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Frónesis
Print version ISSN 1315-6268
Frónesis vol.11 no.1 Caracas Apr. 2004
La construcción social de la madre y el padre en tiempos de crisis
Marie González y Cynthia Martínez
Escuela de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. tsmaril@hotmail.com; cymart@hotmail.com; carrama@cantv.net
Resumen
El objetivo de este artículo es realizar un análisis de la construcción social de las figuras del padre y la madre en tiempos de crisis social, especialmente la vivida en Venezuela a partir de la década de los ochenta, a efectos de precisar hasta que punto dicha crisis incide en la construcción simbólica de estos actores familiares. Para el análisis del tema nos apoyamos en las reflexiones teóricas del postmodernismo como el construccionismo social, además de las experiencias de cátedras afines a la temática tratada. Se concluye que, debido a la crisis social venezolana las construcciones simbólicas del padre y la madre están cambiando. Estos actores viven otras realidades. Surgiendo nuevas practicas sociales, entre ellas la incorporación cada vez mayor de las mujeres al mercado de trabajo, principalmente informal, y un debilitamiento de los roles tradicionales del hombre padre.
Palabras clave: Madre, padre, construcción social, símbolos.
The Social Construction of Mothers and Fathers in Times of Crisis
Abstract
The objective of this paper is to analyze the social construction of the mother and father figures in times of social crisis, especially what has been experienced in Venezuela since the 1980s, in order to determine to what point this crisis affects the symbolic construction of these family actors. To analyze this theme we base our post-modern theoretical reflections on social constructionism, and on similar experiences in related studies. The conclusion is that due to the Venezuelan social crisis, the symbolic constructs of fathers and mothers are changing. These actors have new realities. New social practices have arisen, among others the incorporation of more and more women in the labor market, especially the informal market, and a weakening of the traditional roles of the father figure.
Key words: Mother, father, social, construction, symbols.
Recibido: 13022003 · Aceptado: 03122003
1. Introducción
En este artículo nos proponemos analizar los efectos que la actual crisis socioeconómica y cultural venezolana genera en el seno familiar, especialmente en las funciones que venían ejerciendo tradicionalmente tanto la madre como el padre.
La investigación pretende analizar fundamentalmente la repercusión de la crisis social de nuestro país en la construcción simbólica de los actores familiares, en tanto, demandados por una realidad social.
En este sentido, se partió de la consideración socio-simbólica familiar como expresión de una cotidianidad cultural que incide en la construcción de un contexto social determinado, en este caso la familia, especialmente la representatividad social de la madre y el padre.
Nuestro estudio es el resultado de lecturas, experiencias de cátedras, proyectos de investigaciones en el área de las familias y de profundas reflexiones acerca de la situación actual de la mujer madre y el hombre padre como actores principales en una estructura familiar, además del aporte que para este tipo de análisis proporciona la teoría constructivista como parte del discurso de las ciencias sociales contemporáneas.
2. La problemática familiar: Un conflicto socio - político - cultural
Tomando en cuenta el objetivo de la presente investigación que se centra en analizar los efectos que la actual crisis social genera en los roles familiares, se incorpora el contexto social, económico y político nacional con el propósito de reflexionar acerca de su repercusión en la creación, formación de las figuras y actores sociales, especialmente la madre y el padre
A partir de la década de los 80, la calidad de vida de la mayoría de las familias venezolanas descendió considerablemente, producto de la crisis económica en la que se vio sumida como consecuencia del fracaso del modelo de sustitución de importaciones propuesto por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Esta crisis se tradujo en un aumento significativo de la tasa de desempleo, alto índice de inflación, déficit fiscal, deterioro de los servicios públicos, entre otros. Para corregir este estado de cosas se implemento una política de ajustes económicos que sólo vino a agravar la situación. Según Bethencourt (1998:16) este programa de ajuste, estaba conformado por medidas que trataban de estabilizar y sanear la economía, centrándose en la eliminación de las distorsiones en la asignación de los recursos por parte del sector público y en la reducción progresiva del papel del Estado en la economía, mientras se aumentaba el papel del Mercado.
El programa de ajuste, denominado Paquete Económico, pretendía recomponer los equilibrios macroeconómicos, sincerar los precios, las tarifas de los servicios públicos y ajustar el tipo de cambio del bolívar, para lograr un crecimiento sin inflación, reducir el desempleo y alcanzar un crecimiento en la producción de bienes transables.
Asimismo, producto de la reducción creciente del gasto público real, se eliminaron subsidios a rubros de consumo masivo, entre ellos: la leche y el trigo, y se desarrolló una política de libre mercado que condujo a una elevación de precios, sobre todo de los alimentos y servicios públicos.
Como culminación de este estado de cosas, se produce el levantamiento popular del 27 de Febrero de 1989, explosión social expresada bajo la forma de saqueos, y violencias callejeras, esto es, la población se reveló masivamente contra las medidas de austeridad impuestas, que exigía mayores sacrificios a los más desposeídos.
Esta protesta, que representó el desbordamiento de resentimientos contenidos durante años por la injusta distribución de la riqueza, fue violentamente reprimida, con un saldo de muertos (as) y desaparecidos (as) aún no esclarecido totalmente.
Esta conflictividad social se tradujo en una demanda popular de cambio político y de rechazo generalizado al gobierno del presidente de la República de Venezuela Carlos Andrés Pérez. Como expresión de esa demanda popular, algunos sectores castrenses intentaron un golpe de Estado el 4 de Febrero de 1992. Este movimiento militar estuvo integrado por oficiales de rango medio, encabezados por un grupo de Comandantes entre los cuales se encontraba el hoy Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Luego de la derrota de esta intentona, la protesta popular se mantuvo, y el 27 de Noviembre de 1992, se realizó otra sublevación militar que fue rápidamente controlada.
Sin embargo, estos hechos restaron legitimidad al Gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez, que llevó finalmente a la revocatoria de su mandato y a la designación de un Presidente Interino, Ramón J. Velásquez, hasta 1994, cuando se instalo el Gobierno de Rafael Caldera, quien asume la presidencia en medio de una grave crisis económica y política (Cova, 1998).
Este sombrío panorama se ve agravado por la crisis del sistema financiero la cual, aunada a la debilidad del mercado petrolero, generó un clima de inestabilidad económica, con graves consecuencias para la inversión y la gestión fiscal. Así, para 1.994 el déficit fiscal se calculó en aproximadamente un 7,3% del PIB y la tasa de inflación se ubicó alrededor del 70% (Cova, 1998: 60)
Ante tal situación, el gobierno nacional implementa una serie de medidas tendientes a estabilizar la economía. Entre estas medidas se estableció un rígido sistema de control de cambio y se regularon los precios de algunos servicios esenciales. Estas medidas conformaron la llamada Agenda Venezuela cuya aplicación no logró solucionar ni apaciguar la crisis social, dado que para 1997 los hogares en pobreza crítica alcanzaba a 29,60% y los hogares en pobreza extrema ascendieron a 35,80% (Bethencourt, 1998: 17).
Realmente las medidas fueron bastantes duras, en particular para una sociedad como la venezolana, que durante muchos años había sido protegida por un Estado paternalista que todo lo podía (Toro Hardy, 1998: 75).
Al analizar la realidad de la gravedad de la situación económica que enfrentaba Venezuela para ese momento, se aprecia que el mayor error esta en la forma como se aplicó el paquete de medidas. Consistió pues, en que el Estado no estuvo dispuesto a asumir, al menos en igual medida, los sacrificios que le impuso al resto de la población.
Los hechos referidos aquí, grosso modo, trajeron aparejados cambios vertiginosos en el seno de la sociedad venezolana, particularmente en el núcleo familiar. La crisis vivida en el país en los últimos años ha conducido a un empobrecimiento severo de la mayoría de las familias venezolanas, restringiendo con ello las oportunidades de satisfacción de sus necesidades vitales y obligando a un reacomodo en el interior de la estructura familiar para asegurar la supervivencia del grupo. Esta situación, como se verá más adelante, incide particularmente sobre las funciones ejercidas tradicionalmente, por las figuras del padre y de la madre.
3. El impacto de la crisis en las funciones del hombre padre y la mujer madre
La crisis económica y social vivida en Venezuela ha incidido en las funciones que en el seno de la familia venían ejerciendo tradicionalmente, tanto la madre como el padre, haciéndolas más complejas. Dado que las mujeres, en este caso, deben compartir su rol reproductivo con el productivo y coadyuvar al sustento económico del grupo familiar.
Por lo que respecta a las mujeres madres, éstas deben ahora desarrollar nuevas estrategias que le permitan combinar sus roles, productivas y reproductivas en el marco de las relaciones de solidaridad y conflicto intradoméstico que esta nueva situación crea en la unidad familiar.
Por otra parte, la complejidad de la crisis ha llevado también a la mujer madre a trascender el espacio íntimo e intrafamiliar, para participar en un escenario social y político, como es el comunal, unidad social de intervención que busca alcanzar la satisfacción de las necesidades básicas de sus habitantes, como por ejemplo: los servicios públicos.
Además de su incorporación al ámbito laboral debido a la crisis económica, ocurre también que cuando se producen crisis domésticas como desempleo o muerte del marido, disolución de la pareja, entre otras causas, que pongan en peligro la sobre vivencia material de su hogar, las mujeres madres asumen el rol de proveedor sin que por ello deleguen, más que momentáneamente a otros miembros, las responsabilidades de su rol tradicional. De la misma manera el rol del hombre padre ha venido sufriendo algunas modificaciones (Albornoz, 1995: 56).
Del padre se espera que cumpla las funciones de proveedor, que procure los ingresos necesarios para el sustento diario de la familia, siendo evaluado en función de la efectividad de su desempeño como tal. Además de proveedor, el hombre se coloca como figura de autoridad que representa a la familia que tiene a cargo, es decir, como el jefe del hogar.
Sin embargo, producto de la crisis social vivida en Venezuela, este rol está cambiando y la legitimidad tradicional que poseía está siendo asumida por la mujer madre, quien de manera creciente desempeña la función de jefe de hogar, especialmente en aquellos hogares de bajos recursos económicos.
Al respecto, Pulido (1995:16) considera que la figura del hombre como autoridad y proveedor ha ido retrocediendo, lo que debilita sus aspiraciones y demandas de poder dentro de la familia.
En tal sentido, las diferencias entre los roles del hombre - padre y de la mujer -madre socialmente construidas, se han ido paulatinamente debilitando, ya que si anteriormente la función económica había sido considerada como exclusiva del hombre, en tanto que la de la mujer se reducía a la de esposa y ama de casa, en los actuales momentos y como respuesta a situaciones demandantes, la mujer se incorpora cada vez con mayor frecuencia al mercado de trabajo.
4. La construcción social de la madre y el padre
Los acontecimientos de la vida cotidiana, las informaciones que se reciben, las relaciones que se establecen, las expectativas e intereses varían de acuerdo a cada individuo, esto es, cada sujeto elabora y construye su propia visión del mundo.
Ahora bien, esta construcción no es meramente una acción individual, ya que cada sujeto está inmerso en un entramado y complejo contexto histórico social, que lo influye e incide en la elaboración de la propia realidad social.
Atendiendo a la anterior premisa, se tendrá que analizar en primer lugar el papel de la familia en la transmisión de los procesos de construcción simbólica y en segundo lugar, la incidencia de la sociedad en la configuración social, en este caso, de la madre y el padre, figuras básicas e importantes en la función educativa y socializadora del ser humano.
En tal sentido, y atendiendo al contexto sociocultural instituido, el hombre padre asume una conducta definida e identificada con la autoridad social, representada en el ordenamiento institucional como equivalente a los intereses de la sociedad en su conjunto (Bonilla, 1993: 23). En consecuencia, del padre se espera que ejerza su función de proveedor de su hogar, que sea el socializador de su familia, el facilitador de la incorporación de los hijos al mercado de trabajo, a la vida sexual (en el caso de los hijos varones) y a la vida social en general.
Igualmente, se espera que éste represente autoridad, disciplina y poder. Por lo tanto, el sistema familiar se estructura piramidalmente con el padre en el vértice y la mujer y los hijos en la base.
En este modelo familiar tradicional se espera obediencia automática e incondicional de las mujeres hacia el marido y de los hijos hacia los padres, quedando tradicionalmente justificado incluso el uso de la fuerza física para asegurar dicha obediencia.
Es decir, aún persiste una imagen de lo masculino que ha sido transmitida de generación en generación, y que raramente se somete a una reflexión crítica (Corsi, 1997: 46). En consecuencia, desde la infancia se aprende que un hombre tiene que mostrarse fuerte, seguro, ganador, no llorar, no demostrar temores, debilidades e inseguridad, es decir, evitar todo lo que es culturalmente definido como femenino. Por el contrario y siguiendo a Hurtado (1995: 24) el hombre tendrá que ser simbólicamente irresponsable, escurridizo, incumplido, inmaduro, pícaro, atropellante: es el símbolo que produce el sistema social. Es decir, que el género es un producto elaborado por la sociedad, por lo tanto, no todas las categorizaciones de género de todas las culturas, en cada momento histórico, son iguales. En tal sentido, el contenido de la categoría es transformable por la acción de las personas que conforman la sociedad.
Por otra parte, de la mujer - madre se espera que ejerza su rol de reproductora, la transformación de los recursos en bienes y servicios para ser consumidos y distribuidos entre sus miembros (Bethencourt, 1998: 19); además de desempeñar las actividades cotidianas domésticas: limpieza de la casa, lavar, planchar, cuidado y socialización de los hijos, apoyo emocional a los miembros del grupo familiar, y la jornada de trabajo fuera del hogar como producto de su incorporación al mercado laboral mayoritariamente en el ámbito informal.
5. Conclusiones
Según lo expuesto en el presente articulo la crisis y la aplicación de las medidas de ajuste no tiene un efecto homogéneo en la población.
En este orden de ideas, en Venezuela como en otros países de América Latina, con la crisis económica y social se está produciendo un fenómeno de cambio en los roles familiares, por cuanto la mujer madre y en especial las mujeres pobres, asumen muchas veces la jefatura del hogar, desplazando con esto el rol tradicional del hombre padre, de quien culturalmente se espera procure los ingresos necesarios para el sustento familiar.
Sin embargo, para bien o para mal, estas construcciones simbólicas del padre y la madre están cambiando. En estos momentos, tanto la mujer como el hombre viven otras realidades y están involucrados en diversas rutinas cotidianas que obligan a ejercitarse en otras prácticas sociales. Siendo una de ellas la incorporación cada vez mayor, de las mujeres al mercado de trabajo. Más, sin embargo, el abismo entre la participación masculina y femenina en este campo es bastante grande.
En general, se puede decir, entonces, que los tiempos han cambiado, se están viviendo transformaciones aceleradas y con ellas se transforman la familia y sus actores. En tal sentido, se debe aceptar la diversidad cultural de las familias, el cambio en los valores culturales y las transformaciones en los roles básicos dentro del seno familiar y de la sociedad en general, sobre todo en las construcciones sociales, tanto del hombre como de la mujer.
Lista de Referencias
1. ALBORNOZ, Orlando. Familia y Educación. Manual de Autogestión Educativa. UCV. Caracas, Venezuela. 1995. [ Links ]
2. BETHENCOURT, Luisa. Mujeres, Trabajo y Vida Cotidiana. CENDES. Caracas, Venezuela. 1988 [ Links ]
3. BONILLA, Enrique. Fuera del Cerco. Mujeres, Estructura y Cambio Social en Colombia. Editorial. La Agencia Canadiense de Desarrollo (ACDI). Bogotá. 1993. [ Links ]
4. CORSI, Jorge. Identidad Masculina y Violencia Doméstica. Revista Avepso. No. Especial. Julio. pp. 68-76. 1994. [ Links ]
5. COVA, Claudia. Realidad Social de Venezuela. Curso de Formación Sociopolítica. No. 6. Centro Gumilla. 1998. [ Links ]
6. HURTADO, Samuel. Marco Matrisocial de las Políticas Sociales. UCV. Caracas, Venezuela. 1994. [ Links ]
7. PULIDO, Mercedes. Mujeres y Familia en la Perspectiva de los Noventa. Revista Espacio. No. 2 pp. 113-124. UCAB. Caracas, Venezuela. 1995. [ Links ]
8. TORO HARDY, José. Fundamentos de la Teoría Económica. Un análisis de la política económica venezolana. Editorial Panapo. Caracas, Venezuela. 1998. [ Links ]












