio desigual y las economías de enclave.
Entre los discípulos de Prebisch se destacaron F. H. Cardoso, Osvaldo Sunkel y Fernando Feynsilver. Sus propuestas apuntaban a la necesidad de impulsar el crecimiento económico y crear condiciones políticas para establecer alianzas con los países con sistemas capitalistas más avanzados. Esta escuela de pensamiento fue llamada la teoría de la dependencia en la medida en que percibía un desarrollo y crecimiento capitalista dependiente.
En la década de 1970 apareció una corriente que, desde una perspectiva marxista, le hizo una crítica a esta noción asociada de la dependencia. En lugar de plantear un desarrollo y crecimiento dependiente, la nueva escuela propuso el rompimiento, la desconexión de la periferia del centro. El rompimiento daría lugar a una forma de crecimiento y desarrollo totalmente original y diferente. Ruy Mauro Marini y Theotonio dos Santos, partiendo de la teoría marxista del valor, de la división del trabajo social y de los procesos de acumulación, demostraron que el capitalismo caracterizado por un crecimiento desigual y combinado generaba y profundizaba la dependencia de la periferia en su relación con el centro.
Theotonio lo plantearía en el título de su libro Socialismo o fascismo. Lo que podría entenderse como una dicotomía en realidad era una relación dialéctica. Ambas formas coexisten subordinadas al desarrollo del capitalismo. La única manera de liberarse era mediante el rompimiento de la relación. Por su lado, Ruy Mauro introdujo lo que 30 años más tarde ya es aceptado en el establishment: el subimperialismo (los estados emergentes) y la superexplotación (la disminución de la participación de los trabajadores en la distribución de las riquezas).
Si entendemos la primera tesis, sabemos que la lucha de los pueblos latinoamericanos se sitúa en un contexto cultural que es, a la vez, parte de una realidad global. La propuesta de América Latina no puede ser regional, tiene que ser global. Entendida esta primera tesis, hay que situarse en el contexto de la crisis del sistema mundo capitalista. ¿Qué crisis?
En los últimos dos años hemos estado discutiendo la crisis económica en el contexto de la crisis de hegemonía del sistema mundo, entendiéndolo como un cambio de época en el desarrollo capitalista. Muchos de los problemas teóricos que son objeto de debate en los círculos marxistas se han convertido en temas de discusión cotidiana1. Por un lado, la crisis económica de EEUU, que fue clasificada como recesión a fines de 2008, ha disminuido las inversiones, el empleo y el consumo a escala mundial. Además, ha generado inseguridad entre los actores sociales y turbulencia en los mercados internacionales. Por el otro, la elección de Barack Obama a la Presidencia de ese país ha generado expectativas políticas.
Ambos hechos producidos en forma casi simultánea en los últimos meses de 2008 son importantes. La combinación de lo político y lo económico es también objeto de análisis, especialmente cuando se trata de explicar el comportamiento de uno a partir del otro. Aún cuando muchos relacionan la crisis económica con el abuso y la mala administración de los recursos mundiales (neoliberalismo), en realidad estas supuestas causas son también consecuencia de una crisis aún más profunda.
Cualquier salida a la actual crisis arrojará como resultado una nueva organización social y espacial de la sociedad y una correlación de fuerzas distinta entre las clases sociales. La crisis de hegemonía va más allá del colapso financiero e, incluso, de la disminución de la tasa de ganancia. El grupo de trabajo sobre EEUU de CLACSO, que se formó en 2004, presentó su hipótesis de trabajo partiendo de la noción de una crisis de hegemonía. Se planteó que la competencia económica mundial le hacía cada vez más difícil a EEUU conservar su posición hegemónica sobre los demás países, tanto desarrollados como emergentes.
En mi libro Crisis de hegemonía de EEUU, publicado a fines de 2007, planteaba la pérdida de competitividad económica y, también, un deterioro en la planta científico-tecnológica2. El deslizamiento, sin embargo, aún no se sentía en otras áreas claves como la cultura y el poderío militar. Desde aquella fecha para acá, la crisis económica que era inminente estalló como consecuencia del colapso de uno de los andamiajes de la estructura: la burbuja inmobiliaria.
Durante varias décadas muchos estudios apuntan a la crisis profunda que acecha al desarrollo del capitalismo tal como se conoce en la actualidad. Para algunos se trata de un sistema mundo capitalista que nació en ciertas circunstancias y, cumplidas todas sus etapas, está llamada a perecer. En el caso de Giovanni Arrighi, su enfoque difiere algo en la medida en que relaciona la crisis actual de sobreproducción a una crisis de hegemonía de Estados Unidos. En este país, que se constituyó en eje central y motor principal de la acumulación capitalista desde mediados del siglo XX, será pronto desplazado por un nuevo centro hegemónico.
También se destaca en esta línea de pensamiento, Samir Amin, quien plantea que el sistema unipolar de desarrollo capitalista tiende a ser reemplazado por relaciones internacionales que darán lugar a un mundo multipolar. Cada región estará integrada estrechamente a las demás, pero guardando su especificidad cultural y autonomía política.
Quien se ha destacado en los estudios del sistema mundo capitalista es su principal gestor, I. Wallerstein. En el marco de su obra que cubre un periodo de casi 40 años, Wallerstein plantea que el modo de producción hegemónico actualmente está a punto de fenecer como resultado de sus contradicciones internas insalvables. Wallerstein, a diferencia de otros cientistas sociales, no postula otro modelo de sociedad que sustituya al capitalismo. Enfrentamos un futuro lleno de incógnitas donde predominará la incertidumbre.
IMPERIALISMO Y AMÉRICA LATINA
Después de algunos años de silencio, la academia latinoamericana parece tener la intención de regresar a los análisis sobre el imperialismo. En la actualidad, sin embargo, el imperialismo como categoría explicativa es más común encontrarla en el campo que suelen caminar los liberales que entre los marxistas. El debate entre los liberales se extiende desde la extrema derecha hasta los antiguos marxistas reciclados. Entre los primeros están los que plantean que el imperialismo es una carga moral que debe asumir la civilización occidental 1. Para los segundos, el imperialismo emerge como sólido baluarte que le da orden a una civilización superior, en el mejor espíritu kautskiano del ultraimperialismo3.
Entre los marxistas hay quienes buscan las raíces del concepto de imperialismo regresando a las formulaciones originales de Carlos Marx: Una característica siempre presente en el desarrollo del capitalismo. Según John Bellamy Foster, el imperialismo es tan propio del capitalismo como la búsqueda de ganancias. El imperialismo es un producto necesario del capitalismo como fuerza globalizadora4. Desde hace varios lustros, autores como Arrighi5 y Wallerstein6 están decididos a criticar las nociones sobre el imperialismo, no tanto por su valor intrínseco, sino por la trasposición mecánica de conocimientos generados por la aplicación del concepto en las diferentes etapas del desarrollo del capitalismo.
En este debate surge la discusión sobre la polaridad del sistema capitalista (o sistema-mundo capitalista). El mundo multipolar fue sustituido por el mundo bipolar y, finalmente, para algunos ahora es el mundo unipolar. En este debate se queda atrás el leninismo y el papel de los eslabones más débiles del sistema.
¿QUÉ ES EL IMPERIALISMO?
El imperialismo es la lucha entre Estados-naciones capitalistas por el dominio del sistema-mundo capitalista en expansión. Quien logra ejercer el dominio debe mantenerlo sobre la base de la fuerza y, además, haciendo valer su hegemonía.
¿Desaparece el imperialismo cuando cesan las luchas entre los estados capitalistas? ¿Puede desaparecer el imperialismo si un Estado se transforma en todo poderoso subordinado a todos los demás estados? Para consolidarse, el capital necesita voluntad política. Voluntad que descansa sobre un proyecto nacional. La nación es la expresión política del capital. La expansión del capital expresado en la voluntad política de una nación entra en contradicción con otras formaciones sociales organizadas en torno a otras voluntades políticas: naciones. Esta competencia es el objeto de estudio de la teoría del imperialismo.
Los primeros en utilizar el término imperialismo en América Latina fueron los leninistas. Los comunistas latinoamericanos afiliados a la III Internacional identificaron al imperialismo como el obstáculo principal para la consolidación de la revolución rusa y el nuevo Estado soviético. Según esta noción, la clase obrera y sus aliados tenían como tarea central la lucha contra el imperialismo. La derrota del imperialismo traería como consecuencia el triunfo del socialismo en la URSS y, a su vez, en todos los países del mundo, incluyendo a la región latinoamericana.
El imperialismo, como consecuencia, era analizado desde una perspectiva negativa. Es decir, el imperialismo constituía una fuerza que bloqueaba el desarrollo de las fuerzas productivas de los países menos desarrollados, semi-coloniales y coloniales. En este período las alternativas eran, por un lado, consolidar el Estado soviético para tener una base sólida para enfrentar al imperialismo. Por el otro, extender el movimiento revolucionario a escala mundial sobre la base de una estrategia basada en el desarrollo desigual y combinado del capitalismo. El peruano, José Carlos Mariátegui, sería la excepción de esta corriente de pensamiento proponiendo una teorización marxista original. Según Mariátegui, la revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista. A esta palabra agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: antiimperialista, agrarista, nacionalista-revolucionaria. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos7.
El debate se interrumpió con el advenimiento de la II Guerra Mundial. Entre las consecuencias políticas de la conflagración devastadora se destaca la ampliación del bloque socialista con los estados de Europa central así como Asia, especialmente China. La teoría leninista parecía estar comprobándose: los eslabones más débiles se desprendían del sistema capitalista en la medida en que no era capaz de resolver sus propias contradicciones, obligada a medir sus fuerzas mediante guerras inter-imperialistas. Poco después se proclamó la primera revolución socialista latinoamericana en Cuba, que se plegó al bloque soviético. El imperialismo quedó aún más identificado con el proyecto de frenar el avance del socialismo que aparentaba marchar segura hacia más triunfos.
En el contexto de la Guerra Fría, se desarrolló el debate en torno a las alternativas frente al imperialismo. En el caso de América Latina, se hicieron enormes esfuerzos por establecer una teoría de la revolución socialista, que por definición era anti-imperialista y de paso latinoamericanista. El proyecto supra-nacional latinoamericano, originalmente concebido en el Cono Sur, se apropió de la imaginación tanto de liberales reformistas como marxistas8. Por un lado, se discutía sobre la necesidad de impulsar el proyecto nacional de desarrollo capitalista para crear las condiciones necesarias para la revolución socialista. Muchos partidos comunistas y otros grupos se comprometieron con este proyecto. Por el otro, la revolución cubana dio pie para que surgiera con más fuerza el proyecto de desarrollo nacional pero sin capitalismo. Los movimientos revolucionarios del período se alimentaron de una variante de la teoría de dependencia para explicar el papel del imperialismo.
La revolución latinoamericana no quedó sin respuesta. EEUU y sus aliados locales montaron una ofensiva contrarrevolucionaria que duró un cuarto de siglo (1964-1989). La misma fue derrotando los movimientos revolucionarios más maduros al igual que a los más originales. A fines de la década de 1980, en América Latina habían desaparecido los movimientos revolucionarios viables. Pero quizás más importante no quedaban los proyectos nacionales y estaba en bancarrota el latinoamericanismo. En su lugar se comenzó a afianzar un proyecto que desde arriba promovía la desmovilización social, combinando un discurso democrático electoral con una política económica neo-liberal aplicando ajustes que rápidamente empobreció a los sectores trabajadores y a las capas medias.
Sin proyecto nacional o sueño de unidad regional, desapareció del discurso toda mención del imperialismo. Al desaparecer el proyecto, el discurso anti-imperialista también se esfumó. El desplome de la URSS y sus aliados europeos así como las reformas radicales chinas responden igualmente a la gran derrota sufrida por el socialismo a escala mundial.
La revolución cubana, el movimiento bolivariano y los movimientos sociales que aglutinan a trabajadores, campesinos y otros sectores oprimidos son la excepción. A pesar de no encontrarse el imperialismo en los discursos de actualidad, éste sigue existiendo. Igualmente, si existe imperialismo es porque el capitalismo continúa expandiéndose creando las mismas contradicciones entre los países del centro así como también con los países de la periferia.
Si la revolución latinoamericana experimentó un retroceso en los últimos lustros del siglo XX, el imperialismo también sufrió profundas transformaciones que deben ser objeto de un serio análisis. Las décadas de populismo (1950-1980) seguidas por la reacción neo-liberal de fines del siglo XX han transformado a los actores sociales y los ha cambiado cuantitativamente. Sin embargo, siguen presentes.
El grave problema que se presentó, a fines de la primera década del siglo XXI, es que a pesar de todas las políticas neoliberales de ajuste económico, combinado con la especulación en torno a las múltiples burbujas (dot.com, inmobiliaria y otras), las inversiones capitalistas no generaban ganancias. El neoliberalismo no frenó la caída de la tasa de ganancia y tampoco reinició una nueva era de prosperidad capitalista. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York, la intervención del Estado en las economías, el comportamiento imperialista de las grandes potencias y la regulación de los mercados son muestras de la muerte del neoliberalismo.
No quiere decir que los gobiernos de América Latina y de otros países dejen de aplicar políticas neoliberales. Sin embargo, no será para frenar la tendencia de la caída de la tasa de ganancia o para resucitar el desarrollo capitalista. En el caso de que se siga aplicando políticas neoliberales sólo servirán para controlar a los trabajadores y a otros sectores insatisfechos de sus respectivas sociedades.
EEUU, Europa y Japón no pueden seguir las políticas neoliberales para rescatar el capitalismo. Estas políticas fracasaron y fueron declaradas clínicamente muertas en septiembre de 2008 y después en la Cumbre del G20 en abril de 2009. En esta coyuntura están buscando en forma desesperada otra estrategia que les permita resolver la crisis del capitalismo.
PANAMÁ EN EL S. XXI
Durante la primera semana de la crisis financiera en septiembre de 2008, se esfumó un alto porcentaje de los activos de la Bolsa de Valores de Nueva York. En Europa los dirigentes planearon enfrentar la recesión con una línea de tres trillones de dólares. En China, el gobierno pronosticó una disminución de sus exportaciones, proyecta una reducción del 50 por ciento del crecimiento económico en 2009 y comenzó a reorientar su economía hacia el interior de su país.
En Europa los planes para sostener el euro fracasaron. En China, inesperadamente, la economía no sufrió el revés previsto y continuó creciendo a tasas anuales muy elevadas de cerca del 10 por ciento
¿Qué pasa en Panamá y qué hay que hacer? Panamá ocupa uno de los puestos más altos en las escalas de globalización que publican frecuentemente las agencias financieras que miden estos procesos. Es un país exportador de servicios por excelencia. Sus ingresos dependen, en gran medida, de los servicios que presta a la marina mercante mundial (el Canal de Panamá y los puertos), de los servicios bancarios y de seguros e, igualmente, de la reexportación de mercancías (Zona Libre de Colón). En total, las exportaciones de servicios representan cerca de cinco mil millones de dólares en ingresos.
El auge de estos servicios y otros difíciles de contabilizar, han generado, en los últimos cinco años, una burbuja inmobiliaria que representa otros 2 mil millones de dólares en inversiones anuales tanto internos como de origen externos. Panamá, además, exporta cerca de 500 millones de dólares en mercancías (el 10 por ciento del total), en su mayoría de origen agropecuario.
La pérdida de dinámica de la economía de EEUU se comenzó a sentir en Panamá a principios de 2008 con la disminución de la carga que pasa por el Canal con destino a los puertos de la costa oriental de ese país. Igualmente, se sintió una merma en la industria de la construcción así como una disminución de las ventas en la zona franca de Colón. A partir de octubre de 2008 la disminución de las importaciones por parte de EEUU tendió a estabilizarse y la actividad del Canal, de los puertos de la Zona Libre y de la construcción detuvo su caída.
La baja en las actividades asociadas al comercio marítimo mundial y de las reexportaciones, tuvo repercusiones sobre la burbuja de la construcción. Hay quienes asocian la burbuja con las inversiones que se realizan en la expansión del Canal de Panamá que durará hasta 2013. Si el estallido de la burbuja se adelanta tendría repercusiones muy serias sobre el conjunto de la economía panameña. A su vez, la disminución de los precios de las materias primas en el mercado mundial podría poner fin a las actividades especulativas en el sector minero panameño así como en las exportaciones de productos agrícolas no tradicionales.
La combinación de todos los factores mencionados, consecuencia de la crisis económica, podría generar una desaceleración severa de la economía panameña. Incluso, sin incorporar estos factores a los análisis, el crecimiento económico para los años 2010 y 2011 no podrán superar el 3.5 por ciento.
En Panamá, el gobierno ha negado la necesidad de tomar las medidas necesarias para abortar una posible crisis en el futuro. Insiste en que el sistema bancario es lo suficientemente sólido para resistir el golpe. La crisis no es sólo financiera. La crisis se va a presentar también en el sector económico. Está en juego la exportación de servicios y la producción de bienes para el mercado interno.
La mejor salida a la crisis es redirigir las inversiones hacia el sector productivo con el fin de complementar las actividades de exportación de servicios a la marina mercante mundial. Los sectores que tendrían que recibir un apoyo masivo son el agropecuario y el industrial.
Se crearían múltiples fuentes nuevas de empleo tanto en la capital y, especialmente, en el interior. Además, renovaría las inversiones en el sector educativo así como en los servicios de salud, dos sectores estancados hace por lo menos dos décadas. La oferta interna, a su vez, generaría una demanda en el sector de la construcción.
PROCESOS
Para comprender como Panamá se adentra en el siglo XXI se puede proceder con el análisis del período inmediatamente anterior. En primera instancia habría que estudiar el desarrollo de las relaciones sociales y el avance de las fuerzas productivas. En este caso tuvo gran impacto la expansión del comercio marítimo mundial producto del crecimiento del capitalismo y la construcción del Canal de Panamá.
En segunda instancia es importante revisar la forma en que se resuelven los problemas políticos que aparecen como consecuencia de los cambios sucesivos que experimentaron las relaciones sociales de producción. En el caso de Panamá, éstas pueden ser analizadas a partir de las intervenciones militares, tanto exógenas, como las internas.
La correlación de fuerzas generadas por los procesos sociales dio lugar a la aparición de movimientos sociales que planteaban reivindicaciones y, al mismo, presentaban proyectos sociales. Estos proyectos muchas veces fueron dominados por proyectos de Nación. En estos casos se presentan movimientos formados por amplias alianzas, incluso de carácter multi-clasista.
DESARROLLO CAPITALISTA
A principios del siglo XX, la construcción del Canal de Panamá (1904-1914) reforzó la estructura social transitista existente en Panamá. Por transitismo se entiende una economía especializada en servir el comercio marítimo mundial, especialmente de la potencia hegemónica de la época (España entre los siglos XVI y XVIII, Gran Bretaña en el siglo XIX y EEUU en el siglo XX, sucesivamente).
En el siglo XX se pueden identificar tres períodos de desarrollo capitalista en Panamá con características propias. El primero se extiende entre 1903 y 1938 donde se reafirma un economía de enclave en torno a la nueva entidad política norteamericana (Zona del Canal) en torno a la vía acuática inaugurada en 1914. En torno a la colonia norteamericana surge en el Istmo un proyecto de Estado formado por una alianza entre comerciantes, especuladores, algunos agroproductores y casatenientes urbanos.
Esta alianza comercial-agraria forma una oligarquía que controla todos los aparatos del Estado y, además, la relación con la potencia hegemónica de la época que es EEUU. La oligarquía tiene que lidiar con fuertes movilizaciones urbanas producto de las luchas reivindicativas de una masa de trabajadores informales atraídos por las oportunidades de empleo en el Canal. Al mismo tiempo, se enfrenta a movimientos rurales de pequeños productores agrarios que aspiran a insertarse en el mercado urbano de las ciudades terminales del Canal.
El modelo de desarrollo capitalista se fractura a fines de la década de 1930 al prepararse EEUU para la segunda guerra mundial. Se inicia un proceso de industrialización mediante la sustitución de importaciones que genera una nueva capa de industriales y comerciantes con proyectos propios. La gran mayoría de los nuevos industriales son miembros de la misma oligarquía que aprovechan las nuevas oportunidades para acrecentar sus tasas de ganancia.
Al mismo tiempo, los movimientos sociales se transforman cualitativamente con la aparición de una clase obrera industrial, capas medias formadas por profesionales y educadores y una juventud estudiantil combativa. La industrialización implica la aparición de una burguesía nacional y una clase obrera. Además, las incursiones del capitalismo en las áreas rurales inician un movimiento campesino defensivo y un fuerte proceso de migraciones internas.
El período de industrialización se extiende entre 1938 y 1973 (aunque para efectos de análisis podría extenderse hasta principios de la década de 1980). La crisis de gobernabilidad producida por la aparición del mercado nacional se extiende sin aparente solución hasta 1968 cuando el golpe militar pone fin a la lucha entre transitistas y burguesía nacional así como con las reivindicaciones insatisfechas de la clase obrera y de los sectores populares. El nuevo régimen militar incorpora los valores de la burguesía nacional, coopta a los sindicatos obreros y levanta con relativo éxito la bandera nacional por la recuperación de la soberanía sobre la ruta de tránsito y el Canal de Panamá.
El último período, que se extiende entre 1983 y la actualidad, se puede identificar con las políticas neoliberales que exigen ajustes económicos y cambios políticos. Con el fin de recuperar las tasas de ganancia globales, Panamá es obligada a desmantelar su mercado interno, a privatizar las empresas creadas con los ahorros de los trabajadores y a flexibilizar la fuerza de trabajo. Los resultados inmediatos de esta política generan una crisis que sólo es resuelta, parcialmente, mediante la invasión militar de EEUU en 1989. Bajo circunstancia alguna quiere decir que la invasión militar norteamericana tenía en su agenda intervenir, y mucho menos resolver, la crisis provocada por las luchas intestinas panameñas.
A partir de la nueva correlación de fuerzas producidas a principios de la década de 1990, los movimientos sociales fueron excluidos de la ecuación política y se inició un empobrecimiento sistemático de los trabajadores. Mientras que cada cinco años los partidos políticos se reemplazaban en el poder, la pobreza se extendía por toda la geografía del país y el 50 por ciento de la fuerza de trabajo se vuelve informal.
El proyecto de Nación, reivindicado por varias clases sociales durante el período nacionalista, es engavetado y olvidado. La crisis de principios del siglo XXI puede tener repercusiones sobre la correlación de fuerzas sociales en el país. Sin embargo, es muy prematuro predecir los futuros movimientos.
EL MILITARISMO EN PANAMÁ
El militarismo panameño sólo se puede entender en el marco de la lucha de clases, encabezadas por las fracciones de clases transitista y burguesía nacional. También a un militarismo asociado al populismo, alianza que levantaba como bandera un proyecto nacional. Aunque muchos piensan que el militarismo es un capítulo del pasado panameño, no se puede entender el país a principios del siglo XXI sin considerar las presiones norteamericanas para re-militarizar las instituciones del país en el marco de su visión de espectro completo.
Antes de entrar a desarrollar los puntos mencionados, es necesario señalar que el militarismo responde a una crisis del aparato productivo y la incapacidad de encontrarle una solución política. La crisis del desarrollo capitalista genera soluciones que a menudo se resuelven buscando salidas militares. Enfrentar estas crisis requiere, en primer lugar, conocer las características del régimen militar. Sin embargo, aún más importante, requiere tener una teoría sobre el desarrollo del capitalismo y sus contradicciones. Para combatir el militarismo hay que conocer su causa y forma de articularse.
Para enfrentar el militarismo hay que conocer su relación con la sociedad. Con este conocimiento se educa a los sectores más amplios se organizan y se desarrollan campañas de agitación. Los enfrentamientos con las instancias y clases que promueven el militarismo exigen que quienes la combatan hagan propuestas con alternativas. Estas propuestas requieren formar alianzas amplias entre los diferentes grupos opuestos al militarismo. Esto les permitirá crear los espacios para combatir los gérmenes de toda forma militarista.
LA TEORÍA DEL MILITARISMO
Cuando hablamos de una teoría del militarismo, estamos hablando de una corriente de pensamiento que explique la aparición de lo militar como una forma de gobernar, o de influir sobre quienes gobiernan. La teoría más preclara sobre este problema ha sido y sigue siendo la teoría marxista. Marx y los marxistas recogen la tradición teórica más rica del desarrollo capitalista, tanto en su forma metodológica (la filosofía dialéctica), como en el orden político (la democracia de clase) y el desarrollo económico (la teoría del valor).
La teoría del valor nos plantea que la producción de toda riqueza requiere la intervención humana. El trabajo social se convierte en el motor de la economía. En el capitalismo, la producción de la riqueza se genera mediante la organización del trabajo subordinado al capital. Sobre esta contradicción (dialéctica) se generan los excedentes que son apropiados por los agentes del capital (la burguesía).
El proceso de producción no termina en el momento de la producción propiamente tal. La mercancía, que es el producto de esa relación dialéctica, tiene que realizarse, tiene que ser objeto del consumo. Aparece el mercado que se convierte, en primera instancia, en un campo de batalla. En torno a los mercados se desatan las guerras políticas, ideológicas y militares. El capital crece sobre la base de la acumulación, también se extiende geográficamente sometiendo todo lo que encuentra en su camino a su política (la democracia de clase) y, también, a su ideología (mercantilista de consumo).
Donde el capital se enfrenta a una oposición política e ideológica que no puede doblegar, se introduce el elemento militar. Factor militar que tiene que mezclarse en la educación política e ideológica. Como consecuencia, la democracia de clase necesita un elemento militar que lo sostenga y que lo proyecte. Igualmente, la clase dominante tiene que construir una ideología que le deje espacio a ese militarismo que lo sostiene y defiende.
El militarismo se convierte en elemento permanente cuando el capitalismo no logra legitimar su dominación y necesita una ideología que supere la crisis de hegemonía. Cuando hablamos de crisis permanente, tenemos que hablar, como consecuencia, de militarismo permanente.
¿Puede el capitalismo sobrevivir sin un aparato militar, sin una democracia de clase que descansa sobre el militarismo, sin una ideología militarista, sin el militarismo?
EL MILITARISMO EN PANAMÁ
El militarismo en Panamá se inaugura, tal como lo conocemos hoy, con el desembarco de los marines norteamericanos en las playas de Colón en 1904. En la naciente República de Panamá el militarismo no es una alianza entre clases una expresión del populismo (como lo llegó a ser entre 1969 y 1986). El militarismo en Panamá expresa las contradicciones imperialistas a escala mundial y su expresión en el Caribe donde EEUU se declaró la potencia regional.
La necesidad de EEUU de tener una vía rápida hacia sus posesiones territoriales en la costa occidental norteamericana, la lleva a construir el Canal de Panamá. Antes había derrotado a México y cualquier pretensión que pudiera tener sobre sus costas. Había destruido toda expresión soberana en Centro América y había expulsado a España de sus colonias caribeñas de Cuba y Puerto Rico.
Al mismo tiempo que desembarcaban los marines en Colón, el gobierno panameño disolvía el Ejército nacional que había tenido un papel significativo en el movimiento de independencia de noviembre de 1903. La oligarquía panameña la fracción de clase transitista entendió, desde un principio, que su sobrevivencia no dependía de un Ejército nacional sino de la presencia militar de la nueva potencia.
EEUU convirtió el Ejército en una policía cipaya a las órdenes de un inspector general norteamericano. EEUU construyó rápidamente una colonia militar en la Zona del Canal de Panamá. En 1906, Washington responsabilizó a su Ejército para que asumiera la construcción del Canal y, al mismo tiempo, que administrara la nueva colonia. La Zona del Canal, con apenas mil kilómetros cuadrados, se impuso sobre la nueva República con 77 mil cuadrados.
El enclave de tránsito no tiene las funciones clásicas de ser exportadora de materias primas al mercado mundial. Su función en el siglo XX fue servirle a la estrategia norteamericana para consolidar su poder en la región y, además, como futuro trampolín en su expansión mundial.
Hernán Porras señalaría que la pequeña oligarquía de la ciudad de Panamá que él llamaba los capitalinos blancos logró sobrevivir gracias a su habilidad para negociar con EEUU la construcción del Canal y la creación de la República. Esta oligarquía había sido derrotada por los liberales populares en la guerra civil de los Mil Días (1899-1902). En esa misma guerra, según Porras, la oligarquía terrateniente del interior del país aliada de los capitalinos blancos no sólo había sido derrotada, fue destruida como clase para nunca más levantarse9.
El militarismo en Panamá, entonces, no es producto del desarrollo nacional. Es la clase de producto de alianzas coyunturales que tienen a la cabeza la potencia norteamericana y a los sectores que pudieran aparecer en las luchas intestinas panameñas. En primer orden, los blancos capitalinos que manejaban y siguen manejando la economía transitista. En segunda instancia, bajo la tutela norteamericana, los liberales que se plegaron al proyecto norteamericano (unos más temprano Eusebio Morales otros más tarde Belisario Porras). Más tarde, en la década del 1920, aparece Acción Comunal, hijos de la clase de terratenientes interioranos destruidos, emigrados a la ciudad, convertidos en profesionales, que asumen el poder en 1932 en alianza con los transitistas y liberales, bajo la supervisión de EEUU.
La militarización de la policía Nacional en la década del 1930 se combina con la Doctrina Truman de contención del consumismo a fines de la siguiente década. En 1953 se creó la Guardia Nacional bajo la presidencia del coronel José A. Remón. Por un lado, la Guardia le hace honor a su compromiso con EEUU persiguiendo toda señal de protesta de los sectores trabajadores y populares. Por el otro, le hace honor a una incipiente burguesía nacional que con fondos del Estado invierte fuertemente en el sector productivo, tanto en las ciudades como en el campo.
Por primera vez en su historia, por lo menos desde la desaparición de los hermanos Pizarro en el siglo XVI10, la clase dominante panameña ve con buenos ojos la organización de una fuerza armada militarizada. En las ciudades necesita una fuerza militarizada para disciplinar a la creciente clase obrera que desborda los entornos urbanos y comienza a reivindicar sus derechos. Igualmente, la expropiación de las tierras de los campesinos en las áreas rurales sólo es posible mediante una fuerza militarizada. La militarización de la sociedad hace posible pensar en hacer realidad el proyecto de mercado nacional.
La oligarquía transitista y sus aliados comerciantes de tradición liberal, transformados en burgueses, caminan de la mano aupando una incipiente institución militar que sigue bajo la influencia norteamericana. Sin embargo, la represión y la persecución no es suficiente para mantener el orden y, aún más importante, las ganancias de sus inversiones. Los cuestionamientos políticos, las huelgas sindicales, los movimientos sociales y las luchas por la soberanía se combinan para unir a sectores cada vez más amplios del país. La democracia de clase panameña se desploma y, en su lugar, aparece la institución militar que pone orden.
La oligarquía (transitistas y liberales) se dividen en apariencia frente a los militares. La Guardia Nacional asume todas las responsabilidades de gobierno y con el tiempo pone orden en las filas de los sectores dominantes. Bajo la dirección de Torrijos se presenta la posibilidad de construir el Estado populista y de consolidar el proyecto de nación (en el discurso se abandona el mercado) dejando en los márgenes políticos a los sectores más radicales (de derecha y de izquierda). El militarismo en su variante populista le abre las puertas a los sectores organizados del pueblo que se suman a proyecto de Estado pluriclasista en forma subordinada.
La crisis mundial capitalista de la sobreproducción o, vista de otra manera, la disminución de la tasa de ganancia, sacudió a Panamá y el proyecto de mercado nacional hasta sus cimientos. Sin probar alternativas posibles, en la década de 1980 el gobierno militar adopta las recomendaciones de ajuste económico (políticas neoliberales) para iniciar un proceso de transferencia de riquezas hacia el centro de la economía mundial mediante el desmontaje de la economía nacional. El proyecto de mercado nacional se abandona y se adopta el modelo de mercado mundial (neoliberalismo).
En este proceso se presenta la crisis centroamericana y EEUU transforma a la Guardia Nacional en las Fuerzas de Defensa (FDP) en 1983. Washington veía con buenos ojos la transformación de la institución militar panameña en el nuevo guardián del orden para toda América Central. Las contradicciones que surgen de la ejecución de este proyecto, en combinación con las nuevas políticas neoliberales, colocan sobre la palestra la opción de eliminar del todo al aparato militar panameño que a su vez controlaba las instituciones del gobierno.
La versión militarista panameña se consolidó a mediados del siglo XX con la presencia de un Ejército de ocupación en la Zona del Canal. Los espacios que pudieron haberse abierto para la negociación eran inmediatamente cerrados por EEUU. En 1941 destituye de la Presidencia a Arnulfo Arias (heredero de la tradición de Acción Comunal), en 1955 asesina al presidente Remón, y sigue una cadena de acciones contra los jefes militares panameños: en 1969 exilia a Boris Martínez, en 1981 accidenta a Torrijos y en 1989 secuestra y condena a una pena de cárcel de 20 años en EEUU a Noriega.
La invasión norteamericana de 1989 interrumpe lo que parecía ser un proceso en permanente crecimiento del militarismo en Panamá. Los transitistas regresaron al poder y pidieron que EEUU se convirtiera en el protector de su dominación. Al mismo tiempo, sometieron a la nueva Policía a una política de shock reduciéndola a vigilante con pito y tolete. Los transitistas regresaban a la experiencia de 1904 con la disolución del Ejército comandado por Esteban Huertas.
Las políticas neoliberales se prestan a la nueva tarea policíaca. La reducción de los aparatos de gobierno (Estado) se aplica tanto a la burocracia civil como a la uniformada. La dinámica global, sin embargo, impone un ritmo algo diferente a los procesos internos. La política de seguridad nacional de EEUU requiere contrapartes militares en toda la región.
Panamá se pliega al nuevo orden mundial patriótico. La Autoridad del Canal de Panamá se declara en estado de alerta permanente (hasta el día de hoy). Poco después EEUU impone un conjunto de tratados sin aprobación legislativa que subordina el territorio del país a las necesidades estratégicas de EEUU. En 2008, mediante decretos, el ejecutivo crea, en medio de protestas, el nuevo Servicio de Inteligencia y un Servicio Nacional de Fronteras. En 2010 inaugura el Ministerio de Seguridad Pública donde se concentran todos los poderes.
Hay que comprender cuales son esas contradicciones para actuar en el marco de las luchas que se desatan. El militarismo es una consecuencia de esas contradicciones y se puede combatir conociendo su inserción en la formula política de los gobernantes. En el caso de Panamá, el militarismo es una consecuencia de la imposición por parte de EEUU de sus políticas de seguridad nacional.
MOVIMIENTOS SOCIALES
Las expresiones sociales de los panameños en el siglo XX fueron diversas y ricas en matices. La mayoría de los analistas coinciden en señalar que los movimientos sociales dejaron su huella profunda sobre la forma que tienen los panameños de percibirse a si mismos en la actualidad. Especial mención hay que hacer de las movilizaciones sociales en torno a la recuperación de la soberanía, que marcaron todo el período. Para Ricaurte Soler, también Ernesto Castillero P., pasando por la pluma de Diógenes de la Rosa, el problema nacional constituye el eje sobre el cual se movilizaron las manifestaciones sociales panameñas.
Estos autores, así como otros, no pasan por alto las movilizaciones sociales en torno a las reivindicaciones económicas, la lucha por la democracia o los movimientos por el reconocimiento de los derechos de los grupos étnicos, las mujeres y de la juventud. Los trabajos de Demetrio Porras, Alexander Cuevas e Iván Quintero, entre otros, dan cuenta de los movimientos sociales que reivindicaban los intereses de las clases obrera y campesina. Otros autores, como Eusebio Morales, Hernán Porras y Mario Galindo se preocuparon por definir la relación entre lo social y lo político.
En el caso de Panamá podemos dividir la energía desplegada por los movimientos sociales en tres fases distintas durante el siglo XX. Cada una de estas fases responde al modelo de desarrollo capitalista que predominó en el país.
La primera fase la ubicamos a lo largo de la primera mitad del siglo XX, entre 1903 y 1948. Ese el período en que el modelo de desarrollo capitalista se basaba en la capacidad que tenía el fisco panameño para orientar una creciente masa de excedentes de la operación del Canal de Panamá hacia una clase mercantilista atrincherada en el Estado. Los movimientos sociales panameños buscaban las formas para participar y/o beneficiarse de los excedentes que generaba la posición geográfica del país. Los trabajadores y las capas medias identificaban a una oligarquía casateniente y a EEUU, que usurpaba el territorio sobre el cual se había construido el Canal de Panamá (1904-1914), como los explotadores del pueblo.
La segunda fase se sitúa entre 1948 y 1983. Durante este período la clase mercantilista y sus aliados intentaron transformarse en una burguesía nacional mediante una agresiva política de industrialización mediante la sustitución de importaciones11. La política económica del nuevo modelo de desarrollo desató un rápido crecimiento de la clase obrera (acompañado por un incremento significativo de la población) y, a la vez, desencadenó un movimiento migratorio del campo hacia la ciudad12. Los movimientos sociales adquirieron una nueva fisonomía, logrando la clase obrera cuestionar, con éxito relativo, los valores de la ideología dominante. Al mismo tiempo, la clase obrera se convirtió en un elemento cuantitativo cuya mera presencia planteaba cuestiones de seguridad para la clase dominante.
La tercera fase corresponde al período entre 1983 y 2008. Durante este período el modelo de desarrollo anterior de trasnacionalización productiva entró en crisis. Los movimientos sociales se debilitaron, los sindicatos perdieron su autonomía relativa y se produjo una contraofensiva ideológica con pretensiones de constituirse en alternativa para los sectores populares.
IMPACTOS CUANTITATIVOS Y CUALITATIVOS
El impacto de los diferentes modelos de desarrollo pueden medirse tanto cuantitativa como cualitativamente. En términos cuantitativos, el impacto de la independencia y el pacto suscrito con EEUU, para la construcción del Canal de Panamá a principios del siglo XX, sobre los movimientos sociales fue enorme. En primera instancia, provocó una migración masiva de trabajadores de todas partes del mundo, especialmente del Caribe y, en menor medida, del sur de Europa hacia el Istmo. Las obras del Canal de Panamá multiplicaron varias veces el número de trabajadores asalariados en el país. Además, generó un incremento del comercio y de los servicios que amplió rápidamente las áreas urbanas. Por último, incorporó al territorio nacional a la producción agropecuaria mercantil.
Si el impacto del modelo mercantilista introducido por la independencia y la construcción del Canal de Panamá provocó un impacto enorme, el modelo basado en la industrialización a mediados del siglo pasado revolucionó todas las estructuras sociales del país. La clase obrera asalariada se multiplicó varias veces, los servicios sociales se ampliaron y extendieron, se construyeron las carreteras que crearon el mercado nacional, la población se multiplicó 2.5 veces en apenas 35 años y el producto interno bruto pasó de US$250 millones en 1950 a US$2 mil millones en 1983. (La riqueza del país se multiplicó 8 veces en el período de industrialización, mientras que la población creció 2.5 veces. En teoría cada panameño era tres veces más rico en 1983 comparado con 1950).
En términos cuantitativos, el modelo que predominó en la tercera fase de desarrollo de 1983 a 2008 arrojó resultados negativos. La clase asalariada ha disminuido en términos absolutos, los servicios sociales se han contraído, se paralizaron las obras públicas y el aporte del sector productivo al crecimiento del producto interno bruto se estancó.
Desde la perspectiva cualitativa, el impacto de los tres modelos de desarrollo sobre los movimientos sociales también puede ser objeto de análisis y medición. La independencia y la construcción del Canal de Panamá alimentaron rápidamente a un movimiento obrero incipiente formado, en gran parte, por inmigrantes. A su vez, transformó lo que antes era un arrabal a orillas de las zonas urbanas en un movimiento social donde se levantaban aspiraciones y proyectos que se asociaban con las capas medias. Además, movilizó a importantes sectores rurales que se encontraban en un proceso de asimilación por las demandas mercantiles.
El modelo de sustitución de importaciones, que adquirió fuerza en la década de 1950, generó movimientos sociales masivos, encabezados por partidos políticos organizados y gremios concientes de sus intereses. La clase obrera hizo sentir su fuerza y obligó al Estado a enfrentar la cuestión social. La presencia del movimiento obrero, acompañado por la juventud radicalizada y una organización campesina sin tierra en ascenso, remeció los cimientos políticos de la República a mediados del siglo XX.
Los movimientos sociales que exigían soluciones a la cuestión social y que se habían sumado a las luchas por la soberanía socavaron los cimientos del viejo orden liberal al sublevarse el 9 de enero de 1964 contra la ocupación colonial de la Zona del Canal de Panamá por parte de EEUU. La falta de soluciones a las cuestiones social y nacional que estaba en la agenda de los movimientos sociales obligó a los sectores dominantes a poner fin al régimen político de corte liberal y buscar una salida militar en 1968.
A partir de 1983, con el cambio de modelo de desarrollo los avances de los movimientos sociales han disminuido. Las conquistas sociales, adquiridas en la fase anterior, se han recortado, ha aumentado el desempleo y la inseguridad. Incluso, los tratados del Canal de Panamá de 1977 que fueron una conquista nacional aún no benefician a todos los panameños. Incluso, los movimientos sociales fueron cuestionados por sectores con reivindicaciones particulares e, incluso, por la variante de sociedad civil formada por las llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG) que aparecieron en la década de 1990.
LAS CLASES SOCIALES Y EL PROYECTO NACIONAL
Se pueden hacer tres lecturas diferentes de los movimientos sociales panameños, partiendo de lo nacional, de la lucha por la soberanía o de las reivindicaciones de clase. Una primera lectura nacional de los movimientos sociales parte de la constitución de la República en 1903 cuando Panamá se separa de Bogotá. Hay autores quienes señalan que el proyecto nacional panameño aparece en el siglo XVIII, pero que sólo se concreta a principios del siglo XX. A lo largo de la primera mitad del siglo XX la cuestión nacional estaría presente en forma creciente en los diferentes movimientos sociales. Esta primera lectura está marcada por la legitimación del proyecto nacional en el marco republicano creado con la independencia de principios del siglo XX.
Una segunda lectura de los movimientos sociales parte de la lucha por la recuperación de la soberanía cedida sobre un extenso territorio que EEUU ocupó militarmente con motivo de la construcción del Canal de Panamá (que se inició en 1904). A lo largo de la primera mitad del siglo XX la lucha por la soberanía se convirtió en una bandera que fue sumando a todos los panameños sin distinción de clase social. Esta segunda lectura está marcada por los movimientos sociales que periódicamente sacudían al país exigiendo la descolonización del país y la evacuación de las bases militares norteamericanas (objetivo finalmente cumplido el 31 de diciembre de 1999).
Una tercera lectura de los movimientos sociales parte del desarrollo de un mercado interno, la incipiente industrialización, la transformación del agro y el surgimiento de la clase obrera panameña. A lo largo de la primera mitad del siglo XX el desarrollo del mercado nacional transforma, lenta pero sistemáticamente, el arrabal urbano y la población rural que migra hacia las ciudades en una clase asalariada de trabajadores. Esta tercera lectura está marcada por las confrontaciones entre una clase obrera cada vez más numerosa y mejor organizada frente a una clase empresarial que cuenta con el apoyo gubernamental.
SIGLO XXI
Panamá llega al siglo XXI sin que los sectores mayoritarios agrupados en organizaciones obreras, campesinas y de las capas medias tengan una expresión política autónoma que los represente. Esta situación contribuye al debilitamiento de la democracia en la medida en que sectores muy amplios de la población son excluidas de las instituciones democráticas (educación, salud, seguridad social). A su vez, al no tener una expresión política propia, los partidos políticos se organizan para cooptar a los sectores populares sin permitirles reivindicar sus intereses.
Durante la década de 1990 la ideología neoliberal promovió una alternativa política dirigida a desplazar a los movimientos sociales de los procesos políticos. Las organizaciones de las capas medias y de los sectores populares cooptadas fueron convocadas a diferentes foros para participar junto con organizaciones de la nueva sociedad civil y sus organizaciones no gubernamentales (ONG). Rolando Castillo señala que la estrategia respondía a un proyecto de refundación del Estado panameño. El proyecto estaría basado en una concepción elitista mediante la cual el pueblo sería dirigido por una clase social superior. La refundación es, en parte, producto de la intervención militar de EEUU en 1989. Castillo reformula en términos positivos la importancia de las intervenciones militares norteamericanas desde 1903 a favor de la clase transitista. Castillo también plantea fuera de contexto la tesis equivocada de que el Estado sería plural al incluir mujeres e indígenas. Al mismo tiempo, empero, excluiría a las capas medias y a los sectores populares.
La propuesta a la cual hace referencia Castillo es elitista y excluyente. Además, debilita cualquier alternativa de democracia. Reduce la democracia a los procesos electorales olvidándose de los contenidos sociales y económicos de la democracia. De igual manera, excluye de los procesos democráticos a los sectores sociales, sustituyéndolos por grupos de identidad étnicos o de género.
Según Lechner el discurso neoliberal es el que mejor ha sabido señalizar la reestructuración emergente: los ajustes estructurales alteran la matriz estado-céntrica de las sociedades latinoamericanas, desplazando la dinámica del desarrollo social del Estado al mercado. Este proceso adquiere una fuerza avasalladora por su carácter mundial, independiente de las especificidades del país13.
En un análisis de coyuntura, efectuado en 2002, Marco A. Gandásegui señala que los movimientos sociales se han opuesto a las políticas neo-liberales y siguen luchando por el perfeccionamiento de la soberanía nacional. Sin embargo, el movimiento popular aún no logra definir una organización política que dé dirección y fuerza a sus objetivos. El camino de los partidos políticos existentes está cerrado ya que todos están sumergidos en las aguas ideológicas neoliberales. A su vez, la mayoría de las centrales obreras ha sido cooptada14.
Después de cien años de República, diez décadas de movimientos sociales y un siglo de experiencia con los partidos políticos, Panamá puede concluir que la democracia sólo se puede consolidar si todos los sectores sociales y sus respectivos movimientos logran definir con claridad su participación política.
Los neoliberales han querido borrar a los movimientos sociales. A pesar de ello, los movimientos sociales están presentes y serán quienes diseñarán la democracia panameña en el segundo siglo de la República. La hegemonía perdida se recuperará en el marco de un proyecto nacional que incorpore a los movimientos sociales y sin intervenciones de quienes se abrogan el derecho a veto.
Notas
1 Were about to mark the second anniversary of the financial meltdown. But dont expect to see any clinking of champagne glasses, because except for a handful of prescient (or lucky) speculators, its been a ghastly two years. The nightmare started June 12, 2007, when news broke that two Bear Stearns hedge funds speculating in mortgage-backed securities were melting down. That was the precursor to the panics and collapses that have led to a worldwide recession and the fall of mighty institutions like Bear, AIG, Lehman Brothers, and Royal Bank of Scotland.
2 GANDÁSEQUI, MA, hijo (2007). Crisis de hegemonía de EEUU, Siglo XXI, México.
3 HART, M & NEGRI, A (2000). Imperio, Paidós, Barcelona.
4 FOSTER, JB (2002). Capitalism and Ecology: The Nature of the Contradiction, Monthly Review, Vol. 54, nº4., septembre. pp. 6-27.
5 ARRIGHI, G (1994). The Long Twentieth Century: Money, Power and the Origins of our Times. Verso, London, pp. 107-138.
6 ADAMES, E (2002), Las ciencias sociales. Una perspectiva desde los sistemas mundo, Tareas, n°. 112, pp. 19-37.
7 KOHAN, N (2002). El Che Guevara y la filosofía de la praxis, scribd.com/doc/16311228/Kohan-N-Ernesto- Che-Guevara-El-sujeto y el poder.
8 FITZGERALD, V (1998). La CEPAL y la teoría de la industrialización, Revista de la CEPAL, número extraordinario, octubre.
9 PORRAS, H ( 2008). Papel histórico de los grupos humanos en Panamá, in: Las clases sociales en Panamá, CELA, Panamá.
10 CASTILLERO CALVO, A (2008). Agresión externa y poblamiento en Panamá, Tareas, nº. 126, (mayo-agosto).
11 Ver la versión de PORTANTIERO, JC (1989). Perspectivas de las ciencias sociales en América latina, Working Paper, n°5, Barcelona, p. 3. Según Portantiero esa modernización prometida se asentaba sobre un trípode que combinaba industrialización, urbanización y capacidad planificadora del Estado. El resultado fue, en efecto, una modernización global de esas sociedades. Se estableció un nuevo modelo de estratificación con el surgimiento de nuevos grupos sociales; varió la composición interna de los sectores populares y se expandieron nuevos sectores medios. Los empresarios industriales junto con la burocracia estatal, intentaron conducir el proceso de desarrollo modificando el tradicional juego de poder y la industria creció al amparo del modelo mundial de transnacionalización productiva. Cualquier análisis socioeconómico de la región en esa época empezando por los pioneros de CEPAL acredita con precisión la vigencia de esos nuevos rasgos.
12 GANDÁSEQUI, MA, hijo (1980). Acumulación y migraciones internas en Panamá, CELA, Panamá.
13 LECHNER, N (1994). Los nuevos perfiles de la política: Un bosquejo, Nueva Sociedad Nº 130, marzo- abril, Caracas, pp. 264-265.
14 GANDÁSEQUI, MA, hijo (2002). Panamá 2001. Las protestas contra la política neoliberal definen las luchas populares, Observatorio Social de América Latina, Año 2, n°. 6, CLACSO, p. 137, Buenos Aires.
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