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Frónesis

Print version ISSN 1315-6268

Frónesis vol.15 no.3 Caracas Dec. 2008

 

Políticas Editoriales de las Universidades Públicas en América Latina*

Dr. Orlando Albornoz

Sociólogo e Investigador Emérito de la Universidad Central de Venezuela (UCV) oalbornoz@reaccium.ve

* Elaborado por el Dr. Álvaro Márquez Fernández.

Es indiscutible que usted es el principal catedrático universitario que en este país se ha convertido en portavoz de la reflexión crítica que indaga en el “deber ser” de esta institución milenaria que es la Universidad. Su vasta trayectoria docente y de investigación la testimonian las numerosas publicaciones de libros y revistas que cada año responden a un crecimiento intelectual que sorprende por su erudición y actualidad interpretativa. Me gustaría saber: ¿Qué roles deben cumplir las universidades en países como los de América Latina?

Antes que nada, y en honor a la estricta verdad, debo decir que hay en Venezuela y en América Latina y el Caribe un pool de expertos en educación superior, de los cuales yo no soy sino uno entre el grupo. De hecho, personas como Brunner en Chile, Didrikson en México, Cunha en Brasil, Tunnerman en Nicaragua y García Guadilla en Venezuela han aportado en los años recientes obras sólidas e importantes en el área, que premia al conjunto de quienes hemos hecho ese pensamiento, mas que señalar alguna individualidad en particular. Cabe señalar que los juicios acerca de la educación superior y la universidad en la región, no suelen ser juicios de expertos, sino de usuarios, personas que opinan, retóricos y en general pensamiento periodístico, valioso pero que se alejan del análisis posible. Hay mucho material publicado por los organismos internacionales, como el IESALC/UNESCO, pero el mismo es afectado por el paraguas burocrático y evidentemente “neutro”, que aborda temas asépticos, sin entrar de lleno en los temas que dominan la agenda y la dinámica de estas instituciones. Hay muchos datos y poco análisis, porque hay escasa investigación empírica en el área, en la región.

Dicho lo anterior tengo una perspectiva comparada internacionalmente de la universidad, por lo que estimo que en la región hemos tenido “miedo al conocimiento” y en vez de optar por ejecutar políticas públicas orientadas hacia el modelo académico, hemos utilizado a la misma que sirva de instrumento en la búsqueda del poder. Los Estados han sido débiles en regular a las universidades y en todo caso lo que hacen con frecuencia, torpemente, es intervenir a las mismas.

La región, según los indicadores conocidos, marcha al rezago de los líderes internacionales y ese gap debe ser disminuido, excepto que sigamos en atraso, relativo. Lamentablemente hemos tenido en la región un avance incontrolado del sector privado, y la presencia de las presiones estatales por controlar a la universidad pública; esas dos presiones confluyen para diseñar un panorama desalentador para las universidades de la región. Por fortuna existen algunos sitos en donde se desarrollan los cognitive complexes que señalan los niveles deseables de calidad, en países como Brasil (en el Sur) y México (en el Norte). Pero la mayoría de las instituciones sufren parálisis intelectual y académica respondiendo solo a las presiones burocráticas. Un ejemplo de ello en el caso venezolano es el del IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) y del propio IDEA (Instituto de Estudios Avanzados), que bien pudieran haber sido émulos de instituciones como el Weizmann Institute of Science, (Rehovoth, Israel) y que más bien se están haciendo esfuerzos para reducirlos a su mínima expresión.

Es de señalar, con optimismo, que en varios países de la región se están haciendo esfuerzos notables para estimular los dos elementos esenciales para el desarrollo de la universidad como nivel superior, tales como: a) la cultura académica, y b) la propia comunidad correspondiente, esfuerzos que se están haciendo con éxito en países como Chile, Perú, Colombia, y por supuesto Argentina, Brasil y México. Las obsesiones doctrinarias atentan contra ello en países como Venezuela, que hablando de emulación tiene una idéntica obsesión por Cuba, lo cual es lamentable, pues el modelo cubano es poco plausible, como para imitarlo, o en todo caso debería ser un ejemplo de lo que no debe hacerse en educación superior.

La relación entre Universidad autónoma y Estado interventor, la mayoría de las veces está mediada por un permanente y reiterativo conflicto laboral, que deja de lado la trascendencia de la investigación científica, técnica y humanística que permite legitimar la Universidad en su compromiso social con el país. ¿Qué tipo de programa de inversión en el tiempo debería planificar el Estado para potenciar a una Universidad agobiada por la masificación, la deserción estudiantil, el déficit del staff profesoral, el mínimo rendimiento académico?

Debo limitarme en este caso al ejemplo venezolano. No tenemos en el país un sistema de educación superior ni políticas públicas en el área que tengan carácter institucional y afecten del mismo modo a las diversas instituciones. Tenemos en Venezuela un proto sistema dividido en tres carriles muy diferenciados, inútilmente diferenciados, diría. Cada uno opera en forma confusa, aplicando el famoso criterio de las cátedras sin haber logrado la departa mentalización, y ello afecta la calidad. A veces pienso que el país no supo y ya no podrá rediseñar un sistema coherente, moderno y eficiente, sino que cargaremos por siempre este elefante pesado e incongruente, ahora anacrónico, como es la visión municipalizadora de la educación superior, que en nombre de la falsa democratización del acceso lo que quiere es ver a la educación superior como una tropa académica, obediente y sumisa como la tropa militar. La forma como hemos organizado estos tres carriles es incluso académicamente interesante: universidades autónomas, gubernamentales y privadas, cada carril siguiendo su propio interés. El autónomo con su brutal interés burocrático, insostenible académica y financieramente; el gubernamental operan como agencias estatales y el privado con su innegable búsqueda del lucro, a pesar de las sabias intenciones de algunas instituciones cuyos fines son plausibles y encomiables. En los tres carriles operan cuestiones de orden común, como la forma de organización de la gobernabilidad y del formato del poder. El caso más extremo es el de las universidades privadas, manejadas directamente por sus propietarios –sin participación ni de la comunidad de la institución ni de la sociedad abierta; las gubernamentales por el dedo del poder nacional y las autónomas en medio de la mas grosera lucha política por el poder, omitiendo cualquier noción siquiera mínima y decente del poder académico. La presión para que los empleados y empleadas y obreros y obreras participen en la elección del poder académico es ya simplemente hasta gracioso, si no fuese por el irrespeto notable que se infiere a quienes por su propia naturaleza laboral tienen otras funciones en instituciones como las universidades.

Tenemos unas universidades, como las autónomas y las mismas gubernamentales, que son el paraíso burocrático: hablando de los profesores, se entra pero no se sale. Es un empleo de por vida, sin tomar en cuenta la obsolescencia de los intereses y motivaciones que llevan a algunos a dedicarse a la docencia e investigación. Tenemos un sistema en donde la fuerza laboral pasiva excede la activa, una locura fiscal sostenible sólo por la misma locura nacional que se maneja en forma personal y arbitraria. Así podría creerse que la sociedad venezolana es manejada como un verdadero petro-State, según la definición clásica de sociedades gobernadas bajo el capricho de un Jeque árabe, si bien estos, como es el caso de Dubai, hace rato que dejaron las fantasías árabes para la literatura de las mil y una noches. Así como no hay transparencia en la sociedad abierta no la hay en las universidades. Cuando explico en el exterior el tema de la universidad venezolana, mis colegas no pueden creer el dispendio suntuario y conspicuo en las mismas, pues los fondos se usan en forma no solo ilegal, sino inmoral, y estas cosas no van a cambiar, al menos no en el futuro inmediato. Además, es un sistema funcional, en términos sociológicos, ya que satisface a todos y desagrada a ninguno. Es una operación complaciente. Tanto, que no se conocen renuncias a las posiciones de empleo de la universidad autónoma, ya que al exigir poco trabajo en sí son actividades de baja exigencia con sueldos y salarios de los más altos del planeta, considerando la relación entre exigencia y desempleo, sobre todo porque es una actividad sin evaluación ni menos castigos: es ideal, en una palabra. Por cierto, una visita a la Universidad Zayed, en Dubai, es una experiencia de lo que acontece en muchos sitios: la intensa modernización de la universidad, hoy en día: instituciones bilingües, digitalizadas, orientadas hacia lo que sin retórica es el siglo XXI, Universidades plurales, abiertas a la innovación, flexibles, transparente en lo administrativo y en lo ético, vinculadas frenéticamente al flujo internacional del saber, ideológicas en sí mismas pero no doctrinarias, promoviendo el talento y la excelencia, así como enfatizando una intensa búsqueda y refuerzo de la calidad, una variable indispensable para lo que reste en tanto crear universidad y no aldea.

Se habla de la autogestión de la Universidad para generar sus propios recursos. ¿Qué o cuáles son las condiciones requeridas para que eso sea posible en un futuro inmediato?

Ninguna. El síndrome del subsidio prevalece en la sociedad venezolana como un patrón insustituible. Del mismo modo como la gasolina que se expende en el país es la mas barata del mundo, la sociedad espera que la educación superior sea gratuita y cuando la paga también aspira a que la misma sea compensada, en cuanto si se paga debe recibirse la contraparte, lo cual ha sido el éxito de las universidades privadas en el país; prestan un excelente servicio verdaderamente pret-a-porter, pues gradúan a quien pague, entregando usando/abusando el privilegio de que sus credenciales no son evaluadas y así otorgando títulos de pregrado y de postgrado al voleo, a veces justificando irregularidades, como acontece con los títulos que otorgan las universidades privadas a los aspirantes a doctores, que con facilidad obtienen esa credencial, con la misma exigencia que se presenta para obtener un titulo para conducir vehículos o una copia de la cédula de identidad. Hay casos que provocan rubor, como el de la Universidad Santa María Venezolana, que le otorga títulos de doctor a su propio propietario y hasta del nivel del Honoris Causa si el negocio así lo amerita.

Los niveles de máxima formación por parte del profesorado que suponen estudios de doctorado y posdoctorado, se pueden considerar una garantía en la calidad de las investigaciones, por lo tanto se deben cursar para generar la creación de conocimientos… ¿Los programas que ha implementado el Estado a través del FONACIT y del Observatorio Nacional de Ciencia y Tecnología, además del PPI, cumplen efectivamente con este propósito? ¿Si disponemos hoy día de más y mejores investigadores, somos competitivos científicamente?

Comenzando por la última parte de la pregunta: ¿Somos competitivos científicamente? La respuesta debe calificarse: somos competitivos en nuestra área limitada a las posiciones intermedias en la región. Hay indicadores que señalan que estamos por detrás del rendimiento de los países grandes de la región, como Argentina, Brasil, Chile, y México. Estamos en el bloque de Colombia, Perú y en este caso Venezuela. Luego se hallan los países pequeños, como los del Caribe –Cuba incluida– y los centroamericanos, de bajo nivel de producción y menor de productividad. A nivel mundial no tenemos ubicación alguna; no me asocio con lo dicho sobre esa materia por Sir V.S. Naipaul, Premio Nóbel de Literatura en 2001, en alguna oportunidad, pero su comentario es veráz y realista: (Hablando de su país natal, Trinidad & Tobago) “History is built around achievement and creation; and nothing was created in the West Indies” –The Middle Pasaje, 1962, p. 156.– Los venezolanos no estamos creando nada que, como tal pueda ser un producto de la vida cotidiana, excepto el bendito petróleo, porque las glorias nacionales, desde Bolívar hasta Dudamel, pasando por Vizquel y Arango, son del orden del prestigio pero sin valor de cambio, excepto el Júpiter caraqueño que, en la misma medida del famoso Ortega, el filósofo de verdad da para todo. Pero no debo ser injusto, quizás logremos acuñar la patente de la “Revolución Bolivariana” y exportarla, contribuyendo de ese modo con el mejoramiento de la Humanidad.

En todo caso véase sobre ello mi libro Academic Populism (2005) que debí haber titulado caudillismo académico hubiese respondido mejor a la verdad de los hechos, pues somos una sociedad que ampara y protege el caudillismo, ya que en la misma línea de Adorno el autoritarismo no reposa en quien la ejerce sino en quien lo promueve; en este caso los venezolano hemos protegido al caudillismo. No en vano un gobernador dijo que “el pueblo es Chávez y este Dios!” Por ello, el mejor slogan que se me ocurre sobre la materia no es aquel ya artificial de Patria, Socialismo o Muerte, sino uno mucho mas vital: ¡Perón Vive! Mientras tanto nuestras universidades, como la misma sociedad vive en su cotidianidad una lucha por el poder que consume todas las energías, otorgando a quien logre acceder a él todas las bondades sin ninguna restricción, siendo esto observable en la sociedad abierta y quizás con mayor intensidad en los cenáculos universitarios, en donde el rector, por ejemplo, es un todo poderoso que no obstante que además de convertirse a veces sea un pigmeo académico ejerce su poder con criterio feudal en ocasiones en un pigmeo académico.

El nivel de los estudios de post doctorado en Venezuela, es un añadido interesado, ya que este nivel puede existir pero como consecuencia de estudios de doctorado bien desarrollados, y este no es el caso de Venezuela; este nivel es un “pegote” académico, que aumenta prestigio pero carece de sentido real y objetivo.

En los últimos años el desplazamiento del Estado hacia el ámbito académico del país, ha generado diversas polarizaciones políticas que abren un debate de interés nacional sobre el destino de la Educación Superior en Venezuela. ¿Qué opinión tiene usted de las transformaciones organizacionales que tienden a diversificar en un caso, y en otro a anular, los espacios tradicionales de las universidades venezolanas? ¿Responden a las expectativas de desarrollo científico y humanístico de las universidades públicas y autónomas?

Vivimos los venezolanos, una década después de haberse iniciado el actual Gobierno, una esquizofrenia dirigida, pues el mismo, en vez de fortalecer, debilitó a la educación superior del país. Como consecuencia de ello tenemos ahora dos sistemas paralelos de educación superior, con recursos insuficientes para atender uno de ellos medianamente. Lo interesante es que la educación superior estaba en demanda de una reforma “estructural” y en vez de ello se alimentó lo más perverso de lo existente, como lo son el credencialismo y el sindicalismo, manteniendo estable un sistema, que repito, estaba y está en demanda urgente de cambios, sin profundizar en cuestiones claves, como el aumento de la calidad y de la eficiencia en el manejo gerencial de las mismas. Hemos llegado al anacronismo de crear aldeas universitarias, como si ambos conceptos no fuesen excluyentes el uno del otro.

Por último, sería interesante saber, frente a este panorama de incertidumbres que se vive en la universidad del presente: ¿cuál es su ideal de universidad posible en la América Latina?

La noción de América Latina es equivoca, si se la piensa como una totalidad integrada. La universidad responde a realidades históricas, culturales y de modelos de modo tal que los modelos originarios no son intercambiables. T&T, por ejemplo, no acepta esta noción de un modelo hispánico, como no la acepta Venezuela del modelo británico. No es posible hablar de una universidad latinoamericana, sino de la universidad tal como se ha arraigado y se arraiga en la región, con una dinámica equivalente a la de otras regiones pero interpretando la misma según sus circunstancias. Por lo demás, no hay ninguna incertidumbre acerca de cómo debe funcionar la universidad contemporánea: el grupo de Boloña, las reuniones de la UNESCO (París, 2009) y de otros organismos como la OECD y el BM, así como las reuniones de grupos como Universitas 21 y la IAU, que se habrá reunido en Utrecht, Holanda, en julio de 2008, así como los estudios y análisis que constantemente se producen en Japón, USA y la UE avalan la idea de cómo la universidad no atraviesa por ninguna crisis ni incertidumbre: es cada vez mas una institución reconocible por su funciones, visiones y misiones. Diez siglos de historia avalan que la vieja y la nueva institución se mezclen en forma armoniosa para producir esos tesoros de la Humanidad que son las universidades contemporáneas, para asombro y complacencia de los hombres y mujeres de las ideas.