SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.15 issue2Conflict Between the Philosophical Bases of Modern and Postmodern LawPolíticas Editoriales de las Universidades Públicas en América Latina author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Frónesis

Print version ISSN 1315-6268

Frónesis vol.15 no.2 Caracas Aug. 2008

 

Il suicidio dell’Europa. Dalla coscienza infelice all’edonismo cognitivo*

Katia Castaldo

Universidad de los Estudios de Nápoles Federico II katiacatal@yahoo.it

* Traducción elaborada de su original en Italiano al Español por la Dra. Flor Ávila H. de Pulitanò.

Pietro Barcellona es, en Italia, profesor de Filosofía del derecho en la Universidad de Catania. “Crítico no romántico de la modernità", por su misma definición, Barcellona ha orientado su investigación sobre la actual crisis de la dialéctica entre Estado, sociedad y mercado, individualizando, a partir de sus estudios hegelianos y marxistas, en la crítica de la lógica productiva, del actuar instrumental y de la funcionalidad técnica la posibilidad de recuperar el espacio público para los temas del ligamen social y de las pasiones políticas.

Con sus escritos ha entrado prepotentemente en el debate italiano y europeo entorno a la globalización y a los recientes desarrollos de la construcción europea, distinguiéndose por el fervor en la defensa de la necesidad de una reproposición de la dimensión de la política en la afirmación de una Unión Europea fuerte, en grado de ponerse como espacio de defensa y protección de los derechos del hombre. En particular, en su volumen Il suicidio dell’Europa. Dalla coscienza infelice all’edonismo cognitivo, Barcellona, en una fase al mismo tiempo muy avanzada y muy difícil de la construcción europea, aquella que ha acompañado el intento fallido de la adopción de la Constitución europea, busca encontrar las razones de la crisis de Europa y de indicar las vías de su salvación, a partir de la individuación de aquello que ha dado origen a la civilización europea: la “conscienza infeliz” o la invención del yo, como conciencia para el individuo de su finitud mortal. El volumen, que recoge los textos reelaborados de las intervenciones del filósofo en el ámbito de un doctorado sobre Europa por él coordinado, se articula en 4 capítulos y un apéndice en el cual están presentes dos notas de profundización específicas sobre el tema de los nuevos derechos y de la escuela.

En el primer capítulo, Il futuro dell’Europa tra tecnoscienza e nichilismo, Barcellona, de frente al imponerse una nueva forma de “síntesis social” (2005:10) que se aplana sobre la singularidad sin ligamen del individuo “anárquico y autoreferencial” (Ibid:28), se esfuerza de reencontrar las peculiaridades de la tradición europea. En particular, el filósofo catanés se detiene sobre el descubrimiento del ser mortal de los mortales como “autorepresentación de la propia finitud mortal” (Ibid:9) que signa a partir de la gran oposición instituida por los Griegos, entre ser y aparecer – entre Verdad y opinión, entre naturaleza y ley, el nacimiento de aquella “Consciencia infeliz” sin la cual la narración de Europa/Occidente no habría tenido su inicio. La enfermedad de Occidente, “la laceración originaria” (Ibid:23), entendida como descubrimiento por parte del yo de su separación del mundo, tiene, en efecto, impuesto desde los orígenes de la civilización occidental el reencuentro del cuidado cual recomposición de la “pérdida de armonía” por medio de una cultura resanadora, entendida como “creación continua de formas de mediación”. Incapaz de autodefinirse el yo mortal, tiene, en efecto, que ponerse de “frente al mundo”, buscar de entenderlo, “de construir mediaciones”, ha debido “hacer un mundo lleno de sentido” (Ibid:33). La consciencia, subraya Barcellona, es por esto una estrategia: abriendo un abismo incolmable entre el yo y el mundo tiene, por esta duradera no conciliación, al mismo tiempo, abierto el problema de comunicar con el mundo a través de un puente, una relación mediata de espacios colectivos de condivisión, que todavía, no podrán ni deberán lograr nunca unir los dos mundos. En este “dualismo originario” (Ibid:23) e incomponible, afortunadamente constituido de la identidad Europa (“la enfermedad es, por ciertos versos, recuerda Barcellona – la condición de salud de Occidente” (Ibid:70)) la civilización griega ha podido crear el régimen de la política, fundado sobre el reconocimiento de la socialización de la esencia humana y sobre la constitutiva relacionalidad de la identidad del individuo singular. Una relación que reconoce la pluralidad de las culturas y establece una relación con la naturaleza tal por el cual el ser humano autofundándose no cede, todavía, a la ciega ilusión de la ausencia del límite.

En el segundo capítulo, La tecnicizzazione dell’anima: post-umanesimo e alienazione, Barcellona analiza los efectos de neutralización de la especificidad de la tradición europea producto del actual proceso de globalización y de dominio de la técnica. Si, en efecto, la tradición europea se construye entorno a un modelo social e individual que tiene en el continuum espacio-temporal su constitucional modo de ser, en la época de la globalización la identidad termina, en cambio, por abrirse sobre modelos incompatibles con la construcción de la memoria, que tienen en la totalidad del presente su dimensión temporal y se instituyen según la lógica del instante y de la inmediatez. Y así ocurre también en la era global, el hombre, cada hombre, puede entrar constantemente en relación comunicativa con el otro sin, todavía, ni siquiera, concebir una relación social con el propio interlocutor, sin saber, ni querer saber quien es verdaderamente el otro, sin, entonces, entrar en contacto social con el otro. Y en esto se traduce nuestra “experiencia” de “habitantes del mercado” (Ibid:22). Habitar el mercado significa, en efecto, habitar en un tipo de comunicación no más ligado al continuum de las experiencias y del recuento (una comunicación histórica), pero dominada por el instante, por la ruptura del confín entre representación fantástica y mundo real, y, consiguientemente, de la autorepresentación de los individuos como singulares que no tienen ni vínculos ni lugares sociales. Al centro de la “sociedad” global está, en efecto, el individuo “separado” – transformado ahora “el polo de atracción de los derechos que se refieren al singular “egoísta” (Ibid:130), que entra en relación con los otros solamente a través de cálculos racionales para combinar el “recíproco útil”, y “siempre presente” (Ibid:97). Siempre presente porque la disponibilidad a la comunicación, aboliendo el espacio de la presencia (del ahora) e inaugurando aquel inmaterial de la presencialidad (del ahora) deslegitima la ausencia – reducida a indisponibilidad – y elimina la cercanía y la distancia como experiencia a través de la cual se constituye la relación entre el yo y el mundo.

En el tercer capítulo, Gli itinerari della post-modernità: dal paradigma della soggettività al paradigma sistemico, Barcellona encuentra los orígenes filosóficos de la crisis actual de la identidad relacional europea que pareciera hoy haber cedido a una identidad construida sobre la lógica de la autoreferencia, que, como enfatiza Barcellona, es la lógica del sistema inmunitario, “que no es comunicativo sino defensivo: se defiende de la penetración de la enfermedad produciendo anticuerpos y utiliza solo aquello que sirve para conservarse” (Ibid:131). El individuo, se encuentra de esta forma, viviendo una forma de “subjetivismo” extremo, por el cual imagina no solo de autoponerse, de autocrearse, sino además piensa de ser el creador del mundo.

Que el niquilismo sea hoy una adecuada clave de lectura de la actual fase de occidentalización del mundo deja, todavía, inalterada, para Barcellona, la cuestión de la no coincidencia con la tradición y la esencia de Europa.

El niquilismo y es uno de los puntos clave del volumen, no entra en el origen de la identidad Europea, sino que es episodio de la Modernidad, solo ahora, en efecto, ese se entrecruza con la historia de Occidente, en el acto en el cual al YO reconduce, en una suerte de delirio omnipotente, el mundo así mismo, lo hace transformarse en su entereza en su creación, pasando el sentido del límite que había sido salvaguardado por los Griegos. Si la alienación, “es sin duda una fase en la cual se sufre, en la cual hay la enfermedad de la muerte, en la cual hay espacio también para la búsqueda de la curación”, el niquilismo, es, en cambio, “la idea de ser, improvisamente dueños absolutos del mundo” (Ibid:34), es el rechazo de la curación. La invención de la conciencia, como interrogarse radicalmente sobre el sentido de la vida, se explica, por tanto, en la Modernidad, a voluntad de potencia que se constituye en la negación de cualquier ligamen y en la celebración de la “libertad” de cada vínculo. Del resto, Barcellona, “la modernidad nace de un gran parricidio que destruye la tradición y los antepasados” (Ibid: 91) e “imagina” de poder erigirse sobre la “coincidencia absoluta del Sujeto y Verdad, de instante y tiempo, de singularidad y universalidad” (Ibid:108). Exasperando “el paradigma foucaultiano de la biopolítica”, la Modernidad, a través de la afirmación del Método, ha cedido a un “fantasía de omnipotencia” (Ibid: 71), por el cual la búsqueda de la armonía ha cedido a la tentación de una “construcción además neurocientífica del mundo” (Ibid) que elimina in nuce cualquier forma de mediación. Y aquí, signado el pasaje de la consciencia infeliz al “hedonismo congnitivo”: “si el hombre es indirectamente reconducible a un proceso natural – el post-humano habla de hedonismo cognitivo, es decir, de la posibilidad de producir el propio placer como con el computador se producen los programas – la mediación tiende a disolverse” (Ibid). “En definitiva, el Occidente, en un primer momento, ha inventado un paradigma creativo, la relación yo-mundo, sucesivamente, de frente a la angustia de la muerte del Yo, ha producido una inmensa historia de neutralización” (Ibid:65). Y el niquilismo, sostiene Barcellona, no está al origen y no será el destino de Europa si, todavía, “se reprende la trama interrumpida de la modernidad, si se retorna a descubrir que, no obstante, nuestras conquistas, somos seres limitados” (Ibid:34). Se necesita repartir, entonces, de la conciencia que “el hombre es la capacidad de pensar más allá de la muerte y todavía resta mortal” (Ibid:170) y entonces de aquella “consciencia infeliz”, que es la consciencia que experimenta el dolor. Negar el dolor, “es una de las contradicciones con las cuales la humanidad contemporánea se está confrontando” (Ibid:175), pero es propio el dolor que nace de la posibilidad de un espacio simbólico humano. El dolor es, todavía, la vía de la salvación (“nos salvará el dolor”).

En el cuarto y último capítulo, Globalizzazione e morte della coscienza, Barcellona delinea las recaídas sobre el individuo de la globalización, definida como verdadero y propio “proyecto político que mira a simplificar la complejidad del mundo” (Ibid:129) a través de formas siempre nuevas y cada vez más eficaces de “potente abstracción” del individuo del contexto espacial y cultural en el cual vive. La actual fase de la globalización se presenta, en este sentido, según Barcellona, como una forma extrema de “privatización del mundo” (Ibid:133), en la cual la experiencia del descarte tiende a disolverse en una perfecta coincidencia entre yo y mundo, entre naturaleza y cultura, entre “micro-cosmo y macro-cosmo”. Y es propio sobre la diferencia, sobre la posibilidad misma de distinguir entre interno y externo, real e imaginario, yo y mundo, que interviene la globalización con una pretensión de reconducir a unidad cada manifestación del viviente, neutralizando la especificidad de la conciencia como actitud propiamente humana. El individuo, termina, por lo tanto, por no ser más expresión de una sustancialidad, hijo de un tiempo, de una historia y de una tradición cultural y lingüística. El es, entonces, inicio siempre nuevo, en una discontinuidad asocial y atemporal, que tiene inevitablemente y devastante recaídas sobre la cultura, ya que ésta “desaparece como forma de mediación entre individuo y colectividad” (Ibid:153). La destrucción de las raíces, que de la deculturación es la dirección, produce la homogeneización de los individuos, que parecieran ahora precipitar en un universo indiferenciado, en una distinta humanidad, donde los hombres se encuentran, pero no se reconocen. A caer es, consiguientemente no sólo la diferencia misma entre naturaleza y cultura, entre viviente humano y viviente no humano, que se pone sólo por el medio del espacio social colectivo y deliberativo, en el cual el hombre puede reflejarse sobre sí mismo y “representarse como un centro de referencia de múltiples experiencias y de múltiples vivencias” (Ibid:37), pero también la posibilidad misma de distinguir el imaginario del real, el deseo de la realización.

Lista de Referencias

1. BARCELLONA, Pietro (2005). Il suicidio dell’Europa. Dalla coscienza infelice all’edonismo cognitivo. Editorial Dedalo. Bari.         [ Links ]