SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.24 número62Félix Armando Núñez en la Pluma de Gabriela Mistral: Chile y Venezuela unidos en el tiempoGramática y Prosodia: la proposición política de Andrés Bello índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Tiempo y Espacio

versión impresa ISSN 1315-9496

Tiempo y Espacio vol.24 no.62 Caracas dic. 2014

 

La Alianza para el Progreso en Chile y Venezuela, 1961-1963

The Alliance for Progress in Chile and Venezuela, 1961-1963

Froilán Ramos Rodríguez 1

Javier Castro Arcos 2

1 Profesor-Investigador de la Universidad Simón Bolívar (USB), Venezuela. Doctorando en Historia en la Universidad de los Andes de Chile. Investigador invitado del Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”, de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Instituto Pedagógico de Caracas

2 Historiador por la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), Magíster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Doctorando en Historia en la Universidad de los Andes de Chile. Becario Conicyt.

Resumen: Esta investigación se propone analizar el rol del programa estadounidense de Alianza para el Progreso en Chile y Venezuela, entre 1961 1963. Partiendo de una revisión documental de la política exterior chilena y venezolana con relación a los Estados Unidos, durante las administraciones de Jorge Alessandri y Rómulo Betancourt, respectivamente. La idea del Presidente John F. Kennedy de promover el plan de ayuda económica en América Latina para contrarrestar la influencia del comunismo, que dejó la revolución cubana en la región, tuvo un relevante comienzo, pero sus metas de desarrollo no se cumplieron. En suma, la comprensión de este proceso, des objetivos iniciales, contexto y alcances es fundamental, para evaluar la Alianza para el Progreso como el primer ―y hasta el momento― única iniciativa de acercamiento de la política exterior norteamericana hacia América Latina.

Palabras clave: Chile, Venezuela, Estados Unidos, Guerra Fría.

Abstract: This research aims to analyze the role of the U.S. program of Alliance for Progress in Chile and Venezuela, between 1961 1963. Starting with a review of the Chilean and Venezuelan foreign policy toward the United States during the administrations of Jorge Alessandri and Romulo Betancourt, respectively. The idea of President John F. Kennedy’s plan to promote economic aid to Latin America to counter the influence of communism, which left the Cuban revolution occurred in the region played an important start, but their development goals were not met. In sum, the understanding of this process, des initial objectives, scope and context is critical to assess the Alliance for Progress as the first-and so far only-initiative approach of U.S. foreign policy towards Latin America.

Key words: Chile, Venezuela, United States, Cold War.

Recibido: 15/04/2014.

Aprobado: 15/05/2014.

Mis lecciones se dirijen a mis hermanos, los habitantes de Hispano-América. Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de comunicación i un vínculo de fraternidad entre naciones de orijen español…1

Andrés Bello (1781-1865).

Introducción

A comienzo de los años sesenta, la Alianza para el Progreso represento una de las más ambiciosas políticas estadounidenses hacia América Latina. Inspirado, en buena manera, por el Plan Marshall, el nuevo y joven presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, impulsó este cambio de mirada con respecto a los países latinoamericanos, planeando amplias reformas económicas y sociales. Sin embargo, su trágica muerte, y las mismas condiciones del plan, junto con los problemas internos de cada país, precipitaron su fracaso.

En noviembre de 2013, se cumplieron cincuenta años del asesinato de Kennedy. Es propicia una nueva lectura crítica en torno a la Alianza para el Progreso, en este caso en Chile y Venezuela, desde una perspectiva comparada, para responder a ¿Cuál fue el escenario latinoamericano que afrontó la Alianza?, ¿Cómo fue la actuación de las administraciones Alessandri y Betancourt sobre el plan? y ¿por qué no obtuvo los resultados esperados?

Años de Cambio: América Latina y Estados Unidos, 1957-1961

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, los Estados Unidos se habían esforzado en articular un nuevo sistema internacional de alianzas estratégicas, que le permitieran ganar apoyo, ante su antiguo socio y, ahora, rival en potencia, la Unión Soviética. De los escombros mismos de Berlín, había comenzado la Guerra Fría, la nueva escalada de confrontación ideológica entre las democracias occidentales capitalistas, lideradas por los EEUU, y los regímenes dictatoriales comunistas, controlados por la URSS.

Esta nueva conflagración tenía un escenario global. Ya la URSS había llegado al centro de Europa, dominaba todo el este del continente y amenazaba el sur, Grecia. Al otro lado del Atlántico, la administración de Harry S. Truman (1945-1953), formuló su Doctrina Truman en 1947, para la defensa de la democracia en los países amenazados por al avance del comunismo, se esta manera se apresuró estructurar mecanismos de enlace político y militar en América Latina, la región que había permanecido durante décadas como el proveedor de materias primas y vecindario silencioso de los Estados Unidos, así, se creó la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948, y se firmó el Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947. Sin embargo, la prioridad estadounidense estaba en Asia, pues los comunistas tomaron el poder en China en 1949, y en la península de Corea, se libraría una amarga contienda entre 1950 y 1953.

Por su parte, la administración de Dwight D. Eisenhower (1953-1961) mantuvo una escasa atención a la región latinoamericana, quedando ésta en un segundo o tercer plano en la política exterior estadounidense, prevaleciendo el criterio que los gobierno con férrea postura anticomunista eran aliados2, sin importar que fuesen gobiernos democráticos o dictaduras militares, así, se reconocía a regímenes de generales, como a Pérez Jiménez en Venezuela (1952-1958), Rojas Pinilla en Colombia (1953-1957), o Alfredo Stroessner en el Paraguay (1953-1989), entre otros, estableciéndose una relación de premio/ castigo, como el auspicio del derrocamiento del coronel izquierdista Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, o entregando la Legión de Honor al dictador venezolano en 1954.

Sin embargo, hacia final de la década de los cincuenta, en enero de 1959, los “barbudos” encabezados por Fidel Castro toman el poder en Cuba, y proclaman la “revolución cubana”, aunque en un principio no se declaran comunista, pronto sus acciones los acercan a la esfera de influencia de la URSS, y bajo su dirigente, Nikita Jruschev (1956-1964). El hecho de que los comunistas hayan triunfado por medio de la violencia en un país del continente, embriago las apetencias de poder de los partidos comunistas a lo largo de América Latina, estimulados por la isla y financiados por los soviéticos.

Según Gaddis:

Lo que Jruschov pretendía esencialmente con este despliegue de misiles, por increíble que parezca, era extender la revolución a todos los países de Latinoamérica. Al Kremlin le sorprendió, aunque también le estimuló y finalmente le lleno de júbilo, que la insurgencia marxista-leninista se hiciera con el poder en Cuba por sus propios medios, sin necesidad de tantas presiones como habían necesitado los soviéticos para establecer regímenes comunistas en Europa oriental. Poco importaba que Marx no hubiera previsto esta circunstancia ―pues había pocos proletarios en Cuba― o que Fidel Castro y sus indisciplinados seguidores difícilmente encajaran en el modelo leninista de “vanguardia” revolucionaria organizada.3

Entretanto, los Estados Unidos habían quedado impactados por lo ocurrido en Cuba, ahora, tenían un vecino comunista a escasos kilómetros de la Florida. La cuestión cubana se volvió un asunto incomodo, sin saber la administración Eisenhower exactamente cómo reaccionar, firma el embargo comercial en octubre de 1960. Por un lado, el descontento e impopularidad hacia los EEUU había crecido4, lo demuestra el recibimiento del vicepresidente Nixon en su gira por América Latina, entre abril y mayo de 1958, mientras, que por otro lado, entre 1960 y 1961, ya se estaban formando grupos guerrilleros en varios países de la región, en Perú, Venezuela.

El nacimiento de la Alianza para el Progreso, 1961

En noviembre de 1960, resulto electo, John Fitzgerald Kennedy (1917- 1963) como presidente de los Estados Unidos, después de una ajustada elección con el vicepresidente Richard Nixon. Kennedy era en muchos aspectos diferente a sus predecesores de la Casa Blanca, era el primer católico en dirigir los destinos de la nación, lo cual no dejaba de crear controversia en los sectores estadounidenses más conservadores, por el tradicional estigma hacia el catolicismo, aparte de su origen irlandés, también, era mucho más joven que su antecesores en el cargo, por lo que le señalaban falta de experiencia, todos estos eran parte de los retos que debía superar Kennedy a lo interno.

Mientras, que en exterior, el dirigente soviético Jruschev se volvía más agresivo en sus discursos, amenazando con las armas nucleares de las que disponía la URSS, al tiempo que utilizaba la reciente captura de un piloto de U2 en suelo ruso5, como excusa de provocación. Entre fines de 1960 y los primeros meses de 1961, existió cierta incertidumbre en el ambiente internacional acerca de que esperar del nuevo presidente estadounidense, además, la cuestión cubana era un problema heredado de la administración anterior.

Kennedy recurrió a un equipo de jóvenes profesionales, dinámicos y entusiastas, provenientes del ámbito universitario, algunos de ellos, católicos y de origen irlandés. Dentro de los que se encontraban Robert McNamara, Arthur Schlesinger, Ken O’Donnell, Theodore Sorensen, entre otros. A su vez, Kennedy y todos ellos, construyeron un nuevo estilo New Frontier, en el que se combinaba la inspiración en el New Deal de Franklin D. Roosevelt (1933-1945), con la mayor participación de académicos en lugar de políticos en los asuntos de administración pública, se trataba, de una nueva mirada sobre cómo hacer las cosas, mucho más activa y optimista.

América Latina pasó a un primer lugar en la agenda de la política exterior de Kennedy, quien, según Schlesinger y Sorensen, sentía un verdadero interés por el destino de la región, ya en 1958, cuando era senador por Massachusetts, Kennedy pronunció un discurso en San Juan de Puerto Rico, en el que abogó por una nueva relación con América Latina. Había dos puntos importantes aquí, uno, rememorar la política de la Buena Vecindad de Roosevelt, y dos, evitar una segunda Cuba.

El responsable nombrado por Kennedy para América Latina fue Richard “Dick” Goodwin, quien conformó un equipo de trabajo que delineó la propuesta de Kennedy para la política estadounidense hacia América Latina, en el participaron jóvenes académicos, como: Lincoln Gordon, de Harvard, quien había trabajado en el Plan Marshall, Robert Alexander, de Rutgers University, estudioso de la izquierda democrática en Latinoamérica, Arthur Whitaker, de Pennsylvania, historiador especializado en América Latina6.

Luego se incorporó el experimentado Adolf Berle. En la elaboración del programa de la Alianza, influyo el optimismo universitario de sus redactores, la experiencia del Plan Marshall, y las metas que se habían propuesto los economistas latinoamericanos de la Cepal7, Comisión Económica para América Latina, creada a instancias de la ONU en 1948, en la que intervinieron de forma destacada, el argentino Raúl Prebisch, el venezolano José Antonio Mayobre8 y el chileno Felipe Herrera9.

La Alianza para el Progreso se proponía realizar en América Latina lo que el Plan Marshall había hecho por Europa (1947-1952), este contemplaba un vasto plan de reformas económicas, sociales y educativas, que permitieran acabar con el latifundio en la región, promover un nuevo reparto de la tierra a campesinos como pequeños propietarios, incentivar la industrialización, la diversificación de las economías, impulsar el comercio con los Estados Unidos, favorecer la creación de viviendas, escuelas, hospitales y caminos, en esto los EEUU aportarían la asistencia financiera, mientras que los gobiernos latinoamericanos se debían comprometer a propiciar estos programas. Las metas eran elevadas y el tiempo propuesto toda la década.

Kennedy y su equipo se proponían conducir los cambios económicos y sociales, de forma gradual, y dirigidos por gobiernos democráticos, de manera que propiciar el crecimiento económico, la estabilidad política, la paz social y la fraternidad interamericana, así contrarrestaban de raíz, los problemas que habían sido utilizados como banderas propagandísticas por la subversión comunista para generar violencia.

El 20 de enero de 1961, Kennedy juró como 35° presidente de los EEUU, en su discurso dijo: “A nuestras Repúblicas hermanas, situadas al sur de nuestra frontera, les ofrecemos una promesa especial: convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos, en una nueva alianza para el progreso, ayudando a los hombres libres y a los Gobiernos libres a arrojar lejos de sí las cadenas de la pobreza”10, sus palabras mostraron su firmeza y determinación en sus propósitos por una nueva relación de su país con los demás países americanos. Pronto, el joven presidente despertó la esperanza de América Latina, ganando el apoyo de varios líderes latinoamericanos, como Rómulo Betancourt de Venezuela y Alberto Lleras Camargo de Colombia, como también, adversarios como Castro.

Más adelante, el 13 de marzo, en la Casa Blanca, ante los representantes diplomáticos latinoamericanos, el presidente Kennedy anunció formalmente la Alianza para el Progreso:

…si hemos de afrontar un problema de tan imponentes dimensiones, nuestro proceder debe ser audaz y a tono con la concepción majestuosa de la Operación Panamericana. Por eso he hecho un llamamiento a todos 10s pueblos del hemisferio para que nos unamos en una Alianza para el Progreso, en un vasto esfuerzo de cooperación, sin paralelo en su magnitud y en la nobleza de sus propósitos, a fin de satisfacer las necesidades fundamentales de 1os pueblos de América, las necesidades fundamentales de techo, trabajo y tierra, salud y escuelas.11

Por vez primera, un presidente estadounidense se refería con preocupación por los problemas existentes en América Latina, en un tono de optimismo que trasmitía una expectativa generalizada en el continente, en muy poco tiempo Kennedy12 había logrado despertar la atención de norteamericanos y latinoamericanos en torno las posibilidades de poder realizar algo diferente y sin precedentes en el hemisferio. Además, entre sus palabras, citó los 139 años (1822), atrás, en que los Estados Unidos reconoció la independencia de las Repúblicas latinoamericanas, citó a Bolívar y su deseo de integración. Schlesinger, testigo de excepción, resaltó que “Kennedy hizo notar que la revolución que se inició en Philadelphia en 1776, y en Caracas en 1811, no había terminado aún.”13.

Sin embargo, en estos primeros meses se tuvo que hacer frente al fracaso de Bahía de Cochinos, en abril de 1961, plan que había sido preparado desde la administración de Eisenhower. Otro obstáculo, lo posición soviética que se había comenzado a planear como introducir su marxismo desde su nuevo bastión cubano. En junio, se reunieron en Viena, Austria, Kennedy y Jruschev, en un intento de llegar a una “coexistencia pacífica”14, en medio de las tensiones de las dos superpotencias.

Punta del Este, 1961

En pos de concretar el proyecto de alianza con la región latinoamericana dentro de un contexto donde era reciente la herida que había suscitado la revolución cubana al halcón del norte; y cuando al mismo tiempo la Unión Soviética realizaba un movimiento en el tablero de ajedrez del satélite tropical circundante a Estados Unidos, la Alianza para el progreso debía dejar de ser únicamente un plan de laboratorio, y por tanto, pasar a convertirse raudamente en una realidad.

Al argumento anterior, se debe dar enfasis de que en la última etapa de los ’50 paulatinamente se reimpulsó la llamada política del “buen vecino” con acciones de evidente aproximación; entre ellas se pueden contar la visita a

Sudamérica del vicepresidente Nixon en 1958, los planes en conjunto a Brasil para la creación de una “Operación Panamericana” y en 1959 la elaboración de un soporte económico para las futuras operaciones políticas, como lo simbolizó el Banco Interamericano de Desarrollo, el que ya era una clara señal de “puente” desde el norte hacia el sur.

En búsqueda de generar un sondeo de la disposición del liderazgo latinoamericano en responder a la urgencia de acercamiento en la región. El Presidente D. Eisenhower iniciaba su gira a Sudamérica durante febrero de 1960 y declaraba lo siguiente, días antes de su llegada al cono sur.

Han existido algunas críticas en este país y en América Latina, de que Estados Unidos ha dado una mayor prioridad a otras partes del mundo y ha prestado muy poca atención a las necesidades y deseos de sus vecinos más próximos. El próximo viaje debe hacer mucho para disipar esa creencia y para proporcionar un dramático estimulo para establecer relaciones más estrechas entre los Estados Unidos con los países que se visitarán ―Brasil, Argentina, Chile y Uruguay― y otros países de América Latina.15

Realizado el viaje al sur de la región, Eisenhower volcaba la mirada de la política exterior norteamericana de inicio de los ´60 en la – hace décadas ignorada Latinoamérica, bajo la premisa de no abandonar el desarrollo del continente y de fortalecer la amistad con las Repúblicas hermanas de América.

Por lo pronto, la Oficina de Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado norteamericano ponía en marcha y ordenaba objetivos, planes de reformas y metodologías coordinadas para concretar el plan por el progreso, el cual a pesar de la coyuntura propia que significaba la elección presidencial de noviembre de 1960 no detendría sus intereses por influir en el tablero de ajedrez americano. La transición de Eisenhower a Kennedy implicaría más bien una profundización en la densidad de la relación y el inicio de un pragmatismo16 que obligó a América Latina a ceder sus estructuras burocráticas a las intervenciones de ingeniería macroeconómica y sociocultural que involucraría llevar a cabo tal magna empresa, la que simbolizó el inicio de un proyecto de transformación bajo el lema del salto al desarrollo y de la contención del comunismo tanto local como regional.

El precursor de Punta del Este: La Carta de Bogotá

Anterior a la reunión de Punta del Este en agosto de 1961 ―ya en la administración Kennedy― un primer antecedente a la definitoria reunión en la costa uruguaya, es la llamada “Carta de Bogotá”, la cual fue conformada por 21 representantes de las 21 repúblicas americanas que fue conocido como el “comité de los 21”, estos se dieron cita entre el 5 y el 13 de septiembre de 1960 en la capital colombiana a fin de debatir acerca las problemáticas sociales y económicas del continente.

En esta instancia se expusieron medidas para el mejoramiento de las condiciones de la vida rural y el uso de tierra; para él mejoramiento de la vivienda y los servicios comunales; para el mejoramiento de los servicios educativos y de los servicios de capitalización; para el mejoramiento de la salud pública; para la movilización de los recursos nacionales. Se preveían, además, medidas para el desarrollo económico, sistemas de préstamos, preparación y ejecución de planes y proyectos de desarrollo. 17

Pese a las dudas que sobre su efectividad reflejaron las delegaciones argentina y brasileña, las naciones del continente la aceptaron. El día 12 de septiembre del citado año se aprobó por el voto de 19 naciones, con el voto negativo de Cuba y la ausencia de Santo Domingo, que se retiró de las sesiones.

Aun cuando para algunos críticos y escépticos la Carta de Bogotá padecía del defecto de ser una declaración abstracta sin instrumentar los medios para llevar a cabo los planes en ella proyectados.18

El Acta o Carta de Bogotá, se constituyó en el antecedente inmediato más importante de lo que más tarde Kennedy designaría, Alianza para el Progreso. En palabras del Presidente colombiano del período, Alberto Lleras Camargo, este documento,

(…) Fue el primero en proclamar la necesidad de reformas estructurales ―sobre todo en el sistema tributario, en la tenencia y el uso de la tierra, y en la educación― de tal manera que fuera posible llevar a cabo un gran esfuerzo dirigido a dotar a la población de América Latina con vivienda, educación, empleo y salud, a través de una masiva movilización de recursos domésticos y de un contingente considerable de ayuda externa”. El Acta de Bogotá recomendó la creación de un Fondo Especial para el Desarrollo Social que contribuiría al logro de los objetivos establecidos.19

Prueba de lo mencionado es que en marzo de 1961 John F. Kennedy delinearía públicamente la Alianza para el Progreso sobre la base organizativa dejada por Eisenhower, aumentando sustancialmente el volumen de los fondos públicos norteamericanos comprometidos con el desarrollo latinoamericano para la siguiente década.20 Kennedy indicaba respecto a la carta de Bogotá lo siguiente,

La Carta de Bogotá marca un punto de inflexión histórico en la evolución del Hemisferio Occidental. Por primera vez, las naciones de América han acordado unirse en un esfuerzo cooperativo masiva para fortalecer las instituciones democráticas a través de un programa de desarrollo económico y el progreso social.21

Ya en mayo de 1961 el Congreso de Estados Unidos asignó como parte del programa de la Alianza para el Progreso los 500 millones de dólares cuya destinación se habían autorizado en septiembre de 1960, justamente en la Carta de Bogotá.

La Carta de Punta del Este: Tratativas y esperanzas de desarrollo

El 5 de agosto de 1961 se reunieron las 21 Repúblicas Americanas en la Conferencia de Punta del Este Uruguay, oficio y dio la bienvenida el presidente de la Conferencia, el ministro de Hacienda del Uruguay, Juan E. Azzini.

Comenzaba entonces el plan reformista liderado por EE.UU. en conjunto con gran parte de los líderes de América Latina, para quienes este esfuerzo conjunto representaba el cumplimiento de las promesas norteamericanas y el inicio de un esperanzador período de integración regional, despegue económico, estabilidad democrática y bienestar social para Latinoamérica.

En el caso norteamericano, el Presidente Kennedy hacía valer una larga tradición y vocación indistinta a republicanos y demócratas, asociada a un tipo de misión “civilizadora” por el desarrollo, cuestión imbricada a la identidad norteamericana propia del puritanismo de fines del siglo XVIII. Aquel “Destino manifiesto” proclamado por John O´ Sullivan que a mediados del XIX fortalecía en la clase gobernante norteamericana, el sentido por ejercer cierta omnipresencia política y económica desde el Atlántico al Pacífico, y desde el polo norte a las exóticas tierras del extremo sur continental.22

El ideario de conducción global que pervive como fuerzas profundas23 internalizada históricamente en el ethos de la política exterior norteamericana, sustentado en la visión de llevar a cabo “misiones por el desarrollo” en espacios del Tercer mundo, y en un contexto de competitividad mundial que naturalmente intensifica el proceso de Guerra fría, afianzarían con mayor solidez aquella actitud de superpotencia destinada a hacer surgir a los países vecinos en condiciones asimétricas, educando y articulando procesos reformistas al son de la arquitectura macro estructural que Washington consideraba correcta.

Producto de la irregular evolución económica que experimentaron las economías latinoamericanas durante la década del ´50 y mediados de los ´60, no sería tarea compleja, convencer a los asistentes presentes en Punta del Este a hacerse parte del proyecto norteamericano. De cierta manera, muchos de los liderazgos se vieron condicionados a aceptar las tratativas generales, las reformas solicitadas, y los canales determinados por la amplia necesidad de ayuda urgente. Lleras Camargo había indicado con tono de preocupación: “(…) No se está ante un problema de desarrollo, sino ante una crisis sin precedentes en la historia de América Latina. Que no podrá menos de desbordar todas sus instituciones, sus sistemas democráticos, donde existan, sus regímenes más fuertes, sus libertades y su paz.”24

En vista de la convicción que demostraba J. F. Kennedy con auxiliar a América latina, la expectación crecía en torno a la Conferencia de Punta del Este. Sólo un par de meses antes de la cita, en marzo de 1961, el Presidente norteamericano oficialmente daba el inicio al plan, que más bien contaría con la ratificación y coordinación de los Presidentes latinoamericanos en Punta del Este. Kennedy tomaba la palabra y señalaba,

(...) Propongo que las Republicas Americanas inicien un vasto y nuevo plan de diez años para las Américas, un plan destinado a transformar la década del 1960 en una década de progreso democrático. Estos diez años serán los años de máximo esfuerzo, los años en que deben superarse los mas grandes obstáculos, los años en que será mayor la necesidad de apoyo y respaldo. Y si tenemos buen éxito, si nuestro esfuerzo es suficientemente audaz y decidido, el fin de la década marcará el comienzo de una nueva era en la experiencia americana.25

En el turno que correspondió al delegado de Estados Unidos, Douglas Dillon, se plantearon desde una perspectiva más bien idearía, líneas de acción para el desarrollo sintetizadas en los siguientes tres puntos:

1º) Las naciones en vías de desarrollo deben hacer esfuerzos heroicos, apelando a su pueblo para que éste participe en esta labor de desarrollo.

2º) Dichos países necesitan programas de desarrollo económico social.

3º) Dichos programas deberán reconocer el derecho de todo el pueblo a participar plenamente de los frutos que resulten del progreso, concluyendo con estas palabras significativas: “podemos eliminar la injusticia económica y social, que socava las instituciones políticas libres.”26

En definitiva la Carta de Punta del Este, tenía por principales objetivos la búsqueda del apoyo en ítems que son primordialmente económicos. De acuerdo a Kraus se podrían agrupar en los siguientes renglones de acción:

(1) reforma agraria,

(2) reformas fiscales y tributarias,

(3) estabilización de los precios de los productos básicos,

(4) integración económica y

(5) legislación laboral, incluyendo prácticas patronales.

Para la promoción de objetivos primordialmente sociales, se citan como necesarias las actividades sobre:

(1) vivienda,

(2) educación,

(3) salud pública y sanidad.27

Buscando casi la perfectibilidad derivada de la tecnificación de los procesos, se intentaba construir, una maquinaria económica interamericana que a su vez otorgara cierta estabilidad política para la libre promoción de las democracias. Todos los planes a aplicarse debían correlacionarse con los temas prioritarios de la Alianza, entre estos estaban el conseguir una tasa de crecimiento anual que debía cifrar en un mínimo de dos y medio por ciento anual por habitante lo que supuestamente significaba un formidable empuje de la actividad económica. El plan macroeconómico se correlacionaba con una Reforma educativa que aspiraba a ofrecer seis años de enseñanza primaria a todo niño de edad escolar para 1970. En el mismo proyecto se destacaba la posibilidad de erradicar el analfabetismo en 50 millones de adultos. A la par se adhería los objetivos de reformar la tenencia de tierras (Reforma Agraria), reorganizar el sistema fiscal, promover la industrialización a corto plazo e integrar los mercados regionales.28

El sustrato teórico e ideológico de la Carta de Punta del Este: La teoría de la modernización

Los acuerdos suscritos en la Conferencia, no eran meramente retórica, puesto que cada punto estipulado se coadyuvada de una perspectiva paradigmal basada en los supuestos teóricos de Walt Rostow y Max Millikan, ambos del Center for International Studies (CENIS) del MIT (Massachusetts Institute of Technology). Para Loris Zanatta el “Espíritu de la Alianza” se basa en la teoría de la modernización29, que consideraba estimular en los países de la periferia la reproducción de etapas del desarrollo social emulando a los países que ya se encontraban maduramente desarrollados.

Dicha teoría fue sumando audiencia y relevancia en los policy-makers de la administración Kennedy. La teoría de la modernización poseía además la ventaja de ofrecer una nueva opción estructural para el cambio social en oposición al peligro de la subversión comunista.

Según Carlos Quinche, la propuesta Rostow incluía además de contener ideológicamente los avances del comunismo, un ambicioso ofrecimiento, hacer casi desaparecer la pobreza en América Latina:

De acuerdo con la propuesta de Rostow, mediante una importante transfusión de ayuda financiera, los Estados Unidos podrían guiar a casi un 80% de la población latinoamericana por el camino del desarrollo autosostenido, lo cual, no solo reduciría la pobreza sino que, al tiempo, lograría disminuir la agitación social y la inestabilidad política en la región.”30

De acuerdo a Diana Rojas, la modernización no era sólo un modelo académico sino un proyecto político que le permitiría a Estados Unidos orientar, dirigir y controlar el cambio social global: la modernización fue también una ideología, un marco conceptual que articulaba un conjunto de suposiciones sobre la naturaleza de la sociedad estadounidense y su capacidad para transformar un mundo que percibía tanto materialmente como culturalmente deficiente.31 Entre las características teóricas de la “modernización técnica” se encuentran las siguientes:

1) Las sociedades “tradicionales” y “modernas” están separadas por una fuerte dicotomía.

2) Los cambios económicos, políticos y sociales son interdependientes e integrados.

3) El desarrollo consiste en un único camino lineal que conduce hacia un estado moderno.

4) El progreso del desarrollo de las sociedades atrasadas se puede acelerar considerablemente a través del contacto con los países desarrollados.32

En la declaración a “los Pueblos de América”, contemplada en la Conferencia de Punta del Este, asoma desde un comienzo un propósito totalmente dispuesto, cuantificado y proyectado a dar al sector “técnico” las atribuciones que esté requiera para la fase de ejecución. A continuación parte de la Declaración a los Pueblos de América daba énfasis en lo mencionado:

... Expertos independientes y altamente capacitados estarán a disposición de los países latinoamericanos para ayudar en la formulación y examen de los planes nacionales de desarrollo. Conscientes de la importancia trascendental de esta declaración, los países signatarios proclaman que el sistema interamericano ingresa a una nueva fase en la que, a sus logros jurídicos, institucionales, culturales y sociales. Van a añadirse, dentro de la libertad y la democracia, inmediatas y tangibles realizaciones para asegurar a la presente y a las venideras generaciones del Hemisferio Occidental una vida mejor. Punta del Este, Uruguay. Agosto de 1961.33

Por otra parte, y sumándose a la arquitectura sistémica de la alianza, la ayuda económica que aportó el Estado norteamericano ―que en 1961 desembolso cerca de 500 millones de dólares para el diagnóstico de los primeros planes― no se redujo únicamente a la entrega líquida de dineros, sino que además incluía organizaciones destacadas que serían estructurales en todo el proceso, entre ellas:

(1º) las instituciones internacionales, tales como el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, la Corporación Financiera Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID),

(2º) el capital privado ―Fundaciones― norteamericano a colocarse preferentemente en inversiones directas y

(3º) otros países desarrollados, que suministrarían capital privado y capital público, pudiéndose llegar a la formación de consorcios, en los que las fuentes de capital privado norteamericano se unirían con fondos extranjeros en esquemas de financiamiento conjunto34

Para la etapa netamente vinculada a la coordinación técnica, se dispuso en cada país latinoamericano de la Agency for International Development (AID) la cual funcionó durante gran parte de la década como una “embajada de la Alianza” desde la cual se articularon reformas agrarias, planificaciones familiares, reformas educativas, y un sin número de otras propuestas.

Las conclusiones de Punta del Este…

Para muchos la Carta de Punta del Este, significó un regreso al idealismo Wilsoniano en la política exterior norteamericana, con escepticismo se analizó su redacción, pues siempre queda en signo de interrogación el factor motivador dominante que decantó la formulación de una estrategia sean las intenciones que sean las que estimulen el interés en una región fragmentada e inestable como lo era América latina en este período.

Muchos de los que participan en la creación de la Alianza, como Lincoln Gordon, quién más tarde se haría cargo del programa, han hecho hincapié en que el motivo siempre fue lograr un cambio verdadero. Gordon sostiene que había una creencia genuina en que la Alianza podría ser de beneficio para los pueblos de América Latina, afirmando que “(…) Para la mayoría de quienes participaron en el inicio del proyecto, estas expectativas positivas eran la fuerza dominante detrás de las acciones”.35

En términos latinoamericanos, las respuestas variaron entre los propios polos divisorios de la Guerra fría. Para el economista chileno Felipe Herrera, era importante enfatizar que después del preámbulo, la carta tenía los siguientes títulos: “Objetivos de la Alianza para el Progreso”, “Desarrollo Económico y Social”, “Integración Económica de América Latina” y, “Productos Básicos de Exportación”. Queriendo demostrar que la gran tarea estaba en la propia Latinoamérica, y no absolutamente en la relevante ayuda económica que venía desde el norte. Pues como nunca antes en su historia, se generaba un primer encuentro de integración latinoamericana que podría transformar profundamente el devenir de la región. Herrera indicaba,

(…) Deseamos enfatizar que la integración latinoamericana tuvo un histórico reconocimiento. En efecto, por una parte, los propios países latinoamericanos subrayan la trascendencia de los principios que debían llevarlos a trabajar comunitariamente, y por otra parte, los Estados Unidos testimonian su apoyo a esta labor. A nuestro entender, estas declaraciones, por la circunstancia de que se efectúan por vez primera, tiene una trascendental proyección.36

En contraparte, Ernesto “Che” Guevara, entonces Ministro de Economía y representante del gobierno cubano en la Conferencia, expresaba en su reporte a la televisión del país revolucionario su total desacuerdo a la Alianza que para el sería una nueva forma del imperialismo en su histórica relación de explotación y dependencia con las repúblicas latinoamericanas. Cuba sería el único país en no firmar la Carta del Este. Guevara argumentaba con mayor fuerza,

...quedó demostrada la naturaleza falsa de la “Alianza para el Progreso”, la intención imperialista que tiene (…); aunque, naturalmente, todavía no se pueden saber los resultados exactos (…), pues se basa en un armazón de suposiciones y falsedades que en el mejor de los casos debe ser todavía sancionada por la realidad y, lo más probable es que la realidad demuestre que se estaba frente a una gran estafa que se hace a los pueblos de América.37

Diez años de compromiso entre América latina y Estados Unidos, se transformarían en tres años en donde la Alianza realmente fue relevante en los asuntos exteriores norteamericanos. Probablemente la muerte de Kennedy incidió también en la progresiva expiración de las esperanzas que se firmaron con tanta vitalidad en Punta del Este, un agosto de 1961.

La Alianza para el Progreso en Chile, 1961-1963.

La administración de Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964) inicio con un proyecto país circunscrito a la idea de poner en marcha una nueva “gerencia para Chile” independiente de los partidismos (a pesar del valioso apoyo de Conservadores, Liberales y Radicales ―desde 1961―)38, otorgando mayor participación como actores sociales claves del programa de gobierno a la clase empresarial y centrado por consecuencia a desarrollar económicamente al país, apuntando en primeria medida por transformar el complejo panorama económico que acaecía en el país del extremo sur.

En sus primeros años de gobierno y utilizando una concepción económica liberal moderada, Alessandri y su Ministro de Hacienda, Roberto Vergara, impulsaron un programa tendiente a estabilizar el presupuesto, logrando significativamente el control de la inflación, decreciendo ésta de 33% en 1959 a un 5,4% en 1960. El propósito de consolidar la expansión económica chilena iba viento en popa, eso hasta el duro golpe que afectó todas las áreas del país. El terremoto y maremoto del 21 de mayo de 1960, que asoló el sur del país, entre Concepción y Puerto Montt39, dejó un saldo de entre 1655 a 2000 muertos y una pérdida económica superior a los 550 millones de dólares.

El fantasma de la inflación volvería nuevamente a crecer hasta un 45,3% en 1963. La CUT (Central Única de Trabajadores) invitaba en noviembre de 1960 a los trabajadores a salir a las calles ante el desesperado reajuste del 10% en los sueldos; las protestas sociales crecían y a la par también, la influencia del FRAP (Frente de Acción Popular) y la Democracia Cristiana, que acérrimamente criticaban cada determinación del Gobierno. Paulatinamente el planificado programa de Alessandri se hacía cada vez más complejo de realizar, el panorama político, económico y social estaban decayendo en una profunda crisis.

La independencia de Alessandri, en términos políticos locales no solo fue puesta en tela de juicio en medio de las negociaciones que tuvo que emprender entre los partidos políticos producto de la crisis. Sino que también su postura internacional, que situaba en aquella “independencia chilena” a expensas del devenir internacional y sus tensiones. No obstante el discurso de vía nacional al desarrollo del Presidente “independiente”, se vio sobrepasado la coyuntura de la crisis económica. En su primer discurso como Presidente presentaba su ideal de independencia o neutralidad tanto local como internacional,

(…) Es así como he señalado mi proposito de mantener de manera resuelta y decidida mi absoluta independencia, lo cual no solo corresponde a la real posición en la que estoy colocado, sino que la juzgo indispensable para dar a la República el gobierno auténticamente nacional que éste reclama y necesita.40

De acuerdo a Femandois, la política exterior de Alessandri, en cuanto a su acción personal se refiere, estuvo marcada por la escasa prioridad que le otorgó el gobernante. Su preocupación central —como la de la mayoría de los Estados pequeños— se dirigió a la política interna, a su difícil equilibrio partidista, a los intentos de estabilización económica y a ciertas acciones reformistas.41 Sin embargo, los postulados de independencia y casi neutralidad de Alessandri ante un panorama bipolar de Guerra fría, no sólo se vieron contrastados por la dureza del fatal terremoto. Al parecer, su opinión fue también sopesada por la visita del presidente Eisenhower a Chile, sólo tres meses antes del evento sísmico.

En sus memorias Eisenhower declararía que:

(...) A principios de 1960 ya no había dudas en la administración de que ‘había que hacer algo. Las preguntas eran: ¿qué, cuándo y bajo qué circunstancias...? Se precisaba una acción colectiva (y) decidí que había llegado el tiempo de efectuar un viaje presidencial a América del Sur. Chile fue incluido en un serio esfuerzo42

Casi de manera improvisada Eisenhower, se movió por las principales capitales sudamericanas... incluyendo a Santiago de Chile. Llegó el 1 de marzo de 1960, siendo instado por su par chileno, el Presidente Jorge Alessandri a fortalecer el sistema interamericano. Tal cual señala Rehren,

(...) En la declaración conjunta, firmada por los Presidentes Eisenhower y Alessandri, se concluyó que Chile y los Estados Unidos deberían colaborar en organizaciones internacionales, fortalecer el sistema interamericano, contribuir al respeto de los derechos humanos, promover la democracia representativa y guiarse por el principio de no intervención en asuntos externos. Además, ambos países acordaron detener una creciente carrera armamentista en América Latina y provocar el desarrollo económico atrayendo la inversión pública y privada.43

Siendo proclive a la vinculación interamericana propiciada por la visión de Eisenhower y en medio de la llamada por Fermandois “era de los subsidios” que se agudizó en Chile a causa del terremoto. Alessandri fue abriendo paso a recibir la ayuda económica condicionada por Estados Unidos en la Alianza para el Progreso. Por lo demás el Presidente chileno comenzó a hacer regularmente declaraciones que procuraban mantenerlo “neutral” ante la política internacional y latinoamericana. Por ejemplo y específicamente ante el caso cubano, Alessandri hizo denotar la condena al régimen cubano por asunto de principios. Pero sin avanzar a una acción concreta de aislamiento.44

El Embajador chileno en Washington, Walter Muller, hacía saber en enero del ´60 la claridad con la que se veía este plan,

(...) Desde hace algún tiempo a esta parte, se viene manifestando, cada vez en forma mas clara, la preocupación de Estados Unidos frente al problema de los países subdesarrollados, debido a la penetración económica que se ha hecho sentir en ellos por parte del bloque soviético, y en consideración a las dificultades financieras que representa, para el gobierno norteamericano, el tener que encarar solo esta delicada misión.45

A pesar de verse contrariado por su posición de inicio y la que fue asumiendo mediante el curso que comprendieron las negociaciones tanto internas como externas en pos de resolver aspectos de la crisis, flexibilizó sus idearios con el objetivo de priorizar el realismo económico que le correspondió afrontar. Fermandois sintetiza en cierta medida el panorama de Alessandri ante la invariable carencia económica en Chile y la premura de acoger lo que contribuya a subsidiar la situación local,

Aunque Alessandri fue muy consecuente en su apoyo al fortalecimiento de la clase empresarial y al mercado, también su programa real estaba enmarcado a fin de cuentas en las categorías de la “era del subsidio”. La misma aceptación a regañadientes del programa de la Alianza para el Progreso, que preveía “reformas estructurales”, era parte de la necesidad de captar recursos externos que de manera inevitable debían provenir en su mayoría de EEUU46

Por la razón o la fuerza, Chile se suscribió a la Alianza para el Progreso, con anterioridad a la Carta de Punta del Este. El terremoto fue de forma clara el punto de partida de la Alianza para el Estado chileno. El Presidente John F. Kennedy, indicaba a partir de la premisa anterior,

(…) En mayo pasado más de 5.000 chilenos murieron cuando el fuego y el terremoto devastó el sur de esa República. (…)Nuestro país proporcionó casi 35 millones de dólares en donaciones de emergencia y préstamos. (…) Sin embargo, estos esfuerzos de emergencia no cumplían con la desesperada necesidad de reconstruir la economía de una zona que ha sufrido casi 400 millones de dólares en daños. En reconocimiento de esta necesidad, el Congreso autorizó 100 millones de dólares para la reconstrucción y rehabilitación a largo plazo.47

Con posterioridad aquellos dineros serán adjuntados a las sumas que Chile recibiría en el marco de la Alianza, con capacidad de devolución a cuarenta años. De esta forma, y como lo mencionan gran parte de los especialistas en el tema, preparada la Alianza para el Progreso en el ’61, el país del sur continental se encontró a la vanguardia como receptor de los fondos de la Alianza.

De acuerdo a cifras oficiales del Congreso Estadounidense la ayuda económica para Chile entre 1962 y 1969, fue cercana a los 743 millones de dólares,“(…) From FY1962 to FY1969 (July 1, 1961 to June 30, 1969), Chile received $743 million in U.S. economic aid, 11.8 percent of all the Alliance for Progress money sent to Latin America”.48

El asistencialismo de la Alianza contribuyó en Chile a apalear los restos de inflación que aún permeaban. Siguiendo el argumento de O´Brien, la ayuda fue también un instrumento en lo que se refiere a la transferencia de habilidades técnicas en un nivel subsidiario, en Chile se estableció la CEPAL, que tendría un rol fundamental en la coordinación técnica regional. Por otra parte, la ayuda funcionaba esencialmente como un grupo de presión que trata de mantener una cierta estructura social, política y económica en Chile, velando al mismo tiempo porque ella sea eficiente.49

Chile tenía un plan decenal de desarrollo que podía presentar como ejemplo de su seriedad en el despliegue de las reformas y, lo que era aún más importante para la contención del comunismo. Había una grave posibilidad de que el FRAP triunfara en 1964, por lo que un buen desempeño económico podría ayudar a desvanecer las protestas y críticas del marxismo chileno.50

Por lo demás la Embajada de Estados Unidos en Santiago se encargará de difundir y comunicar tanto en Chile como en Norteamérica, los alcances de la Alianza para el progreso en plena etapa de reconstrucción chilena y con grandes aportes norteamericanos.

Tres mil muertos y desaparecidos, miles de heridos, mas del 25% de la población sureña sin casa; hospitales y escuelas reducidos a escombros; caminos, puentes y vías férreas inutilizados. Miseria y desolación. Esta era la realidad chilena hace cuatro años, luego que violentos terremotos y maremotos destruyeron once provincias de la zona sur, el 21 y 22 de mayo de 1960.

Hoy día, cuatro años más tarde, la gran tarea de la reconstrucción realizada dentro de la Alianza para el Progreso, puede mostrar una cara nueva en la zona afectada. Continuamente se están terminando importantes obras públicas, incluyendo escuelas, hospitales, viviendas, caminos y puentes. Mientras tanto otras han sido finiquitadas y están en uso desde un tiempo considerable.51

En el caso chileno los inicios de la Alianza para el Progreso estuvieron marcados por una notable humanización y reconocimiento popular del proyecto. La Alianza no pasó desapercibida sobre todo en el sur del país, la zona del terremoto; donde desde tazones, utensilios hasta grandes edificaciones de obras públicas llevaban la antorcha de la libertad con el escrito “Alliance for Progress”. No sólo era un exitoso proyecto de diplomacia pública norteamericana, sino que además lograba sensibilizar al trabajador y a la clase media chilena con los valores e intereses que se había trazado lograr la comitiva norteamericana en su “cruzada por la libertad” en el continente.

En respuesta a los trabajos de “base” que desarrollaba el socialismo en la región, se debían articular rápidamente las estrategias del “codo a codo” con la ciudadanía en general, esto sumado a las macro-planificaciones de reforma económica. La Casa Blanca consideraba el trabajo de los Peace Corps relevante para ello,

(….) Su aparato de [los comunistas] es un aparato pequeño disciplinado cuyo objetivo es frustrar la sociedad, abrirlo y apoderarse de ella (...) Nuestra tarea es trabajar con todos los instrumentos a nuestra disposición ... A veces es enseñándoles ―a los ciudadanos― con el ejemplo que incluye ricos y a la gente joven privilegiada ―como nuestro Cuerpo de Paz― saliendo y trabajando codo a codo con la gente de los pueblos ... Creo que, para este tipo de trabajo, tenemos los instrumentos52

Universitarios y jóvenes profesionales norteamericanos, abanderados en la misión por resguardar América latina del giro total hacia la revolución socialista y amparados en el espíritu de los ´60, tomaban la bandera del pacifismo y el lema “All you need is love” para salir de su comodidad y venir de voluntarios a América Latina al programa de Cuerpos de Paz 53 que se encargaría de promover la paz y la amistad mundial colaborando en el desarrollo comunitario de zonas urbanas y rurales por un período de dos años. En Chile ya en 1963 habían al menos 375 voluntarios en los Cuerpos de Paz54, algunos trabajando en la reconstrucción del sur, edificando escuelas y hospitales o guiando los procesos de Reforma Agraria.

Crecía entonces la confianza entre ambos aliados y se ponía a prueba en medio de la llamada “crisis de los misiles”. Estados Unidos continuaba poniendo su mirada en Chile, para ellos éste se erige como un modelo democrático, que producto de su tradición republicana hacía los mayores esfuerzos por contener los cabildeos internos del comunismo, y sus cauces regionales debido a la revolución cubana, asunto que lo aleaba y lo hacía verse a sí mismo como “socio” de EEUU ante los avances revolucionarios. Lo anterior es evidenciado, por ejemplo, en la carta confidencial que envía el Presidente Alessandri a su par John F. Kennedy en la señalada crisis de los misiles,

(...) Este hecho ―el de ser países “estables”― adquiere mayor importancia en países como Estados Unidos y Chile en que, por imperar en ambos un sistema democrático de gobierno que nos enaltece, la opinión de cada ser humano tiene una grande y directa gravitación en la conducción del gobierno. Deberíamos realizar un vigoroso esfuerzo, en todos los niveles para robustecer este conocimiento recíproco para que a través de él, nuestros conciudadanos adquieran un concepto más veraz y objetivo de sus vecinos y hermanos, y para que se refuerce la energía con que nuestros pueblos y Gobiernos afronten los problemas que debe depararnos el futuro.55

La implementación de la Alianza para el Progreso en el país y el contexto que implicaban acciones como la puesta de manifiesto en la “crisis de los misiles”, no dejaría ajena de la discusión a los partidos políticos chilenos y a sus representantes más destacados. El entonces Senador socialista y más tarde Presidente, Salvador Allende Gossens reflexionaba en la Universidad de Montevideo acerca de la Alianza para el Progreso, indicando desde el primer momento que esta “había nacido muerta”,

(…) Sólo vivió en la esperanza de nuestros pueblos que, engañados, creyeron que ella les significaría ocupación, alimento, techo, salud, seguridad social, educación, cultura y esparcimiento. Hace seis años, en 1961, en este mismo lugar de Punta del Este, los encargados de los diversos gobiernos del continente practicaron un descarnado recuento de la miseria de América Latina, para extender la mano en pos de la propina.56

Por otra parte, la DC chilena concordaba con Kennedy en la necesidad de “exportar” la democracia hacia todos los rincones del mundo, pues -según éstos- era el único sistema que permitiría la verdadera libertad del hombre. En 1963, y ya cerca de las elecciones de 1964, la DC dio a conocer un manifiesto titulado “La Revolución, la Democracia y el Movimiento Popular”, el cual en su portada comenzaba indicando: Dice la Democracia Cristiana a los Partidos Comunista y Socialista, Nosotros creemos que la Democracia es la forma política de la Revolución y nos negamos a aceptar que en nombre de esta última, transitoria o definitivamente, se acabe la libertad. Con mayor detalle, denunciaban la que suponían una demagogia del Socialismo a, instrumentalizar la Alianza para el Progreso,

Cuando los comunistas y socialistas rechazan anticipada y dogmáticamente la Alianza para el Progreso están, en verdad, haciendo lo posible por servir a1 bloque soviético. Para ello necesitan engañar a1 pueblo chileno. La teoría de la coexistencia pacífica les sirve para presentarse como campeones de la paz; pero este “anti-imperialismo” ―que de hecho hace triunfar a los sectores de Derecha―, marcha hacia la guerra y hacia la imposibilidad de hacer progresar a nuestros países, en espera de que la URSS después de una nueva guerra mundial pueda tomar la cabeza en la reconstrucción social y económica de Latinoamérica.

En efecto, un rechazo absoluto de la Alianza, importa las consecuencias siguientes;

Primero: Supone que se rompen todas las conexiones con Estados Unidos y los demás países latinoamericanos salvo Cuba;

Segundo: Eso lleva a convertir a Chile en otra pieza en el juego de las estrategias mundiales;

Tercero: Significa pasar a1 bloque soviético y favorecer por ello la reconquista del poder por la Derecha;

Cuarto: Importa desechar la posibilidad de aplicar en Chile la tesis de la “coexistencia pacifica”, pues si nos negamos a colaborar con Estados Unidos, por ser un país imperialista, estaríamos aplicando las ideas que se atribuyen a los comunistas chinos en discrepancia con los soviéticos.

Acusamos al partido Comunista de una inmensa demagogia y frivolidad.57

La izquierda chilena conglomerada en el FRAP, no aceptaba bajo ningún punto aseveraciones como las que hacía la DC, menos aún las reflexiones del Partido Nacional, pues bastaba ver las acciones de asociación con el “Imperio” que su representante más simbólico, el Presidente Alessandri llevaba a cabo con Estados Unidos. En un evento multitudinario en el emblemático Teatro Caupolicán, el FRAP mandaba un mensaje directo a los Presidentes norteamericano y chileno,

(…) Es imperioso que sepa el gobierno del señor Kennedy y del señor Alessandri, que en Chile, los trabajadores y los obreros, los estudiantes y los militantes de la izquierda chilena a través del FRAP están comprometidos en llegar al paro total de las actividades laborales e infringirle al imperialismo perdidas decisivas en sus intereses en Chile. (…) No titubearemos, no nos acobardaremos. Estamos decididos.58

El 11 de diciembre de 1962, Jorge Alessandri arribaba en visita oficial a Washington, procurando afianzar el apoyo económico que se esperaba se mantuviese en crecimiento a partir del terremoto y en pos de los planes de desarrollo propiciados por la Alianza para el Progreso. El viaje de Alessandri no estuvo librado de anécdotas, que hacían recordar su pretérito resquemor a la injerencia de la política exterior norteamericana en el curso de Chile y sus vecinos. De Acuerdo a testimonios recopilados por Arancibia Clavel,

Don Jorge se encontró con un hombre liviano y mal informado (Kennedy). Estaba convencido de que la tierra en Chile estaba en unas pocas manos debido a la institución del mayorazgo Alessandri le explicó que los mayorazgos habían sido abolidos por Manuel Montt en el siglo pasado…59

Correspondía al Presidente chileno dar inicio a su primer discurso oficial y en éste otorgaba una mirada optimista y esperanzadora del plan de la Alianza a sus primeros años. De acuerdo a Alessandri, era relevante destacar la gran labor norteamericana en defensa de la libertad y la democracia continental. Su discurso pasaba a acoplarse definitivamente a la legitimidad del proyecto norteamericano en América,

La auspiciosa politica sobre América latina que ha propiciado el Presidente Kennedy desde el comienzo de su gestion presidencial, y su generosa inciativa de la Alianza para el progreso, constituyen un valioso aporte que hace mirar con optimismo el futuro y confiar en el progreso bienestar del Continente americano, junto con el afianzamiento de sistema democratico representativo”60

Ahora bien, y siguiendo la interpretación de Arancibia Clavel, Góngora y Vial, para quienes el optimismo mostrado por Alessandri en los discursos, conferencias de prensa y brindis que se vio en la necesidad de realizar en Estados Unidos, no reflejaba, sin embargo, su íntimo pensamiento

(…) Porque tengo el convencimiento de que los Estados Unidos no están en condiciones de ayudar ni en forma remota a las necesidades de los países latinoamericanos… entre tanto, su gobierno está exigiendo reformas sociales en materia agraria de una amplitud absurda, que provocarían un caos y para las cuales no hay financiamiento posible.61

La contradictoria posición de Alessandri ante Estados Unidos, al parecer se sujetó también a la relación que éste fue desarrollando con los Kennedy. Al momento de la muerte de J.F. Kennedy, le confesó a su hermano Arturo, que además de haberle causado un impacto personal, esta era una pérdida tremenda para el mundo y para Chile. Destacaba la generosidad de Kennedy quien “(…) En el último tiempo me había estado ayudando n los empréstitos en forma extraordinaria. Recibí la noticia justamente en el momento en que me disponía a contestarle una última carta, muy cariñosa, que había recibido de él.”62

Con la muerte de Kennedy se sellaban los primeros años de Alianza para el Progreso, que coincidieron justamente con el término del período de Alessandri. Cuando la paulatina apertura del Mandatario chileno a la relación de apoyo norteamericana se había consolidado, trágicamente moría el hombre que había ganado la confianza de Alessandri. Se terminaba entonces un ciclo en las relaciones interamericanas bajo el liderazgo de Kennedy, y se ponía en dudas el futuro de la Alianza no únicamente en Chile, sino que por supuesto en toda América Latina.

La Alianza para el Progreso en Venezuela, 1961-1963.

La administración de Rómulo Betancourt (1959-1964) tuvo que hacer frente a difíciles obstáculos para la naciente democracia venezolana, provenientes tanto del exterior como del interior del país, y de tendencias radicales de izquierda y derecha. El 23 de enero de 1958, fue derrocado el gobierno militar del general Marcos Pérez Jiménez, y se inició el proceso de democratización del país, se convoca a elecciones para fines de este año, las cuales fueron ganadas por el candidato del partido Acción Democrática, Rómulo Betancourt. No obstante, esta era todavía una precoz y frágil democracia en el continente americano.

En el plano interno, grupos dentro de las fuerzas armadas conspiraban, por una lado oficiales de vieja usanza pretoriana, como el general Jesús Castro León en abril de 196063, mientras que organizaciones políticas de izquierda, el partido comunista y el movimiento de izquierda revolucionaria (MIR), promovían golpes de estado, impulsados ideológicamente por la revolución cubana.

Internacionalmente, el gobierno dictatorial de Rafael Trujillo en la República Dominicana promovía la desestabilización del gobierno democrático, y atentados contra la vida del presidente Betancourt, como el del 24 de junio de 196064, durante el desfile por el Día del Ejército, del cual resultó ileso; mientras que Fidel Castro desde Cuba, promovía con dinero y logística la violencia de los partidos de izquierda, financiando guerrillas65 rurales y terrorismo urbano.

La situación geopolítica de Venezuela, geográficamente cercana al Canal interoceánico de Panamá, uno de los mayores productores de petróleo, aliado y proveedor seguro de los Estados Unidos, le hacían ser un objetivo estratégico para las ambiciones comunistas en América, pues creían que al tomar el poder por medio de la violencia en el país, podían, por un lado, amenazar el suministro de crudo hacia EEUU, y por el otro, financiar grupos armados en el resto del continente66.

No obstante, el presidente Betancourt mostró una férrea firmeza en el manejo de los obstáculos políticos internos y externos, además, que el gobierno democrático contaba con el apoyo del principal partido de oposición en el mantenimiento del sistema. El Pacto de Punto Fijo67 de 1958, constituyó la base de estabilidad política y de compromiso de los partidos políticos con la democracia, los socialdemócratas de Acción Democrática (AD) encabezados por el propio Betancourt, los democristianos de Copei68 liderados por el Dr. Rafael Caldera, y la Unión Republicana Democrática (URD) dirigido por el Dr. Jóvito Villalba, éste significo la cooperación para alcanzar un acuerdo político nacional que respetará la constitución y rechazará cualquier intento de violencia, tanto de golpes militares de derecha como de la subversión de izquierda.

Con el respaldo político necesario, Betancourt promulgó la Ley de Reforma Agraria, el 5 de marzo de 1960, la que le siguió el reparto de más de 400.000 hectáreas69 entre los campesinos, las cuales fueron entregadas por el Banco Agrícola y Pecuario a la Federación Campesina de Venezuela.

Por su parte, la política exterior de la Administración Betancourt estaba dirigida por los principios de integración latinoamericana, cooperación hemisférica y la Doctrina Betancourt70, la cual promovía el sistema democrático en el continente en contra de cualquier usurpación del poder, contra golpes de estados, y el no reconocimiento de gobiernos militares ni comunistas. Betancourt se convirtió en el principal líder latinoamericano defensor de la democracia en la región71, tanto contra las dictaduras de derecha como de las de izquierda.

En este orden, se mantuvo una activa política exterior, por una parte, desde febrero de 1960, se habían creado comisiones para la revisión del Tratado Comercial entre Venezuela y los Estados Unidos; e igualmente se conservó la postura de no reanudar relaciones con la Unión Soviética72 en razón de las actitudes de su gobierno, a la vez, que el ministro de Minas e Hidrocarburos, Dr. Juan Pablo Pérez Alfonso encaminó una nueva política petrolera, dirigida unificar criterio con otros productores, fruto de esto se creó en Bagdad, el 14 de septiembre de 1960, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

A pesar que Estados Unidos observo con cautela la agenda petrolera venezolana, respecto a la OPEP73, la nueva administración de Kennedy mantuvo una cercana relación con el presidente Betancourt. En febrero de 1961, Betancourt sostuvo conversación informal con Adolf Berle, coordinador general de los Programas para América Latina del gobierno estadounidense, refriéndose a relaciones interamericanas y de cooperación financiera.

El 23 de marzo de 1961, presidente Betancourt le expresa a través de una carta pública al presidente Kennedy (de fecha 5 de marzo)74, sus esperanzas depositadas en la nueva administración estadounidense respecto al apoyo al sistema democrático y se expresa el acuerdo con el plan de la Alianza para el Progreso. Asimismo, estaban de acuerdo en la amenaza que representaba Cuba para la seguridad, la paz y la democracia en el hemisferio, por su patrocinio a la subversión y el terrorismo.

El presidente Kennedy encontró en Betancourt a uno de sus más firmes aliados, y decidió viajar a Venezuela como muestra de su apoyo al sistema democrático y promoción de nueva etapa de relaciones más cordiales entre EEUU y América Latina en el marco de la Alianza para el Progreso, siendo el primer mandatario estadounidense en visita a la nación sudamericana. El Presidente Kennedy visitó el sector La Morita, en el estado Aragua, el 16 de diciembre de 1961, donde pudo observar la entrega de títulos de tierras a familias campesinas, y expresó:

He de regresar a Washington el lunes, y diré al pueblo de mi país que vosotros y él estáis unidos en una de las grandes aventuras de la experiencia humana para hacer de todo nuestro Hemisferio una luz brillante y resplandeciente para todo el mundo. Los Estados Unidos y Venezuela marchan juntos, y en la década de 1960 creo que podremos demostrarlo así, y que todo el mundo querrá seguir nuestro ejemplo de que la libertad y la prosperidad pueden avanzar juntas. Me siento orgulloso hoy de encontrarme en esta tribuna con vuestro distinguido Presidente, quien ha estado esforzándose en este campo durante tantos años y está mostrando ahora al pueblo de este país y a todo el Hemisferio, lo que puede significar el verdadero progreso para el pueblo, expreso nuestro agradecimiento a todos y puedo afirmaros que el pueblo de mi país, en los buenos y malos tiempos, está comprometido con el progreso de vuestro pueblo y de este Hemisferio.75

La energía y singular sencillez de las palabras del John F. Kennedy trasmitieron la imagen de que la nación más poderosa del mundo en ese momento estaba dispuesta a escuchar, y a estrechar los lazos de amistad y cooperación con los demás países americanos, su presencia en un área rural de Venezuela y su actitud entusiasta contribuyeron a extender el optimismo generalizado en el país, la idea de que pudiese haber un camino distinto y un presidente estadounidense capaz de ayudar en ello parecía viable y posible a comienzo de los años sesentas.

En el mismo acto, la Primera Dama estadounidense, la Sra. Jacqueline Kennedy, pronunció por vez primera un discurso público en español, en el que dijo:

Yo creo que no hay esposa, ni madre, ni padre, ni familias en este Continente que puedan conformarse hasta que todos los habitantes de nuestros pueblos tengan oportunidades de trabajo bien remunerado para vivir decentemente y recibir enseñanza. Estas cosas deberían estar al alcance de todos y no limitarse a unos pocos afortunados.

Ustedes conocen el deseo profundo de mi marido de ayudar a los que necesitan ayuda. Estoy segura de que con vuestra colaboración él tendrá éxito.76

La intervención de Jackie Kennedy fue un hecho innovador en los eventos políticos de la época, fueron las palabras de una mujer culta (hablaba inglés, francés y español) que se interesaba en apoyar los asuntos públicos, en colocarse en el lugar de otras personas, y de ayudar a su esposo en su proyecto hacia América Latina. Esto cambiaba la impresión sobre el poderoso vecino del norte, pues se trataba de una joven pareja estadounidense, católicos, que trasmitía simpatía y modestia, lo que acumulaba más expectativas sobre el programa de la Alianza para el Progreso.

Asimismo, Kennedy visitó el Panteón Nacional, para rendir honres a la memoria del Libertador Simón Bolívar. Luego, desde el Palacio de Miraflores, los Presidentes John F. Kennedy y Rómulo Betancourt, firmaron una declaración conjunta el 17 de diciembre de 1961, en la que se comprometieron en lo siguiente:

4° Los Presidentes manifestaron su determinación de lograr los objetivos de la Alianza para el Progreso, conforme a los principios del Acta de Bogotá y de la Carta de Punta del Este. Los progresos de Venezuela en la formulación y ejecución de un plan realista de largo alcance para el desarrollo económico y social, especialmente en el campo de la industria, la agricultura, la reforma agraria, la educación y la construcción de viviendas y acueductos, fueron examinados en relación con la necesidad de movilizar recursos adicionales tanto nacionales como exteriores. El Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento están considerando nuevos préstamos importantes además de los ya aprobados.77

El documento suscrito por Kennedy y Betancourt representó la voluntad de ambos mandatarios por llevar las relaciones bilaterales e interamericanas a un nuevo nivel, a una nueva etapa. Por un lado, se abre la puerta a la posibilidad de que los países latinoamericanos puedan recibir ayuda financiera para mejorar las condiciones de su población, a la vez que se contrarrestar el foco de generación de resentimiento que alimenta al comunismo. Mientras que se fortalece la alianza estadounidense-venezolana en su defensa de la democracia y de la libertad en contra de violencia comunista en las Américas.

El Presidente Betancourt, en su mensaje de Año Nuevo 1962, señaló:

Apreciable porción del tiempo en mis conversaciones privadas durante un lapso de cuatro horas con el señor Kennedy, Presidente de Estados Unidos y nuestro distinguido huésped de hace pocos días, la dediqué a abogar porque no se afecte la exportación normal hacia el principal centro de consumo de nuestros petróleos crudos por una política de restricciones, incompatible con el auspicioso programa de la Alianza para el Progreso.78

De las palabras del mandatario venezolano se desprenden en optimismo en el programa, que se perfilaba como una respuesta efectiva para superar la condición de dependencia de la renta petrolera, y de potenciar el desarrollo industrial y agrícola del país. Más adelante, en su mensaje ante el Congreso Nacional, en marzo de 1962, el Presidente Betancourt expresa:

Nos visitó el Presidente Kennedy, de los Estados Unidos, primer Presidente de ese país llegado a tierra venezolana. Lo recibió con su tradicional y amplia hospitalidad nuestro pueblo. Con él discutí problemas que afectan la economía y el desarrollo de Venezuela en ambiente de mutua franqueza y me fue fácil comportarme con sobria dignidad de quien hablaba de Presidente a Presidente, porque en el Jefe de Estado norteamericano se aprecia la intención sincera de interpretar y comprender los aplazados reclamos de la América Latina frente a su país. Su fórmula de Alianza para el Progreso ha sido respuesta acertada al reiterado planteamiento de que Estados Unidos debía contribuir con préstamos a largo plazo y no con dádivas humilladoras al avance de los países subdesarrollados de América.79

Más adelante añade Betancourt:

Con el Presidente Frondizi, de la Argentina, con el Presidente Lleras Camargo, de Colombia, con el Presidente electo de Costa Rica, Don Francisco Orlich, tuve oportunidad de intercambiar criterios y puntos de vista, coincidentes en lo fundamental, sobre la urgencia de que los pueblos y gobiernos latinoamericanos presentemos planteamientos unificados y que dejemos de seguir siendo un archipiélago disperso de repúblicas sin nexos reales que las unan y vinculen.80

En su mensaje al Congreso Nacional, Betancourt se muestra optimista y confiado sobre el éxito del programa de la Alianza para el progreso, en las estrechas relaciones con los Estados Unidos y con otras naciones americanas. Es un momento en el que su figura de proyecta en el continente como símbolo de la democracia en el continente ante la amenaza comunista, de hecho, este mismo año de 1962, la administración de Betancourt debió enfrentar dos nuevos intentos de golpes de militares promovidos por grupos de izquierda, uno en mayo y otro en junio.

Sin embargo, Betancourt continua determinado en su apoyo a la Alianza, en octubre de 1962, expresó: “180 millones de bolívares se comenzarán a aplicar de inmediato a la lucha por erradicar el rancho urbano, 150 de ellos aportados por la Alianza para el Progreso”81.

A comienzo de 1963, el presidente Betancourt inició una gira oficial por Puerto Rico, Estados Unidos, México y la República Dominicana82. El 19 de febrero, se reunió con el presidente Kennedy en la Casa Blanca, al día siguiente emitieron una declaración conjunta, en la que expresaron su compromiso con la democracia en el continente y la Alianza para el Progreso.

La figura de Betancourt como líder democrático en América Latina fue muy acogida por los medios estadounidenses por su actitud activa y determinado anticomunismo83, y el 20 de febrero, realizo una rueda de prensa en el National Press Club de Washington, el día 22, en New York visita las Naciones Unidas.

Durante su visita, el Presidente Betancourt se reunió con el Gobernador del Estado de Nueva York, Sr. Nelson Rockefeller. Rockefeller había sido uno de los políticos estadounidenses que había visitado varios países de América Latina84, conocía la región, y aparte su familia poseía importantes inversiones en la compañía petrolera Standart Oil, que operaba en la nación sudamericana. Además, el mismo Rockefeller era un participante relevante en el programa Alianza para el Progreso, a través de la Fundación Rockefeller.

Betancourt prosiguió su gira, se entrevistó con el presidente de México, Adolfo López Mateos, el 23 de febrero, más tarde suscribieron una declaración conjunta85. Sin embargo, en julio de 1963, a través de una carta, Betancourt le manifestó a Kennedy su preocupación por el peligro que representan los golpes de estado en la región, y el reconocimiento de los gobiernos surgidos de esto, tal es el caso de lo ocurrido en Argentina y Perú en 1962, Ecuador y la República Dominicana en 1963.

El programa de la Alianza para el Progreso en Venezuela despertó una enorme expectativa, compleja de cumplir, por entre otras razones, el problema estructural que representa la dependencia la renta petrolera del Estado venezolano y del carácter importador de la económica criolla. Posiblemente, la mayor contribución de la Alianza fue el decidido y oportuno apoyo a la consolidación del sistema democrático en Venezuela, en momentos en que estuvo amenazada por diversas fuerzas desestabilizadoras, desde la violenta izquierda, tanto de Cuba como del interior, hasta el viejo pretorianismo militar.

La Alianza para el Progreso en América Latina, 1961-1963

La Alianza para el Progreso no contó con una agenda única de aplicación para todos los países de América latina. Por el contrario, el programa de asistencia financiera varió en cada país de acuerdo a las realidades nacionales, de esta manera se explica la variación monetaria en la ayuda prestada por Estados Unidos en la región, en la que se puede observar dos etapas generales: una, marcada por una visión idealista y de largo plazo, la propuesta estadounidense de 1961, que contemplaba una vasto plan de objetivos y ofrecimiento de hasta 20.000 millones de dólares en una década, para incentivar el desarrollo latinoamericano; dos, a partir de 1962 y 1963, una postura mucho más pragmática y cortoplacista, en la que la prioridad fue asegurar la estabilidad política en cada país, dejando de lado si los gobiernos eran o no democráticos, lo importante era que no cayesen en manos del comunismo.

En este sentido, sería extenso para la naturaleza de este escrito detallar lo ocurrido en cada país, pero resulta significativo examinar algunos casos representativos de la región, como la Argentina, Brasil, Colombia y México, en los que se puede observar el comportamientos seguido por la política estadounidense en el marco de la Alianza para el Progreso, así como sus repercusiones en los gobiernos nacionales.

La Argentina tuvo una postura ambigua ante los ojos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, en parte explicada por el importante número de inmigrantes italianos y alemanes asentados en el país, pero fue percibido como pronazi86. Esta posición de un gobierno profascista y populista87 se mantuvo durante la hegemonía del coronel Juan Domingo Perón en el poder, 1946 y 1955. Recién a fines de los cincuenta el país pudo celebrar elecciones democráticas, y Arturo Frondizi asumir la primera magistratura.

Aunque el presidente Frondizi suscribió el programa de la Alianza para el Progreso, y el país recibió financiamiento para la construcción de vialidad entre Corrientes y Posadas88, en el seno de las fuerzas armadas, había aspiraciones propias, y en marzo de 1962, el gobierno fue derrocado por un golpe militar89. Por una parte, Betancourt había abogado por el no reconocimiento de ningún régimen surgido de la fuerza, mientras, que Kennedy se mostraba ambiguo, pues, si bien no consentía este tipo de intervención militar, fue una conjunción menos mala, que tener otro país comunista, los Estados Unidos prefirieron proseguir y mirar hacia otro lado.

Un caso particular, de la aplicación de la Alianza fue Brasil pues los vaivenes políticos dentro del gigante amazónico conllevaron también a los vaivenes de la ayuda estadounidense. Durante la segunda contienda global, Brasil participó con una brigada enviada a combatir a los alemanes en la península italiana, la reputación del país suramericano quedo bien posicionada en la administración norteamericana90. En la década siguiente, el país dirigió su atención al crecimiento de su infraestructura, en especial la fundación de una nueva capital, Brasilia, en el interior del país, lo que demandó un elevado gasto público que se palió con el endeudamiento en EEUU.

Así, Brasil ya debía dinero a Estados Unidos aún antes de iniciarse formalmente la Alianza de para el Progreso. El presidente Janio Quadros asumió el poder en octubre de 1960, pronto de unió al plan de ayuda propuesto por Kennedy, pero su comportamiento marcaba una ambivalencia, por un lado, pedía una asignación mayor del monto de ayuda, mientras, que por otro, realizaba visitas a Castro en La Habana91, y se interesaba por el movimiento de los No Alineados, esto lógicamente despertó las suspicacia en los estadounidenses, pero optaron por no polemizar.

Quadros renunció en agosto de 1961, y fue sustituido por Joao Goulart. La relación EEUU-Brasil siguió un camino complejo, entre el dinero comprometido y el dinero entregado, y entre la simpatía de Goulart por el comunismo y la cautela de Kennedy. Estados Unidos quiso concentrar la ayuda económica en la región más pobre del país, el noroeste, pero la actitud del gobierno brasileño frustraba las esperanzas de avance. Al tiempo, que en las fuerzas armadas se aviva el descontento las administración Goulart92, que finalmente terminaría en un golpe de estado en abril de 1964.

Por su parte, Colombia se había alienado plenamente con los Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, dos hechos destacaban en la relación bilateral, por una parte, Colombia fue el único país de América Latina que envió tropas a la Guerra de Corea93, lo cual fue significativo en los lazos diplomáticos, y por otra parte, el presidente Alberto Lleras Camargo (segundo periodo 1958-1962), había labrado un importante prestigio internacional por haber sido el primer Secretario General de la OEA entre 1948 y 1954, y además, por su firme discurso anticomunista.

Lleras Camargo y Betancourt eran precisamente los más cercanos aliados de Kennedy en la región, por sus firmes posturas contra el comunismo y por su apoyo a la Alianza. El presidente Kennedy visitó Bogotá el 17 de diciembre de 1961, en esta ocasión inauguró un conjunto de viviendas financiada por el programa estadounidenses, llamada Ciudad Techo94. El país neogranadino se convirtió en el modelo para América Latina, sostiene Taff et “between 1961 and 1963 it built 131,313 homes, half of which were spefified for lowincome familiaes”95, habiendo recibido la segunda mayor cantidad de recursos económicos.

Por otra parte, México ha representado un caso peculiar de la relación entre la América Latina y los Estados Unidos; las primeras décadas del siglo XX, estuvo llena de complejos episodios de cercanía, y de desencantos, principalmente marcados por el nacionalismo resurgido luego de la revolución de 1910, en la Segunda Guerra Mundial, México junto con Brasil, fueron los dos únicos latinoamericanos en enviar tropas al frente96, los mexicanos lucharon en el Pacífico contra Japón, esto acercó a ambos países de norte, pero la llegada de la revolución cubana en 1959, los distanció nuevamente.

A comienzo de los sesenta, el presidente Adolfo López Mateos (sexenio 1958-1964) procuró desarrollar una agenda de política exterior propia, independiente de EEUU, reconoció al gobierno comunista de Cuba, recibió la visita del presidente francés Charles de Gaulle, que también trataba de llevar otra mirada en Occidente, sin embargo, la propuesta de Kennedy fue bien recibida por López Mateos97, aceptado de inmediato la ayuda económica de la Alianza para el Progreso, en 1962 recibió 142 millones de dólares98, representado el 14% de ese año fiscal estadounidense concerniente a los préstamos de la APP, y de hecho el presidente estadounidense visitó tierras aztecas en junio de 1962.

En este orden, el caso de México es particularmente complejo, porque su misma amplia frontera con EEUU, ha influido en que éste país le considere primordial para sus intereses de seguridad, por lo que la relación entre ambos es singular, por lado, la Alianza permitió acercarlos, México se ha mantenido como una de las democracias más sólida de América Latina, pero, por otro lado, la política exterior mexicana siguió un camino complicado, pues se negó a apoyar el embargo comercial a Cuba, y a las medidas de sanciones que se formulaban en el seno de la OEA, en clara distancia hacia EEUU.

A modo de Conclusión

Al observar en retrospectiva, los problemas enfrentados por la Alianza para el Progreso en Chile y Venezuela, es posible reflexionar sobre estas adversidades:

En el plano político, los escenarios fueron muy distintos en ambos países. En Venezuela, una naciente democracia tuvo que hacer frente a la violencia guerrillera y terrorismo de los minoritarios partidos de izquierda, que fueron patrocinados por Castro desde Cuba. Sin embargo, resultó fundamental el entendimiento entre los principales partidos políticos, doctrinarios y de masas, los socialdemócratas de AD, los democratacristianos de Copei, junto con la URD, más de centro, las tres fuerzas políticas firmaron el Pacto de Punto Fijo con el cual se comprometieron a asegurar la estabilidad democrática del sistema.

En Chile, una de las más antiguas democracias del continente, fue difícil un acuerdo claro entre las tres principales fuerzas del espectro político. Por un lado, la derecha alessandrista procuraba aplicar las reformas de la Alianza, de forma regañadientes, con bastante resistencia, incluso del propio Alessandri, el centro, los DC de Frei se mostraron un tanto ambivalentes, en decidirse a apoyar de lleno a Alessandri, mientras que los marxistas de Allende actuaban por su parte. Esta circunstancia entorpeció el escenario político para la ejecución decidida del programa.

En plano socio-económico, uno de los mayores obstáculos lo representó en poder llevar a cabo reformas agrarias con éxito, puesto que en ambos países de aplicaron a través de leyes y mecanismos estatales de expropiación y repartos de títulos de propiedad a campesinos. Sin embargo, resulta difícil poder establecer el alcance que dichas reformas tuvieron. En Venezuela, la ausencia de créditos y asistencia técnica limitó, en buena manera, un mayor impacto de la tenencia de la tierra. Mientras, en Chile, la resistencia de las elites terratenientes propietarias fue un fuerte muro político, pues poder se extendía hasta altos cargos en el Estado.

En parte las similitudes y diferencias de la aplicación de la APP en Chile y Venezuela dependieron, en buena medida, de los actores políticos que las condujeron, y las relaciones de éstos con la administración estadounidense. En este sentido, mientras Betancourt se convirtió en uno de los principales aliados de Kennedy en América Latina, tanto por su fuerte discurso anticomunista como por su carisma personal en la región, Alessandri siempre se mantuvo mucho más parco, aislado, sin mostrar intervención elocuente sobre su antimarxismo.

Por su parte, la administración Kennedy vio en Betancourt un aliado en el que demostró su apoyo, mientras que en Alessandri vio cierta desconfianza hacia la posibilidad de llevar a cabo las reformas requeridas, hasta cierto punto, la mismo origen de Alessandri, proveniente de las tradicionales familias terratenientes chilenas, influyó en la miradas estadounidense sobre sus acciones.

En el lado norte del continente, también, el presidente Kennedy enfrentó oposición en el seno del Congreso para llevar acabo su programa de ayuda.

Por su parte, Christopher Hickman plantea la diferencia entre el Plan Marshall (1948-1952) y la Alianza para el Progreso, diferencias en las estructuras económicas y sociales entre Europa y América Latina, dice lo siguiente:

Not surprisingly, prior to the one-year anniversary of the Punta del Este conference in the fall of 1962, Moscoso decided against any ceremonies whatsoever to mark the occasion. This decision was of course made well in advance of the one-year anniversary. The reason for this decision: there simply had not been enough progress. The program had not even been given one year to show results.99

Si bien la idea de la APP se inspiró en el Plan Marshall, las similitudes llegaban hasta allí. La diferencia entre el escenario europeo de postguerra y la América Latina de mediados del siglo XX, eran una brecha amplia. Mientras en Europa la tarea del plan Marshall fue la ayuda para financiar la reconstrucción, el aparato económico productivo, y que los propios Estados pudiesen hacer frente a los problemas doméstico; en América Latina las estructuras económicas y sociales eran otras, con escaso aparato industrial, con grandes desigualdades, y posiblemente lo más difícil aún, la resistencia de algunos sectores económicos con fuerte presencia en los Estados que hacían difícil llevar a cabo las reformas propuestas. Tales diferencias, marcaban una distancia entre una Europa con una estructura y aparato existente aunque debilitado por los años de guerra, y una América Latina en la que se debía partir prácticamente desde esa construcción, pues las principales fuentes de riquezas estaba concentradas en pocas manos, y eran principalmente de extracción de materias primas.

Señala Hans-Joachim König:

A pesar de todo, esta suma de dinero hubiera podido resultar una ayuda valiosa para lograr el deseado desarrollo, si los países iberoamericanos hubiesen podido utilizarla con entera libertad. Ya en 1964, el flujo de dinero llegado a dichos países ―que, por lo demás seguían desempeñando el papel de simples proveedores de materias primas― no bastó para equilibrar sus pérdidas nacidas del deterioro de las condiciones de intercambio comercial. Los Estados Unidos, por su parte, no hicieron nada por remediar esta situación. A pesar de sus repetidas afirmaciones de que deseaban el progreso de Iberoamérica, continuaron alzando barreras a la entrada de productos iberoamericanos en el país, lo cual no sólo dificultaba el acceso de los mismos al mercado norteamericano, sino que amenazaba también con fortalecer aún más la vieja estructura comercial (materias primas frente a productos manufacturados).100

De acuerdo con König, uno de los varios errores presentados que limitaron la eficacia de la Alianza, provino del mismo Estados Unidos y de la formula en cómo de dirigió y articuló la ayuda financiera, no hubo una adecuada centralización administrativa, los estadounidenses colocaron trabas arancelarias a los productos latinoamericanos, todos las empresas y servicios auxiliares contratados (transporte, banca, seguros, otros) eran norteamericanas, además, se deben sumar tres hechos significativos: uno, la pérdida de impulso por la muerte de Kennedy; dos, el cada vez mayor ―desde 1961― involucramiento estadounidense en Vietnam que restaba recursos; tres, la misma estructura local latinoamericana extractiva y exportadora de recursos naturales.

Las circunstancias influyeron en que los Estados Unidos se viera obligado por la situación cubana a tender una mano a América Latina en medio de la Guerra Fría. Si bien la Alianza para el Progreso no logró cumplir con todas las metas económicas y expectativas políticas creadas, ha significado la única propuesta, hasta el momento, de los Estados Unidos dirigida hacia América Latina, sin precedentes anteriores y sin símiles posteriores. Más allá, de sus alcances uno de sus mayores logros fue dar un giro a la visión política estadounidense sobre la América de habla hispana y portuguesa, un cambio de mirada por vez primera, con otros ojos.

Por otro lado, y de la mano a lo anterior, la Alianza para el Progreso quedo estrechamente ligada a la figura del Presidente John Fitzgerald Kennedy, a su voluntad política y a su visión del escenario internacional, por lo cual luego de su asesinato, el programa continuó pero nunca con la misma importancia que había logrado impregnarle Kennedy. En este sentido, el legado político de Kennedy todavía espera por una justa comprensión histórica dentro del contexto que le correspondió actuar, la era nuclear. Más allá del recuerdo romántico del Camelot estadounidense o de las críticas a su política frente a la Rusia comunista, Kennedy transitó un camino complicado en el que pudo mantener la paz internacional y depositar un voto de confianza en el futuro de la humanidad.

Notas

1 Andrés Bello. Obras Competas. Vol. IV. 1881-1883. p. 8.

2 Stephan G. Rabe. Eisenhower and Latina America: The Foreign Policy of Anticommunism. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1988, pp. 34-35.

3 John Lewis Gaddis. La Guerra Fría. Barcelona, RBA Libros S.A., 2008.p. 89.

4 Alan McPherson (Editor). Anti-Americanism in Latin America and the Caribbean. New York, Berghahn Books, 2006. p. 5.

5 J.P.D. Dunbabin. The Cold War: The great Powers and their Allies. London, Routledge, 2013, p. 253.

6 Arthur Schlesinger. Los mil días de Kennedy, Barcelona, AYMA S.A. Editora, 1966, p. 151.

7 Rosemary Thorp, “El Papel de la CEPAL en el Desarrollo de América Latina en los años Cincuenta y Sesenta”, pp. 26-27, en: Comisión Económica para América Latina y el Caribe. La CEPAL en sus 50 Años. Santiago de Chile, Naciones Unidas - CEPAL, 2000.

8 Veáse: José Antonio Mayobre. Latinoamérica: Economía y desarrollo. Caracas, Banco Central de Venezuela, 2007, 87 p.

9 Felipe Herrera. América Latina: Desarrollo e integración. Santiago de Chile, Emisión, 1986, 302 p.

10 Antonio Fernández. Historia Contemporánea. Barcelona, Ed. Vicens-Vives, 1976, pp. 580-581.

11 Alianza para el Progreso. Documentos Básicos. [Documento disponible en Memoria Chilena] p. 4.

12 Paul Johnson crítica las altas metas de JFK, señalando: “ahí estaba la debilidad del universalismo de Kennedy”, en Tiempos Modernos, Barcelona, Vergara, 2000, p. 478.

13 Schlesinger, p. 157.

14 Günter Bischof, Stefan Karner and Barbara Stelzl-Marx. The Vienna Summit and Its Importance in International History. Plymouth, UK, Lexington Books, 2014, p. 279.

15 Foreign Relations of the United States, 1958–1960 Volume V, American Republics, Document 74. Department of State, Conference Files: Lot 64 D 559, CD 1607. Confidential. Instruction From the Department of State to All Diplomatic Posts in Latin America. Policy Information Statement (ARA–305); President’s Trip to Latin America, February–March, 1960. Washington, February 4, 1960.

16 Julio C. Cotler; Richard R. Fagen. Relaciones políticas entre América Latina y Estados Unidos. Buenos Aires, Amorrortu editores. 1974.

17 Pablo Ramella, “La Conferencia de Punta del Este”, Revista de Estudios Públicos. Madrid, 1962. p. 192.

18 Ibid.

19 Alberto Lleras Camargo, ”The Alliance for Progress; Aims, Distortions, Obstacles”, Foreign Affairs Vol. 42, No 1, October 1963, New York, p. 29.

20 Enzo Abbagliati Boils. Desencuentros en la encrucijada. Perspectivas sobre las relaciones económicas entre Chile y EE.UU.: 1958-1961. Historia. p. 13

21 John F. Kennedy: “Special Message to the Congress Requesting Appropriations for the Inter-American Fund for Social Progress and for Reconstruction in Chile,” March 14, 1961. Online in “The American Presidency Project” en: http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=8535

22 Merk Frederick, Merk Lois Bannister. Manifest Destiny and Mission in American History: A Reinterpretation. Harvard University Press, 1963.

23 Ver: Renouvin, Pierre, Durosselle, Jean-Baptiste. Introducción a la Historia de las Relaciones Internacionales, Fondo de Cultura Económica, 2000. “(…) Desde nuestra perspectiva el concepto de fuerzas profundas abarca y contiene aquellos elementos que denominamos constitutivos de la identidad, asignando a los mismos un valor primario como elementos que también contribuyen a moldear la identidad de una nación. Estas fuerzas son las que Lafer denomina factores de persistencia que ayudan a explicar rasgos importantes de la identidad de un país.” En: Graciela Zubelzú. Globalización y crisis pos-implosión. World Congress of Political Science, International Political Science Association (IPSA), Santiago de Chile, 2009.

24 Alberto Lleras Camargo, América: Su desarrollo económico y su integración social. Texto del discurso pronunciado por el Presidente de la República al instalar la III Reunión del “comité de los 21, en Alberto Lleras. Antología, El Diplomático, Tomo V, Villegas Editores, Bogotá, 2006. p. 382.

25 Discurso pronunciado por el Presidente John F. Kennedy el 13 de marzo de 1961 en la Casa Blanca ante el cuerpo diplomático Latinoamericano. Altos funcionarios y miembros del Congreso de los Estados Unidos.

26 Pablo Ramella, p. 193.

27 Walter Krause, “La Alianza para el Progreso”, Journal of Inter-American Studies, Vol. 5, Nº 1 (Jan., 1963), p. 68.

28 Arturo Morales Carrión, “Fundamentos Ideológicos de la Alianza Para el Progreso”, Journal of Inter-American Studies, Vol. 6, No. 1 (Jan., 1964), p. 127.

29 Loris Zanatta. Historia de América Latina: De la colonia al siglo XXI. Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2012. p. 181.

30 Carlos Quinche Castaño. La modernización en las relaciones EE. UU. - América Latina durante la administración Kennedy: una mirada a la luz de Norbert Elias. Revista Colombiana de Sociología, No. 3, p. 103. Ver: Michael E. Latham. Modernization as Ideology. American Social Science and “Nation Building” in the Kennedy Era. Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2000.

31 Diana Marcela Rojas, “La Alianza para el Progreso en Colombia”, Análisis Político, No 70, Bogotá, septiembre-diciembre, 2010.

32 Ibíd.

33 Declaración a los Pueblos de América, “Alianza para el Progreso: Documentos básicos.” Punta del Este. Uruguay, agosto 1961.

34 Krause, Op. Cit. p. 70

35 Lincoln Gordon, ‘The Alliance at Birth: Hopes and Fears’ in Scheman, A Retrospective, p. 74.

36 F. Herrera, “Alianza para el Progreso: los postulados y las realizaciones”. Estudios Internacionales, 19(74), p. 125-132, p. 128

37 Exposición de Guevara en la televisión cubana, a la vuelta de la Conferencia del CIES de Punta del Este, el 23 de agosto de 1961. Citado en Ariet García, María del Carmen y Salado, Javier (editores) 2003 Ernesto Che Guevara. Punta del Este. Proyecto alternativo de desarrollo para América Latina. La Habana: Centro de Estudios Che Guevara, pp. 51- 52.

38 Alfredo Rehren. La organización de la Presidencia y el proceso político chileno. Revista Ciencia Política. Volúmen XIX. Santiago de Chile. 1998

39 Gonzalo Izquierdo. Historia de Chile (Tomo III). Santiago, Editorial Andrés Bello, 1982, p. 76

40 Patricia Arancibia Clavel. La elección presidencial de 1958. Jorge Alessandri y la derecha a La Moneda. En: Alejandro San Francisco y Ángel Soto (Edit.). Camino a La Moneda; Las elecciones presidenciales en la Historia de Chile. 1920-2000. Santiago de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile. Centro de Estudios Bicentenario, 2005, p. 299

41 Joaquín Fermandois. Chile y la “cuestión cubana”, 1959-1964. Historia, 17, 1982. p. 28.

42 Dwight D. Eisenhower, The White House Years: Wagng Peace, 1956-1961, (New York, 1965), p. 525. En: Alfredo Rehren, “El Liderazgo encubierto de Eisenhower” Estudios Internacionales. Vol. 25, No. 98 (1992), Santiago de Chile, p. 262.

43 Ob. Cit. Rehren. 1992. p. 262.

44 Ob. Cit. Joaquín Fermandois. 1982. p. 44.

45 AMINREL. Oficio confidencial N° 123/9. 18 de enero de 1960. “Plan de Estados Unidos para la ayuda a los países subdesarrollados”, p. 1.

46 Joaquín Fermandois. Mundo y Fin de Mundo: Chile en la Política Mundial 1900-2004. Santiago. Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005, p.186.

47 J.F. Kennedy. Special Message to the Congress Requesting Appropriations for the Inter- American Fund for Social Progress and for Reconstruction in Chile. March 14, 1961.

48 Jeff rey Taff et. Foreign Aid as Foreign Policy: The Alliance for Progress in Latin America. New York, Routledge. 2007, p. 67.

49 Philip O´Brien. “La Alianza para el Progreso y los préstamos por programa a Chile”. Estudios Internacionales, Año 2, No. 4 (8) (enero - marzo 1969), pp. 461-489

50 O´Brien, Op. Cit. pp. 461-489.

51 Servicio informativo y cultural de los Estados Unidos de América en Santiago. Dentro de la Alianza para el Progreso revivieron provincias destruidas. US Embassy in Santiago. Santiago de Chile. 1964. p.1. Artículo publicado originalmente por revista Ercilla en su edición del 10 de junio de 1964.

52 House Subcommittee on International Organizations and Movements, Winning the Cold War: The U.S. Ideological Off ensive: Hearing before the Committee on Foreign Affairs, 88th Cong., 2nd sess., 1964, 761-62.

53 Elizabeth Cobbs Hoffman. All You Need Is Love: The Peace Corps and the Spirit of the 1960s. Harvard University Press. 2009. Windmiller Marshall. The Peace Corps and Pax Americana. Public Affairs Press, 1970.

54 Jared Koerten. Anti-communism and idealism: the Peace Corps and U.S. foreign policy in The third world, 1960-1966. University of Wisconsin. 2009, p. 35

55 AMINREL. Oficio Confidencial, N° 15374. Carta del Presidente Alessandri al Presidente John F. Kennedy. Santiago, 27 de Octubre de 1962, p.2

56 Salvador Allende. Discurso en la Universidad de Montevideo. 1967, p.1.

57 Partido Demócrata Cristiano (Chile). La Revolución, la democracia y el movimiento popular. Respuesta del Partido Demócrata Cristiano a los Partidos Comunista y Socialista. Documento emitido el 31 de enero de 1963, p. 7.

58 Periódico la Última Hora, 19 de enero de 1962. En: Claudio Ortiz Lazo. “Al encuentro de la ilusión. Aspectos de la influencia de la Revolución Cubana en el Partido Socialista Chileno. 1959-1964”. Tesis de grado. Pontificia Universidad Católica de Chile, 1996.

59 Arancibia Clavel Patricia, Góngora Álvaro, Vial Gonzalo. Jorge Alessandri 1896-1986. Una biografía. Santiago de Chile. Editorial Zigzag, 1997, p. 249.

60 Discurso en la Casa Blanca. Visita del Excelentísimo Señor don Jorge Alessandri R. Presidente de Chile a los Estados Unidos de América. Santiago de Chile, IMB Word Trade Corporation de New York, 1963. p. 17.

61 Arancibia, Góngora, Vial. Op. Cit., p. 251.

62 Alessandri R. Jorge, Carta a Arturo Alessandri R., Santiago, 2 de diciembre de 1963. En: Arancibia, Góngora, Vial. Op. Cit., p. 253.

63 Domingo Irwin Gáffaro. Control Civil y Pretorianismo en Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2006, p. 170.

64 Rómulo Betancourt. Tres años de gobierno democrático, 1959-1962. Caracas, Imprenta Nacional, 1962, p. 318.

65 H. Michael Tarver. Venezuelan Insurgency, 1960-1968: A successful failure. Bloomington, Indiana, Xlibris, 2001, pp. 87-89.

66 Nicola Miller. Soviet Relations with Latin America, 1959-1987. Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 120-121.

67 Margarita López Maya, Luis Gómez Calcaño y Thaís Maingón. De Punto Fijo al Pacto Social: Desarrollo y Hegemonía en Venezuela, 1958-1985. Caracas, Acta Científica Venezolana, 1989, p. 111.

68 La democracia cristiana venezolana, representada por el partido Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), a diferencia de la democracia cristiana chilena, siguió una posición de centro-derecha, al estilo alemán, como los democratacristianos (CDU) liderados por Konrad Adenauer.

69 Moisés Poblete Moscoso. La reforma agraria en América Latina. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1961, p. 130.

70 María Teresa Romero. Venezuela en defensa de la democracia, 1958-1998. El caso de la Doctrina Betancourt. Caracas, Fondo para la Cultura Urbana, 2005. p. 25.

71 “Venezuela’s President Betancourt”, Times, Feb. 8, 1960.

72 Carlos A. Romero. La relaciones entre Venezuela y las URSS: Diplomacia o revolución. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1992, pp. 71-72.

73 Judith Ewell. Venezuela y los Estados: Desde el hemisferio de Monroe al imperio del petróleo. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello-Banco del Caribe, pp. 233-234.

74 Luis Ricardo Dávila, “Cronología Política del Período 1959-1964”, p. 13, en Rómulo Betancourt. Volumen II. Antología Política. Caracas, Fundación Rómulo Betancourt.

75 Alianza para el Progreso. Visita del Presidente Kennedy. Caracas, Imprenta Nacional, 1962, pp. 33-34.

76 Ibídem., pp. 37-38.

77 Delia Picón. Historia Diplomática de Venezuela. 1811-1985. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, p. 212.

78 Rómulo Betancourt. Mensaje de Año Nuevo 1962. Caracas, Imprenta Nacional, 1962, p. 10.

79 IV Mensaje Presidencial. Presentado por el ciudadano Rómulo Betancourt, Presidente Constitucional de la República, el 12 de marzo de 1962. Caracas, Imprenta Nacional, 1962, p. 21.

80 Ibíd. p. 21.

81 Presidente Rómulo Betancourt. Respeto y Defensa del Orden Institucional. (La mejor garantía de la democracia). [Alocución dirigida al país radio y televisión, el 15 de octubre de 1962]. Caracas, Imprenta Nacional, 1962, pp. 19-20.

82 Gira del Ciudadano Presidente Constitucional de Venezuela, Don Rómulo Betancourt a Puerto Rico, Estados Unidos, México y Santo Domingo: Tomado de la Prensa Nacional Caracas, 1963, 89 p.

83 “Kennedy hails Betancourt as symbol of Democracy; Resistance admired President lauds Venezuela Chief will discuss problems”. The New York Times, February. 20, 1963, Page One.

84 Veáse: Darlene Rivas. Missionary Capitalist: Nelson Rockefeller in Venezuela. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2002.

85 Presencia Internacional de Adolfo López Mateos. México D.F., Talleres gráficos de la Nación, 1963, p. 520.

86 David M. K. Sheinin. Argentina and the United States: An Alliance Contained. Athens, University of Georgia Press, 2006, p. 56.

87 Raanan Rein. Peronismo, populismo y política: Argentina 1943-1955. Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1998, p. 20.

88 Taff et, p. 55.

89 Robert A. Potash. The Army and Politics in Argentina: 1945-1962; Perón to Frondizi. California, Stanford University Press, 1980, pp. 341-343.

90 Antonio Pedro Tota. The Seduction of Brazil: The Americanization of Brazil during World War II. Austin, University of Texas Press, 2009, pp. 41-42.

91 Robert M. Levine. The History of Brazil. Westport, Connecticut, Greenwood Publishing, 1999, p. 124.

92 Alejandro Mendible Zurita. El ocaso del autoritarismo en Brasil. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1986, pp. 36-38.

93 Bradley Lynn Coleman. Colombia and the United States: The making of an Inter-American Alliance, 1939-1960. Kent, Ohio, Kent State University Press, 2008, p. 95.

94 Ciudad Kennedy una realidad 1961-1965. Bogotá, Instituto de Crédito Territorial, 1965, p. 12.

95 Jeffrey F. Taffet. Foreign Aid as Foreign Policy. The Alliance for Progress in Latin America. New York, Routledge, 2007, p. 153.

96 Thomas M. Leonard and John F. Bratzel (Editors). Latin America during World War II. Maryland, Rowman & Littlefield Publisher, Inc., 2006, p. 32.

97 Rosa Isabel Gaytán. Antología de la Política Exterior de México. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 131.

98 William J. Kemnitzer. “México en la Alianza para el Progreso”, Foro Internacional, Vol. 4, No. 1, Jul.-Sep. 1963, p. 56.

99 Christopher Hickman. “The Kennedy Administration’s Alliance for Progress and the Burdens of the Marshall Plan”, Federal History, Issues 5, January 2013, p. 96.

100 Hans-Joachim König, “El intervencionismo norteamericano en Iberoamérica”. En Manuel Lucena Salmoral (Coord.). Historia de Iberoamérica. Tomo III. Historia Contemporánea. Madrid, Cátedra, 2008. p. 458.