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Tiempo y Espacio
versão impressa ISSN 1315-9496
Tiempo y Espacio vol.27 no.67 Caracas jun. 2017
Jo Guldi y David Armitage. Manifiesto por la Historia. Barcelona: Alianza Editorial, 2016.
Yuruari Borregales
Profesora de Geografía e Historia, egresada del Instituto Pedagógico de Caracas (UPEL-IPC). Magíster en Educación mención Enseñanza de la Historia. E-mail: yuruari_a@hotmail.com
Una dupla de historiadores adscritos a universidades estadounidenses se unieron hace un par de años con el fin de publicar una obra que, en hora buena y a fines de 2016 vio luz a su traducción en lengua castellana. El trabajo que presentamos constituye un contundente llamado de atención sobre la utilidad actual de la Historia y la función de sus historiadores, así como los desafíos que a partir de la segunda mitad del siglo XX moldean sus derroteros.
Enmarcados en la tradición de la longue dureé que se consolida en torno a la figura de Fernad Braudel hacia 1958, los autores realizan un análisis de la influencia y evolución de esta corriente histórica al tanto que describen su declive y el despliegue de los estudios en Microhistoria. En este punto comienzan a hilar lo que ellos describen como un resurgimiento de la larga duración, a la vez que exponen y cuestionan el estado actual de la Historia en la medida que enuncia una dirección a tomar. Si la historia no solo está llamada a permitirnos comprender el pasado y las causalidades del estatus quo, más aún debe ser terreno fértil de análisis y preparación del futuro público de la humanidad.
El texto coloca en relieve los enfoques que en ocasiones ponen en disyuntiva y limitan la Historia: cortoplacismo y perspectivas parroquiales respectivamente (ámbito espacio-tiempo), pues ambas son necesario superarlas en aras de establecer un relato que posibilite establecer patrones y puntos de inflexión, así como una narración no solo trasnacional sino mundial, estimadas convenientes en un entorno globalizado. Debido a que el tiempo, es centro de la profesión histórica, son los estudios de larga duración aquellos que mayor posibilidad tienen de ofrecer a la humanidad escritos susceptibles de generar propuestas de conducción mundiales.
Por otra parte, ponen la lupa sobre el papel de las universidades, puesto que tienen una responsabilidad cada vez mayor. La producción de conocimiento en la era digital debe, de forma imperante, trascender a la academia, ofrecer fórmulas de juicio de larga duración que expongan las causalidades, el estado actual de los problemas globales y las alternativas institucionales que servirían de palanca creativa y de redirección. Así mismo, preparar profesionales que empleen las herramientas de análisis que la tecnología ofrece, así como las big data (suerte de datos en series de alcance mundial, testimoniales pero por sobre todo institucionales), con el fin de hacer vigentes y competentes los estudios históricos, aplicables a los escenarios políticos, económicos, sociales y culturales que enfrentamos en el mundo actual.
Partiendo de las ventajas de la nueva longue dureé, a saber: flexibilidad mayor que la anterior, relación estrecha con nuevas fuentes y las big data, superior vigor crítico y orientación hacia el futuro público, se espera que la historia como ciencia y punta de lanza de las humanidades redimensione sus aspiraciones. Ha quedado relegada a una disciplina aislada de la crisis global en la que la economía ganó el terreno como asesora de gobernanza, así como la sociología e incluso la climatología, función esta que Clío en alguna oportunidad tuvo.
Entre los nuevos roles que la ciencia del pasado debe asumir podemos contar: Derrumbar los mitos y fundamentalismos que se han enquistado en la Historia hasta obstaculizar el juicio crítico de las nuevas generaciones de profesionales y del público general. Garantizar asesoramiento a la gobernanza mundial y las múltiples instituciones con el fin de determinar su funcionabilidad, viabilidad y alcances, ser esquemas de guía ante la crisis en torno a temas desesperadamente actuales como la desigualdad, el gobierno y el cambio climático, y otros tantos como la democracia y el capitalismo, ambos envoltorios no precisamente decorativos del orden mundial.
Sistematizar, de la mano de las herramientas digitales, las fuentes documentales y hacer accesibles redes de archivos que de otra manera estarían invisibilizados por velos institucionales, combatir burocracias creando redes alternativas y democratizando el acceso al conocimiento histórico y sus fuentes. En este sentido, tiene la doble misión de cuidar la selección, omisiones y manipulaciones en torno a los datos, ofrecer más que contexto a otras disciplinas, y por otro lado, crear relatos comprensibles y persuasivos a todo público superando el cerco académico.
Otras de las cuestiones en que proponen, la historia debe ponerse al día, estriba la necesidad de fusionar los aportes de los estudios micro históricos y macro históricos. Consideran los autores que esta primera ha fraguado un nivel de estilización y profundidad tal en sus estudios (episodios, fenómenos o biografías) que la larga duración tiene mucho que aprender.
No hay que perder la mirada sobre el hecho que los autores no temen en confesar que su texto tiene gran influencia anglófona, como ellos mismos le denominan, y en base a ello estiman diversas generalizaciones. Otro de los puntos, si se quiere, de controversia, estriba en el instar continuamente a los profesionales de la historia a tomar partido, fijar posición ante las diatribas modernas, lo que significaría quizás, entre otras cosas, mantener la chispa de discusión sobre el dilema de la subjetividad objetividad dentro de las ciencia sociales. Entre muchos otros elementos, sus consideraciones no hacen sino generar una muy productiva reflexión sobre el quehacer del historiador actual y su función a la luz de los continuos cambios del orbe.
La historia tiene un compromiso ineludible con la humanidad, básicamente el compromiso social de ponerse a tono con los avatares del mundo, no solo el de hoy sino de mañana. El futuro lo creamos ahora, en este momento, es menester atacar las exigencias actuales con estudios que desnuden las últimas consecuencias de nuestros cambios como sociedad y determinen las mejores posibilidades de conducción en todo tipo de órdenes; aportar ante la crisis esquemas que nos permitan entender el caos en el que de una u otra manera transita la humanidad, ofrecer soluciones alternativas ante nuestro futuro público sin relegar la responsabilidad a otras ciencias o disciplinas. El trabajo interdisciplinario más que nunca se impone, mientras que la historia de larga duración deja de ser cada vez más una opción para presentarse como una necesidad apremiante.