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Tiempo y Espacio

versión impresa ISSN 1315-9496

Tiempo y Espacio vol.25 no.64 Caracas dic. 2015

 

LA SAL: OBJETIVO CODICIADO POR HOLANDA EN LAS PROVINCIAS DE NUEVA ANDALUCÍA Y VENEZUELA DURANTE EL SIGLO XVII

Rafael I. Dávila P

Graduado como Ingeniero Mecánico (USB, 1990), Especialista en Gerencia de la Empresa (USB, 1996). Graduado como Licenciado en Historia (UCV, 2011) y Candidato a Magister en Historia de las Américas (UCAB). Correo electrónico: rafaeldavilaparra@gmail.com

Resumen: la existencia de importantes yacimientos de sal de excelente calidad en la región de Araya, atrajo a sus costas a partir de 1599 a los holandeses, quienes empezaron a explotarlas en su beneficio, poniendo con ello en peligro el dominio efectivo que tenía España sobre estas tierras, obstaculizando las actividades comerciales de la región, y enfrentando militarmente a ambas naciones en lo que historiográficamente se conoce como La Primera Batalla de la Sal, y la cual terminó en Araya con la victoria española en la Batalla Naval del Puerto de Ancón de Refriegas en 1605. No obstante, la misma no fue definitiva, y posteriormente, durante la Guerra de los Treinta Años, España y Holanda se enfrascan en La Segunda Batalla de la Sal, la cual tiene como escenarios: Araya, de 1621 a 1623, cuando la presencia del castillo desaloja permanentemente a los holandeses; la isla de La Tortuga, de 1627 a 1638, cuando Benito Arias Montalvo tras derrotar y echar a los holandeses por la fuerza, inunda la salina inutilizándola; y la desembocadura del rio Unare, de 1633 a 1640, cuando Don Juan de Orpín, tras expulsarlos del fuerte que construyeron allí, hunde la salina con agua dulce, destruyéndola, junto con todas las otras que había en la región, con lo que puso fin definitivamente a la presencia de Holanda en las salinas venezolanas, hasta que en la Paz de Westfalia o Munster de 1648, se pactó formalmente entre ambas naciones, evitar esta actividad en la Tierra de Gracia.

Palabras claves: sal,contrabando, urca, fortificaciones, defensa de las costas.

The Salt: Aim Coveted By Holland Linen In The Provinces Of New Andalusia And Venezuela During The 17th Century

Abstract: the existence of important deposits of salt of excellent quality in Araya’s region, attracted to his coasts from 1599 the Dutches, those who started exploiting them in their benefit, putting with it in danger the effective domain that Spain had on these lands, preventing the commercial activities of the region, and facing militarily, to both nations what historically it is known as The First Battle of the Salt, and which ended in Araya with the Spanish victory in the Naval Battle of the Port of Cove of Aff rays in 1605. Nevertheless, the same one was not definitive, and later, during the War of Thirty Years, Spain and Holland become absorbed in The Second Battle of the Salt, which has as scenes: Araya, from 1621 to 1623, when the presence of the castle removes permanently the Dutches; The Tortoise island, from 1627 to 1638, when Benito Arias Montalvo after defeating and to throw the Dutches for the force, floods the salt mine rendering useless it; and the river mouth of the river Unare, from 1633 to 1640, when Don Juan de Orpín, after expelling them from the fort that they constructed there, sinks the salt mine with sweet water, destroying it, together with all others that existed in the region, with what he put end definitively to the presence of Holland in the Venezuelan salt mines, until in the Peace of Westphalia or Munster of 1648, it was agreed formally between both nations, to avoid this activity in the Earth of Grace.

Key words: salt, smuggling, hooker, fortifications, coast defense. 1.

Recibido: 28/07/2014 Aprobado: 29/08/2014

Introducción

Integrados a los dominios de los Habsburgo por herencia de María de Borgoña a su nieto Carlos I de España y V de Alemania, los Países Bajos conformaron una pieza clave durante el gobierno del mencionado Carlos I, quien por cierto nació en Flandes. No obstante, al ser heredados por su hijo Felipe II comenzaron los problemas. Ultra católico y poco afecto a los calvinistas holandeses, la nobleza local lo consideró totalmente castellano y por tanto indiferente o contrario a ellos, y cuando trató de centralizar el gobierno, la justicia y los impuestos, y a perseguirlos en materia religiosa, se rebelaron contra él, iniciándose con ello una guerra que duró 80 años, de 1568 a 1648,y que condujo en 1579 a que las siete provincias rebeldes se acoplaran en la Unión de Utrecht formando con ello la República de los Siete Países Bajos Unidos en 1581.

Luchando como fuera por la consolidación de su Independencia, la República de los Siete Países Bajos Unidos rechazó la legitimidad del exclusivismo comercial español en el Nuevo Mundo, y ante el embargo económico decretado por España, se adentraron en el Caribe persiguiendo tres objetivos muy claros: 1) Explotar las salinas de Araya principalmente, y otras, como la de la isla de la Tortuga, si fuera menester. 2) Organizar una buena red de contrabando con los vecinos españoles en América que les proporcionara un beneficio al viaje de ida para cargar la sal y abaratara el flete de la misma. 3) Asaltar las flotas y los puertos españoles como corso-piratas. Siendo el primer objetivo antes señalado, del que nos ocuparemos a continuación en el presente trabajo.

2. La primera batalla de la sal1. Araya (1599-1609)

2.1. La Importancia de la sal para los holandeses

Para finales del siglo XVI y principios del XVII, el interés de los holandeses por la sal no emanaba únicamente del valor del producto en sí, sino de la riqueza que generaba en la preservación y comercio de otros productos y en los mercados internacionales que abría. La sal constituía la materia prima indispensable e insustituible para la conservación del pescado y de la carne, así como para la industria quesera y mantequillera, por lo que se convirtió en un importante elemento de ingreso fiscal para los gobiernos, y en un producto fundamental en los intercambios comerciales entre el norte y sur de Europa, los cuales eran controlados por los mercaderes neerlandeses en un régimen cuasi-monopólico.

Para entonces, la sal marina que se encontraba en la costa Atlántica de la Península Ibérica, así como en el Mediterráneo y ciertos lugares de América, había suplantado a la sal gema centroeuropea, cuya extracción y distribución eran más costosas, no obstante, para que la comercialización de un producto pesado y perecedero como la sal fuese lucrativa, se requería que el viaje de ida en su búsqueda diese unos beneficios que ayudasen al menos a pagar el flete y otros gastos del viaje de vuelta, algo que se logró gracias a la necesidad de trigo y de pertrechos navales que tenían los países productores de sal, y que permitía un intercambio de comercio equilibrado con los mercados Bálticos, abaratándose el transporte, lo cual junto al refinado, eran los factores que encarecían el producto.

Para Holanda, el abaratamiento del producto era fundamental en virtud de que el mismo era el método de conservación usado en su importante industria arenquera, cuya flota en plena expansión desde 1550 había pasado de 150 embarcaciones a unas 4.000 en unos 100 años, lo que suponía una industria naval floreciente: ‘Dios ha hecho de Holanda y el negocio del arenque un ejemplo de Su favor a todo el mundo’ observó Meinert Semeyns, historiador del arenque y abogado de Enkhuizen, en el siglo XVII2. Además, la provincia de Zelanda, que era poco pesquera, había perfeccionado un procedimiento para blanquear la sal que era apreciado en toda Europa, especialmente en el Báltico: “La sal se la llevaban en bruto comprada a precios bajos, 10 o 12 reales el caíz (medida de capacidad empleada para el comercio equivalente a 12 fanegas castellanas) y la vendían a las provincias leales a 70 u 80, una vez refinada”3, lo cual obviamente producía grandes ganancias e incrementaba aún más, la importancia que tenía la sal para los holandeses.

Hasta 1599, los holandeses se abastecían de sal en Sanlúcar (Sevilla, España) y en Setúbal (Portugal), llegando a movilizar casi 200 barcos de transporte al mes, pero éstas fuentes se cerraron cuando Felipe III de España, en un esfuerzo por perjudicar económicamente a la República de los Siete Países Bajos Unidos, prohibió totalmente a los barcos neerlandeses el comercializar con sal de la Península Ibérica. Medida que si bien no tomó por sorpresa a los comerciantes del producto que ya la esperaban,4 si hizo urgente e impostergable para ellos, el encontrar un nuevo lugar en donde proveerse del mismo, siendo precisamente Araya, el optimo para tal fin.

2.2. Las salinas de Araya

Descubiertas por Alonso Niño y Cristóbal Guerra entre 1499-1500, Pedro Mártir de Anglería las divulga por Europa en sus Décadas5, escribiendo de ellas:

...En aquella playa de Paria hay una región llamada Haraya, que es notable por la fuerza de los vientos, empuja las aguas a una vasta planicie que hay allí junto y, saliendo el sol, cuando se tranquiliza el mar, se coagulan en blanquísima y óptima sal; y si acudieran allí pronto antes de que llueva, podrían cargarse cuantas naves surcaran el mar...6

Pero no es sino hasta 1569 cuando el Gobernador de Cumaná, Don Diego Fernández de Serpa toma posesión jurídica de las misma incorporándolas definitivamente a su Provincia y explotándolas por primera vez pues, “con ayuda de doce soldados y trescientos indios extrajo en ocho días más de 4.000 fanegas de sal”7, no obstante, pronto se olvidan de ellas. La metrópoli era productora de sal y no necesitaba el producto, y la actividad económica de la región estaba completamente dominada por las pesquerías de perlas de Margarita.

El ingeniero Bautista Antonelli, en el informe resultado de su visita los días: 19, 20 y 21 de junio de 1604, y titulado Relación de la Gran Salina de Araya, la ubica en diez grados de altura entre el trópico de Cáncer y la Equinocial”8, mientras que el Gobernador de Cumana, Don Diego Suarez de Amaya en carta al Rey de fecha 13 de mayo de 1603, las describe de la siguiente manera:

La dicha salina está a dos leguas de aquí en esta mi jurisdicción, y diez y siete del puerto de la Margarita; tiene de largo una buena legua, y está prolongada del Nordeste al Sudeste, y por lo más ancho tendrá de quinientos a seiscientos pasos... Y el puerto será capaz para estar surtos en él más de doscientos (se refiere a navíos); y desde el dicho puerto, que está al Oeste, asta la salina, ay quatrocientos (sic) y cincuenta pasos de los míos, de tierra llana y arenisca.9

Por lo que, Araya era una laguna de sal natural, sal gema que las lluvias disolvían y depositaban en un lago, de excelente calidad, “30% mejor que la de la península ibérica”10, dura como una piedra, por lo que fácilmente podía resistir el calor y la humedad de la larga travesía del Atlántico, separada del mar, pero con fácil acceso desde éste a través de un amplio puerto natural, sin ninguna defensa llamado Arcón de Refriegas, pero sobre todo, sumamente rica en sal. Suarez de Amaya indica que: “Es tan abundante, y crece la sal con tanta fertilidad que, si pasado un mes de haber cargado trescientos navíos, volvieren otros tantos a cargar de la misma parte donde cargaron los primeros, hallarán tan crecida la sal como si nunca se hubiese tocado en ella”11.

Tales ventajas fueron sin duda apreciadas por el Capitán holandés Daniel de Mugerol, quien según carta de Don Luis de Fajardo al Rey del 25 de diciembre de 1605 “fue el primero que descubrió estas salinas de Araya (para los holandeses), y el que las gobernaba, llamando señor de ellas al conde Mauricio”12 en una fecha tan temprana como 1593, “y el que más daños y robos ha hecho en estas islas y costas de 12 años a esta parte”13. Por lo que no fue de extrañar que al prohibir Felipe III de España a los barcos holandeses el comercializar con sal de la Península Ibérica, “a partir de marzo de 1599 las resoluciones de los Estados Generales estén llenas de demandas y de comisiones de corso para barcos de sal, cuyo destino específico era Punta de Araya”14. Había comenzado en forma organizada y muy eficiente, “la primera exportación de América a Europa en lo que a materia prima se refiere”15.

Dicha explotación fue descrita en su informe por el ingeniero Bautista Antonelli en junio de 1604, de la siguiente manera:

...Cada ciudad tiene hechas en la salina sus planchadas ó tablado, unas tablas á lo largo y otras por encima, que atraviesan muy bien clavadas, donde se descarga la sal, que traen en las chatas, (…) las cuales traen cargadas de sal dos ó tres hombres á la sirga por el agua hasta la planchada, (…) y de allí a la mas tienen hechos cuatro ó cinco caminos entablados, por donde llevan la sal con carretones y descargan la sal en los bateles con que la llevan á las urcas.

...cuando hay luna salen á trabajar de noche por respeto del gran sol que hay de día (…) Sacan la sal estas naciones con picos y barretas, y luego la levantan con unas cuñas de hierro largas como quien saca piedras de una cantera.16

Estas urcas17, era un tipo de navío mercante diseñado por los holandeses para las costas bajas y las aguas agitadas de Flandes, no obstante, los mismos podían equiparse con artillería cuando incursionaban en parajes peligrosos, lo cual era el caso, tal como se demuestra por el hecho de que en el Congreso de la Sal de Hoorn de 1602, se acordaran medidas protectoras para los barcos que navegarían a “Punto Rey, en las Indias Occidentales, a cargar sal”18. Dichas medidas especificaban que: “los barcos navegarían conjuntamente a las órdenes de un Almirante y llevarían armas, artillería y catapultas”19.

Tales escuadras según narra el Gobernador Suarez de Amaya al Rey son “de cinco en cinco, y de seis en seis, y más, y menos, y la mayor escuadra no pasa de doze o quatorce”20, y cada una trae de “treinta a quarenta hombres”21, y vienen

...sin escoltas de navíos de guerra, pero artillados, zarpaban de los Países Bajos directamente a las Antillas Menores, situadas al este del Caribe. Allí por lo general en San Vicente, se aprovisionaban de madera y agua, capturaban y mataban algunas cabras y proseguían a Margarita. Desde esta isla se dirigían a Araya. (…). El promedio de armas de cuatro a doce cañones y algunos mosquetes y arcabuces.22

Una vez llegados a puerto, los marinos desembarcaban y comenzaban a sacar la sal, pero aunque la mayoría de los barcos eran urcas salineras, otras, llamadas de rescate, no venían vacías desde Holanda, pues a fin de obtener un beneficio del viaje de ida y abaratar el flete de la flota, dichas urcas traían una serie de productos que vendían de contrabando a los colonos españoles, supliéndolos así de las mercancías que España no les podía proveer, y llevándose como pago por las mismas las mejores perlas de Margarita. Al respecto el Gobernador Suarez de Amaya se quejaba al Rey:

Y no solamente las dichas urcas llevan sal, sino también traen algunas mercaderías, con que ellos y los navíos de rescate se llevan gran suma de perlas… y es que aunque se ponen guardias en la ranchería y los negros duermen debajo de llave, en viendo urca de rescate cerca de tierra, aunque este dos leguas de la ranchería, se van de noche a rrescatar con ella llevando las perlas de más valor…23

Así, al Gobernador le era imposible frenar el contrabando y se quejaba al Rey de

… la gran desberguenca de estas urcas que se nos vienen a poner a bista de ojos porque vayan a rrescatar con ellas y yo hago todas mis diligencias para ebitar esto, y como esta ciudad (se refiere a Cumaná) tiene tantas entradas y salidas por el monte que salen al mar, no puedo por mi persona acudir a todas, y ay pocos de quien fiar un puesto que lo guarde bien…24

Además, la continua presencia de barcos salineros frente a Cumaná (en ocasiones había hasta 40) obligaba a los vecinos de la villa a mantenerse vigilantes y armados, dejando abandonados sus cultivos de tabacos y sus hatos de los Valles de Cariaco y Cumanacoa. El Gobernador Suárez de Amaya había establecido un puesto de guardia en el Monte Maurica, ubicado sobre la salina, donde unos vigilantes avisaban con señales de humo y candeladas los movimientos de las urcas holandesas. Con ello armaba a los pocos vecinos, ‘37 hombres’25, y llevaba una estadística del número de barcos que llegaban. Más nada podía hacer, y los holandeses lo sabían, por lo que explotaban la sal confiadamente.

Su estadística sin embargo, enviada al Consejo de Indias, es ilustrativa de la gravedad de la situación y de cómo España había perdido, ante la magnitud de la presencia holandesa, no solo el control de la salina, sino también el dominio del mar. El anteriormente llamado mare clausum, había dejado de ser no solo cerrado para todo aquel que no fuera español, sino que los españoles se sentían cercados en Tierra Firme por no poder usarlo con seguridad, tal como lo expresa en Gobernador al Rey: “los navíos [holandeses] nos tienen aquí cercados, de manera que no entra en este puerto navío ni fragata ni varco del trato de los que solían bastecer esta tierra”26.

Datos proporcionados por Don Diego Suarez de Amaya al Consejo de Indias27:

 

Ante esta situación el Gobernador Suarez de Amaya planteaba al Rey varias alternativas, las cuales pasaban por añejar la salina con agua de mar para hacerla inútil, enviar la Armada de Barlovento28 o suministrarle a él: “Dos o tres galeras bien armadas de infantería y chusma, que con ellas me obligo defender que las urcas no tomen sal, haziendoles los daños posibles”,29 pero España, con sus eternos problemas presupuestarios, nada podía hacer en esos momentos, y Felipe III hizo oídos sordos a las suplicas de Su Gobernador.

2.3. La Batalla naval del puerto de Ancón de Refriegas

La primera respuesta concreta que da el Consejo de Estado a las múltiples cartas de suplicas que desde 1600 le enviaba el Gobernador Don Diego Suarez de Amaya fue la visita del ingeniero Baptista Antonelli, junto al Capitán Pedro Suárez Coronel, a las salinas de Araya los días 19, 20 y 21 de junio de 160430. De dicha visita proviene el informe: Relación de la Gran Salina de Araya, que Antonelli envía al Rey, y en donde se descarta añejar la salina por ser naturalmente imposible, recomendando en cambio la construcción del Castillo, decisión que para entonces fue postergada por falta de dinero.

No obstante, consciente de que algo se debía hacer para sacar a los holandeses de la salina, el Rey por fin opta por la solución militar, y en septiembre de 1605, la Armada Real del Mar Océano, al mando de Don Luis de Fajardo, e integrada por 14 galeones, 4 pataches y 1 carabela, zarpa de Lisboa con destino oficial Flandes, a fin de burlar el espionaje holandés, y evitar cualquier aviso que haga desaparecer a las urcas de Araya.

Avistada el 5 de noviembre de 1605 la isla de Margarita, Don Luis Fajardo dividió la flota en dos brazos, para copar los barcos que estuvieran en la salina, e impedir que las urcas escaparan por el lado contrario de donde se presentaba la Armada, de allí que el éxito fue completo. Los galeones coparon a las 8 urcas que se encontraban cargando sal en el puerto de Ancón de Refriegas, y los holandeses no intentaron ni defenderse, “dándose a la huida, a fuerza de remos, sobre los bateles que empleaban para el transporte de sal”31, y llegando de esta manera a tierra para intentar esconderse en los montes cercanos. Al otro día, 7 de noviembre de 1605, Don Luis Fajardo, en una “pequeña operación en tierra los capturó e hizo cumplir las leyes establecidas respecto a piratas in fraganti”32 condenándolos a todos a muerte y ejecutándolos.

No obstante, antes de llegar al puerto los galeones españoles, un patache holandés cuyo Capitán era Daniel de Mugerol, quien como mencionamos anteriormente administraba la salina en nombre del Conde Mauricio, salió a reconocer a la Armada por encima de los bajíos, y cuando supo que eran barcos españoles, intento darse a la fuga haciendo señales al resto de los barcos de la salina para que huyeran. Abordado por dos chalanas, aunque peleó cuanto pudo, Mugerol terminó rindiéndose al caer herido, por lo que fue puesto preso y ejecutado en la horca al día siguiente.

Esta fue la primera batalla naval realizada en aguas del Caribe Venezolano, y aunque las señales que hizo Mugerol antes de su captura fueron sufi cientes para que otros dos pataches holandeses escaparan, al final de la jornada del 6 de noviembre de 1605, la Armada Real del Mar Océano había cumplido con la misión que se le había encomendado33, pues no solo capturó las urcas salineras, sino que también destruyó toda la infraestructura que para la carga de la sal, tenían instaladas los holandeses en el puerto de Ancón de Refriegas, y desarticuló la red comercial dirigida por Mugerol, capturándolo y ejecutándolo.

Es de resaltar que, los relatos holandeses destacan la crueldad española en virtud de que consideraban a los mismos como simples piratas y no como corsarios, pues al no reconocer la Independencia de la República de los Siete Países Bajos Unidos, tampoco España aceptaban sus patentes de corso, de allí que:

Trataron muy rudamente a los capitanes y las tripulaciones. Algunos fueron ahogados, y a otros más les partieron las piernas. Cuando menos ocho de los cargueros de sal eran de Hoorn, y la ciudad sufrió una pérdida material de más de 100.000 florines. Más profunda que el sacrificio monetario, sin embargo, fue la estela de amargura que los españoles dejaron con sus acciones en Punta de Araya34

Don Luis Fajardo permaneció un mes cerca de Araya e hizo una buena caza pues capturó otras 4 urcas, 1 patache y 2 navíos, con cargas superiores a 37.000 ducados, aparte de 120 esclavos, dejando a los holandeses “completamente intimidados”35. El comercio de sal en Araya se perdió casi por completo y “los efectos fueron, efectivamente muy sensibles, sin llegar a reponerse antes de la Tregua de los Doce Años”36 de 1609. Por ella, Holanda pudo volver a comprar sal española en Sanlúcar y Setúbar a precios muy convenientes, y los cargueros de sal dejaron de aparecer por Araya.

3. La segunda batalla de la sal

En 1609 Felipe III de España reconoció la Independencia de los Países Bajos y cesaron las hostilidades, no obstante, en 1618 se inició en Europa la Guerra de los Treinta Años, en donde España y la República de los Países Bajos volvieron a enfrentarse. Con ella, la presencia de los holandeses en el Caribe y en Araya resurgió.

3.1. Regresan los holandeses

A principios de la segunda década del siglo XVII los holandeses regresan a Araya, y esta vez vienen con el fi rme propósito de no abandonar las riquezas de la salina, por lo que son más cuidadosos en la defensa de la misma. En el mes de septiembre de 1621, siendo Gobernador de Cumaná, Don Diego de Arroyo y Daza, seis navíos arriban al puerto de Ancón de Refriegas, reconstruyen de nuevo las obras necesarias de caminos y tablazón para la explotación de la sal y, para evitar sorpresas españolas, edificaron un pequeño fuerte de madera que traían pre-ensamblado en las urcas, armándolo con 6 piezas de artillería. El 23 de septiembre al amanecer, el Gobernador Arroyo con su gente y los holandeses se encuentran en el río Bordones cuando los segundos van a buscar agua, pues como lo manifestó el ingeniero Antonelli en su informe: ‘En toda esta tierra de la salina no se halla gota de agua de beber, y ansi todos los sábados envían las urcas sus bateles á traer agua del rio de Bordones, que está cuatro leguas de la salina poco más o menos’37. No obstante, solo hubo dialogo en esa oportunidad, y poco después, aprovechando un momento sin actividades, el Gobernador destruye por sorpresa las instalaciones en las salinas.

Posteriormente llegaron 10 urcas holandesas y despacharon lanchas al río Bordones para abastecerse de agua. Pero esto ya no era fácil. Arroyo se había hecho fuerte en el río, a fi n de cortar a los holandeses el suministro de agua dulce, consciente de que no podía evitar que explotaran la salina. Dándose cuenta de la presencia de los españoles, tres urcas se acercaron a la costa disparando su artillería, mosquetes y pedreros, mientras desembarcaban hombres para asaltar las trincheras españolas. No lo lograron. “La resistencia fue dura, y los enemigos se reembarcaron, dejando muchos muertos y heridos”38. Posteriormente se cavaron “20 sepulturas para los muertos”39.

El 15 de enero de 1622 llegaron dos urcas salineras, y nuevamente son rechazadas, en la orilla del Bordones cuando fueron a buscar agua, pero luego se presentó en Araya una escuadra de 27 urcas, que desembarcaron una gran cantidad de hombres protegidos por alrededor de 500 arcabuceros y mosqueteros. Estos hombres se emplearon, unos para sacar sal y otros para construir dos fuertes: “Uno sobre la salina, en donde plantaron trece piezas con cincuenta hombres dentro, y otro cercano al mar, con cinco piezas”40 de artillería. El Gobernador Arroyo y Daza, quien solo disponía de “ciento vente hombres, sin armas ni municiones con qué combatir”41, nada pudo hacer contra ellos, pero por suerte para él, los holandeses se marcharon después de cargar la sal que quisieron, y no trataron de consolidar una posición permanente en la salina, como la que tenían en tiempos de Daniel de Mugerol.

No obstante el riesgo esta vez fue muy real. Era imperativo proceder a tomar las medidas necesarias para el caso ya que la subsistencia de la Gobernación de Cumaná, y posiblemente la de Margarita estaba en serio peligro. Ante ello, la Junta de Guerra del Rey Felipe IV, decretó el 15 de enero de 162242 la construcción de un fuerte en la Punta de Araya, tal como lo recomendara en su momento el ingeniero Bautista Antonelli, ordenando que se suministrara para el mismo “las armas convenientes, y de 100 infantes subordinados a dicho gobernador, 20 piezas de artillería, 30 arcabuces y 40 mosquetes con todos su aderezos”43. Afortunadamente para España y para el Gobernador Arroyo Daza, estos 100 infantes y sus armas, llegaron a tiempo para repeler, en su momento, un gran ataque holandés y así salvar la salina.

3.2. La Gran Fortaleza Real. Fuerza de Santiago de Arroyo de Araya44

El inicio de la construcción del castillo de Araya es narrado con toda precisión por el Gobernador de Cumaná, Don Diego de Arroyo y Daza, en la Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca, Governador y Capitán General de la Provincia de Cumaná tuvo en la gran salina de Arraya (sic) en 30 de Noviembre del año pasado de 622 y a treze de enero deste año (1623), contra cientoy cuatro navíos de Olandeses, afi rmándose en dicho documento que:

La Flota salió de Cádiz a 17 de julio de 1622 y los pertrechos y fuerzas llegaron a Cumaná el 18 de agosto de ese año. El 19, comenzó Arroyo Daza a reunir bastimentos y materiales para la fortificación. Invitó al Gobernador de Margarita don Andrés Rodríguez de Villegas y el 24 se hallaban juntos en Araya cada uno con su respectivo séquito. Fue elegido para fortificar el cerro de Daniel, llamado así porque en 1605 cuando el Almirante del Mar Océano, Don Luis Fajardo hizo la limpieza de corsarios en esas costas, colgó allí al corsario Daniel Moxaron. Después de haber pasado revista a la Infantería, el día 30 de agosto se hallaba la artillería encabalgada y puesta sobre el cerro. Esta es la fecha de la fundación de Araya y ese día se le puso el título de Santiago del Arroyo.45

De allí que la Real Fortaleza de Santiago del Arroyo de Araya es la primera y más antigua fortificación en territorio venezolano que ha llegado hasta nuestros días, además de ser la más grande46, la más compleja, y sobre todo, la única que cuenta con el respaldo de los Antonelli. Uno de los apellidos más famosos entre los ingenieros militares en América.

Así, el castillo de Araya tiene el aval de tres miembros notables de esa familia. Bautista Antonelli, el ingeniero militar de Felipe II, quien reconoció, estudió y recomendó el sitio de la salina donde fue erigido el fuerte cuando visitó la misma en 1604; Cristóbal de Roda Antonelli, Ingeniero Jefe con sede en Cartagena, quien recibió del Rey Felipe IV el encargo de elaborar el proyecto del castillo, “buscando antecedentes entre los papeles que dejó Antonelli [se refiere a Bautista]”,47 y comenzó la obra, trasladándose a tal fin a Araya en 1622; y por último Juan Bautista Antonelli, hijo de Bautista y sobrino de Cristóbal de Roda, quien poseedor de los papeles de su padre viajó con su tío a Araya en 1622, y por 8 años, desde 1622 hasta 1630 estuvo al frente de la construcción48. Es de resaltar aquí que: “La firma Antonelli era la más prestigiosa en la ingeniería militar española de la época”49.

Con el castillo de Araya, se inicia en Venezuela un complejo y extenso sistema estratégico militar concebido para conservar el dominio de España sobre Tierra Firme, consolidar la defensa de la misma, controlar las rutas marítimas a barlovento y neutralizar los ataques enemigos en las aguas del Caribe. Araya era la llave de todo esto, pues como escribió el Gobernador Arroyo y Daza al Rey: “si el enemigo se fortifica (en Araya), se hará dueño de esta provincia… y la isla Margarita y Caracas, por estar esto a su barlovento, y aún Cartagena y Protobelo.”50

España entendió el mensaje de su Gobernador y el castillo cumplió su misión. La Armada de Don Luis Fajardo había destruido las urcas salineras y las instalaciones de carga de sal del puerto de Ancón de Refriegas, pero los holandeses habían regresado; el Gobernador Arroyo y Daza había quemado los fuertes holandeses en las salinas, pero los barcos neerlandeses habían retornado. Únicamente la construcción del castillo a partir de 1622 logró el propósito de sacarlos de allí en forma permanente, pero para ello, la fortaleza tuvo que resistir uno de los más formidables ataques que se perpetraron en un territorio de la Provincia de Nueva Andalucía en toda su historia colonial. Solo entonces derrotada, Holanda abandonó Araya para siempre.

3.3. No sé que aya abido tan grande victoria en el mundo51 El 27 de noviembre de 1622, lo vigías españoles del monte Maurica en Araya avistaron una flota muy numerosa de 43 urcas que avanzaba entre la costa firme y la isla de Coche con destino a la salina, y ante la inminente batalla, el Gobernador Arroyo y Daza se dispuso a hacerles frente desde la incompleta fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya, iniciándose el combate el martes 28 de noviembre, cuando la nave capitana holandesa y otros barcos, se acercaron al fuerte para batirlo a cañonazos. A pesar de responder de igual manera, con fuego de artillería, los cañones españoles no lograron alejar los barcos enemigos quienes repitieron el bombardeo al día siguiente, mientras que otras naves de la flota desembarcaban más de mil52 hombres para el asalto por tierra, a cuyo peligro respondió el Gobernador ordenando construir una trinchera para reforzar la defensa del sitio probable por donde el enemigo atacaría la fortaleza.

En su Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca, Governador y Capitán General de la Provincia de Cumaná tuvo en la gran salina de Arraya (sic) en 30 de Noviembre del año pasado de 622 y a treze de enero deste año (1623), contra ciento y cuatro navíos de Olandeses el Gobernador Arroyo narra la batalla de la siguiente manera:

El atacante comenzó la carga con mosquetería, y al acercarse al fuerte pregonando victoria solicita la rendición de los españoles. La defensa ordenó una carga al enemigo, y logró detenerlo cuando ya estaban a medir picas sobre el mismo trincherón. (…) En el momento más duro de la acción se oyó una voz que anunciaba la muerte del general enemigo así como la de quien traía la bandera, lo que animó más a los defensores; y ante los continuos y duros ataques de éstos, los holandeses, que habían tenido mucha bajas volvía a espaldas53, y a gran priesa y sin orden se fueron retirando a sus lanchas que habían dejado con gran escolta de gente54.

Por lo que Arroyo y Daza, al observar que los enemigos comenzaban a flaquear, arremetió contra ellos hasta empujarlos a sus navíos, los cuales en virtud de que el viento era escaso, fueron castigados inclementemente por las únicas 6 piezas de artillería que le quedaban a los españoles55, quienes lograron echar a pique al menos a 3 urcas, averiando severamente a la Capitana y a la Almiranta, que eran los barcos más cercanos al fuerte. Una vez levaron anclas los enemigos, los españoles pudieron recibir refuerzos de Cumaná y de Margarita, “éstos últimos en número de ciento cincuenta hombres enviados por el Gobernador de la Provincia Rodríguez de Villegas. Todos se sumaron a las defensas. El 2 de diciembre los vigías avistaron que venían diez y seis naos por el canal de Tierra Firme y Coche. Al día siguiente la capitana echó bandera de consejo y a mediodía se vio salir una lancha a la vela con una bandera blanca a la vuelta del fuerte”56. Los holandeses escribieron al Gobernador español que rindiera el castillo y “que de no hacer lo que le pedía le había de degollar,a él, y a todos cuantos había en el fuerte”57, e igualmente pocos días después, le mandaron otra carta con “muy grandes amenazas, si no le dejaban sacar sal de la salina y que dexándoselo sacar serían grandes amigos y le regalarían mucho”58. Arroyo se contentó con responder —según él mismo dice— como leal vasallo de su Majestad que: “Su Rey le tenía allí puesto para defenderles que no tomasen sal, y que no podía conceder con lo que le pedía, sino pelear hasta morir, y que no volviesen a enviar mensaje alguno, porque habría de ahorcar al que lo trajese”59. Con lo que, roto el dialogo, y tras tenerlos sitiados durante 16 días sin lograr su rendición, el 8 de diciembre de 162260 los holandeses se marcharon.

Al mes siguiente, el 13 de enero de 1623 llegaron otras 41 urcas holandesas frente a Araya. “Sólo uno de ellos, si hemos de creer al informe de Arroyo Daza, lanzó más de 1.500 balas contra el Fuerte”61 durante dos días sin lograr su rendición. Para entonces, los españoles habían adquirido mayor precisión en sus disparos y obligaron a los holandeses a retirase para ponerse fuera del alcance de su fuego y, finalmente, a regresar a Holanda sin poder cargar la sal. Para entonces, 106 urcas holandesas habían hecho el viaje a la salina enfrentándose al castillo y regresado a Europa sin sal.

Sin ninguna duda, el Gobernador Arroyo y Daza podía sentirse orgulloso de su acción bélica. Según sus cálculos había impedido a los holandeses obtener una ganancia de dos millones de ducados62, sólo por concepto de la venta de sal: ‘porque en Holanda hacen de una desta tres, y la venden cada fanega a cuatro o cinco ducados, y benefician sus cosechas de pescados, queso y manteca y cecina, de que hinchan todo el mundo’63. Con ayuda de un escribano público

el Gobernador contó las bajas de sus enemigos y sumaban más de 300. Muchos más que las de los españoles. El fuerte en Araya había sido una barrera en extremo efectiva, y su defensa una acción heroica y desigual que había rendido enormes frutos. Exaltado por su victoria, en carta al Rey Felipe IV, enviada desde Cumaná el 15 de abril de 1623, el Gobernador Don Diego de Arroyo y Daza se vanagloriaba de su éxito escribiendo sin modestia: ‘no sé que aya abido tan grande victoria en el mundo’.64

4. Acciones finales

Tras la Batalla en el Castillo de Araya, la Armada de la Nueva España con 14 galeones al mando del Almirante Tomás de Larraspuru, realizó una operación de limpieza de holandeses en el puerto de Ancón de Refriegas capturando 6 urcas salineras y puso en fuga otras que se encontraban contrabandeando65, y aunque en 1626, la poderosa flota de corsario holandés Balduino Enrico66 amenaza a Araya, y consigue incluso explotar alguna sal, la presencia permanente del castillo, en donde Arroyo recibe nuevos refuerzos en hombres y artillería, los aleja definitivamente de la salina, aunque no los disuade de seguir buscando sal en otras partes del Caribe. Para entonces, De Laet publicó su libro titulado: Nuevo Mundo o Descripción de la India Occidental, e incluyó en el mismo información muy valiosa acerca San Martín, Bonaire y La Tortuga, como islas ricas en sal, así como el rio Unare, mencionando especialmente que dichas áreas estaban sin resguardo, lo que despertó el interés del Heren XIX o Consejo de Delegados de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales.

4.1. La Tortuga

Aunque sus salinas eran conocidas por los holandeses desde la época de Daniel de Mugerol, fue a raíz de la derrota en Araya a manos del Gobernador Arroyo y Daza y de la publicación del libro de De Laet, que la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales se interesó por la isla y en 1627 envió dos barcos a inspeccionarlas.

En 162867, el Rey Felipe VI envió al Gobernador de Venezuela Don Francisco Núñez Melean junto al ingeniero Juan Bautista Antonelli, que estaba para entonces al frente de la construcción del castillo de Araya, a examinar las salinas de La Tortuga y constatar la posibilidad de su explotación por parte de los Países Bajos. En su informe, Antonelli restó importancia a la salina, porque se inundaba en la estación de lluvia y no era adecuada en la seca, pero los holandeses no pensaron lo mismo y poco después un convoy de la Armada General de Holanda, comandado por Peter Petersen Ahien, tomó posesión de la pequeña isla y dejó un contingente de hombres para la explotación de su sal.

Es de resaltar que a diferencia de Araya, donde había un yacimiento natural de sal, en La Tortuga la misma derivaba del mar y debía ser extraída del agua, razón por la cual los industriosos holandeses debieron de construir un complejo sistema de 11 bombas, que impulsaban el agua desde el mar a través de canales hasta pequeñas lagunas artificiales, en donde el liquido se evaporaba por la acción del sol acumulando la sal. Ésta, una vez seca era transportada en carretas por un entablado hasta un muelle “que se adentraba más de 100 pasos en el mar”68, y en el que cuatro naves podían cargarla simultáneamente. Desde una plataforma, tres cañones protegían todo el extenso complejo, que en su comienzo [1630], permitía cargar “30.000 carretas en 4 barcos, y para 1632 producía un acopio semanal de 12.000 fanegas, que una treintena de barcos almacenan simultáneamente en sus bodegas”69.

Obviamente Caracas se enteró de esta actividad70 y el Gobernador Núñez Meleán despachó en 1631 una expedición militar al mando del Capitán Benito Arias Montalvo, con 6 piraguas, 40 soldados con armas y municiones, y 117 indios flecheros a la Tortuga, pero cuando llegaron, el grueso de la fl ota holandesa se había ido y solo quedaban dos urcas cargando sal, que aunque grandes y armadas71, fueron tomadas por la acción de Arias Montalvo quien: “...atacó con artillería y arcabuces con tanta prisa y buena orden que no tuvo lugar el enemigo a marear la dicha urca, y abordó con ella con tanto animo y presteza, que sin haber cabo ni escalera, fueron subiendo por las cintas y pernos de ella y ganando la cubierta”.72 Posteriormente va el Capitán Pedro de Lovera Otáñez “con una lancha, dos piraguas, con soldados e indios y sus armas a la dha isla a desbaratar Rostar y quemar los muelles y demás artificios que los enemigos tenían hecho para la toma desta sal”73.

No obstante lo duro del golpe, el efecto duró poco y al año siguiente, 1633, Jacinto Amaya, observó que construían de nuevo muelles e instalaciones, “edificadas con mayor fundamento, mas fortaleza e invenciones de bombas; plataforma de tabla y fajina terraplenada, con tres cañoneras, dirigida una al atracadero de los navíos, otra a la salina y la otra al monte”74, y posteriormente reportó la llegada de 18 urcas salineras, por lo que Benito Arias Montalvo, ya nombrado Gobernador de Cumaná, volvió a la Tortuga, y expulsó las 5 urcas que quedaban cargando sal allí, destruyendo de nuevo las instalaciones.

Una nueva incursión holandesa tiene lugar en 1638, y repetidamente Benito Arias Montalvo interviene para desalojarlos. Capturando una balandra, y enterándose por ella de la fuerza del enemigo, formó una armada de 3 piraguas con 150 soldados y un grupo de indios flecheros y llegó a la isla el 8 de mayo antes del amanecer, emboscándose muy cerca del fuerte construido por los holandeses. Éste era de “tablas de madera de media vara de grueso y lleno de piedras, de veinte y un pies de alto, provisto de 8 piezas de artillería, con una estacada de alrededor de un estado de alto y lleno de tablas alrededor clavadas con puyas de hierro,”75 pero tras 4 horas de combate con artillería y mosquetería, los españoles lograron abrir un boquete por donde pudieron penetrar, degollando a 40 los defensores y perdiendo 7 soldados y 4 indios en el asalto, además de tener 20 heridos, tras de lo cual el fuerte fue desmantelado, las piezas de artillería capturadas llevadas a Araya, y las 8 urcas salineras que se encontraban en la isla, huyeron a toda vela rumbo a Europa, llevándose en ellas a los sobrevivientes de la batalla76.

Posterior a esto, por recomendación del ingeniero Juan Bautista Antonelli se inundó la salina, y hasta la Paz de Westfalia o Munster del 30 de enero de 1648, se asume, pero no se conoce a ciencia cierta, si hubo otras incursiones holandesas en La Tortuga. Goslinga indica que el balance final para Holanda de sus expediciones en la isla fue de 195 muertos y 39 capturados, y que las diversas tomas de la isla le costaron a España 40.000 reales77.

4.2. El Unare

En 1633, en su constante búsqueda de la sal, los holandeses descubren una nueva salina en la Provincia de Nueva Andalucía, en la desembocadura del río Unare, a 24 millas al oeste de Cumanagoto, y decididos a explotarla, pronto llegan a ella 10 urcas cuya tripulación edifican un fuerte78 y la infraestructura de madera necesaria para sacar la sal. Enterado de ello, el Capitán Benito Arias Montalvo, Gobernador de Cumaná, “reúne a toda prisa 95 soldados y 200 indígenas flecheros, los embarca en 14 piraguas y el 25 de agosto de 1633 zarpa al mando de la pequeña flota”79 llegando en la mañana del día de San Agustín a las costas de Uchire, y en la noche del mismo al Morro de Unare, “a media legua del asentamiento enemigo”80. Al amanecer del día siguiente, es decir el 29 de agosto de 1633, estando los holandeses atrincherados en el fuerte:

…a la voz de Santiago, (los españoles) avanzaron a la carrera, (…) valiéndose de tablas y como pudieron, le subieron y asaltaron (el fuerte). El enemigo se retiró a una barraca, donde con chusos y otras armas sin pedir misericordia, se defendieron hasta morir, por cuya causa se mataron e hirieron todos, y los muertos fueron más de ochenta holandeses y treinta y seis que se cogieron heridos81.

Muchos holandeses que extraían sal se salvaron nadando hacía las 10 urcas, y en la tarde de ese mismo día 29 de agosto, los indios cumanagotos, aliados de los holandeses atacaron en represalia por la toma del fuerte a un destacamento español, “con que se confirmó y vido la amistad y conveniencia que los indios tenían con los holandeses”82. El 31 de agosto el Gobernador embarcó su gente, junto a la artillería capturada y todo lo que tomaron del enemigo, quemando el fuerte, el muelle y “mucha cantidad de carretones y tablón que los dichos holandeses tenían en tierra para cargar la sal”83, llegando el 4 de septiembre de 1633 victoriosos a Cumaná.

No obstante, tal como pasaba en La Tortuga, los holandeses no iban a renunciar tan fácilmente a dejar de explotar las salinas, y el 4 de abril de 1640 pasan por el litoral de Unare, 22 naves holandesas84, bajando hombres a tierra y encargando a los indígenas bastimentos para regresar y poder establecerse de nuevo en ella: “gallinas, patos y otros mantenimientos, porque muy brevemente habrían de dar la vuelta, y no para volverse air como otras veces, sino para estar de asiento, y vivir siempre con ellos”85, con lo que se establece claramente la intensión de Holanda de establecerse definitivamente en Tierra Firme, desplazando a los españoles como colonos, como ya lo estaban haciendo con los portugueses en el noreste de Brasil.

En agosto de 1640, los vecinos de Barcelona vieron pasar hacia occidente, regresando a Unare, 8 velas enemigas que descargaron unos 600 ó 700 hombres en la salina y avisaron al Gobernador Don Juan Orpín el 18 de agosto. Éste rápidamente “avanzó de Nueva Barcelona hacia el Unare con dos banderas y ochenta españoles, y se juntó con otra bandera que venía de la Nueva Tarragona, con cuarenta españoles”86. Cuenta además con un nutrido grupo de indios Píritus, a los cuales promete su libertad a cambio de su apoyo.

De nuevo los holandeses asombraron a los españoles con el fuerte de madera, planeado y construido en Holanda, y armado acá en solo 7 días, y de nuevo éste fue penetrado por los locales, aunque en este caso la batalla principal fue fuera del mismo, pues inexplicablemente, al amanecer del 26 de agosto, más de 100 holandeses salieron de él para hacer frente a las fuerzas españolas que estaban atrincheradas afuera. La batalla fue cruenta y sangrienta, pero cuando el general holandés murió y los españoles entraron al fuerte por un boquete, los neerlandeses se retiraron reembarcándose en sus naves.

Asombrado por el fuerte, del que afirma que “causa admiración”87, Orpín se propone usarlo permanentemente para defender la salina, así como lo era la Real Fuerza de Santiago del Arroyo de Araya, pero la Junta de Guerra de Madrid dividida sobre si convenía cegar la salina y demoler el fuerte, o conservar ambos, no le contesta, y lo peor, no le envía el dinero necesario para mantener una guarnición en el fuerte. La pequeña salina de Unare no justificaba que se levantara en ella una importante edificación permanente como el castillo de Araya, y muchos critican el pequeño fuerte de madera por ser fácilmente incendiable. Una nueva amenaza holandesa en diciembre en la región de Chacopata convence a Orpin de actuar por su cuenta, y decide anegar la salina con agua dulce, destruyéndola por completo, así que como “también todas las otras salinas de allí”88.

Por último, hay que destacar como epilogo de la Batalla de Unare, que una Real Cédula expedida en Lonches el 3 de mayo de 1642 otorga a los indios Píritus el privilegio de no ser en adelante encomendados, elevándolos al rango de aristocracia indígena entre los indios del Oriente venezolano. Tal es el máximo testimonio jurídico de la contribución indígena venezolana por la defensa de nuestras salinas en la Segunda Batalla de la Sal. 5. Epílogo Por la Paz de Westfalia o Munster entre España y Holanda del 30 de enero de 1648, además de reconocerse la soberanía holandesa en las islas ocupadas (Aruba, Curazao, Bonaire y el sur de Saint Maarten), se establecieron varios convenios comerciales entre ambos países, y en uno de dichos acuerdos se pactó evitar la actividad ilegal de los holandeses en las salinas venezolanas. Por lo que cuando éstos posteriormente solicitaron al Consejo de Indias un permiso para volver a explotar la salina, se le recordó al artículo VI del mencionado Tratado donde: “…se ordena abstenerse de navegar y comerciar en todos los Puertos, Lugares y Plazas guarnecidas de fuertes o lonjas o castillos y en todos los demás poseídos por la una y otra parte.”89

Reiteradamente de 1649 a 1655 los holandeses solicitaron de Madrid un permiso para volver a explotar la salina de Araya y en todas estas ocasiones el Consejo de Indias se negó en virtud del recelo de Sevilla de perder el control directo sobre la comercialización de las materias primas americanas. Con ello se desaprovechó la oportunidad de que las salinas de Araya se convirtieran en un factor de acercamiento entre las Provincias Unidas y la Monarquía Católica, aunque dicho acercamiento, según afirma Graziano Gasparini, fue “el comienzo del fin para el castillo de Araya y el comienzo de las polémicas que cuestionan lo costoso de su mantenimiento”90.

En 1650 la dotación del castillo eran 200 hombres y su mantenimiento costaba 27.270 pesos anuales. En 1727 el costó aumentó a 31.923 pesos fuertes91. Dos años antes en 1725 un temporal había abierto una brecha en la playa y el mar había entrado en la salina, por lo que “el proyecto tan anhelado de inundar la salina lo ejecutó la propia naturaleza”92. Para entonces, el papel de las Provincias Unidas como refinadora e intermediaria entre los distintos mercados extranjeros de la sal hacía tiempo que había desaparecido. El 29 de julio de 1759, Madrid manifiesta lo inservible del castillo y solicita informes acerca de su demolición, y el 27 de agosto de 1761, el Gobernador de Cumana, José Diguja Villagómez, apoya la opinión metropolitana de destruir la fortaleza por considerarla inútil.

De allí que, a los 120 años de haber sido terminado, el castillo que puso fin a las incursiones holandesas y conservó Araya para España, fue volado en 1762 con 45 quintales de pólvora, a un costo de 4.640 pesos, 4 reales y 17 maravedis93. Con ello tiene lugar el último acto de las batallas que se libraron por nuestra sal.

Notas:

1 El término Batalla de la Sal para describir las acciones holandesas en las salinas de lo que hoy es la República Bolivariana de Venezuela, es empleado por Cornelio Goslinga en: Los holandeses en el Caribe. La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1983, p.110 y por Luis Brito García en: Demonios del Mar. Piratas y corsarios en Venezuela 1528-1727. Caracas. Comisión Presidencial del V Centenario de Venezuela, 1998, p. 366.

2 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 110.

3 Jesús Varela Marcos, Las salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento, Caracas, Academia Nacional de la Historia, Serie Historia Colonial, No 146, 1980, p. 53.

4 Las restricciones al comercio holandés con España habían comenzado con Felipe II a principio de la década de 1580 y se habían agudizado en 1588 tras la derrota de la Armada Invencible. Por cartas del 11 de enero, 9 de febrero y 12 de febrero de 1587, Felipe II expresa su preocupación por la entrada de mercancía holandesa en los barcos que venían a cargar sal en el Cantábrico, y ordena que se investigue el destino de dicha mercancía desembarcada. Datos tomados de Fernando de Bordejé Morencos, Tráfico de Indias y Política Oceánica. Madrid, Editorial Mapfre, 1992, p. 168.

5 Las Décadas fueron publicadas en Venecia, en España y en Londres, por lo que puede suponerse que el texto llegó a los Países Bajos, y a través de él los holandeses conocieron de la riqueza de Araya.

6 Pedro Mártir de Anglería. Décadas del Nuevo Mundo. Década I, libro VIII, en: Jesús Varela Marcos. Las Salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento. Caracas, Academia Nacional de la Historia. Serie Historia Colonial # 146, 1980, p. 57.

7 Pablo Ojer. Las Salinas del Oriente venezolano en el siglo XVII. Caracas, UCAB, 1962, p. 4.

8 Graziano Gasparini, Las Fortificaciones del Periodo Hispánico en Venezuela. Caracas, Ernesto Armitano, 1985, p. 235.

9 “Descripción de la Salina de Araya hecha en 1603 por D. Diego Suarez de Amaya, Gobernador de Cumana”. Archivo General de Simancas, leg 2.637. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob.cit., pp. 263-264.

10 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 112.

11 “Descripción de la Salina de Araya hecha en 1603 por D. Diego Suarez de Amaya, Gobernador de Cumana”. Archivo General de Simancas, leg 2.637. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob.cit., pp. 263-264.

12 “Carta de Don Luis Fajardo al Rey escrita sobre el paraje de Puerto Rico, en 25 de diciembre de 1605”. Archivo General de Simancas, leg 652. Tomado de Jesús Varela Marcos. Ob.cit., p. 204.

13 Ídem.

14 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 111.

15 Jesús Varela Marcos. Ob. cit., p. 56.

16 Juan Bautista Antonelli, “Relación de la Gran Salina de Araya” en Juan Agustín Ceán- Bermudez. Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España. Madrid, Editado por Eugenio Llaguno y Amirola, 1829, Vol III, p.282 citado por Graziano Gasparini, Ob. cit., p. 236.

17 Eran buques de 200 o 300 toneladas, anchos en su centro, fondos planos, de unos 40 metros de largo, y con gran capacidad de carga para el transporte de mercancías. Tenían castillos poco elevados, lo que, al reducir el volumen de obra muerta, mejoraba su comportamiento en el mar.

18 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 112.

19 Ídem.

20 En carta enviada al Rey en 1602 el Gobernador Suarez de Amaya especifica que: y las mas que han venido juntas ha sido este año (1602) que ha venido escuadra de diez y siete. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 75.

21 “Descripción de la Salina de Araya hecha en 1603 por D. Diego Suarez de Amaya, Gobernador de Cumana”. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 270.

22 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 113.

23 “Descripción de la Salina de Araya hecha en 1603 por D. Diego Suarez de Amaya, Gobernador de Cumana”. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 268.

24 Carta de Don Diego Suárez de Amaya al Rey. Cumana 14 de noviembre de 1600. Audiencia de Santo Domingo. Manuscrito 187. Sevilla. Archivo General de Indias. Tomado de Pablo Ojer, Ob. cit., p. 11.

25 Cumaná en 1600 solo tiene: 51 casas, de las que 9 ó 10 son de clérigos; pero si se tiene en cuenta que buena parte de los vecinos se hallan en sus labranzas a 6 leguas de la ciudad, y en las pesquerías de perlas, en realidad y en lo que respecta a la defensa sólo pueden servir 37 hombres. Carta de Don Diego Suárez de Amaya al Rey. Cumana 14 de noviembre de 1600. Audiencia de Santo Domingo. Manuscrito 187. Sevilla. Archivo General de Indias. Tomado de Pablo Ojer, Ob. cit., p 13.

26 Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 86.

27 Ibídem, p. 73.

28 La creación del la Armada de Barlovento para el Caribe fue mil veces pregonada a principios del siglo XVI y solo ejecutada después de 1640. Es por ello que Don Diego Suarez de Amaya solicitaba del Rey su intervención sin saber que realmente era solo un plan en discusión en la Corte.

29 “Descripción de la Salina de Araya hecha en 1603 por D. Diego Suarez de Amaya, Gobernador de Cumana”. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 266.

30 “Noticias transmitidas por el Duque de Medina Sidonia al Rey sobre las salinas de Araya”. Archivo General de Simancas, Sec. Estado, legajo 2.637. Tomado de Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 275.

31 Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 202.

32 Ibídem, p. 205.

33 En las órdenes que el Rey da a D. Luis fajardo le indica: “…privar a los dichos rebeldes de aquel beneficio (se refiere a la sal de Araya) y quemar y deshacer todos aquellos navíos y gente y todo lo demás que allí tienen hecho para el receptáculo y comodidad de la dicha carga.” Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 196.

34 Cornelio Goslinga, Ob.cit., p. 112.

35 Ibídem, p. 116.

36 Jesús Varela Marcos, Ob. cit., p. 206.

37 Juan Bautista Antonelli, “Relación de la Gran Salina de Araya” en Juan Agustín Ceán- Bermudez. Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España. Madrid, Editado por Eugenio Llaguno y Amirola, 1829, Vol III, p.282 citado por Graziano Gasparini, Ob. cit., p. 236.

38 Carlos Felice Cardot. Curazao Hispánico. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1982, p.113.

39 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 118.

40 Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 113.

41 Ídem. 42 Graziano Gasparini. Ob. cit., p. 238.

43 Carlos Felice Cardot, Ob. cit., p. 114.

44 Santiago por el Santo patrón de España. Arroyo por el Gobernador de Cumana, don Diego de Arroyo y Daza, y Araya por el sitio donde está construida.

45 “Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca, Governador y Capitán General de la Provincia de Cumaná tuvo en la gran salina de Arraya (sic) en 30 de Noviembre del año pasado de 622 y a treze de enero deste año (1623), contra cientoy cuatro navíos de Olandeses”. Madrid, Impreso por la viuda de Alonso Martín, 1623. Biblioteca Nacional. Madrid, manuscrito 2353, folios 193-194 vuelto. Tomado de Pablo Ojer, Ob. cit., p.17.

46 En las últimas tres décadas del siglo XVII se iniciaron en Venezuela la construcción de otras fortificaciones en Maracaibo, La Guaira, Cumaná, Margarita y Guayana, sin embargo ninguna tuvo una dimensiones comparables al castillo de Araya.

47 Graziano Gasparini. Ob. cit., p. 239.

48 ...tiene en su poder todos los papeles, plantas y descripciones que el dicho su padre hizo cuando fue á visitar… y V.M. le mandó que fuese á acabar la dicha fábrica del castito de Araya. Tomado de Graziano Gasparini. Ob. cit., p. 239.

49 Pablo Ojer, Ob. cit., p. 15.

50 Carta de Don Diego de Arroyo Daza, Gobernador de Cumaná, al Rey. Archivo General de Indias, leg. 5116. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., pp. 113-114.

51 Carta de Don Diego de Arroyo Daza, Gobernador de Cumaná, al Rey. Cumaná 15 de abrilde 1623. Tomado de Pablo Ojer, Ob. cit., p. 19.

52 Pablo Ojer, Ob. cit., p. 18, aunque Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 116. menciona que fueron setecientos hombres los asaltantes.

53 Goslinga menciona que los españoles tuvieron la buena fortuna de matar al Almirante holandés, al Alférez y a cuatro Capitanes, lo que desmotivó al resto de los asaltantes. Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 118.

54 “Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca, Governador y Capitán General de la Provincia de Cumaná tuvo en la gran salina de Arraya (sic) en 30 de Noviembre del año pasado de 622 y a treze de enero deste año (1623), contra cientoy cuatro navíos de Olandeses”. Archivo General de Indias. Audiencia de Santo Domingo, leg. 187. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 116.

55 Goslinga indica que 4 de estas piezas de artillería reventaron y que la puntería española dejó mucho que desear, siendo muchos más certeros los arqueros indios, quienes hostilizaron a los holandeses durante mucho tiempo. Cornelio Goslinga, Ob.cit., p. 118.

56 “Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca…. Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 117.

57 Ídem.

58 Ídem.

59 Ídem.

60 Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 117

61 Pablo Ojer, Ob. cit., p. 19.

62 Goslinga indica que el Kostverloren (pérdida de gastos) de los holandeses alcanzó 2 millones de florines en cargamento. Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 119.

63 “Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca…. Carlos Felice Cardot. Ob.cit., p. 118.

64 “Relación de las Victorias que don Diego de Arroyo y Daca…. Pablo Ojer, Ob. cit., p. 19.

65 Manuel Lucena Salmoral, Piratas, Bucaneros, Filibusteros y Corsarios en América. Madrid, Editorial Mapfre, 1992, p. 134.

66 Nombre que los españoles daban a Boudewijn Hendrijks o Bawdoin Hendrick. Su flota de 17 buques, lleva 1.500 hombres, y está muy bien armada, a tal punto que su nave capitana cuenta con 26 piezas de artillería, 2 de bronce y el resto de hierro, mientras que su almiranta contaba con 32 piezas, 6 de las cuales eran de bronce. Manuel Lucena Salmoral, Ob.cit., pp.136-137.

67 Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 163, pero Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 120 toma como fecha 1626, es decir previo a la llegada de los holandeses.

68 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 120.

69 Luis Britto García, Ob. cit., p. 393.

70 El 10 de junio de 1630 Seledón de Zuazola notificó a Caracas que poco antes habían llegado a la Tortuga, 6 urcas y otra había permanecido 8 días, tiempo en que se cargaron 2940 carretadas de sal, de una fanegada cada una. Informó además, que venían de la isla de Barbados, donde habían tomado y rescatado cantidad de tabaco a trueque de cuchillos y otras mercaderías. Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 163.

71 Una ellas tenía 600 toneladas y 22 piezas de artillería y la otra 300 toneladas y 6 piezas.

72 “Información de Benito Arias Montano”. Archivo General de Indias. Audiencia de Santo Domingo, leg. 209. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 164.

73 Mario Briceño Iragorri, Tapices de historia patria. Caracas, Talleres Litográficos, 1982, p. 127.

74 “Información de Francisco Núñez Meleán”. Archivo General de Indias. Audiencia de Santo Domingo, leg. 194. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 165.

75 “Relación enviada a Su Magestad, en que se da cuenta de la victoria que el capitán Benito Arias Montano, Gobernador de Cumaná y Alcalde de la Fuerza de Araya”. Archivo General de Indias. Patronato, leg. 274. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 166.

76 Datos de este párrafo tomados de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 166.

77 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 241.

78 Este era un poco menor que el construido en La Tortuga pues tenía: ‘catorce pies de alto, palo y tablas terraplenada; con cuatro caballeros, y en cada caballero dos piezas de artillería, que las seis eran de bronce, y las dos de hierro colado, y estaba rodeada de un foso de 12 pies de ancho con puerta elevadiza’. En: Relación cierta y verdadera del famoso suceso y victoria que tuvo el capitán Benito Arias Montano, sobrino del doctísimo Arias  Montano, natural de Eshemadura, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Nueva Andalucía y Ciudad de Cumana y Alcalde de la fuerza de Araya, por el Rey Nuestro Señor, contra los enemigos holandeses que estaban fortificados en una salina que está en riberas del río Unare, que es en esta gobernación, veinticuatro leguas de la ciudad de Cumaná. Madrid, Archivo Histórico Nacional. Diversos, leg. 323. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., pp. 168.

79 Luis Britto García, Ob. cit., pp. 396-397.

80 Luis Britto García, Ob. cit., p. 397.

81 “Relación cierta y verdadera del famoso suceso y victoria que tuvo el capitán Benito Arias Montano… Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 168.

82 Ídem.

83 Ídem.

84 Luis Britto García, Ob. cit., pp. 409.

85 “Memorial de Juan Orpín al Rey”. Archivo General de Indias. Madrid, Biblioteca Nacional, leg. 2.371. Folios 613-616 vuelto. Tomado de Carlos Felice Cardot. Ob. cit., p. 170.

86 Carlos Felice Cardot. Ob. cit., pp. 170-171.

87 “Memorial de Juan Orpín al Rey”. Tomado de Luis Britto García, Ob. cit., p. 411.

88 Cornelio Goslinga, Ob. cit., p. 124.

89 Manuel Herrero Sánchez, Ob. cit., p. 183.

90 Graziano Gasparini, Ob. cit., p. 253.

91 Datos tomados de Graziano Gasparini, Ob. cit., p. 253.

92 Graziano Gasparini, Ob. cit., p. 253.

93 Datos tomados de Graziano Gasparini, Ob. cit., p. 258.