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Revista de Ciencias Sociales
versão impressa ISSN 1315-9518
Revista de Ciencias Sociales v.16 n.3 Marcaibo set. 2010
La historiografía política tradicional en la obra de Laureano Villanueva
Ruiz Chataing, David*
* Doctor en Historia, Magister Scientiarum en Historia de Venezuela Republicana, Licenciado en Historia, Universidad Central de Venezuela. Profesor a tiempo completo en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, adscrito al Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico de Caracas. Teléfono: 04143237571. E-mail: davidruizchataing@hotmail.com
Resumen
Se investigan las ideas políticas e historiográficas de Laureano Villanueva. Consultamos su producción escrita bibliográfica (libros y folletos) y parcialmente la hemerográfica. La indagación arrojó que Villanueva es un escritor político liberal, nacionalista, romántico, apegado a la historia política tradicional. Empero, sus biografías de José Antonio Páez, José María Vargas, Antonio José de Sucre y Ezequiel Zamora arrojan significativo conocimiento sobre la historia de Venezuela.
Palabras clave: Laureano Villanueva, liberalismo, historiografía tradicional.
Traditional Political Historiography in the Work of Laureano Villanueva
Abstracts
The political and historiographic ideas of Laureano Villanueva are investigated. His entire written bibliographical production (books and leaflets) and part of his newspaper articles were consulted. The investigation demonstrated that Villanueva is a political liberal, a nationalistic, romantic writer, attached to traditional political history. However, his biographies of Jose Antonio Paez, Jose Maria Vargas, Antonio Jose de Sucre and Ezekiel Zamora offer significant knowledge about the history of Venezuela.
Key words: Laureano Villanueva, liberalism, traditional historiography.
Recibido: 09-01-25 · Aceptado: 09-11-12
Introducción
Esta reflexión sobre Laureano Villanueva está inscrita en el marco de nuestro interés por las ideas políticas e historiográficas de nuestros más destacados escritores del siglo XIX venezolano. Se reconstruye la vida, la obra y el pensamiento de este distinguido representante del liberalismo y del cientificismo nacional de la segunda mitad del siglo antepasado. Registraremos sus adherencias a las ideas de progreso, civilización, igualdad en la libertad y a la percepción heroica y decisiva de las grandes individualidades en la historia.
Villanueva ausculta con sus trabajos el período independentista, las Repúblicas oligárquicas -conservadora y liberal-, y culmina con la guerra federal. Ubicándolas en sus contextos traza las vidas de José Antonio Páez, José María Vargas, Antonio José de Sucre y Ezequiel Zamora.
Intentaremos precisar, luego de la revisión de su producción escrita, su ubicación en el plano de las ideas y la historiografía. Su abordaje de las fuentes, el modo de exponer los resultados de sus investigaciones y la valoración de personajes fundamentales de nuestra historia.
1. La historiografía política tradicional en la obra de Laureano Villanueva
El historiador venezolano Laureano Villanueva nació en San Carlos, estado Cojedes, el 23 de marzo de 1840 y falleció en Caracas, el 12 de febrero de 1912. Es decir le tocó vivir en la República Oligárquica, en la Venezuela monoproductora del café, en la de las guerras civiles, los caudillos y los alzamientos permanentes. Pero, así mismo, transcurrió su juventud en un país en el que trataba de implantarse un proyecto nacional liberal. Igualmente alcanzó a observar durante los inicios de la hegemonía andina (1899-1945), el cese de la anarquía, el cierre del ciclo histórico de los jefecillos guerreros y los inicios de la dictadura -de cobertura nacional- de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Fue testigo, al final de su vida, del proceso de concentración política del poder y de la definitiva integración nacional. Se graduó de Médico, ejerció el periodismo, la política y el oficio de historiador.
En su condición de profesional de la Medicina, practicó el arte de curar con un sentido de vocación de servicio. Auxilió ampliamente a la gente humilde, ganándose una reconocida fama como un gran filántropo. En la parte administrativa fue cofundador del Hospital Vargas y Director de la Inspectoría General de Hospitales en 1888 y fundador de la gaceta informativa de esta institución.
Como higienista de orientación humanista, escribió Consejos a las madres para que críen a sus hijos según la Medicina y la Moral (1887); y de carácter más científico, publicó el capítulo Las ciencias médicas en Venezuela, incluido en el Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes- Ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho, publicado en 1895. En este texto realiza un balance de la historia de las investigaciones realizadas en el país tanto en las ciencias naturales, como en las médicas, desde los tiempos coloniales hasta finales del siglo XIX. Su reconocida solvencia académica lo elevaron a la alta jerarquía de máxima autoridad, Rector, de la Universidad Central de Venezuela, entre finales de 1905 hasta mediados de 1906. Igualmente fue Ministro de Instrucción Pública éste último año.
En su rol de periodista creó El Constitucional (1868), de San Fernando de Apure; El Carabobeño (1872-1874); El Progreso (1873-1874); El Pueblo (1887), editados en Valencia. El Demócrata (1882), El Deber (1883), El País (1875-1878 y 1883), La Prensa Liberal (1897), El Corresponsal, todos estos de Caracas. Así mismo, colaboró con varias publicaciones periódicas tanto nacionales como foráneas.
Desde el punto de vista político, fue un entusiasta militante de la ideología y el Partido Liberal y la masonería. Sociedad secreta y filantrópica, ésta última, donde alcanzó el Grado 33. Héctor Parra Márquez, uno de sus biógrafos, lo muestra como un ambicioso y perpetuo aspirante a la Suprema Magistratura Nacional. Consejero Político fundamental del caudillo y Presidente de la República, el General Francisco Linares Alcántara. De éste jefe guerrero fue Ministro de Relaciones Exteriores y de Interior y Justicia y se encargó de la Presidencia de la República a mediados de 1878 y a finales de éste mismo año. Como la mayoría de los políticos venezolanos de aquel entonces, disfrutó de las mieles de las victorias, algunas veces, y probó la hiel de la derrota y del exilio entre los años 1879 y 1883. Fue candidato a la Presidencia de la República en 1890 y dirigió, en 1897, la Asamblea Liberal Eleccionaria, que apoya la postulación del General Ignacio Andrade (1836-1925) a los comicios presidenciales. Además fue Gobernador del Estado Carabobo y Secretario General de esa entidad. Fiel a los personalismos de nuestro siglo XIX fue zamorista, alcantarista, antiguzmancista, andradista y castrista. En los predios de Clío se desenvolvió con gran solvencia. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de la Historia, en 1888. Sus títulos principales son: Biografía del Doctor José María Vargas (1883), Apoteosis de Páez (1888), Vida de Antonio José de Sucre (1895), Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora (1898), también pronunció discursos en colegios y fue orador de orden con motivo de efemérides históricas. Es palpable la impronta cientificista y positivista en su obra. Fue uno de los historiadores oficiales del liberalismo amarillo y edificador, en parte, de su imaginario político y mitología del poder. A la reflexión sobre el Laureano Villanueva, político e historiador, le dedicaremos las próximas páginas.
2. El escritor político
Su óptica como escritor político lo acerca a una corriente que en el siglo XIX venezolano la podemos llamar cristiana, liberal, masónica, democrática y cientificista. Pertenece a la misma estirpe ideológica de Antonio Leocadio Guzmán (1801-1884), Luis Gerónimo Alfonso (1833-¿?), Antonio Guzmán Blanco (1829-1899), entre otros. Hay en sus escritos constantes referencias a la Biblia, a la vida y el ejemplo de Jesús, al plan divino para que el hombre alcance la perfección.
Dentro del espíritu liberal reivindica la necesidad de cumplir las prácticas republicanas tales como las elecciones libres, establecer gobiernos de leyes e instituciones e incentivar la educación para la forja de ciudadanos participativos e industriosos.
Las ideas de las logias secretas son identificables en su pensamiento en la simpatía por las causas progresistas tales como la abolición de la esclavitud, la secularización de la sociedad, la más amplia divulgación de los avances técnicos, etc. Su exaltado democratismo lo ponen del lado de los humildes en las luchas políticas venezolanas a favor de la implantación de la igualdad: La idea de progreso, de perfectibilidad, de aproximación a la libertad en la igualdad, que es lo que constituye la idea liberal (1). Esa aspiración de mejorar la condición de los sectores sociales desfavorecidos mediante la educación y el reconocimiento del esfuerzo individual serán las bases de su planteamiento justiciero. Que se corresponde, por otro lado, con la combinación de la lucha por la igualdad y por la libertad presente en el proceso histórico venezolano desde los tiempos preindependentistas.
El amor por la ciencia y el progreso complementan esta cosmovisión como se evidencia en su exaltación del progreso y, en especial de las innovaciones técnicas: La industria y el comercio metamorfosean maravillosamente la naturaleza física. En breve tiempo se da hoy la vuelta al mundo; el derecho internacional ha abierto a todas las banderas la navegación de todos los mares y de todos los ríos; por el telégrafo se conversa diariamente de continente a continente; los caminos de hierro trasplantan con la velocidad del rayo las poblaciones que emigran en masa entre el Ecuador y los Polos; el fluido eléctrico alumbra, como el sol, la tierra; el magnetismo hace milagros; Lesseps convierte el África en una isla; y así como ha mezclado los mares de la India con las aguas del Mediterráneo, pronto habrá de partir la América en dos pedazos para cambiar, no sólo las corrientes del comercio y de la civilización, sino también las corrientes de las aguas y confundir en un solo océano el Atlántico con el Pacífico; la industria fabril prepara en sus telares gasas tan finas, etéreas, impalpables como los vapores con que se vestían las sílfides; los químicos nos dan perfumes que habrían codiciado las diosas del Olimpo, y descubren diariamente para la industria y para la medicina cuantos tesoros guardó la Providencia en las entrañas de la tierra, en las venas de los vegetales, en las ondas del aire, en el fondo de los mares; y en la agricultura, la mecánica y las artes liberales, todo se multiplica, se engrandece y perfecciona por los progresos de la ciencia, por el trabajo fecundante del hombre y la acción vivificadora de la libertad; de la divina libertad que es, señores, el filtro mágico que inspira a la moderna humanidad las grandes cosas del siglo XIX (2).
Villanueva indica como con los cambios tecnológicos, quedan abolidas las distancias; por el avance de las ciencias humanas es el corazón humano develado y es promisoria la paz entre los pueblos; las comunicaciones se aceleran y la producción de bienes y servicios mejoran en calidad y cantidad. Y todo esto, y es lo más importante que resalta Villanueva, en un marco jurídico político de establecimiento de la libertad. Por supuesto que es notorio el idealismo y el utopismo del autor ante la realidad de que esos avances no alcanzan a todas las naciones de la tierra por igual ni a todos los habitantes de cada país de la misma manera. En todo caso, se muestra un sincretismo ideológico, combinación de tradiciones hispánicas, europeas y estadounidenses, muy común en la Hispanoamérica del siglo XIX.
Su acendrado republicanismo lo confirmamos en la siguiente, igualmente, extensa, cita: la República es, en el movimiento progresivo de la política, el bello ideal de la civilización moderna; el grado más alto de perfectibilidad de los Estados; como un Sinaí, coronado de rayos, a donde van las nuevas generaciones, peregrinas de la libertad, a recibir del Dios de los pueblos las tablas de la ley moderna; o si decimos, el decálogo de los derechos del hombre. ( ) Desde entonces [la destrucción de las monarquías absolutas Nota DRCH] quedó escrito con sangre humana en la cumbre de la historia, el derecho imprescriptible de las naciones de gobernarse por sí mismas, bajo el sistema de la República, que es la forma de gobierno más conforme a la dignidad del hombre y a la soberanía absoluta del pueblo. ( ) De las monarquías absolutas se ha pasado a las de régimen constitucional, y de estas a las de régimen parlamentario, para ir llegando en la serie de transformaciones del mundo político a la República, como la fórmula definitiva de la soberanía de las naciones (3).
Quien violente, los preceptos republicanos, las leyes, las instituciones republicanas y las garantías de los ciudadanos, se encontrará con el derecho de insurrección de los pueblos contra los gobiernos tiránicos. Como en su momento se vieron obligados los liberales federalistas, en 1846 y 1859, a realizar sus revoluciones contra la oligarquía goda y centralista (4).
Villanueva insiste en el respaldo desinteresado que deben brindar los individuos que puedan a la creación de instituciones progresistas: En las repúblicas los ciudadanos deben hacerlo todo en obsequio y servicio de todos: así como cada miembro de la comunidad debe ser un guardián del orden público, un defensor celoso de las leyes, por la misma razón no se le permite ser indiferente a la formación del ciudadano. El que quiera ser republicano, debe educarse para la república; una sociedad que aspire a consolidar su independencia y a vivir al amparo de las instituciones, gobernándose por sí misma tiene que velar incesantemente por la educación de sus individuos, tiene que fomentarla y desarrollarla sin limitación, y aplicar con patriotismo sus riquezas, tiempos y aptitudes a la obra común (5).
La prensa, el libro del pueblo, debe estimular esta orientación. Propone la creación de bibliotecas públicas para todas las especialidades y con horarios flexibles para que tanto el estudiante, como el científico y el trabajador puedan instruirse. La educación, en especial de la juventud, debe ser la meta de todo gobierno bien establecido.
La historia evidencia que la evolución es hacia el progreso, hacia lo perfectible. Estamos inmersos en una evolución universal del género humano en correspondencia con los designios divinos. En la antigüedad -diserta Villanueva el 19 de diciembre de 1880, en el Colegio La Concordia- se asociaban los adelantos con la guerra y los gobiernos absolutos. Con el advenimiento de Jesús se desmoronan por la acción de los bárbaros los grandes imperios. Entre la Edad Media y el descubrimiento de América se van construyendo la historia con elementos contradictorios: por un lado los poderes comunales hispánicos y la carta magna inglesa, simultáneamente con las guerras y la Inquisición.
Van surgiendo el comercio, las manufacturas, los inventos científicos, se van creando las bases de la filosofía natural y de un mundo más perfecto. Alcanzada la edad moderna, arrecia la lucha por la educación, contra la ignorancia y la superchería. Se combate contra el absolutismo y la teocracia.
Enarbolando la caridad se emancipa al hombre y se accede: al reinado feliz de las instituciones políticas que hacen libre al hombre, respetado el hogar, sagrada la familia, independiente la palabra, la conciencia inviolable, a los municipios autónomos, al pueblo soberano (6). En este contexto impera la tolerancia religiosa, se concilian las creencias y la ciencia, los avances económicos y técnicos facilitan la llegada de la divina libertad. Insiste Laureano Villanueva en la necesidad de la instrucción. Esta debe reunir las más puras costumbres, los buenos métodos de enseñanza, el amor a la patria y la adoración a Dios. Y ¿Qué debemos aprender? : todo lo indispensable para la vida del hombre social: filosofía, matemáticas, moral, religión, historia sagrada y profana, el latín, el holandés, el inglés, el español, el francés y el alemán, la teneduría de libros, la geografía, el dibujo, la caligrafía y la música, y muchos otros ramos de los conocimientos humanos que preparan a los jóvenes para entrar en el estudio de las ciencias superiores, o para dedicarse con buena copia de ilustración a los negocios ordinarios de la vida (7).
Con esas nuevas generaciones altamente capacitadas alcanzaremos la República democrática. Así como reivindica la educación, repudia la esclavitud y exalta la iniciativa individual: el trabajo libre es la fuente de la prosperidad de la naciones: pues con él en fin se honra el sudor del pueblo; transformando al siervo, que trabaja para enriquecer a su amo, en hombre libre, en hombre autónomo, en ciudadano, en propietario, en patriarca de un hogar pobre, pero digno, glorificado por la virtud y por la libertad (8). En Venezuela, por supuesto, la base de esa diaria, fructífera, labor es la agricultura. El trabajo en el campo debe mejorarse con el apoyo de la ciencia y el mejoramiento de las estadísticas (9).
Sugiere la creación de bancos populares con bajas tasas de interés para sus socios (10). Exige del Congreso de la República protección a la industria, la enseñanza pública y lucha contra la pobreza. Defiende ardorosamente al gremio de los artesanos que serían los grandes beneficiarios de todas estas realizaciones sociales.
La gran tarea colectiva es la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. El fundamento de la República es la virtud que es más que el amor a la patria, a las leyes, y la más profunda maduración humana para vivir en libertad sin afectar los derechos de los demás. El hombre público, el ser humano, convertido en ciudadano, es un ideal que se sustenta en una profunda transformación ética: La independencia del carácter, la soberanía de la razón, la autonomía personal, el respeto a sí mismo, son los signos que indican cuanto valen las cualidades morales del ciudadano (11).
Rechaza la pena de muerte por delitos políticos, reivindica la amnistía para restablecer la concordia en los pueblos desgarrados por las guerras civiles. Estas últimas, auténticas plagas de la vida pública del país, se contrarrestan por ejemplo, con el sostenimiento del principio que el ejército no debe deliberar sobre los asuntos públicos y subordinarse a las leyes y el poder civil. Para desarraigar la anarquía, el personalismo, la amenaza de empeños pretorianos, hay que implantar el poder civil que es: El gobierno de la libertad y la justicia, del derecho y de la razón: o si decimos, el gobierno de las instituciones republicanas, democráticas y libres. Y si no nos equivocamos, es esta la mayor manifestación de la vitalidad de un pueblo, el síntoma principal de que se ha llegado o a una normalidad envidiable en el orden político y administrativo; de que el país realmente se gobierna por sí mismo, o como dicen otros, de que ha entrado en mayoridad, que puede administrar sus intereses y desarrollarse en la vasta esfera de su actividad autonómica, sin poderes tutelares que le den inspiraciones y que le marquen el rumbo (12).
Pero el poder civil necesita la paz para hacerse costumbre, para arraigarse, de prensa libre, y de partidos doctrinarios. En Venezuela se han creado las condiciones para el establecimiento de la república democrática. Todos son liberales y federalistas. Nadie piensa en el fuero militar, ni en liberalismos económicos exagerados, ni en la pena de muerte, ni en la restricción de la prensa, ni en penas infamantes, ni en prácticas centralistas (13). Al recordar los gobiernos locales federalistas del Oriente venezolano en tiempos de la emancipación, aprovecha para hacer un elogio de la descentralización. Exalta el Poder Municipal como la primera potestad de una nación civilizada. Este ámbito de la política local debe ser autónomo y deben respetárseles sus funciones y los recursos para desempeñarlas. Siendo la instancia política más próxima a los ciudadanos, es una escuela de democracia. Allí deben converger los hombres de todas las toldas políticas para solucionar sus problemas inmediatos (14).
En este orden de ideas Laureano Villanueva hace campaña a favor de los partidos doctrinarios. Los ciudadanos deben agruparse, ligarse, discutir, divulgar, las diversas ideas y programas. Urgen hombres de firmes convicciones que resistan los embates del poder, la corrupción o la adulación. Las luchas de los partidos políticos, en cierta forma, repiten la evolución de la humanidad que se encuentra impelida por fuerzas que la empujan hacia delante, hacia lo perfectible. Sin dinámica la sociedad se petrifica (15).
3. Idea de la historia
En su formación como historiador Villanueva hace explícitas las influencias de autores europeos, especialmente de la historiografía francesa, tales como Francois-René de Chateaubriand(1768-1848), el Louis Adolphe Thiers (1797-1877), Jules Michelet (1798-1874), Hipolito Taine (1828-1893) y Ernest Renan (1823-1893). En ellos abrevó liberalismo, nacionalismo, romanticismo, republicanismo, racionalismo y cientificismo y la reivindicación del genio del pueblo. La filosofía de la historia tiene, como ciencia, el objetivo de establecer la verdad de los hechos y como arte darles el aliento de la vida, una verdadera resurrección como dice Michelet. El epígrafe que inicia este texto, de reminiscencias hegelianas, nos señala que otro objetivo de la Historia es estudiar la evolución del alma de los pueblos, el devenir y la realización de su espíritu nacional.
Para Laureano Villanuevala historia tiene como objetivo exaltar a los grandes hombres. Para que sirvan de modelo inspirador de obras de belleza, civilización y progreso. Como tales considera tanto a José María Vargas (1786-1854), a Antonio José de Sucre (1795-1830), José Antonio Páez (1790-1873) y a Ezequiel Zamora(1817-1860). En cierta forma su modo de hacer la historia lo lleva a destacar el papel de los individuos en su desenvolvimiento: Distínguese en la historia la estirpe esclarecida de los personajes civilizadores por la ambición útil y magnánima que la anima a empresas grandiosas a favor de la Patria, ora para emanciparla de dominadores extraños o domésticos, ora para ilustrarla con acciones beneméritas (16).
La ciencia de Clío es: la impecable vestal, sin odios, ni amor, que alumbra las sombras de lo pasado con la sacra antorcha de la ciencia y del arte, para que la humanidad, por escarmiento propio, rectifique sus métodos de mejora en la vía, por lo común dificultosa, de su progreso y civilización (17). La historia debe ser objetiva, desapasionada: Cuando se estudia la historia con una razón, serenamente educada en la escuela de filósofos eximios como Taine y Renan, que aconsejan hacer el escrutinio de los sucesos, con la helada impasibilidad con que los médicos abren las entrañas de los muertos, en los gabinetes de anatomía (18). Así ha de escribirse la historia. Con la separación rotunda del sujeto que indaga de lo investigado. La historia es también maestra de la vida. La historia consiste en el relato detallado de los acontecimientos, en el establecimiento de la verdad de los hechos, descritos con exactitud, especialmente los políticos y militares, aunque no descarta por completo los de otro tipo. Su experiencia como médico, historiador, periodista y político lo hace aproximarse a cierta idea de la totalidad (19) pero aunque llega a formularla como propuesta historiográfica e ideal y amor por el conocimiento, sus escritos reflejan más la preocupación por los fenómenos generales y, en especial, político-militares.
La historia debe mostrar la verdad y la justicia y: reprobar lo que de alguna manera viola las leyes de Dios y los fueros de la humanidad. Es decir la disciplina histórica es una suerte de jueza de las acciones de los hombres del pasado. Una cantera para tomar ejemplos que nos indiquen el camino a seguir. Una disciplina moral para educar a la humanidad.
El medio fundamental para reconstruir la historia son los documentos escritos. Villanueva se ufana de consultar para escribir sus obras, fuentes que no pueden sino considerar como primitivas. Escribe basado en: los empolvados y antiguos manuscritos de algunos archivos públicos y de muchos privados (20). Los cita in extenso, introduce en sus libros documentos completos, como si ellos hablaran, y nos dijeran la verdad de lo acontecido.
Adentrándonos en lo que fue su percepción de la historia de Venezuela en su Biografía del Doctor José María Vargas (1883) realiza una visión panorámica de la vida y el tiempo histórico del eminente sabio. Lo analiza como médico, científico naturalista, educador y político.
En la Apoteosis de Páez (1888) revaloriza la actuación militar, durante la guerra de independencia (1810-1821), del General José Antonio Páez. Sin éste carismático, genial y valeroso guerrero, agregaríamos nosotros, no hay emancipación, pues, facilitó la incorporación del pueblo -los temibles hombres de a caballo, los llaneros- al bando republicano que habían peleado inicialmente bajo las banderas del Rey. Analiza luego la hegemonía del mismo Páez, de los años 1830-1847, tan menospreciada por los odios de partido surgidos posteriormente.
En la Vida de Don Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho (1895) no se limita a los elementos militares del personaje sino que: es preciso hacerles conocer sus hechos y carácter moral, los instintos que le movían, su ingenio militar, sus ideales en la política y sus procedimientos en la ciencia del gobierno (21). Y consideramos que alcanza a cumplir con su biografía del patriota cumanés estos cometidos.
Pero su consagración como historiador la alcanza con la Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora (1898) en la que ubica al general liberal-federalista en su contexto histórico con verdadera maestría. Reconstruye la historia de Venezuela desde las postrimerías de la independencia, la hegemonía paecista (1830-1847), la supremacía monaguista u oligarquía liberal (1848-1858) (22), y los cruentos años de la guerra federal (1859-1864), hasta la muerte de Zamora, en 1860.
Laureano Villanueva realiza una suerte de síntesis de su óptica de la historia de Venezuela en 1897. Forja una filosofía de la historia para explicar la evolución histórica nacional. Sostiene que la implementación de la idea liberal en el país comprende tres etapas estelares: la primera, la Revolución Nacional de Independencia, a partir de 1810; la segunda, entre 1821 y la disolución de la Colombia bolivariana, en 1830 y los años inmediatamente posteriores. Y la tercera la época del gobierno del General José Gregorio Monagas, entre finales de los 1840 y mediados de 1850, cuando éste último gobernante decreta la abolición de la esclavitud, el 24 de marzo de 1854.
Esgrime que los grandes logros históricos, materiales, intelectuales y civilizatorios en Venezuela se deben a la idea y al Partido Liberal. Entre estas, la abolición de la esclavitud. Sin embargo, elogia la conocida como la hegemonía paecista o conservadora (1830-1847). Le atribuye a este período la eliminación del fuero militar, la Ley de Patronato eclesiástico, el Código de Instrucción Pública, el establecimiento de los primeros colegios y escuelas, la reforma universitaria iniciada en 1827, la tolerancia religiosa, se abolieron los diezmos, los estancos y las alcabalas, se promulgó la ley de manumisión. Reconoce la presencia de grandes personalidades intelectuales que formularon ideas y las debatieron, con altísimo nivel, en las tribunas del Parlamento y en los escritos de la prensa (23). Ya en 1888 había reivindicado los logros de los tiempos paecistas.
Villanueva expone las realizaciones de la Oligarquía Liberal o monaguista (1848-1858): la derogación de la liberal ortodoxa Ley de 10 de abril de 1834, abolición de la pena de muerte, reforma del código de imprenta a favor de la libertad de pensamiento, distribución de baldíos y la abolición de la esclavitud.
Respecto de esta visión de nuestro siglo XIX, es necesario realizar algunas consideraciones críticas, y en general, sobre su obra que hemos simplemente expuesto y sobre la cual, ahora pasamos a realizar algunos planteamientos.
4. Valoración histórica de la obra de Laureano Villanueva
Refiriéndonos a la parte de sus ideas políticas pudiéramos objetarle que su espíritu democrático e igualitario se estrella contra la realidad de unos regímenes, entre ellos los liberales amarillos (1864-1899) a los que esta adscrito, donde prevalecieron los privilegios de la oligarquía y la indescriptible pobreza de la gente humilde. En efecto la Venezuela del siglo XIX se caracterizó por una población predominantemente excluida: las mujeres, las personas que no sabían leer y escribir y que carecían de riquezas. Aquel venezolano era analfabeta, sometido a relaciones económicas de peonaje muy duras en hatos y haciendas, donde las enfermedades tales como el paludismo, la tuberculosis, la gastroenteritis, mantenían muy altas las tasas de mortalidad; el promedio de vida no rebasaba los treinta años, y las prácticas caudillistas y personalistas predominaron en nuestra vida pública amén del alto costo económico y en vidas humanas arrojadas por las guerras. También es reprochable que el liberalismo venezolano del siglo XIX, asumió de manera sumisa la división internacional del trabajo que nos impuso Inglaterra de meros productores de materias primas y consumidores de sus manufacturas.
Su idea de progreso, proveniente de la modernidad europea, es hoy severamente cuestionada. La destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global, la crisis mundial de alimentos, la sobrepoblación humana, la desertización de amplias zonas del planeta, la extinción de muchas especies de fauna y flora, la carencia de agua potable, el hambre y la pobreza de millones de seres humanos, evidencian que la perfectibilidad humana tienen un límite en la destrucción del ambiente natural y estamos al borde, si no modificamos los patrones de consumo y civilizatorios, de la desaparición del homo sapiens. Igualmente sus criterios de lo que es lo civilizado es acusado hoy de eurocéntrico. No se puede reducir a toda la humanidad a la periodización de Historia Antigua, Medieval y Moderna como la sustentaba Villanueva y con él muchos otros historiadores. El ideal de desarrollo humano no se puede minimizar al camino que ha trazado la Europa Occidental. La crítica cultural contemporánea a revalorizado a todos los pueblos y sus culturas. Nuestro supuesto salvajismo y barbarie no son más que diferencia, como diría Leopoldo Zea.
Desde el punto de vista histórico, luce inaceptable su reducción de las causas de los movimientos históricos a las grandes individualidades. Sin embargo, en su descargo, hemos hecho notar su saludable tendencia a estudiar en su contexto, en su marco de totalidad, los hechos históricos.
Sobre la añosa discusión sobre la objetividad en la historia hoy día se ha generalizado la idea, según la cual, es imposible separar completamente el sujeto que investiga y el objeto estudiado si ambos son parte de sociedades humanas. La veracidad surge más bien del uso de metodologías adecuadas (la crítica histórica) y de la amplia discusión de las distintas versiones sobre los acontecimientos. La historia tampoco es considerada un juez superior e irrebatible. En vez de juzgar hoy los amigos de Clío se empeñan en comprender, en explicar, el origen y la dinámica de lo acaecido.
Aquél culto decimonónico a los documentos está hoy superado. Más importante que la reproducción o la simple narración de lo que contengan los documentos, se trata es de cotejarlos con muchas otras fuentes (orales, audiovisuales) que nos ofrece la contemporaneidad para intentar reconstruir segmentos del pasado. También aceptamos hoy, con cierta humildad, que el agente intermediario para esa reconstrucción histórica, más que el documento, es el historiador basado en su formación y en su capacidad interpretativa.
La síntesis del proceso histórico venezolano que realiza en 1897 Villanueva está signado por la circunstancia de una prosa de efemérides. El tercer gran momento del proyecto nacional liberal en Venezuela no es la época de los Monagas, sino la hegemonía del General Antonio Guzmán Blanco (1870-1888) por todas sus realizaciones materiales, culturales y educativas. Pero Villanueva odiaba a muerte a Guzmán Blanco y fue, como es sabido, perseguido político del Autócrata Civilizador.
Laureano Villanueva, además, cuando estudia los tiempos de José Tadeo Monagas y su hermano José Gregorio Monagas, conocido como la hegemonía monaguista (1848-1858), no hace ninguna alusión al nepotismo, la corrupción, ni a las prácticas autocráticas de estos caudillos orientales.
La repartición de baldíos se hizo en detrimento de las comunidades indígenas, campesinas y de las tierras públicas que terminaron ensanchando los latifundios de los terratenientes. La República Oligárquica, comandada por las élites criollas, impusieron más duras condiciones contra las tradiciones comunitarias que la dominación española. Idealiza a Ezequiel Zamora servidor de estos déspotas. Le atribuye banderas agraristas y revolucionarias que la evidencia documental no permite sostener. Zamora no pasó de un republicanismo y federalismo democrático y liberal. Que, a nuestro parecer, es bastante avanzado para aquella época. La lucha de aquél entonces era liberal, no democrática y mucho menos socialista. Un agrarismo revolucionario tendrá que esperar al siglo XX, a la Revolución Mexicana y a la muerte del General Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1936, para formularse e intentar aplicarse. Sin embargo los intentos reformistas agrarios en Venezuela fueron fallidos en 1945, 1948, en los años sesenta durante el gobierno constitucional de Rómulo Betancourt y da signos de pobre realización en el presente 2008.
En lo que respecta a la guerra federal (1859-1864) la cual fue larga, devastadora y cruel, Villanueva es benigno con el bando que respalda, traicionando así su cometido historiográfico de no deformar la realidad por pasiones de partido. Los liberales federalistas (amarillos) eran un ejército apegado, según Villanueva, a las leyes. Pero por lo contrario los centralistas cometieron las mayores atrocidades. En realidad, ambas facciones armadas cometieron violencias y abusos realmente dantescos. Y han arraigado, las guerras civiles y las dictaduras, una cultura de la violencia nada fácil de superar.
Su reivindicación del Poder Municipal, del federalismo no lo conduce a la revalorización de las historia de los procesos locales ni regionales. Su historia es, siempre, nacional, predominantemente político-militar, y no figuran mucho ni las mujeres, ni los indígenas, ni los colectivos, ni las localidades. Simple telón de fondo de la actuación de los héroes. Auténticos motores de la historia.
En cuanto a su estilo, si bien alcanza, en ocasiones, innegable belleza expresiva, podemos decir que su exposición está plagada de descripciones excesivas, digresiones, inserción de extensos documentos. Pesadas y largas narraciones provenientes de la historia de Grecia, Roma, la Edad Media y la Europa de su tiempo. Abundan también las autocitas.
Sin embargo, no recarguemos con críticas anacrónicas a Laureano Villanueva. No le podemos reclamar que no hiciera la historia, hace casi cien años, como se escribe hoy. Fue un intelectual profundamente consustanciado con su tiempo histórico. Y es innegable su aporte al intento de conocer la historia de Venezuela mediante su estudio de figuras cimeras, ubicadas en su contexto histórico, tales como José Antonio Páez, Antonio José de Sucre, José María Vargas y Ezequiel Zamora. Sus libros, con un poco de paciencia, se leen aún con provecho. Es un eminente exponente de la historiografía tradicional, romántica, heroica, liberal, nacionalista, pretendidamente científica, del siglo XIX venezolano.
5. Conclusiones
Desde el punto de vista ideológico, Laureano Villanueva se asume cristiano, masón, liberal y demócrata. Apoyó las causas progresistas tales como la abolición de la esclavitud, la educación del pueblo, el sufragio libre, la República democrática, la no deliberación del ejército y su subordinación al poder civil, las sociedades de socorro mutuo, las cajas de ahorro, la paz, los gobiernos de instituciones y no personalistas. Auspició el federalismo, la autonomía de los estados y el poder municipal. Reflexionó sobre la necesidad de partidos doctrinarios que no respondieran a facciones personalistas.
En el campo historiográfico, estudió figuras cimeras de nuestra historia. Villanueva considera que los individuos geniales desempeñan un rol fundamental en el desenvolvimiento de los procesos históricos. Su concepción heroica del rol del individuo en la historia, en cierto modo, se corrige con la ubicación en su contexto histórico de estas personalidades, que parcialmente realiza Villanueva.
La historia para Villanueva debe narrar los hechos, ser objetiva. La valoración moral de lo acaecido, sirve a la humanidad para corregir sus errores y avanzar por el curso de la evolución hacia la perfección.
A pesar de las críticas que se haga de sus libros (eurocéntricos, centrados en lo político-militar, etc.), aún hoy es útil su lectura, para conocer capítulos fundamentales de nuestra historia venezolana del siglo XIX.
Notas
1. Laureano Villanueva. La idea liberal El Deber, Caracas, 7 de junio de 1883, Año I, Mes V, Número 91, p. 2.
2. Laureano Villanueva. Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Letras p. 518.
3. Laureano Villanueva. Vida de Don Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho, pp. 95-96.
4. Laureano Villanueva. Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora, T. I, pp. 142-150.
5. Laureano Villanueva. Necesidades públicas El Deber, Caracas, 16 de febrero de 1883, Año 1, Mes 1, número 6, p. 2.
6. Discurso pronunciado por el Dr. Laureano Villanueva en el Colegio Concordia el 19 de diciembre de 1880 como orador de orden en el acto de la repartición de premios. Curazao: Imp. De La Librería, 1880, 8 p. Reproducido en el Primer libro venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes (Ofrenda al Gran Mariscal de Ayacucho, 1895, pp. 517-519.
7. Laureano Villanueva. Ob. Cit., p. 519.
8. Discurso del Doctor Laureano Villanueva en el Panteón Nacional el 24 de marzo de 1897 con motivo de la inauguración del monumento del General José Gregorio Monagas redentor de los esclavos, p. 8.
9. Discurso del señor Dr. Laureano Villanueva al tomar posesión de la Presidencia del Estado en el Salón de recepciones del Capitolio de Valencia el 28 de enero , 13 p. En términos similares se manifestará en un periódico del interior del país: Laureano Villanueva. Agricultura El Constitucional, Valencia, 23 de junio de 1870, p. 2.
10. Laureano Villanueva. Monte de Piedad de los artesanos El Deber, Caracas, 13 de febrero de 1883, Año I, Mes I, número 3, p. 2.
11. Laureano Villanueva. Ob. Cit., p. 201.
12. Laureano Villanueva. El Poder civil El Deber, Caracas, 29 de mayo de 1883, Año I, Mes IV, Número 83, p.2.
13. Laureano Villanueva. El poder civil II El Deber, Caracas, 30 de mayo de 1883, Año I, Mes IV, 84, p. 2.
14. Laureano Villanueva. Vida de Don Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho, pp. 25-26.
15. Laureano Villanueva. Partidos políticos El Deber, Caracas, 4, 5, 12 y 14 de mayo, de 1883, Año I, Mes IV, números 64, 65, 70 y 71, p. 2.
16. Laureano Villanueva. Vida de Don Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho, p. 1.
17. Laureano Villanueva. Vida del Valiente Ciudadano General Ezequiel Zamora, t. I, Pp. 20-21.
18. Discurso del Doctor Laureano Villanueva en el Panteón Nacional el 24 de marzo de 1897 con motivo de la inauguración del monumento del General José Gregorio Monagas Redentor de los esclavos, p. 9.
19. La idea de totalidad la desarrolla cuando estudia la sabiduría del Doctor José María Vargas en: Laureano Villanueva. Las ciencias en Venezuela Primer libro venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes , pp. 214-215.
20. Laureano Villanueva. Biografía del Doctor José María Vargas, p. 70.
21. Laureano Villanueva. Vida de Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho, p. XV.
22. La hegemonía monaguista ha sido muy bien estudiada por: Rafael Castillo Blomquist. José Tadeo Monagas: auge y consolidación de un caudillo. Caracas: Monte Ávila, 1987, 277 p.
23. Discurso del Doctor Laureano Villanueva en el Panteón Nacional el 24 de marzo de 1897 con motivo de la inauguración del monumento del General José Gregorio Monagas redentor de los esclavos, pp. 7-8.
Bibliografía citada
1. Villanueva, Laureano (1880). Discurso pronunciado por el Dr. Laureano Villanueva en el Colegio Concordia el 19 de diciembre de 1880 como orador de orden en el acto de la repartición de premios. Curazao: Imp. De la Librería, 8 p. [ Links ]
2. Villanueva, Laureano (1883). Biografía del doctor José María Vargas. Caracas, Imprenta editorial de Méndez y Ca., 375 p. [ Links ]
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8. Villanueva, Laureano (1897). Discurso del doctor Laureano Villanueva en el Panteón Nacional el 24 de marzo de 1897 con motivo de la inauguración del monumento del general José Gregorio Monagas, redentor de los esclavos. Caracas, Imprenta Nacional, 18 p. [ Links ]
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