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Revista Venezolana de Gerencia

versión impresa ISSN 1315-9984

Revista Venezolana de Gerencia v.12 n.37 Maracaibo ene. 2007

 

De actores cooptados a actores suprimidos: Desde Burawoy a la teoría crítica de la gerencia

Barboza Pérez, Maribel*

*Profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales e Investigadora adscrita al Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad del Zulia. E-mail: marecon@cantv.net


Resumen

En este artículo se realiza un análisis de la tesis de Michael Burawoy sobre la relación conflicto-consentimiento. El eje teórico está contenido en el concepto de juego del making out; éste refiere a las posibilidades de acciones contingentes por parte de “actores” provistos, aparentemente, de potencial accionario para desplegar estrategias autónomas. Este argumento implica un giro epistemológico, dentro de la discusión sobre el Proceso de Trabajo, que intenta el desprendimiento del estructuralismo asociado al marxismo canónico y la orientación hacia la visibilidad central de las subjetividades laborales cotidianas de los actores. El curso argumentativo del autor, sin embargo, expone oblicuamente esta visibilidad: Los “actores” laborales son ahora presentados como sujetos supeditados a juegos producidos, instrumentalmente, en arreglo a la razón de la conversión productiva del “conflicto endémico” del capitalismo, por los “thinkworkers” o meta-organizadores de la producción. De allí que se registre una útil discontinuidad teórica que es incorporada dentro del marco explicativo propio de la Teoría Crítica de la Gerencia. Esta retoma el concepto de juegos de Burawoy, a fin de proseguir con la construcción, ahora explícita, de la representación de los actores como “sujetos producidos”.

Palabras clave: Juegos de making-out, proceso de trabajo, conflicto-consentimiento, actores laborales, sujetos producidos.

From Co-Opted to Suppressed Actors: From Burawoy to the Theory of Management Criticism

Abstract

This article analyzes the thesis of Michael Burawoy as to the relation conflict- consent. The theoretical axis is contained in the concept of “the game of making out”. This refers to the possibility of contingent actions on the part of “actors” who apparently have a potential actuary in order to display autonomous strategies. This argument implies an epistemological turnabout within the discussion of the work process which attempts to detach itself form the structuralism associated with Marxist cannon and orient itself towards a central visibility of the daily labor subjectivity of the actor. The argumentative discourse of the author however obliquely exposes this visibility: labor actors are now presented as subedited to games produced instrumentally, in a reason arrangement of the productive conversion of the “endemic conflict” of capitalism, by think-workers or meta-organizers of production. Herein is registered a useful theoretical discontinuance that is incorporated within the explicative framework of the Critical Theory of Management. This return to the concept of Buraway games, continues to construct explicitly the representation of actors as produced subjects.


Key words: Making-out games: work process, conflict-consent, labor actors, produced subjects.

Recibido: 16-11-05. Aceptado: 08-02-07

1. Introducción

En el bloque analítico denominado teorías sobre el Proceso de Trabajo se constituyen, dentro de un espectro de diferenciaciones, posiciones relativas al conflicto sistémico que, desde la perspectiva marxista signa la relación entre trabajadores y capitalistas. En relación a ello, puede resaltarse que, aún cuando este debate se encuentra genéticamente adscrito a dicho marco interpretativo, se ha producido sucesivamente, un desprendimiento progresivo de las posiciones ortodoxas estructuralistas; específicamente: 1) en lo que respecta a la “visión cataclísmica” (Hyman, 1978[1971]) del conflicto trabajo-capital propia del marxismo canónico; 2) en lo relativo a la creciente asignación de centralidad a las micropolíticas activadas al interior de los espacios de trabajo; 3) en lo concerniente a la visibilidad de los actores laborales desde sus mundos subjetivos de vida y de su potencial accionario. Tales reconstrucciones responden a la demanda de nuevas lecturas ejercidas desde relacionalidades emergentes a partir de la reconfiguración social permanente de las organizaciones de producción en el capitalismo. Es, precisamente el potencial de ajuste metodológico exhibido por estas perspectivas, en arreglo a la mutabilidad histórica, lo que le ha preservado utilidad heurística en el inventario de esquemas explicativos dentro de la Sociología del Trabajo. Articulada al debate sobre el Proceso de Trabajo se encuentra la tesis expuesta por Burawoy en 1979 sobre la producción de consentimiento; ésta constituye una propuesta teórica-metodológica que trata, a partir de las conclusiones arribadas, desde su experiencia laboral en una empresa metalmecánica en Illinois en el año 1974, de descifrar la voluntad de cooperación de los trabajadores en organizaciones capitalistas. La tesis elaborada devuelve, de una manera paradójica, al actor laboral al eje analítico de las Teorías sobre el Proceso de Trabajo, al intentar fracturar los límites estructurales que invisibilizan las agencias del mismo. La revelación de tal paradoja es, a nuestro juicio, el propósito del autor en esta obra1: explicitar la autonomía productiva tutelada de los actores laborales. A partir del concepto making-out games, que hemos traducido como juegos de realización e identificaremos a partir de este momento, simplemente como juegos, exhibe el ejercicio de falsas autonomías por parte de los trabajadores en el espacio de producción. Este ejercicio implica acciones promovidas por managers o gerentes, en arreglo a lógicas instrumentales orientadas por la razón genética capitalista.

La distancia metodológica2 que toma con respecto a Braverman (1975 [1974]), al girar hacia la interpretación hermenéutica, aproximándose al ámbito de lo simbólico, de las prácticas y experiencias subjetivas cotidianas en los momentos operativos, intenta formalizar la constitución de un frente analítico divergente en las Teorías sobre el Proceso de Trabajo. Esta coordenada interpretativa y crítica parece convertir esta tesis en uno de los prefacios de la Teoría Crítica de la Gerencia (T.C.G.) (Deetz, 1992; 1999; Kunda, 1992; Alvesson, y Wilmott, 1999)3. Es, precisamente, uno de nuestros propósitos en este artículo, la explicitación de puentes heurísticos que parecen conectar tales los modelos; tratando de encontrar, por tal vía, las manifestaciones de recorridos emergentes más contemporáneos en las Teorías sobre el Proceso de Trabajo.

 

2. En búsqueda de los puentes teóricos

La Teoría Crítica de la Gerencia4 constituye un área disciplinaria dirigida a la remoción de los estatutos de autoridad “científica” que han provisto de legitimidad y eficacia a las prácticas y discursos del management, administración científica o gerencia: objetividad y neutralidad. Alvesson y Willmott (1999) le atribuyen a tales prácticas y discursos una deliberada simulación de relación objetiva e instrumental con su objeto de estudio. Este procedimiento de neutralización sugiere la escisión entre gerencia y política, de forma tal que las estrategias de organización laboral aparezcan solo como tecnologías “naturalizadas” ajenas al mundo de sociabilidades. Serian por tanto, inmunes a los juicios de valor, “cuyo ejercicio se desvía hacia otras esferas” (Alvesson y Willmot (1999[1992]: 5); ello da lugar a espacios de producción en los cuales, en términos de Grint (2000:145; 1998), “la política se torna invisible”. El espacio laboral es representado, entonces, por las disciplinas gerenciales como sede de disfunciones, en lugar de conflictos, que han de ser normalizadas o rutinizadas. Estas operaciones de normalización configuran competencias propias de los actores que monopolizan la racionalidad y los saberes y, por tanto, establecen a priori los propósitos y estrategias: los gerentes. A tal fin, ejecutan procedimientos simbólicos de construcción de identidades y de articulación de intereses que despejan las posibilidades de contingencias disruptivas.

Los teóricos afiliados a la T.C.G. intentan desarticular la tesis de la neutralidad y poner de manifiesto, tanto la configuración política de estos espacios, así como las estrategias de conversión desplegadas para la armonización instrumental de intereses, socialmente, conflictivos. La tesis de los juegos de realización de Burawoy remite, análogamente, a la reflexión sobre la producción de consensos, a partir del despliegue utilitario de múltiples artificios simbólicos por parte de los diferentes segmentos de la gerencia. Tal reflexión, es precedida por aquella que explica el por qué es necesaria la “producción de convergencia” en un escenario que es representado como un área desprovisto de conflictos.

 

3. Adhesión a la tesis de permanente “mistificación”

La trama argumental de la obra de Michael Burawoy,“Manufacturing consent. Changes in the labor process under Monopoly Capitalism” (1979), se construye para dar respuesta a la siguiente pregunta de investigación: por qué los trabajadores se muestran dispuestos a colaborar desplegando un esfuerzo laboral intensivo en ciertos espacios laborales correspondientes a economías de capitalismo avanzado? Esta posición inquisitiva intenta distanciarse de aquella que, desde la sociología industrial, busca las razones del por qué, mas bien, los operarios provocan restricciones en la producción. En otras palabras, por qué no trabajan con intensidad mayor. Burawoy distingue entre tres posiciones teóricas diferenciadas: Perspectiva de la armonía implícita, apropiada por los discursos del management, de acuerdo a la cual no es el conflicto social la razón por la cual se quebranta el esfuerzo laboral; sino más bien disfunciones actitudinales (inconsistencia de acreditaciones), psicológicas (indolencia de los trabajadores), comunicacionales (débil o ineficiente comunicación entre directivos-dirigidos), racionales (respuesta irracional del trabajador a la gerencia o incapacidad para comprender la lógica de ésta) (Burawoy, 1979:x). En éstas el “foco sociológico se desvía hacia las relaciones humanas” (Burawoy, 1979:3), dada la aparente inexistencia de conflictos por restricciones en la producción. Su cuestionamiento se centra donde reside su mayor vulnerabilidad: en el dilema implícito en sus premisas. Asume la armonía implícita y el consenso; pero, simultáneamente discurre sobre la necesidad de control. Constituyen, a juicio de Burawoy, supuestos asumidos mas no explicados. Una revisión sobre este silencio teórico, conduce al autor a formularse las siguientes interrogantes: ¿si se encuentra dada la armonía de intereses, por qué resultan relevantes teorías sobre el control? o ¿si se acepta la necesidad del despliegue de recursos de control en los espacios laborales, cómo se justifica la presunción de armonía?

Por otra parte, Burawoy identifica otras salidas teóricas identificadas como posiciones intermedias. Entre éstas distingue, a su vez, dos perspectivas de acuerdo al grado de aproximación hacia el reconocimiento del conflicto o de la armonía. Las primeras intentan representar teóricamente situaciones en las cuales el conflicto es reconocido como “endémico” o “estructural” (Burawoy, 1979:8), sin que ello clausure las posibilidades de arreglos. Se encuentra el origen del conflicto en las desviaciones que se registran en la conducta laboral de los operarios en relación a los ejes direccionales. Esto da lugar a divergencias entre grupos que han de ser “controladas” a través del ejercicio de mecanismos de poder, a fin de retornar a la armonía. De allí que el poder (en sus variantes derivadas de su tipologización) resulte necesario para el control y el logro de “la conformidad y el compromiso” (Atzioni, citado por Burawoy, 1979:8); sin embargo, permanece sin resolver el problema de la etiología del poder.

Las soluciones teóricas “intermedias” con mayor inclinación hacia la tesis de la armonía, localizan el conflicto en la adherencia de los trabajadores a un código social inferior (Mayo, 1945) y a su incapacidad para entender la lógica económica de la gerencia . Desde el mismo eje explicativo, también se considera que la conflictividad laboral responde a la inhabilidad de la gerencia para integrar a los trabajadores a la organización o para reducir la incertidumbre ambiental. Al interior de esta posición también se ausentan los conflictos derivados por las relaciones de poder.

La distancia teórica del autor se reduce al abordar la postura radical. Esta es proponente de la tesis del conflicto de clases inevitable e inmanente a los espacios laborales5 capitalistas. La perspectiva marxista originaria, de acuerdo a Burawoy, erradica la posibilidad de “organización del consenso o de la voluntad de cooperación” (Burawoy, 1979:27). Tal determinismo se corresponde, a criterio del autor, al contexto histórico crítico para la clase trabajadora propio de finales del siglo XIX en Inglaterra. Tiempo en el cual los espacios laborales resultaban fértiles para prácticas coercitivas, dadas las condiciones de vulnerabilidad y sometimiento de tal clase (alienación) y la ausencia de arbitrio público o legalidades laborales. Burawoy, a diferencia de Braverman (1975[1974]:40) que si respalda la tesis marxista originaria sobre la formación de una conciencia de “una nueva clase obrera”, promotora de procesos emancipatorios o de desalienación de la clase trabajadora (proletarizada), la considera inapropiada para dar cuenta del potencial mistificador que ha mostrado, a su juicio, el capitalismo contemporáneo. El anclaje prescriptivo al marxismo canónico implicaría la negación de posibilidades constructivas de salidas cooperativas. Burawoy admite la existencia del conflicto en su acepción marxista pero, a su vez, declara las posibilidades de reelaboración “ideológica” a movilizar desde el management a fin de producir consentimiento. Se adscribe, entonces, a una tesis de la irrevocable alienación; sin embargo, no monopoliza, durante la década de los setenta, el recorrido teórico marxista en cuanto a la elaboración de consentimiento. Al respecto, Hyman (1978[1971]:25), ya había reflexionado en torno a tres propuestas concurrentes en el potencial de negociación del conflicto, que identifica como tesis “pesimistas”: integración (Lenin), oligarquía (Michels) e incorporación (Trotsky) (Thompson, 1989[1983]:156)6. En éstas se hipotetiza sobre la capacidad del capitalismo para producir “ideológicamente” estrategias de cooptación a través de la apropiación simbólica de la conciencia sindical. Estos movimientos apropiatorios dan lugar, en palabras de Hyman a “consecuencias impretendidas” (Hyman, 1978[1971]:34) de las acciones sindicales. Es esta área de impretensiones lo que es interpretado, desde estas diferentes perspectivas mencionadas como una estrategia racional por parte del gobierno y los empresarios para la formación de una ideología tradeunionista o política burguesa de la clase obrera. Esta conduce a la construcción de un imaginario “racional” de convergencias entre clases; expresable en prácticas de dirección laboral “colaboracionista” o de control de la propia clase trabajadora (“mecanismos de control de obreros”). La idea de consecuencias impretendidas de Hyman resulta de significativo interés, en el contexto analítico de este trabajo, dado que su contenido argumentativo remite al concepto de programación7 de incertidumbre simulada asociada a los juegos de Burawoy. En este resquicio, de aparente contingencia, es donde se articulan las estrategias de control de mayor eficacia normalizadora; el control se desentiende de sus manifestaciones coercitivas para asumir formas auto-gestionarias.

 

4. Los juegos de realización

La categoría central de la tesis de Burawoy, en Manufacturing Consent, sobre la relación conflicto-colaboración, es el concepto de conflicto simulado elaborable a partir de los denominados juegos de making-out . Estos son definidos por el autor como acciones de los trabajadores, enmarcadas dentro de arreglos informales convenidos entre éstos y ciertos segmentos de la gerencia; agentes activadores de las mismos, en función de los objetivos promovidos desde los meta-organizadores o thinkworkers (Thompson, 1989 [1983]:162)8 de la producción. Concreción de estas acciones se encuentra, por ejemplo, en el piece making rate; (pago por piezas); cuya consecución activa re-acciones competitivas y coolaborativas entre los operarios. La causa de la promoción de estos juegos reactivos parece encontrarse, a juicio de Burawoy, en las experiencias de desagrado y deprivación laboral asociadas a las condiciones de trabajo en el capitalismo monopolista capitalista. Sin embargo, el malestar referido sólo constituye la manifestación externa de los conflictos de poder soterrados, pero permanentes, en el espacio productivo (shop floor). Es necesario, por tanto, la instrumentalización de este componente conflictivo que podría convertirse en una amenaza al orden o normalidad productiva, a través de la simulación de campos de conflictivos subordinados. Resulta de interés destacar en esta tesis los siguientes aspectos:

4.1. La producción instrumental de un campo de conflictos simulados

El conflicto es significado por Burawoy a partir del “set de conceptos (marxistas) generales de aplicabilidad general” (Burawoy, 1979:14) pero relativizando o particularizando la aplicación de los mismos de acuerdo a los cambios históricos del capitalismo. En este sentido, el conflicto tal como ya ha sido expuesto deriva de las contradicciones de clases propias de este régimen de producción. A partir de esta adherencia teórica, Burawoy endogeniza, en el espacio laboral, la economía política del capitalismo; expresada en el propio “proceso de socialización fuera de la fábrica” (Burawoy, 1979:14). En otras palabras, encuentra replicadas las macro-relaciones de poder al interior de la fábrica. Encontramos, por tanto, una distinción de utilidad analítica y metodológica entre las macro-políticas y las micro-políticas de la producción. La focalización de estas últimas le hace posible el giro interpretativo hacia el mundo de las experiencias cotidianas de los actores laborales, pareciendo que con ello supera los límites del análisis estructuralista y objetivista. A tal efecto, utiliza el concepto de relaciones sociales en la producción; el cual remite al “componente relacional”9 (Burawoy, 1979:15) del proceso de trabajo. Es este aspecto relacional la sede de las micropolíticas de la producción. Los dispositivos micro-políticos que permiten la replicación de los macro-conflictos han de encontrarse entonces, en las denominadas “relaciones sociales en la producción” (Burawoy, 1979: 29); en otras palabras, en las disputas internas registradas entre los actores dentro de los espacios laborales.

El préstamo teórico que hace de Edwards (1979:12) del concepto relaciones sociales en la producción no impide que le imprima otro curso teórico. Para ambos, el conflicto parece plantearse por la resistencia, por parte de los trabajadores, ante el extrañamiento ante actividades en las cuales éstos constituyen actores centrales, pero que, sin embargo, tales actividades son pensadas, organizadas y supervisadas por otros. Edwards introduce también esta noción “dura” de alteridad conflictiva aludiendo a dos signos particulares y explícitos de la misma: colisión y exclusión de intereses. Es esta tesis, precisamente, la que orienta su representación de los espacios laborales en las empresas capitalistas: “the workplace becomes a battleground” (Edwards, 1979:13). Este terreno de conflictos, sin embargo, admite lapsus de convenimientos o acuerdos transitorios entre actores que, realmente, se confrontan. Para Burawoy también, el conflicto en los espacios laborales es consustancial a las organizaciones productivas capitalistas; pero en su caso, es mistificado tras juegos simuladores de otro orden de conflictos. Mientras que Edwards considera la elaboración de salidas de consentimiento o colaboración, por parte de actores en disputa, en Burawoy podría encontrarse una suerte de inversión constructiva en los planteamientos. Edwards destaca la producción permanente de conflicto explícito que induce a ciclos de controles, en cuyos repertorios aparece la negociación activa del conflicto. En Burawoy prevalece el “consentimiento” como salida a conflictos simulados que permiten el ocultamiento del conflicto estructural del capitalismo10. Podríase encontrar, en la idea próxima, una exposición de una suerte de tesis de programación de conflictos instrumentales al interior del espacio productivo: “Está en la naturaleza del making out evitar, negociar y hasta subvertir ciertas reglas, en orden de alcanzar la propia cuota” (Burawoy, 1979:171).

La producción deliberada, desde la gerencia, de conflictos simuladores expresa la movilización estratégica de los actores, que hemos denominamos meta-organizadores. Estos, en acuerdo a nuestra interpretación, reproducen desde marcos representacionales ya “objetivados” (Jodelet, 1986:483), condiciones fértiles para la emergencia de las interacciones o juegos transgresores. Este proceso que podríamos identificar como subversión instrumental implicaría incluso concurrencias intra-jerárquicas: arreglos informales entre operarios de diferentes niveles y entre éstos y supervisores y gerentes medios (Smith, 1990)11. Se da lugar, entonces, a una “dinámica cíclica” (Burawoy, 1979:175) que comprende un entramado de acciones, a partir de los objetivos del making out. Se inician a partir de la necesidad de cumplir con la cuota de producción establecida; ello activa interacciones generadoras de competencias, disputas y del requerimiento de concertación informal para cumplir con el objetivo. El alcance del mismo, sin embargo, puede implicar conflictos intra e inter-jerárquicos, laborales y gerenciales, que conduzcan a una reelaboración de normas; y, de nuevo, al reestablecimiento de una más alta meta (piece making rate). Este upgrading del nivel de la cuota satisface el propósito productivista asociado a la razón instrumental de los meta-organizadores. La activación de los mecanismos productores de consenso, a través de la dispersión del conflicto y de la producción de conflictos simulados de orden contingente, se complementa con la institucionalización y conversión del primero. Estas dos operaciones se hacen posible a través de los denominados mercado interno y estado interno.

 

5. De actores cooptados, actores suprimidos o sujetos producidos

Burawoy (1979), al considerar el espacio laboral como un área accional organizada intencional-mente por los mismos meta-organizadores a fin de promover el consentimiento requerido, debilita las posibilidades de órdenes negociados pluralmente. Incluso es posible argumentar que las estrategias de producción de consentimiento superan la propia cooptación de los actores hasta lograr su supresión. Recordemos que los contextos, en los cuales se producen (o son producidos) los juegos, han de contar con una “indeterminación” provocada o una aparente contingencia, funcional a los propósitos de control (ver Diagrama). A tal respecto, Burawoy afirma que la garantía de cooperación por parte de los trabajadores se fundamenta en que exista una mínima pero, perceptible, incertidumbre. Tal percepción invoca sus “posibilidades de algún control sobre el proceso de trabajo” (Burawoy, 1979: 87). Esta simulación de autonomía implica un vaciamiento del poder accionario a ejercer en condiciones de autonomía: podríamos decir que enuncia la des-autorización plena de los actores laborales, puesto que aún la propia acción desplegada en los “juegos” procuradores de colaboración se torna, a juicio de Burawoy, una estrategia producida desde la gerencia. Watson (1995[1980]:320) encuentra en estos juegos, precisamente, acciones de ajuste a los patrones establecidos de poder y de propiedad, a partir de los cuales se constituyen “… (los trabajadores) en perdedores relativos, en términos de Economía Política, manufacturan su propio consentimiento”. Se enuncia desde esta perspectiva, por tanto, una suerte de supresión de los actores laborales. En otras palabras, a diferencia de Edwards quien construye teóricamente un campo accionario contingente, Burawoy adiciona tal campo al inventario estratégico de la gerencia. Podríamos decir que se acredita el poder accionario de los trabajadores a los meta-organizadores. Expresado por Burawoy (1979:175), se está logrando “la afirmación ritual de la dominación de la gerencia”.

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Resulta de interés la disociación explicativa que se registra entre las tesis de Burawoy y de Edwards, con respecto a las atribuciones de los actores laborales. En ambos se expone la necesidad instrumental de “minimizar la oportunidad de resistencia”; lo cual implica, entonces, mantener o retornar el control a aquellos actores organizadores de las actividades mencionadas. Ahora bien, la consideración de la omnipresencia del control, sea cual sea su genealogía, se constituye en la aceptación, por parte de los actores meta-organizadores de la presencia de un otro que se encuentra apropiado del potencial accionario para promover acciones. La situación de “pérdida” del control, siguiendo a estos autores, podría ser entendida, como la toma del mismo por parte de ese otro, asociado a un estado de “contingencia”. El espacio accionario de los trabajadores es definido por Edwards (1979) como un área residual o resquicio accidentalmente no regulado por dispositivos disciplinarios de cualquier orden (tecnológicos, mercantiles u otros). En esta acepción se destaca el vacío teleológico del mismo. Su existencia no responde a una razón instrumental: no es mas que un error de determinación de los gestores disciplinarios disponible para el aprovechamiento contingente por parte de los actores laborales: “....remains a certain indeterminacy to the labor process” (Edwards, 1979:15). Esta tesis permite catalogar a los actores laborales como actores cooptables pero, sin embargo como sujetos accionales. Este autor, a diferencia de Burawoy, le asigna a los trabajadores la posibilidad de actuar, en arreglo a sus propios intereses, en estrategias de negociación conjunta: “El conflicto en el trabajo debe ser entendido como un resultado tanto de las estrategias como de las posibilidades de los combatientes y las condiciones no son determinadas totalmente dentro de los intereses de los trabajadores o de los capitalistas” (Edwards, 1979:15).

Las operaciones teóricas de supresión de los actores laborales expresadas en la tesis de Burawoy en Manufacturing Consent, parecen constituir, a nuestro juicio, dispositivos analíticos que la conectan con el concepto de Colonización Corporativa (Deetz, 1992:18) propio de la Teoría Crítica de la Gerencia. Con este concepto se representa, desde esa perspectiva, la generación y difusión, desde la moderna corporación, del orden del managerialism hacia el resto de los órdenes de la vida; entendiéndose aquí el managerialism , como un marco cognitivo que estructura el sentido y las prácticas en el interior y al exterior de los espacios de trabajo. En estos términos, la T.C.G. supone que tal marco implica la interpelación de “sujetos producidos” (Deetz, 1999: 23) por la corporación y, a la vez, productores de ésta. A tal efecto se reconocen, en correspondencia a su posición relacional con respecto al control, dos “sujetos”: los trabajadores, “constituidos por su necesidad de ser controlados” por los managers y éstos, “requeridos para ejercer el control” de los primeros (Deetz, 1992:229). La “constitución” de los trabajadores a partir de su sujeción a la “normalización” producida por otros, pudiera remitirnos a la noción de actor desprovisto de poder accionario que creemos presente en la tesis de los juegos de Burawoy. Esta misma aproximación interpretativa es sugerida por la atribución de un poder omnímodo al high management; lo que parece traducirse en una suerte de mitificación del managerialism con la asociada “heroificación” de los que hemos denominado meta-organizadores. Así como Burawoy expone que es el segmento alto de la gerencia el que monopoliza el poder decisional y accionario para la promoción de los juegos, en la T.C.G. también se encuentra esta autorización plena a tales actores con el propósito de construir las condiciones para la emergencia de los denominados “conflictos aprobados”. Por ejemplo, Deetz (1992: 224), lo enuncia al definir al gerente managerialista como “un organizador del conflicto”. Puede verse, por tanto, la conexión explicativa establecida en torno al reconocimiento de estos actores como conversores de los conflictos potenciales en “soluciones rutinizadas”; en términos de Deetz (1992:227), en “conflictos socialmente aprobados”. Nos resulta, además, de interés la reflexión sobre la opacidad del monopolio o atribución unilateral de poder accionario de la gerencia; específicamente de los “thinkworkers”. De formas de relativa explicitud, tanto en la T.G.G. y como el planteo de Burawoy se alude a la sujeción de los mismos a la supra-racionalidad del capitalismo; con lo que se les despoja, finalmente, de la autonomía y control accionario del que se consideran apropiados (Burawoy, 1979: 16). Estas posiciones revelan una mayor vecindad teórica al Marxismo12, a través de la adhesión, a partir de la participación en el espacio laboral, a un imaginario producido y productor de relaciones sociales en la producción y de relaciones sociales de producción. En la T.C.G., tal representación es expresada en la colonización corporativa de los mismo actores “heroificados”: “En este contexto, se torna más visible que muchos managers son las verdaderas víctimas ….y no sólo los perpetradores de los sistemas de control que ellos diseñan, operan y vigilan” (Alvesson y Willmott, 2000: 24). Una interpretación nuestra, de segundo orden, podría sugerir, a partir de las tesis de Burawoy sobre la manufactura del consenso, sistémicamente producida, y de la tesis de la colonización corporativa, la noción de la conversión de los actores en sujetos instrumentales.

6. Conclusiones transitorias

Los dispositivos de fabricación de consenso constituyen el eje teórico medular en Manufacturing Consent. En términos de ello introduce el concepto de juegos, metáfora de utilidad para representar estrategias de actores con poder accionario movilizable, de acuerdo a iniciativas que le reditúan ganancias contingentes. Con ello, este autor elabora una tesis del control del conflicto que parece articularse a la posibilidad de los órdenes negociados por actores deliberantes. El mecanismo de los juegos del making-out implica una dinámica cíclica en la que se activan interacciones conflictivas y colaborativas que finalmente conducen al propósito racionalizador que se mueve tras este escenario lúdico: el upgrading productivista. A su alcance contribuyen otros dispositivos no expresamente cohercitivos: el mercado interno de trabajo y el Estado Interno: ambos conforman entidades de dispersión del conflicto; en otras palabras, de “mistificación” del conflicto endémico del capitalismo (De la Garza, 2000a-2000b), a través de su conversión funcional en “conflictos organizados”. Siguiendo la sucesión argumentativa de Burawoy en esta obra, encontramos que, finalmente, las acciones presumiblemente contingentes, son en realidad acciones programadas. Los actores no parecen ser más que sujetos con autonomías acotadas, con manifestaciones y grados diversos de supresión de su poder accionario. De allí que supongamos que Burawoy promueve el retorno, de una manera paradójica, de los actores a la discusión teórica sobre el Proceso de Trabajo. La oblicuidad en la construcción teórica en torno a los actores podría responder a su posición inicial de desprendimiento del estructuralismo marxista. Este autor, recordemos, admite su adscripción teórica al Marxismo, desplegando un esfuerzo de “particularización histórica” y de visibilización de las “subjetividades cotidianas”. A pesar de las inconclusas elaboraciones sobre los actores, expresables en las imprecisiones reflexivas sobre conceptos como la libertad de agencia de los actores, la “conciencia importada” y sobre la ideología, propone una perspectiva heurística compleja que demanda confrontaciones.

Burawoy construye, a nuestro juicio, una teoría seminal que reporta un giro epistemológico que encuentra continuidad en la Teoría Crítica de la Gerencia. Su reconocida representación disciplinaria, Deetz, Alvesson, Willmott, Kunda, entre otros, retoman la tesis de los juegos, para la elaboración de un marco interpretativo-crítico. En éste, partiendo de la interpretación de los jugadores de Burawoy, ahora explícitamente interpelados como sujetos producidos, re-elaboran la representación del manager y de sus prácticas y discursos no comunicativos, contenidos en el managerialismo. Su contribución a la genética de esta línea teórica, así como a la de las Teorías de la Contingencia, ratifican, a nuestro parecer, su condición seminal en las sociologías del trabajo y de las organizaciones.

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