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Tiempo y Espacio

versión impresa ISSN 1315-9496

Tiempo y Espacio vol.24 no.62 Caracas dic. 2014

 

Ricardo Krebs W. La Iglesia de América Latina en el siglo XIX. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2002

Froilán Ramos Rodríguez

Profesor de la Universidad Simón Bolívar (USB). Doctorando en Historia en la Universidad de los Andes de Chile (UANDES). Universidad Simón Bolívar de Venezuela (USB) - Universidad de los Andes de Chile (UANDES)

Por espacio de noventa años, de 1810 a 1900, se suceden bruscos y trascendentales cambios en Iberoamérica, hay una ruptura con el orden monárquico español, y la consiguiente formación de noveles repúblicas, que sus procesos de consolidación en Estados Nacionales chocaran, repetidas veces, con una de las instituciones más antigua, arraigada y extendida en el Nuevo Mundo desde el siglo XVI, la Iglesia Católica. Este es el tema que desarrolla don Ricardo Krebs en su obra La Iglesia de América Latina en el siglo XIX, con una exanimación histórica del devenir Iglesia-Estado en una centuria de álgidos momentos de distanciamiento y otros pocos de acercamiento, pero instituciones que han sobrevivido hasta el presente.

El autor de la obra es Ricardo Krebs Wilckens (1918-2011), historiador chileno formado en la Universidad de Leipzig (Alemania), con una dilatada actividad docente universitaria. La labor de Krebs como historiador es amplia, con una producción intelectual larga, en la que publicó diversos trabajos sobre temas de historia universal, y sus interrelaciones con América Latina y Chile, de manera, que se encuentra acá la pluma experimentada de un profesional del campo de la historia.

Krebs comienza por referirse al fin del período hispano en América a inicios del siglo XIX, con lo cual se removió todo el orden establecido hasta el momento, la autoridad civil, eclesiástica, judicial, militar, otros. En la nacientes repúblicas americanas, se presentó la preocupación dentro de la nueva dirigencia política, una elite “patriota”, por el mantenimiento del Status Quo, el orden interno de los nuevos Estados, esto conllevó a asumir el criterio de que las repúblicas americanas tenían potestad sobre el patronato, la designación de obispos, facultad cedida por el Papado a la Corona española.

La situación de las primeras décadas del siglo XIX, se complica al considerar los elementos presentes en ella, por un lado las repercusiones que habían tenido en América las reformas borbónicas, en especial las de Carlos III; por otro lado, el rechazo del monarca Fernando VII a la constitución de Cádiz, y conmoción que generó todo el proceso de emancipación. Un estado de agitación, en la cual el clero mayor, muchos de los obispos que habían sido nombrados por la Corona apoyan la causa realista, y consecuentemente deben emigrar de sus territorios pastorales a España u otro lugar de América, mientras esto sucede, otros religiosos, apoyan y se comprometen con la causa patriotas, casos como los de mexicanos Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos en el Virreinato de la Nueva España, o el canónigo chileno José Cortes de Madariaga en la Capitanía General de Venezuela, o el religioso José Ignacio Cienfuegos en Chile.

De este modo, se presenta un “quiebre” interno en la iglesia americana, que por varios años permanecerá sin representación obispal en diferentes regiones. Sin embargo, a pesar de esta crisis que se suscita en la institución cristina, su fortaleza se mantuvo, puesto que sus parroquias abarcaban extenso, variados y apartados confines geográficos, su doctrina, su pastoral y su fe se conservaba presente en la inmensa mayoría de la población americana, esto significó que aunque la convulsión política de la emancipación y de los primeros años republicanos habían afectado a las cabezas dirigentes de la iglesia y la ordenación de sacerdotes, no así en presencia de la iglesia en la feligresía.

Asimismo, Krebs se detiene a examinar los cambios que se presentaron en el Virreinato de la Nueva España, la Capitanía General de Guatemala, el Virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía General de Venezuela, y su posterior conformación en la República de Colombia La Grande (1819-1830), el Virreinato de la Plata, la Capitanía General de Chile, y su subsiguiente proceso de Dirección Suprema, el Virreinato del Perú, y el Alto Perú, y por otro lado, la independencia del Brasil, con ello, Krebs relaciona directamente los súbitos cambios políticos con la marcha de la iglesia americana, en la cual sus prelados, siguen estrechamente vinculados a los vaivenes independentistas.

Seguidamente, el historiador austral analiza el desarrollo del “Papado y el Nuevo Orden en América”, de la siguiente manera:

La decisión del Sumo Pontífice ponía fin al derecho de patronato de la monarquía española en América. A partir de ese momento el camino quedó abierto para aprobar soluciones definitivas para un problema que se había prolongado por demasiado tiempo. En los años siguiente Gregorio XVI nombró a obispos residenciales para casi todas las diócesis latinoamericanas. En algunos casos elevó a los vicarios y obispos titulares a obispos residentes, en otros casos designo a obispos nuevos. En 1832 nombró a Mariano Medrano para Buenos Aires, a Manuel Vicuña para Santiago de Chile y a José Ignacio Cienfuegos para Concepción, en el año 1834, a Jorge Benavente para Lima, a Mariano Lazcano para Córdoba y a Justo de Santo del Oro para Cuyo. Elevó la diócesis de Santiago de Chile a arquidiócesis y creó nueve diócesis nuevas.1

Como explica Krebs, la Iglesia Católica inicio un lento proceso de cambios en su relación con la iglesia americana, esto llevó, en primer lugar, a terminar con la diferencia entre el patronato en manos de la Corona o el auto-atribuido a las Repúblicas, esta media allanó el camino hacia un mayor acercamiento y organización de Roma con respecto a la institución católica iberoamericana, se nombraron nuevos obispos, se crearon diócesis, y posteriormente se comenzó el reconocimiento de los nuevos Estados americanos. En otras palabras, el Vaticano comprendió su necesidad de ajustarse a la nueva realidad latinoamericana, bajo su disposición de vinculo directo Roma-América.

Para Krebs esta relación de la Iglesia con los nuevos Estados americanos (México, Provincias Unidas de Centroamérica, Nueva Granada, Venezuela, Educador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, el Imperio del Brasil), en la cual pormenoriza en destalles regionales, no resultó armónica en todos los casos, por el contrario, algunas posturas de gobiernos nacionales llevaron al acoso y exilio de algunos religiosos, como al arzobispo de Caracas, Ramón Ignacio Méndez, quien murió desterrado en Bogotá. No obstante, destaca el historiador sureño la capacidad de la Iglesia para organizarse en el continente, manteniendo una relación pastoral cercana con la población, manteniendo su presencia hacia el interior de los países, y evitando que pasasen a mayores sus roces con los gobiernos a mediados del siglo XIX.

En suma, Krebs ofrece un balance general, con algunos detalles regionales, del devenir de la Iglesia y el Estados, desde fines del siglo XVIII (periodo hispano) hasta mediados del XIX, en la cual la institución católica experimentó hondos momentos de presiones, intromisiones, y pocos de alivio, que la llevó a debilitarse por las acciones de algunos Estados, pero que finalmente, pudo desplazarse hacia el establecimiento de vínculos mucho más directos que antes, entre la sede papal en Roma y la iglesia en el continente.

Notas

1 Ricardo Krebs. La Iglesia de América Latina en el siglo XIX. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2002, p. 85.