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Tiempo y Espacio
versión impresa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio vol.24 no.62 Caracas dic. 2014
Evocación de un amigo que se fue
David Ruiz Chataing
Historiador. Doctor en Historia por la Universidad Central de Venezuela. Profesor Asociado de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Miembro del Centro de Investigaciones Históricas Mario Briceño Iragorry. Coordinador General de Postgrado del Instituto Pedagógico de Caracas.
Conocí a Domingo Irwin G. en la Biblioteca Nacional, allá por los años noventa del siglo pasado. Yo era un Licenciado en Historia, egresado de Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela. Trabajaba como Especialista en Información en la institución mencionada. Domingo, ya canoso, y siempre de adeca guayabera blanca, asistía con frecuencia a consultar los archivos diplomáticos, de Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos rescatados por FUNRES. Por ese entonces, me decía que la interpretación del bloqueo a las costas venezolanas de 1902-1903 con fuentes nacionales se había completado. Faltaban las fuentes internacionales. Y en este campo realizó aportes contundentes.
Al ver Domingo, como le decíamos, mi interés por la investigación, me recomendó ingresar en la Educación Superior, que intentará ingresar en el Instituto Pedagógico de Caracas. Lo secundaron en ese consejo Napoleón Franceschi y Tarcila Briceño. Allí entre la docencia y la práctica investigativa realizaría esas motivaciones por los destinos nacionales. A partir de allí, me dediqué a prepararme, concursé en el IPC e ingresé en 1996. Ya dictando clases y adelantando mis proyectos de investigación, me insistió sobre la necesidad de aprender idiomas y asistir a eventos internacionales. También, nuevamente, y acertadamente, le hice caso. El idioma de Shakespeare lo leo. Y gracias a su insistencia, participé en eventos de Historia en Bruselas, Toronto, San José de Costa Rica, etc. Y en muchos escenarios académicos nacionales, regionales y locales. Fue mi tutor o jurado en varios de mis ascensos universitarios. Y mi ductor en la tesis doctoral. Me adentró en el tema del caudillismo, el pretorianismo, las relaciones civiles militares y en una extensa historiografía anglosajona, desconocida en nuestro medio.
De Domingo me entusiasmaba la capacidad de sorprenderse siempre con las novedades bibliográficas. Siempre comentando, analizando, mostrando, los nuevos libros que acarreaba con una devoción especial. Pendiente, igualmente, de los encuentros de historiadores para que asistiéramos. Fueron muchas las veces que atendí a sus recomendaciones en asuntos intelectuales. Valga en esta oportunidad, el reconocimiento de esta deuda impagable.
Como ciudadano fue crítico, humilde, y defensor de los logros del período democrático, a pesar de sus fallas. Con valentía cívica, por todos los medios posibles, alertó sobre los peligros de esta mescolanza de marxismoleninismo con pretorianismo, corruptelas y mediocridad que hoy padecemos. Y que ha conducido al país a una debacle espantosa.
También me hizo familiarizarme con la buena mesa, el whisky y el vino. Y en tiempos de crisis, todos reconocimos que era un espléndido anfitrión. Ni a escondidas nos dejaba pagar. Aunque a él también le pegó la crisis. Pasamos del deleitoso y encumbrado etiqueta negra a la humilde y proletaria lupulosa. Un aterrizaje forzoso porque la revolución hizo lo que parecía imposible: matar, para la mayoría de los venezolanos que no para ellos, la gallina de los huevos de oro. Sospecho que mi Colega, vistas las circunstancias, puede haber muerto de tristeza. Le estalló el corazón de dolor.
¿Dónde me enteré de tu fallecimiento? En la playa de Buche. Y un poquito vi a las aves y un hermoso cielo azul que no agotaba sus matices. Allí me llegó la terrible noticia de tu inconsulta partida. ¡Qué vaina Domingo, marcharte en vacaciones! Dios te guarde en su gloria y espero que sigas disfrutando de tu guarapo e`piña y hagas reír hasta al adusto Papa-Dios con tu fina ironía.