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Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales
versión impresa ISSN 20030507
Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales v.12 n.3 Caracas dic. 2006
La cuestión del poder y los movimientos sociales:Reflexión pos-Foro
Social Mundial Caracas 2006María Pilar García-Guadilla1
, Carlos Lagorio21 Ph.D en Sociología Política. Profesora titular e investigadora Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela. Coordinadora del Grupo de Investigación en Gestión Ambiental, Urbana y Sociopolítica (GAUS-USB). mpgarcia@usb.ve
2 Lic. en Ciencias Políticas. Estudiante Maestría en Ciencias Políticas. Universidad Simón Bolívar y asistente de Investigación del GAUS-USB. gau@usb.ve
"Solo apuntando al poder pudiéramos comenzar a transformar el mundo. No lo podemos hacer con este foro ni con cien más. Sirven de ayuda, son imprescindibles, pero a eso hay que acompañarlo con una estrategia hacia el poder, si no, no tendría sentido".
Hugo Chávez
enero 2006, Foro Social Mundial, Caracas
"Las reuniones del foro no tienen carácter deliberativo. ( ) Los participantes no deben ser llamados a tomar decisiones, por voto o aclamación como conjunto de participantes del Foro sobre declaraciones o propuestas de acción que incluyan a todos o a su mayoría y que se propongan a ser decisiones del Foro como tal".
Carta de Principios del Foro Social Mundial
Resumen
Desde el primer Foro Social Mundial realizado durante la última semana de enero de 2001 en Porto Alegre, Brasil, han sido recurrentes los debates en torno al poder, las formas o vías para hacerse de él y el cómo ejercerlo. En su sexta edición, que tuvo por sede a Caracas en enero de 2006, nuevamente este debate cruzó buena parte de las discusiones y reflexiones presentadas. El mismo presidente Chávez, en una presentación de saludo que hizo a los asistentes al Foro, explícitamente se refirió al tema. En este artículo, sin tomar partido por alguna de las posiciones presentes en el debate, los autores presentan una reflexión para contribuir a la discusión con algunas consideraciones teóricas sobre el poder y sobre la relevancia que este debate tiene en el escenario político venezolano actual.
Palabras clave: Poder, movimientos sociales, teoría, Venezuela.
The Question of Power and the Social Movements: Reflections after the World Social Forum, Caracas, 2006
Abstract
Since the first World Social Forum, celebrated in Porto Alegre (Brazil) in January 2001, there have been recurrent debates over the problem of power, the ways and means for achieving it and how to exercise it. During the sixth Forum (Caracas, January 2006), these same concerns were present in most of the discussions. President Chávez himself, in a formal greeting to the visitors, explicitly referred to the theme. The authors of this article, without declaring any preference for any of the different positions, offer a contribution to the debate, in the form of a reflection over theoretical aspects of the discussion and their relevance in the current political situation in Venezuela.
Key Words: Power, Social Movements, Venezuela.
Dentro del seno del Foro Social Mundial (FSM) se reprodujo el debate que se viene dando desde el inicio de tales foros dentro de las organizaciones no gubernamentales y de los movimientos sociales: Se trata del debate sobre la toma y ejercicio del poder. Mientras sus defensores argumentan que el poder político es útil y necesario en cualquier proyecto de transformación social, sus detractores advierten que éste concentra fuerzas contrarias a todo proyecto de emancipación. En la reflexión que sigue no pretendemos tomar partido en una u otra dirección ya que muchos analistas lo han intentado y la historia parece demostrar que la discusión está lejos de ser resuelta. Sin embargo, y teniendo en cuenta la experiencia del Foro Social Mundial llevado a cabo en Caracas en enero de 2006, nos parece pertinente contribuir a la discusión ya iniciada por otros autores con algunas consideraciones teóricas sobre el poder y sobre la relevancia que tiene el debate anterior en el escenario político venezolano actual.
Límites del debate
El debate sobre la toma del poder como prerrequisito o no para la construcción de un proyecto de transformación social es tan viejo como la política misma. Para el siglo xix, Marx y Bakunin definieron los límites del debate con respecto a las luchas sociales de los movimientos y partidos de izquierda. Marx abogaba por la coordinación y centralización de los esfuerzos revolucionarios en partidos de acción política diseñados para tomar control de la institución del Estado con el fin último de entablar procesos de cambio social desde lo alto de los mecanismos del poder. Por otra parte, Bakunin y la mayoría de los anarquistas consideraban la figura de Estado-nación como inherentemente autoritaria, y en consecuencia proponían un accionar político que se antepusiera tanto a las instituciones económicas dominantes como a las estructuras políticas que las sustentaban.
Desde entonces, los movimientos sociales y demás esfuerzos políticos transformadores de la sociedad han cobrado forma desde los límites de dicho debate. En consecuencia, los métodos de acción y las racionalidades en torno a la cuestión del poder se dividen al menos en dos campos: La tradición marxista y la libertaria. La tradición marxista generó el surgimiento de los partidos comunistas y tuvo su máxima expresión en la creación de los Estados socialistas durante el siglo xx tales como la Unión Soviética, la República Popular de China, Cuba, etc. El partido revolucionario fue el modelo por excelencia de organización para la acción política donde predominaba la coordinación centralizada en torno a luchas e ideologías compartidas. En cambio, la tradición libertaria desde un principio priorizó la acción directa y espontánea, restándoles importancia a los esfuerzos de coordinación centralizadora y abstrayéndose de la pugna por el control de los mecanismos e instituciones políticos existentes. En términos organizativos, se empeñó en la horizontalidad y la descentralización apostando a una forma radical de democracia en donde la participación y el consenso determinaron la dirección del accionar político. Según Holloway (2002), la transformación del mundo por medio del Estado ha sido el paradigma de la izquierda en el último siglo a pesar de que "tomar el poder" lleva a una posición conservadora, pues implica conservar las relaciones de dominación que ese poder encarna.
La diferenciación entre la tradición marxista y la libertaria es, en cierta medida, artificial, ya que las exigencias y particularidades de distintos casos históricos han demostrado que el tema del poder es más complejo de lo que se pretende. De hecho, han surgido experiencias concretas de acción política y social que no se corresponden directamente con la categorización anteriormente propuesta. A partir de las experiencias de los sindicatos de la guerra civil española, de las contradicciones de los soviets, del caso zapatista e incluso de "la supuesta" democracia participativa-protagónica venezolana, se evidencia que la cuestión del poder político se complica conforme al nivel de aproximación empírica que se haga. Los límites de dicho debate sirven como un primer acercamiento analítico para iniciar una discusión que va más allá de la mera teoría política y que supone cuestionamientos de índole histórica, económica, geopolítica y cultural. Cabe mencionar que tanto las pretensiones revolucionarias de ambas tradiciones como la concepción misma de lo que debería ser un "proceso revolucionario" han sido dejadas de lado o, al menos, han sido redefinidas por una gran parte de los movimientos de reivindicación social.
El caso latinoamericano en general y particularmente el venezolano son, hoy día, escenarios relevantes para discutir las limitaciones conceptuales de dicho debate. En primer lugar, sin embargo, debe de considerarse el rol que ha jugado la historia como condicionante de las realidades políticas, sociales, económicas y culturales del continente latinoamericano y su relación con el resto de la sociedad global. Tras el fracaso del socialismo real de la experiencia soviética, los movimientos sociales a escala mundial, y sobre todo en Latinoamérica, se han visto forzados a replantearse sus principios, métodos de acción y demandas. Mientras que durante la Guerra Fría la crítica hacia las instituciones de poder (tanto del Este como del Oeste) se acomodaba dentro de facilismos dicotómicos, la era de la globalización y el nacimiento de un nuevo orden mundial, que ha estado acompañado por las políticas de liberalización de los mercados y la reducción del Estado, presentan nuevas relaciones de poder dentro del marco de una única hegemonía.
Tal hegemonía, sin embargo, también debe ser reevaluada puesto que corresponde a nuevos modelos analíticos. Hardt y Negri (2002) plantean una redefinición del concepto "imperialismo", caracterizado por las prácticas expansivas de Estados-nación poderosos como Estados Unidos o la ex Unión Soviética, en pro de la noción de "imperio", que sitúa las fuerzas de poder hegemónicas en sistemas de redes del capital y comercio internacional que trascienden las estructuras estatales. Por lo tanto, la figura del Estado-nación se debilita tanto en los países de la periferia como en los del centro, favoreciendo los esfuerzos de organización económica, social, cultural, y política propios del proceso globalizador. No obstante, tal debilitamiento no es homogéneo y en cierta medida corresponde a patrones hegemónicos anteriores ya que Estados Unidos y, en menor medida, Europa y China continúan ejerciendo un claro rol de supremacía a escala internacional a pesar del debilitamiento de sus instituciones estatales.
Movimientos sociales y el poder en tiempos de globalización
En el caso latinoamericano, el análisis del poder en tiempos de globalización no puede dejar de lado las precarias condiciones socioeconómicas de la región, en particular, su condición "tercermundista". La crítica a las instituciones de poder cobra una dimensión agregada cuando se aplica a las realidades actuales de Latinoamérica; es decir, no es lo mismo oponerse a un Estado posindustrial que empieza a desmantelarse tras haber culminado el proceso de brindar garantías sociales a grandes sectores de sus ciudadanos (como ocurre en el caso europeo y en menor medida en EEUU) que a un Estado del Tercer Mundo que no tuvo la oportunidad de entrar de lleno en la etapa histórica de los Estado de Bienestar. En la actualidad, con el viraje hacia la izquierda que se evidencia en ciertos gobiernos de Latinoamérica, la crítica al poder se complica en vista del aparente retorno de la figura estatal protectora en el ámbito político.
En Venezuela el fenómeno bolivariano se presenta como un verdadero reto ante el debate en torno a la figura del Estado y la crítica del poder político. Para algunos, como Tariq Ali, editor de New Left Review, las políticas de Chávez demuestran los beneficios de utilizar el poder para fines de transformación social:
No puedes cambiar el mundo sin tomar el poder, ése es el ejemplo de Venezuela. Chávez está mejorando las vidas de la gente común, y es por eso que es difícil tumbarlo del poder de otra manera, se caería ( ) No tiene sentido limitarse a cantar consignas, porque para la gente común por la que se supone que estás luchando la educación, medicina gratis, comida económica es mucho más importante que todas las consignas juntas (Jardim y Gindin, 2006) (traducción propia del inglés).
Sin embargo, hay otros que advierten sobre los aparentes autoritarismos de procesos como el chavista. El teórico John Holloway explica que si bien:
en el caso de Bolivia, Venezuela y Brasil, no hay que decir de antemano que no es posible cambiar la sociedad desde el Estado ( ) El gran peligro que hay en Venezuela ( ) es que el movimiento desde arriba vaya tragando y comiendo al movimiento desde abajo, como pasó en la Unión Soviética y en Cuba (Muñoz, 2006).
En definitiva se trata de un nuevo tipo de enfrentamiento entre las visiones planteadas anteriormente dentro de un marco sociohistórico y político distinto al de experiencias pasadas. La nueva y la vieja izquierda se disputan desde los campos de la teoría y la práctica para ganar adeptos y cobrar validez en el contexto latinoamericano actual. Por un lado, Luis Hernández Navarro, en su reflexión sobre el Foro Social Mundial de Caracas, escribe:
En distintos momentos el foro adquirió un carácter más propagandístico y de denuncia que de análisis profundo de las nuevas realidades. La reunión estuvo más cerca de ser un acto antimperialista ortodoxo que un foro altermundista heterodoxo; ratificó y dio impulso a una corriente política ya existente, pero no abrió nuevos horizontes. El pensamiento de izquierda de los setentas ha renacido y se está comiendo otras expresiones del pensamiento crítico (Hernández Navarro, 2006).
En cambio, Atilio Borón aplaude lo que Hernández Navarro cuestiona. Para Borón el resurgimiento de debates olvidados es testimonio de una nueva situación latinoamericana que brinda oportunidades concretas a los intereses de los movimientos sociales:
Lo importante es preguntarse qué tiene de malo el renacimiento del pensamiento de izquierda de los setentas ( ) si la reinstalación de temas como el estado, el poder, el imperialismo y el socialismo son obra de la izquierda setentista pues, ¡enhorabuena!, porque se trata de asuntos que jamás debían haber sido postergados y que, al hacerlo, lesionaron gravemente la capacidad de los movimientos contestatarios para luchar eficazmente contra sus enemigos (Borón, 2006).
La naturaleza y razón de ser del Foro Social: Reflexión vs acción
El Foro Social Mundial (FSM) nace como reacción al proceso de globalización, como espacio de reflexión y oposición al neoliberalismo, al dominio del mundo por el capital y a la destrucción del medio ambiente. Busca agrupar nuevas y viejas críticas desde los movimientos y organizaciones sociales sin pretensión de servir como centro de coordinación de lucha y acción política. Tal decisión y empeño por lo descentralizado y horizontal no es arbitraria en gran parte podría explicarse como una reacción ante los aparentes errores y excesos de viejos autoritarismos con pretensiones socialistas (como lo fue la URSS). De igual manera, la naturaleza misma de las expresiones sociales de finales del siglo xx, marcadas por la espontaneidad y pluralismo, se incorporan en un sentir mundial por priorizar lo local y participativo sobre la centralización y arbitrariedad de la autoridad características últimas que parecían definir la naturaleza omnipresente de la globalización. Por lo tanto, el FSM que tuvo como primera sede Porto Alegre, Brasil en 2001, planteó no sólo un debate en cuanto a los contenidos de las nuevas luchas sociales sino las formas de acción y organización política que las mismas debían tomar.
La carta de principios del foro muestra evidencia de un compromiso por tratar tales preocupaciones. En términos de sus racionalidades e intereses, es bastante claro que el FSM se crea en oposición concreta a la globalización del capital, las políticas neoliberales, el dominio de las corporaciones multinacionales, el deterioro del medio ambiente, el imperialismo y la discriminación social (género, raza, clase, cultura, etc.). Sin embargo, en cuanto a las pautas organizativas, las recomendaciones se tornan un tanto más difusas y se limitan a proponer un espacio abierto de encuentro para: Intensificar la reflexión, realizar un debate democrático de ideas, elaborar propuestas, establecer un libre intercambio de experiencias y articular acciones (http://www.forosocial mundial.org.br).
Por lo tanto, dentro del foro, la reflexión y el debate son de mayor importancia que la acción concertada y la coordinación de luchas específicas. De hecho, en la carta de principios, el carácter abierto, plural y democrático del foro se enfatizan de tal manera que la posibilidad de lograr consenso sobre políticas y proyectos deliberativos comunes se torna prácticamente imposible.
El Foro en Venezuela: Desplazando el debate hacia la acción
Desde su creación en 2001, el FSM siempre se ha llevado a cabo en Porto Alegre salvo en dos oportunidades: En 2004 (Mumbai, India) y en 2006 con el foro policéntrico que incluyó a Caracas como la primera de sus sedes. Dada la proximidad geográfica e ideológica entre los movimientos sociales de Porto Alegre y la revolución bolivariana así como también la recepción positiva que tuvo Hugo Chávez en el foro anterior, la escogencia de Venezuela como país anfitrión pareció una opción lógica. Sin embargo, la realización de la versión del 2006 en Venezuela fomentó serias dudas. La alta probabilidad de que se desarrollara una versión politizada del FSM preocupó a muchos dentro del seno de las organizaciones y movimientos sociales próximos al foro. La misma sección de comunicación del FSM en Caracas se vio obligada a adelantar un artículo, titulado "Presencia de Chávez no desvirtúa al Foro Social Mundial", en donde se admitía:
Otras voces dijeron que Venezuela estaba muy politizada y que el fuerte liderazgo de Hugo Chávez y su popularidad convertirían el encuentro en un "foro chavista" lo cual desvirtuaría la razón de ser del Foro Social Mundial (http://www.forosocial mundial.org.ve).
Sin embargo, el artículo concluye reconociendo que la presencia del mandatario se justifica puesto que Chávez participaría en carácter personal y respetando la institución del foro, como se plantea en el punto nueve de la carta de principios (http://www.forosocialmundial.org.br). Aun así hubo quienes veían más que una "simple persona" en la figura del Presidente venezolano. Mientras algunos participantes se preocupaban por las posibles implicaciones, otros celebraron la creciente asociación entre el FSM y gobiernos latinoamericanos como el del presidente Chávez. La ascensión a la presidencia de varios países latinoamericanos de gobiernos críticos al neoliberalismo parecía motivar tales celebraciones ya que, tal como lo expresó Borón, el salto de la "protesta a la propuesta" remite nuevamente a una discusión sobre el poder:
Si los movimientos reunidos en Caracas comenzaron a discutir temas como las estrategias de poder; el imperialismo y los esquemas de integración regional; y la naturaleza y desempeño de los gobiernos de izquierda en América Latina (Cuba, Venezuela y Bolivia) o de la capitulante "centro-izquierda" (cada vez más inclinada hacia el primer término de la ecuación), esto constituye una muy buena noticia. La instalación de esos temas en la agenda de los movimientos revela una promisoria maduración de las fuerzas sociales en consonancia con la evolución experimentada por la coyuntura política latinoamericana desde la primera edición del FSM, en Porto Alegre, en enero del 2001. Si en aquel momento el neoliberalismo campeaba casi sin contrapesos con la excepción de Cuba y las incertidumbres que signaban los primeros momentos de la revolución bolivariana la situación actual es radicalmente distinta.
Lo grave hubiera sido que todavía en el 2006 los movimientos sociales hubiesen llegado a Caracas para regodearse en su narcisismo ( )
Ocurre que aquellos movimientos y fuerzas sociales antes no eran una opción de poder real; ahora sí, y un cambio de tal envergadura no podía dejar de reflejarse en la temática discutida en el Foro (Borón, 2006).
En consecuencia, en algunas de las discusiones del foro se tendió a priorizar la acción sobre la reflexión. Este desplazamiento de enfoque es el resultado de la coyuntura política y de la realidad de las sociedades latinoamericanas donde varios gobiernos nacionales han dado un viraje hacia la izquierda. De esta manera, el poder volvió a la mesa como tema de discusión por razones pragmáticas.
Efectivamente, un análisis cuantitativo y de contenido del programa del FSM de Caracas indica que el número de actividades propuestas (foros, conferencias, mesas, talleres) alrededor del primer eje temático denominando, "Poder, política y luchas por la emancipación social" en el cual se discutieron entre otros temas: "El papel del Estado", los "nuevos patrones de poder global: Relaciones entre movimientos, organizaciones sociales, partidos y Estado", y la "coyuntura continental", se elevó a 493 del total de 2000 actividades organizadas (ver Programa del Foro) . No solo las actividades de este eje fueron las más numerosas en comparación con el número de actividades propuestas en los demás ejes sino que el eje "Diversidades, identidades y cosmovisiones en movimiento" (temas clave de anteriores FSM) fue uno de los más reducidos en lo que se refiere al número de actividades organizadas, apenas 132.
En consecuencia, la discusión post-Caracas no vacila solamente entre si es pertinente tomar o no tomar el poder desde iniciativas propias o al menos vinculadas al Foro, pues algunos llegan a plantear un desplazamiento de la discusión hacia cómo tomar el poder de una manera distinta a las viejas experiencias centralizadoras que obviaban la pluralidad y la participación democrática. Sin embargo, la toma de poder no se defiende bajo racionalidades y justificaciones de experiencias pasadas. Aquellos que abogan por la toma del poder parecen tener el empeño por aprender de los excesos de autoritarismos anteriores y, a lo sumo, se plantean una mayor coherencia en los esfuerzos políticos que confluyen en espacios como el Foro. Por lo tanto, la dicotomía "Woodstock o Comintern" es, según Borón, falsa, agregando que el esfuerzo desde el FSM por coordinar acciones, además de desarrollar debates, no puede equipararse con el deseo de crear una "suerte de Tercera Internacional estalinista". El autor finaliza aclarando que la "coordinación no significa subordinación a un centro ni imposición burocrática de una línea bajada desde un lugar omnipotente e inapelable" (Borón, 2006).
Inclusive antes de la reunión en Caracas opiniones como las de Borón calaron para proponer acciones más concretas desde el seno del foro. Quizás lo más emblemático en este sentido fue la creación del Manifiesto de Porto Alegre (febrero de 2005) que impulsó doce propuestas, desde la discusión y reflexión, alrededor de temas concretos como la paz, la eliminación de la pobreza, la democracia, la justicia social, el ambiente y modelos alternativos de desarrollo. Entre los signatarios se encontraron Samir Amin, Ignacio Ramonet, Tariq Ali, François Houtart, Eduardo Galeano y el ya mencionado Atilio Borón (Bond, 2005).
No obstante, hay quienes siguen cuestionando los esfuerzos de figuras como Borón, Amin y demás signatarios. El propio coordinador en Venezuela del FSM, Edgardo Lander, destacó que el foro "es relativamente frágil, hay que tratarlo con cuidado. Es un foro político, que tiene campañas, pero un compromiso más militante podría hacerle daño" (Márquez, 2006). Aun cuando la discusión de cómo tomar el poder proponga nuevos acercamientos y se distancie de viejos autoritarismos, la polémica continúa vigente.
Nuevos desafíos para los movimientos sociales: Interrogantes del caso venezolano
Uno de los mayores desafíos en torno a este debate que deben enfrentar los movimientos sociales tiene que ver con los temas de la autonomía, la dinámica Estado-sociedad, la naturaleza de las fuerzas de cambio social y la generación de nuevas reivindicaciones. El caso de Venezuela es un escenario pertinente para adelantar algunas consideraciones sobre estos retos pues existen dos posiciones en torno al rol de los movimientos sociales y su correspondencia con la revolución bolivariana. Mientras algunos ven con entusiasmo las alianzas entre el gobierno y algunas manifestaciones sociales, hay otros que destacan la posibilidad de cooptación social desde arriba. Rafael Uzcátegui, quien manifiesta esta segunda posición, narra lo siguiente:
Una de las virtudes del chavismo es recoger diversas reivindicaciones para incorporarlas en su difusa ideología dando la sensación de que el bolivarianismo era la expresión "legítima" del acervo social y de izquierda del país ( ) De esta manera los movimientos sociales desgastados debido a su progresiva incorporación a la lógica acumulativa político-electoral hipotecan su propia autonomía, y, lo más importante para la imposición de un modelo autoritario de dominación [se ven] inmovilizados para levantar reivindicaciones propias ( ) En los últimos cuatro años, Venezuela ha vivido una polarización inducida por las cúpulas en pugna por el poder: La vieja burocracia "puntofijista" (Fedecámaras, CTV, partidos políticos) contra la nueva burocracia chavista, que ha sustituido a la anterior. El antagonismo, falso en tanto ejercicio real y no "discursivo" del poder, amplificado y sustentado mediáticamente, ha beneficiado a quienes se han legitimado como voceros de la mitad que pretender [sic] "representar". Parte de la desmovilización de los movimientos sociales responde a esta lógica: Haber tomado partido y haber asumido, a ciegas, la agenda política impuesta desde arriba, postergando sus propias reivindicaciones. Otro capítulo corresponde a las expectativas creadas por parte de los activistas sociales frente a un gobierno "progresista y de izquierda", portavoz de un discurso que ha asumido el lenguaje de los propios movimientos, pero cuya política concreta va en otra dirección (Uzcátegui, 2005).
De la cita anterior y tomando como ejemplo la experiencia venezolana, se desprenden varios y serios interrogantes: ¿Cómo conceptuar o reconceptuar la "autonomía" y el "poder" cuando el gobierno, al menos a nivel retórico, expresa los mismos intereses y parte de principios ideológicos propios de los movimientos sociales?, ¿cómo interpretar la relación Estado-sociedad cuando el marco constitucional incluye los derechos demandados por los movimientos sociales y éstos se dirigen al gobierno como garante de tales derechos?, ¿cómo determinar el balance óptimo entre apoyo crítico y autónomo y cooptación social desde el poder?, ¿existe una diferencia entre la revolución bolivariana y el Estado bolivariano?, ¿quién es el sujeto que hace la revolución?, ¿se puede crear desde arriba el movimiento social o implantar desde el gobierno las transformaciones sociales? Desde aquellos que se oponen al gobierno: ¿Cómo articular redes desde la sociedad organizada dentro de una situación de polarización política, como la que existe en Venezuela?, ¿hasta qué punto pueden trabajar juntos organizaciones y movimientos oficialistas y opositores?
Del poder absoluto a las relaciones de poder: Algunas consideraciones finales
Para responder a algunos de los interrogantes anteriormente planteados, debe de tomarse en cuenta en primer lugar que el poder no se presenta como un mero instrumento al servicio de quien quiera emplearlo sino que implica compromisos ideológicos, alianzas estratégicas y conflictos con otros actores. Es por ello que se insiste en el uso del término "relaciones de poder" con el fin de separar el concepto de formalismos absolutistas ya que pudiera asumirse que alguien es poderoso en función de su interacción y de su capacidad de influenciar a otros actores y no porque sea poderoso en sí. Por lo tanto, el poder no se concentra en determinadas estructuras, sino que se manifiesta en el ámbito del accionar social.
De acuerdo con lo anterior, si nos preguntarámos: ¿Cuál es el poder de los movimientos sociales en Venezuela?, diríamos que éste se encuentra en la capacidad de influenciar los procesos de toma de decisiones y que esta capacidad parece estar directamente relacionada con su cercanía o distancia del gobierno nacional. De ello se desprende la interrogante sobre su autonomía, pues, en Venezuela los movimientos sociales se manejan dentro de diferentes contextos o escenarios, los cuales, dependiendo de su origen, identidades y cercanía del poder, incluyen la posibilidad de establecer bien sea relaciones de cooptación o de autonomía.
En el caso de los movimientos sociales venezolanos, las manifestaciones de poder autónomas, o las de contrapoder para emplear el término que usa Toni Negri (Colectivo Situaciones, 2001), están teniendo dificultades para expresarse en la medida en que se están redefiniendo sobre las bases de una alta polarización que incluye el desdibujamiento y pérdida de sus identidades colectivas y la adscripción, aunque sea temporal y en momentos de alta movilización política, por parte de los partidos políticos. No obstante, las relaciones de cooptación por parte de los partidos políticos, sean pro gubernamentales o de la oposición, han sido frecuentes en los últimos tiempos debido al escenario político, social e ideológico altamente polarizado que existe en Venezuela. Como ejemplo de esto último se pueden considerar las marchas que se han llevado a cabo en el país durante los últimos años: Aquellas que lograron agrupar mayores manifestantes han sido las convocadas por el gobierno y, durante el período 2001-2004, por los partidos políticos de la oposición. Por otro lado, los conflictos que no concuerden con la lógica polarizada chavismo-oposición, tales como la defensa del ambiente y de los derechos humanos, el rechazo al modelo de desarrollo económico depredador o la equidad de género, entre otros, se han articulado en manifestaciones sociales de considerable debilidad. Es así que en Venezuela los movimientos sociales son poderosos sólo cuando se alían con determinadas estructuras de autoridad.
Dada esta situación, uno de los desafíos de los movimientos sociales es cómo tener poder fuera del poder para lograr las transformaciones propuestas que implican la transformación de las relaciones sociales y de poder. A este respecto, debe destacarse que las alianzas con el poder para "transformar el mundo", incluso si el discurso de los gobiernos con los cuales se asocian es antineoliberal, no necesariamente resuelven los efectos perniciosos del neoliberalismo.
Un ejemplo esclarecedor son las luchas ambientalistas contra el modelo de desarrollo neoliberal y contra la globalización que están dando los movimientos indígena y ambientalista en Venezuela contra la explotación del carbón en la sierra de Perijá. De hecho, durante el FSM se realizaron varios seminarios organizados por tales movimientos bajo la bandera de un Foro Social Alternativo; entre otras actividades, se desarrolló un seminario donde los indígenas y ambientalistas expresaron fuertes críticas al modelo de desarrollo bolivariano promovido por el gobierno del presidente Chávez (quien supuestamente tiene un fuerte discurso antineoliberal), debido a la no consideración de los impactos negativos de la explotación carbonífera, minera, petrolera y gasífera, entre otras, en las comunidades indígenas y en el medio ambiente. Tal como lo señaló el periodista Andrés Cañizales en una nota de prensa: Mientras que en algunas mesas del FSM efectuado en Caracas se discutían temas como "Políticas energéticas, impactos socioambientales y construcción de una plataforma energética de los pueblos", "Ecología y socialismo", "Construyendo la democracia participativa para el desarrollo sustentable", "No a la mina, la mina contamina", y "Visión crítica del modelo depredador", en el modelo de desarrollo bolivariano se evidencia una contradicción entre este discurso que cuestiona las políticas depredadoras y la realidad del modelo bolivariano que implica la implantación de prácticas depredadoras del medio ambiente y que, además, atentan contra derechos garantizados en la Constitución de 1999, como el derecho que tienen los indígenas a la salvaguarda de su identidad y de su hábitat.
El documento del movimiento ambientalista denominado Asociación de Amigos en Defensa de la Gran Sabana (Amigransa), el cual sirvió de base para convocar al seminario alternativo donde se discutieron estos temas, destaca textualmente:
El modelo bolivariano de desarrollo que se está implementando en Venezuela hace inalcanzable ese "otro mundo posible" por el cual luchamos los pueblos del mundo, pues no sólo mantiene el viejo paradigma, sino que profundiza el modelo de desarrollo capitalista y neoliberal basado en la sobre-explotación de los recursos naturales, donde lo ambiental está totalmente subordinado y la participación protagónica de las comunidades y movimientos sociales se desestima (www.ami-gransa.blogia.com).
La movilización o marcha contra la explotación del carbón, realizada dentro del FSM contra "la explotación del carbón" y en apoyo de la protección de los territorios y el hábitat de los indígenas Wayúu, Yukpa y Bari, fue un ejemplo de diversidad y pluralismo a pesar de la elevada polarización ideológica y política existentes en Venezuela. Se movilizaron organizaciones tales como la red de comunicación alternativa (Amcla), el movimiento Ezequiel Zamora y otros movimientos de base afines a Chávez, en contra de la política de corte "neoliberal" de un gobierno que tiene un fuerte discurso antineoliberal. En la actualidad, existen en Venezuela varios megaproyectos de desarrollo económico, gasoductos y oleoductos incluidos, que generan un amplio rechazo por parte de los ambientalistas e indígenas ya que se originan en Venezuela y atravesarán e impactarán negativamente también a otros países latinoamericanos como Brasil y Argentina, Colombia, Panamá y Centroamérica. Paradójicamente, estos megaproyectos están siendo promovidos por el gobierno de Chávez para oponerse al modelo neoliberal y globalizador del ALCA y en aras de lograr el modelo alternativo de integración económica latinoamericana alternativo denominando ALBA.
Desde sus inicios el FSM, como espacio de debate y encuentro para los movimientos sociales alrededor del mundo, ha ostentado un poder importante logrando convocar miles de personas alrededor de luchas específicas y ejerciendo presión ante las fuerzas económicas y políticas del planeta. En gran parte, dicho poder surgió debido al distanciamiento relativo que mantuvo con las instituciones de autoridad establecidas y los gobiernos nacionales. De obviarse la necesidad de mantener la autonomía y el distanciamiento y de darse un acercamiento entre los FSM y los gobiernos de izquierda del continente latinoamericano, la capacidad del mismo para potenciar los movimientos sociales en sus distintas luchas pudiera verse condicionada por las directrices de los gobiernos.
Más allá de las posiciones de viejos debates, los movimientos sociales deben considerarse como actores dentro de un sistema de relaciones de poder. Por lo tanto el poder no debe reducirse a las instituciones de autoridad tradicionales (como el Estado, la iglesia, los partidos políticos, o el gobierno nacional) puesto que el mismo existe y se manifiesta en todo tipo de accionar social. En otras palabras, los movimientos se definen en virtud de su capacidad como actores dentro de dicho sistema. Toda vez que su actuación parta de la autonomía y no se sujete a la influencia de otro actor dentro de dicho sistema, podrá decirse que un movimiento social actúa con poder.
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Notas
1. FSM Fortalecerá la Revolución Bolivariana en ABN.
2. http://www.forosocialmundial.org.br.
3. Iribarren (2006); Hernández Navarro (2006); Borón (2006); Jardim y Gindin (2006).
4. Según Holloway, no es quién ejerce el poder, sino cómo crear un mundo basado en el reconocimiento mutuo de la dignidad humana, en la formación de relaciones sociales que no son relaciones de poder (2002, 36).