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Revista Venezolana de Gerencia
versión impresa ISSN 1315-9984
Revista Venezolana de Gerencia v.12 n.39 Maracaibo sep. 2007
Sociedad de la información: Lo público y lo privado de la información
Andrade Castro, Jesús Alberto*
* Economista. MSci. en Computación Aplicada. Master en Gerencia de Sistemas de Información. Doctor en Ciencias Humanas. Director del Departamento de Computación de la Facultad Experimental de Ciencias de la Universidad del Zulia. Profesor Titular. Adscrito al programa de promoción al investigador (PPI -Nivel II). Venezuela. E-mail: jandrade01@yahoo.com, jandrade@luz.ve
Resumen
El propósito de este trabajo es realizar un análisis crítico a la construcción de una sociedad que es considerada novedosa, por estar sustentada en tecnologías de información (TI). Ciertamente, las TI tienen considerables efectos en lo social, político y económico; sin embargo, los resultados son sobredimensionados como novedosos y sin conexión alguna con el pasado. La premisa es que no hay necesidad de descartar las propuestas hechas por diversos antecesores de la llamada Sociedad de la Información (SI), para analizar sus consecuencias. Por lo tanto, se hace una revisión teórica de algunos de los precursores de la SI, a fin de demarcar lo público y lo privado de su existencia y sus efectos en la construcción de un estado de bienestar. Se hace un análisis crítico de las políticas seguidas en la construcción de una SI, enmarcada en el desarrollo de los procesos de globalización. Se concluye que las TI no garantizan, por si mismo, el logro de un mayor nivel de desarrollo social, porque en la SI se asocia a los conceptos de la nueva gerencia pública como herramienta para el ejercicio de un modelo neo-liberal que imposibilita la construcción de una sociedad basada en el bienestar, debido a que no aborda la participación ciudadana y la transparencia de la gestión pública, sino que se centra en la eficacia burocrática y en los aspectos técnicos del Estado.
Palabras clave: Tecnologías de información, sociedad de la información, globalización, neoliberalismo, información pública y privada.
Information Society: The Public and the Private in Information
Abstract
The purpose of this paper is to make a critical analysis of the construction of a society that is considered innovating, as it is sustained by information digital technologies (IT). Certainly, It have considerable effects upon the social, the political and the economic, however, the results are overestimated as innovating and with no connection to the past. Our premise is that there is no need to eliminate the proposals made by diverse pioneers of the commonly called Information Society (IS), to analyze its consequences. Therefore, it makes a revision of some IS pioneers, hoping to demarcate a line between the private and the public spheres of the IS and their effects upon the construction of a farewell State. It makes a critical analysis of the policies instrumented in the construction of an IS in the frame of the global processes. Finally, it draws some conclusions regarding the experienced social processes that are derived from the development of the incorporation to the society of new informational technologies.
Key words: Information Technologies, Information Society, Globalization, Neoliberalism, Public and Private Information.
Recibido: 25-09-06. Aceptado: 30-03-07
1. Introducción
Con tecnologías de información existe el riesgo de acrecentar las exclusiones que la sociedad produce; por ello, el tema de una sociedad basada en información y tecnologías, ha estado en la discusión pública y en la agenda internacional de los gobiernos y organizaciones tanto públicas como privadas1.
Hay un gran número de contradicciones, ambigüedades y confusiones que están alrededor de los análisis razonados. El rol de las organizaciones públicas en el uso de tecnologías de información, las cuales han confiado históricamente en las élites del poder (Kraemer, King, Dunkle y Lane, 1989), ha sido fundamental para perpetuar los esquemas establecidos por las jerarquías. Por ello, el papel que tienen las tecnologías de información en el crecimiento y desarrollo de la sociedad ha recibido una considerable atención que sobrepasa la esfera de la sociedad tradicional.
Muchas veces denominada sociedad de la información (SI)2, sociedad del conocimiento (SC)3 o, según Castells, sociedad en red, corresponde a un nuevo modelo de sociedad que ha sido conducida por el uso desigual de nuevas tecnologías de información y comunicación. (TICs), pero que ha permitido, a su vez, generar una capacidad de interconexión nunca antes vista con considerables efectos en lo político, social y económico. Cualquiera que sea el término que se use, no define, de por sí, un contenido. El contenido emerge de los usos dados en el contexto social, que a su vez influyen en las percepciones, expectativas y políticas que cada término genere, basado en su sentido, pasado y lo que se espere de él para un futuro asociado a su respectivo bagaje ideológico.
Así, la sociedad de la información emerge en un escenario configurado a partir de un marco internacional que pretende constituir una infraestructura tecnológica sobre las bases de una sociedad cada vez más atomizada, individualizada y bajo amenaza de conflictos sociales, que conforma instancias de significación social donde las TICs se establecen como lógicas económicas-políticas. Bajo esta perspectiva, la construcción de una sociedad con uso predominante de tecnologías de información constituye una fuente básica para el desarrollo, porque implica una profunda transformación del sistema de organización de la vida pública a partir de las pautas, sistemas y culturas de la información introducidos por los nuevos conglomerados que hacen aceptable y natural la brecha abierta entre grupos, regiones y culturas diferentes.
A la luz del discurso hegemónico internacional, por una parte surgen voces tecnofílicas que auguran el dominio de la tecnología sobre el ámbito social, y por otra parte, emergen los discursos y las posiciones tecnofóbicas que señalan los riesgos de la tecnología contra el desarrollo y el bienestar social.
En este trabajo analizaremos algunos factores relacionados con la no neutralidad de la tecnología dentro del marco de una relación internacional de corte neoliberal. En particular, analizaremos la sociedad de la información como construcción política e ideológica, desarrollada bajo la concepción de una globalización neoliberal, cuya principal meta ha sido acelerar la instauración de un mercado mundial abierto, bajo la premisa de la autoregulación.
Para argumentar la discusión, examinaremos los rasgos de las políticas públicas que se han usado, con el propósito de reconvertir la orientación de esas políticas para ponerla al servicio de objetivos privados, basándose en una concepción ideológica que niega la participación ciudadana en la búsqueda del bienestar social, en favor de la visión neoliberal que intenta resolver los problemas sociales a través de la incorporación de tecnologías de información para alcanzar mayor beneficio económico, en detrimento del social.
La premisa es que la tecnología se mantiene anclada en un bagaje ideológico, que representa una noción elitesca porque excluye a buena parte de los seres humanos, y hoy, sigue asociada al determinismo tecnológico que separa cualquier responsabilidad que podamos tener en la creación de un nuevo modelo de sociedad que atienda las necesidades colectivas en lugar de la búsqueda por el incentivo meramente económico.
La relación de los seres humanos con la tecnología no es la de recibidores pasivos de innovación, sino de moldeadores de los avances tecnológicos y de los cambios sociales. Por ello, el proyecto de la sociedad de la información plantea el desafío de procurar definir lo informacional como un conjunto de procesos sociales, económicos, administrativos, políticos, culturales y tecnológicos que reflejen un estado de bienestar colectivo.
2. Precursores de la sociedad de la información
Pensadores modernos, tecnólogos, científicos, políticos y hasta agencias privadas y públicas resaltan las bondades de una nueva sociedad con base en la información, que no es más que la construcción de una sociedad donde el conocimiento y las comunicaciones sean el sustento del desarrollo social. Sin embargo, lo novedoso de estos postulados y discursos no deja de ser dudoso. Algunos autores (quizás ya olvidados) reconocieron el valor de la información en los cambios de la sociedad, mucho antes que apareciera la idea de una sociedad de la información a finales del siglo XX.
Volver a los clásicos o plantearse opciones a partir del estudio de las teorías que evolucionaron hacia nuevas formas de producción, pudiera abrir caminos a explicaciones mucho más racionales que aquellas que nos intentan ofrecer cuando se elaboran discursos supuestamente novedosos en el desarrollo de una sociedad basada en lo digital.
La idea de construir una sociedad de la información ha tenido viejos precursores claves, que desde diversas ópticas analizaron la necesidad de una sociedad global apoyada en medios de comunicación, información y conocimiento. Marshall, Samuelson y Hicks sustentados en la Teoría de la Competencia Perfecta y la Ley de la Oferta y la Demanda introdujeron el elemento informacional para corregir las imperfecciones y distorsiones que se presentan en el mercado.
Adam Smith prestó especial atención a los procesos de difusión de conocimiento a través de la enseñanza, tal fue la importancia que le dio, que la consideró la piedra angular del desarrollo: «un hombre instruido a cuenta de muchas cantidades de trabajo y tiempo debe ser comparado con una de esas máquinas caras» (Smith, 1910:88-89, citado por Millán, 1993:33). El propio Marx pensó que los procesos de mejora de los medios de comunicación determinaban las condiciones generales de la producción social. Para Marx (1983) a medida que la producción y el intercambio (transporte y comunicaciones) de bienes físicos se hacen más importantes, los costos de circulación de las mercancías adquieren mayor relevancia.
Alfred Marshall (1842-1924), Jeremy Bentham (1784-1832) ambos de pensamiento liberal y en general los economistas de la Escuela Austriaca Friedrich Hayek (1899-1992), Fritz Machlup (1902-83) y Ludwig Edler von Mises (1881-1973) dieron importancia al conocimiento en los procesos económicos y en la toma de decisiones. Ellos trataron de entender cómo el conocimiento es generado, esparcido y usado en la economía, centrándose en las instituciones que aparecen cuando la gente carece de conocimiento perfecto para tratar con las incertidumbres. La libertad es esencial para dar cabida a lo imprevisible e impronosticable (Hayek, 1996), porque además permite al individuo producir y procesar mucho mejor la información; ensayar y buscar nuevas realizaciones a partir de ella. Así pues, Hayek (citado por García, 2006), por ejemplo, defiende aquellas sociedades que basan su economía en el libre mercado y su organización política en la división de poderes y en un gobierno bajo la ley, como forma de limitar el poder del Estado, frente a aquellos regímenes donde no existe la propiedad privada, ni las libertades individuales, sociales y políticas.
Daniel Bell (1976) y Alain Touraine (2001) dieron importancia al sector servicios de la era post industrial, donde el conocimiento y la información se transforman en insumos y productos. Knight (1921, citado por Millán, 1993:34) observó que en la economía se llevaban a cabo importantes procesos de transmisión-adquisición de información hasta el extremo de atribuirle a ésta el calificativo de ser «una de las principales mercancías», asegurando que grandes inversiones de capital e instituciones complejas se dedicaban a actividades informacionales.
Así, la producción de conocimientos es una actividad económica que Fritz Machlup (1962)4 definió como una industria de conocimiento o infoesfera. Sus planteamientos han influido en la construcción del contenido programático de la sociedad de la información y la nueva economía. La información y el conocimiento aparecen en la visión de Machlup como valor estratégico e instrumento que reduce la incertidumbre, como riqueza necesaria de la nueva gestión económica y social y como factor de generación de riqueza: el conocimiento es economía. Machlup pensaba que la producción de conocimientos es una actividad económica que se puede catalogar como una industria y calificó a los colectivos de agentes económicos (empresas, instituciones, organizaciones, individuos, familias) como productores de conocimiento, servicios o bienes de información, para su propio uso o ajeno.
Así podemos ver que la noción de una era de la información subyace en el pensamiento de quienes han labrado las transformaciones de la sociedad como provocadas por las tecnologías y por el conocimiento. Por su trascendencia, en este trabajo mencionaremos algunos postulados de aquellos pensadores -quizás olvidados-, que a nuestro juicio, incidieron en la creación de una sociedad de la información, mucho antes de que los organismos internacionales promulgaran su existencia a finales del siglo XX.
Karl Polanyi (1886-1964) describió cómo las relaciones económicas afectan a los individuos y a los grupos sociales. Su mayor esfuerzo lo dedicó al análisis de la revolución industrial, y su repercusión en el siglo XX proyectando sus análisis a los inicios del XXI al que refirió como el siglo de la revolución de la información. En su libro La Gran Transformación, Polanyi (1989) identificó en la Revolución Industrial contradicciones similares a las que ocurren hoy en día en la economía de la información, excepto que el flujo en ese entonces era de capital en lugar de información. Decía Polanyi que en un mercado libre el capital puede fluir sin mayores restricciones al lugar donde se hace la mayor ganancia.
Polanyi describía la Inglaterra ricardiana como una época caracterizada por una serie de revoluciones en la tecnología, la política social y la ciencia social que crearon una nueva idea de la economía y de la motivación económica. Para Polanyi, al igual que para Marx, las leyes de mercado no forman parte de la naturaleza humana, sino que son el resultado de un proceso histórico. El deseo de la sociedad de autoprotegerse corresponde a un doble movimiento social que Polanyi denominó contra movimiento (respuesta de la sociedad que ve amenazada su supervivencia); este doble movimiento corresponde a una acción de dos principios organizacionales, cada una de las partes apuntando hacia un objetivo institucional para tener el apoyo de las fuerzas sociales. Para Polanyi, las dos fuerzas opuestas durante la revolución industrial fueron, primero el principio económico del liberalismo junto a la autorregulación de los mercados, y segundo, el principio de autoprotección, la fuerza de seguridad en lo social que busca proteger a la gente, su tierra y su cultura. Por tanto, cuando ocurre una catástrofe que golpea a la sociedad como resultado del intento por imponer un mercado autorregulado, la sociedad lanza un contra movimiento para protegerse a sí misma.
Polanyi desarrolla los conceptos de reciprocidad y redistribución como mecanismos esenciales para la asignación de los recursos en las sociedades precapitalistas, puesto que la mayor parte de las transacciones económicas se desarrollan en el contexto de redes que involucran relaciones personales basadas en la confianza. En efecto, en el ámbito interno de los diferentes países avanzados, la influencia creciente de los mercados constituyó un movimiento contrapuesto que se manifestó, anterior a la era de la globalización, con los primeros esbozos de un Estado de Bienestar -en la Alemania de Bismarck-, y que hoy resurge con los movimientos anti globalización para confrontar las decisiones de los grandes países industrializados. El proceso de globalización no ha hecho sino acentuar los desencuentros entre mercados y sociedad. Así, en el ámbito internacional, la ausencia de mecanismos de poder político ha dejado sin efecto (en la esfera interna de muchos países) ese doble movimiento -el del avance del mercado y el de la protección social- que aludía Polanyi.
En la era de la información, existen muchos ejemplos del doble movimiento, pero quizás el más importante es la tensión existente entre el mundo industrializado y el menos desarrollado. Uno de los grandes dilemas de la era de la información es la tensión entre dos dinámicas: primero, la tendencia de la información a fluir libremente y no perder valor a medida que se mueve y segundo, la tendencia a querer controlar el flujo de información para obtener beneficio a partir de su valor. De allí las sociedades menos desarrolladas y menos favorecidas económicamente desarrollan tensiones contra las más poderosas. Para Polanyi la única forma de suavizar las tensiones consiste en reemplazar un sistema semi regulado con una economía de mercado más libre, a fin de colocar barreras en forma de progreso social. Polanyi (1989:29) decía que una avalancha de dislocación social... una catástrofe fue el acompañante de un vasto movimiento de mejoras económicas, que dio origen a un nuevo mecanismo institucional que comenzó en la sociedad occidental el peligro consistió en los intentos de proteger a la sociedad contra los estragos de tales mecanismos.
La revolución de la información tiene algunos paralelos sorprendentes con el pensamiento de Polany. Como antes, hoy, con el nacimiento de una sociedad de la información, a pesar de las mejoras económicas que muchos avizoran en la creación de esta nueva institucionalidad, se pone en peligro a buena parte de la humanidad que lucha contra las disconformidades del nuevo sistema.
La noción de una sociedad de la información fue anticipada con notable claridad por Alvin Toffler (1980)5. De la misma forma que las tecnologías asociadas a la agricultura y a la industria estimularon las dos primeras grandes transformaciones de la sociedad; el desarrollo y uso de las TIC es el elemento clave de la tercera transformación. Según Toffler, hubo una primera ola, de una muy larga vigencia histórica, en la que las aplicaciones tecnológicas estaban asociadas al esfuerzo humano, en particular a su fuerza biológica, con un predominio de la actividad agrícola. La segunda ola alcanzó su cima con la revolución industrial, con una duración histórica mucho más corta, en la que el esfuerzo mecánico (el maquinismo), sustituyó al esfuerzo humano, y dio origen a la sociedad de masas. Y, luego la tercera ola, hija de la revolución tecnológica, de la que surge una sociedad regida por los flujos de información.
Los usos tecnológicos favorecen el desarrollo de las extensiones de la mente, por lo que el esfuerzo que prevalece, en esta tercera ola, es el que se deriva del conocimiento (Toffler, 1980). El mundo no sólo se transforma en su matriz tecnológica, sino que el cambio conlleva a un cambio psicológico de la sociedad, a una redefinición de las relaciones sociales y, también, de las relaciones de poder.
Una tercera ola daría inicio una nueva sociedad, la cual descansaría en la información, el conocimiento y la creatividad. En las sociedades de la Tercera Ola, la productividad dependería del desarrollo de nuevas tecnologías, las que permitirían al hombre hacer menos y pensar más. La economía sería sustentada en información y creación de conocimiento.
Las ideas principales de Toffler y de Machlup se combinan con la noción de destrucción creativa6 de Joseph Schumpeter (1883-1950) quien describió la forma cómo el capitalismo avanza por el rendimiento redundante de las tecnologías y la de los ciclos de Nicolai Kondratieff (1892-1938) quien afirmaba que las economías capitalistas occidentales son propensas a ciclos de 50 ó 60 años de duración. La visión schumpeteriana se basa en los efectos de la innovación sobre el comportamiento cíclico de la economía capitalista; mientras que las ondas largas de Kondratieff no son un fenómeno estrictamente económico, sino más bien una manifestación del comportamiento mesurable en términos económicos de todo el conjunto del sistema socio-económico e institucional a nivel nacional e internacional. Para Schumpeter (1982) la destrucción creadora consiste en el reemplazo de las combinaciones productivas obsoletas de la microeconomía. La dinámica económica de medianos y largos plazos conforma una evolución cíclica consecuencia de las alteraciones de la tecnología causadas por el comportamiento innovador dinámico.
Actualmente transitamos por un intenso proceso de destrucción creadora con base en la informática, la biotecnología y la microelectrónica y no escapan a esa necesidad de avanzar en la destrucción creadora ni las economías competitivamente avanzadas ni las rezagadas (Jeannot, 2006).
Joseph Stiglitz ha analizado los efectos de la información incompleta en el mercado, que está desigualmente distribuida entre los agentes económicos; es costosa de adquirir por lo que genera comportamientos distintos de la economía, al que tradicionalmente se conoce con el mecanismo de oferta y demanda. Los individuos se ven limitados en su racionalidad económica, y por lo tanto deben destinar recursos para diferenciar, distinguir y clasificar a sus contrapartes en el intercambio de bienes y servicios, asumiendo entonces un comportamiento estratégico fundamentado en el manejo ingenioso y ventajoso de la información privilegiada. Por lo tanto, se presume que con asimetrías de información al menos una de las partes posee más información que las otras y eso, le agrega una falla adicional al mercado. Este tipo de problemas se presenta particularmente en las actividades asociadas a los mercados financieros. En esos mercados el valor de la información es altamente cotizada y las tecnologías digitales asociadas al manejo de la información constituyen un elemento adicional al costo de la producción.
Así, con esa breve descripción de algunos de los antecesores de la sociedad de la información, se puede reconocer que en la sociedad y en la economía, las nuevas tecnologías digitales de información han incorporado una nueva dimensión cualitativa y cuantitativa a las formas de producción, gestión y comercialización de los sectores económicos y de las propias actividades económicas. De manera que la información constituye un vehículo con un elevado valor de mercado que se manifiesta como elemento de regulación económica y promotor del desarrollo y que se expresa en su desterritorialización o virtualización.
Pero las tecnologías de información no sólo tienen injerencia en el desarrollo de modelos de producción, sino que han servido de puente para exigir a la sociedad un comportamiento mucho más participativo. Cada sector de la sociedad ahora siente la necesidad de encontrar formas y medios de aferrarse a las oportunidades ofrecidas por las TICs, para mejorar su participación ciudadana, para establecer nuevos canales de comunicación entre los ciudadanos y los gobiernos, para crear y fortalecer las redes de la comunidad y para participar activamente en la sociedad de la información.
La preponderancia de la tecnología no es meramente consecuencia insalvable del progreso tecnocientífico, sino fruto de una elección política sobre un modelo de sociedad. Así, desde el ámbito de lo político, el espacio de lo público en una sociedad basada en información debe analizarse y entenderse a fin de que su manejo sea la expresión de un interés social y colectivo y no asociado a la explotación de un interés privado que se limita a conocer única y exclusivamente su objeto; es decir el qué es y el cómo es la sociedad de la información y no el cómo debe ser o cómo debe ser construida.
3. Lo público y lo privado de la sociedad de la información
Los fundadores de las ciencias sociales, aquellos clásicos de la economía política, asociaron el poder a una relación de competencia que establece que los agentes poseen toda la información necesaria para maximizar sus intereses. De forma que se puede relacionar la economía clásica con los procesos de liberalización de los mecanismos de mercado.
La Teoría General del Equilibrio de inspiración neoclásica7, muy utilizada para justificar los dinamismos económicos, trata de incorporar el paradigma informacional a la economía teórica. Hoy, el pensamiento económico dominante en el mundo occidental plantea que las nuevas tecnologías de información permiten mejorar el funcionamiento de los mercados en la búsqueda por alcanzar una economía sin fricciones. Bajo el supuesto de que las tecnologías mejoran el funcionamiento de los mercados en la búsqueda de un equilibrio económico, a las TICs se les considera precursoras de una nueva era económica basada en lo digital.
Es difícil omitir el carácter disyuntivo que se genera alrededor de las tecnologías de información. La histórica posición contrapuesta entre un modelo privado y uno público refleja el carácter no neutral del desarrollo tecnológico. El espacio de lo público en materia informacional se ha reducido en detrimento de una cultura de significación social, que se legitima en la necesidad de imponer lo privado como opción emergente desde el ámbito económico-político.
La información en manos de los poderes públicos desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la democracia y en la realización del quehacer diario de las administraciones públicas y los ciudadanos. Por ello, la transparencia y el acceso a la información relativa a los asuntos públicos es una necesidad de Estado que es pilar en el desarrollo social.
El concepto de sociedad de la información nació con ventaja para los países más industrializados. Frente a esas necesidades colectivas, aparece la esfera privada que se recarga de métodos, discursos, técnicas y asociaciones que generan asincronías entre los supuestos organizacionales (mercados, agentes económicos, productos y tecnologías) y la realidad donde opera, dejando a la sociedad desamparada en la meta por alcanzar mayor bienestar.
En la atomización de la economía, la teoría de la competencia perfecta y la ley de la oferta y la demanda constituyen el pilar fundamental para el desarrollo de un modelo neoclásico al que se le ha incorporado el elemento informacional. En ese modelo, lo privado pasa a ocupar el papel estelar de impulsor de las actividades económicas que se orientan a la repetición y consolidación de la acumulación de capital. En el modelo neoliberal, el Estado se redimensiona como producto de la selectividad de las actividades; se impone lo privado por encima de lo público, constituyendo al mercado como el regulador de todo actividad que involucre el desarrollo social. Ideológicamente su significado en la vida de las personas se traduce en un estado de bienestar.
En sociedades pluralistas e interdependientes, las relaciones entre los poderes públicos y la propia sociedad deben basarse en la colaboración de los diversos componentes, que se conectan a través de múltiples relaciones y donde los actores son portadores de recursos que se combinan e intercambian con los aportados por el resto de los agentes, de manera que cada uno pueda ver satisfechas sus propias necesidades. Así, los actores son portadores y buscadores de información relevante sobre los asuntos públicos, a fin de participar en las deliberaciones y en la toma de decisiones colectivas en la búsqueda de un mayor bienestar. Para ello, es necesario que existan niveles adecuados de información y de transparencia y, por tanto, se requiere que los actores no tengan deliberadamente más información que otros (para evitar asimetrías información).
Para estar a tono con el desarrollo económico y social basado en la acumulación de capital, la esfera pública protagoniza las transformaciones hacia una modernización de la administración con apoyo de tecnologías de información, demandando un esfuerzo mayor en el conocimiento instrumental requerido para su existencia. Así, lejos de marcar un distanciamiento en el rol principal de atender lo social en la búsqueda de bienestar colectivo, lo público se ha adecuado a los intereses de lo privado; así, una comparación de posiciones entre lo qué es privado y lo que corresponde a lo público, lejos de crear situaciones de conflicto ha generado una síntesis gerencial concebida desde el lado neoliberal, y que se desprende de la escuela austriaca y la opción pública estadounidense (Guerrero, 2004:53).
El neoliberalismo encontró a la esfera pública, vigente en el pasado, como portadora de la falsedad frente a un futuro dinámico y modernizador (esfera de lo privado), que ha sido ofrecido como único el espacio de la verdad. Por ello, una serie de neologismos anunció la promesa de una sociedad mucho más eficiente que hasta hace poco era conocida; dando inicio a una nueva era de administrar: la era de lo managerial o Nueva Gerencia Pública (NGP).
Esta visión neoliberal tiene sus bases en la economía neoclásica formulada por economistas como Milton Friedman, James Buchanan y Friedrich Hayek quienes emularon las doctrinas clásicas filosóficas de Adam Smith. Desde el punto de vista doctrinario, las ideas de Friedrich Hayek (1978) niegan la existencia de alguna doctrina distinta del liberalismo, que en las relaciones sociales, asegure la libertad del hombre, la preservación de las libertades y, en consecuencia, que sirva como regulador de la sociedad (Hayek, 1978:40-41). La concepción del mundo, parece ser asumida por la idea de libertad individual: la libertad del individuo por encima de todo.
Las ideas neoliberales constituyen un elemento central de numerosos desarrollos económicos y sociales, que impacta fuertemente en actores que juegan papeles clave en los procesos sociales contemporáneos. Los principales actores son las empresas transnacionales, enormes organizaciones cuya riqueza y poder superan al de muchos Estados nación. Pero no son los únicos, también están los dirigentes políticos y sociales de las más diversas tendencias, así como economistas, sociólogos, periodistas, educadores, politólogos y otros profesionales y formadores de opinión pública, quienes no necesariamente se perciben a sí mismos como neoliberales. Se trata en general de actores que participan en la promoción de ciertas transformaciones sociales que han sido incorporadas -cuanto menos retóricamente- en los discursos de inspiración neoliberal promovidos por organismos internacionales y organizaciones sociales y políticas nacionales de diversos países y que se asumen con cierto grado de dogma. Estas propuestas transformadoras en general están asociadas a ideas de democratización de aspectos de la vida pública en lo económico, social y político de las sociedades. Las ideas neoliberales han venido incidiendo en los modos en que numerosos actores perciben y/o interpretan los procesos sociales, y por tanto en las propuestas que formulan y acciones que promueven en los organismos internacionales. Y esto ha ocurrido tanto de manera consciente y activa como de maneras no-consciente, incorporándolos en los discursos de demandas sociales ampliamente sentidas por los pueblos.
De manera que neoliberal no es solamente una doctrina económica, sino un modelo societal que supone tanto una concepción del mundo como una epistemología, una forma de conocer; es decir, una visión del mundo, en todo caso, un sentido común que intenta normar las relaciones entre Estado y sociedad, entre economía y política (Maldonado, 2005).
La liberalización de la economía, la privatización de algunas actividades que han estado en manos del Estado y el despliegue del sistema financiero internacional para socorrer a las naciones con los problemas de la deuda externa, requirió de un modelo gerencial que sustituyera a la administración pública que, en esencia, se había concebido ya agotado, a fin de responder a los serios problemas en los que se encontró inmersa la sociedad moderna.
Otro elemento relevante ha sido de igual forma el entusiasmo con el cual estas ideas fueron recibidas por amplios sectores de sociedades de Europa, Japón, Australia y USA, que los medios de comunicación han proyectado a escala planetaria, encargándose de una vez de establecer asociaciones no argumentadas entre democracia, entendida como libertades políticas, y liberalización económica. Una asociación que es propia de la doctrina neoliberal y que se expresa en las acciones públicas apegadas al carácter gerencial privado que conforma una cierta asociación entre libertades políticas y liberalización comercial y económica.
Para los propósitos del gran capital internacional, el Estado administrativo resultó no sólo artificial, sino estorboso (Guerrero, 2004). Con ello, la realidad de la privatización recorrió buena parte del mundo occidental, para sustituir el modelo de administración pública improductivo y acabado, por uno más dinámico, eficiente, enérgico y transparente que alejara la burocracia pública de la toma de decisiones políticas.
De manera que las libertades comerciales y financieras han conformado una sólida fusión con las ideas de progreso, bienestar, democracia y libertad individual. Con apoyo de los medios de difusión que frecuentemente postulan políticas públicas sin argumentos, con predominio de rasgos privados, ofrecidas como necesarias y a la vez excluyentes de cualquier otra forma posible de la existencia de soluciones que no sean provenientes del lado neoliberal, estableciendo una supuesta superioridad absoluta respecto de otros sistemas de ideas; sustentado -con bastante razón- por los fracasos de numerosas experiencias que han tenido significativa intervención estatal. Así, la idea de regimenes libertarios y de desarrollo social se alejó de lo público para abrirle camino a lo privado.
Lo público se desacredita con base a lo ineficiente y lo inadecuado, en tanto que lo privado juega el rol positivo de operar los cambios anunciados en la sociedad, generando nuevos espacios para las privatizaciones, alianzas y fusiones (Crovi, 1995, citado por Crovi, 2004). Se cierra así, una etapa que separaba lo público de lo privado donde el primero se ocupaba de las necesidades educativas, culturales, sociales y otras cuestiones que no remuneraban al capital, y el segundo se esforzaba por el lucro.
Se desprende entonces de esta fusión conceptual, una gerencia pública que nace del seno de la economía neoclásica y que tiene su desarrollo más acentuado en el carácter liberal, que en lo tecnológico e informacional corresponde al desarrollo del sector de las telecomunicaciones.
Las tecnologías de información tienen el rol importante en la reforma y modernización del Estado, pues una de las tareas de fundamentales de la modernización es montar mecanismos transparentes de gestión. El control de la gestión, la evaluación de la gestión pública, las metas ministeriales, los indicadores de gestión y desempeño institucional serán viables en la medida en que su manejo se apoye en una plataforma que permita que la información fluya y se tenga rápidamente acceso a ésta (Orrego, 1999: 28). Las tecnologías avanzadas de información son relevantes en el sector público, ya que su utilización implica el mejoramiento de los sistemas y la automatización de los procesos, particularmente la reingeniería de procesos, que se complementa con la idea de reinvención del gobierno (Martínez, 2005).
Es en ese contexto tecnológico, que el carácter privado se impone sobre la visión pública de las estructuras económicas y posibilita la aparición de un fenómeno de integración de mercados, bajo el control de empresas transnacionales y de corporaciones anónimas norteamericanas, europeas y algunas asiáticas que dan soporte al fenómeno que hoy llamamos globalización.
4. Globalización, neoliberalismo y TICs
El mundo capitalista ha experimentado largos ciclos de integración económica y política, quizás dándole la razón a la teoría de las ondas largas de Nicolai Kondratieff. Por siglos estos largos ciclos han sido entremezclados por períodos de resistencia social, quizás dándole la razón a Karl Polanyi quien afirmaba que el deseo de la sociedad de autoprotegerse genera un contra movimiento que intenta alcanzar su supervivencia, a través de grupos dominados, des-ventajados y explotados que se enfrentan a las jerarquías del capitalismo global que los estados hegemónicos han construido.
En el período contemporáneo la intensificación capitalista ha estado acompañada por una consolidación de la resistencia social con la aparición de movimientos que salen al encuentro de las políticas neoliberales a través de construcción de alternativas válidas de desarrollo. Por ello, el estudio cuidadoso de estas ondas largas y de resistencia puede proveernos de importantes entendimientos que son relevantes en la tarea de construir un nuevo estado de bienestar social global, que sea más humano y más democrático.
La discusión sobre la política de globalización y de resistencia o contra movimiento es simplificado por quienes apoyan el neoliberalismo, a través de una oposición binaria entre los pro-globalización (bueno y correcto) (entendida como corporaciones neoliberales que pretenden una globalización económica) y las fuerzas contrarias o anti-globalization (que ven al fenómeno como malo e incorrecto). Sin embargo, es necesario evitar esta dicotomía a través del análisis crítico de la raíz del problema.
La mayoría de quienes demonizan la globalización, como la mayoría de quienes hacen su apología, comparten un error de base: fetichizan eso que llaman globalización. Es decir, representan la globalización como si se tratara de una suerte de fuerza suprahumana que actuaría con independencia de las prácticas de los actores sociales. Para el caso, da igual si la consideran una suerte de destino histórico de la especie, o bien si la atribuyen a factores meramente económicos o tecnológicos (Mato, 2001).
No es cierto que adherirse a los procesos de globalización refleja un pensamiento neoliberal; ni tampoco, que toda práctica anti globalización es consecuencia de un análisis racional que se deriva de estar en contra de los procesos de expansión del liberalismo económico y financiero. Pero existe una tendencia a identificar la globalización con el neoliberalismo, y aunque son términos indisociables, no son equivalentes. Analíticamente globalización y neoliberalismo son separables, porque si no lo fueran, no podríamos pensar en que otra globalización y otro uso de la tecnología fuera posible, a pesar de los múltiples intereses que subyacen en la producción y en la orientación de una determinada tecnología. Sin embargo, la realidad histórica nos invita a reconocer que la globalización que conocemos es sólo neoliberal, es decir, aprovechada por una agenda política y económica que beneficia al capital, no al trabajo, y que han tendido a imponer una doctrina que reduce mucho la presencia del Estado, sobre todo en el terreno del gasto público y de las políticas sociales y ofrece más margen de maniobra al mercado. Por lo tanto, lo que existe es una globalización neoliberal que se expresa en políticas expansivas de producción capitalista.
La hegemonía ideológica del neoliberalismo ha sido alentada por los nuevos progresos en tecnología de información que han sido utilizados para justificar la privatización, la desregulación, y el downsizing de organizaciones a través del mundo. Con esa hegemonía, nació una mezcla ideológica sustentada entre lo liberal y lo comercial que se precipitó por el desarrollo de las tecnologías de comunicación. Así, la globalización tecnológica también ha permitido la articulación de una sociedad civil global.
Así, una razón por la que hay tanta confusión sobre el significado de la globalización es que responde a una ideología política y a un proceso estructural de largo plazo en la integración territorial, que glorifica la eficacia y eficiencia de los mercados. El antagonismo manifiesto en la concepción ideológica de la globalización está determinado por la existencia de un contra movimiento (como el expresado por Polanyi) que adopta diversas formas e identifica lo liberal con la democracia y planificación o estatismo con totalitarismo.
Los conflictos se plantean en términos antagónicos: Para los liberales esto suele plantearse en términos de liberalismo vs. planificación, o de liberalismo vs. estatismo, y a la vez de democracia vs. totalitarismo. Para los críticos del neoliberalismo en términos de solidaridad vs. individualismo, o de justicia social vs. ley de la selva, o también de soberanía vs. imperialismo. Dado que una de las propuestas que más suelen destacarse de las ideas (neo)liberales es la de la liberalización comercial y financiera mundial, y a que los medios de comunicación y algunos dirigentes políticos, sindicales y empresariales han tenido cierto éxito en instalar la inapropiada equivalencia entre las ideas de liberalización económica y globalización, el conflicto neoliberalismo vs. antineoliberalismo frecuentemente se presenta también en términos de globalización vs. anti-globalización (Mato, 2005).
Bajo esta perspectiva, muchos de los fenómenos que se han llamado globalización corresponden al comercio internacional, a los flujos financieros y a la inversión extranjera realizadas por corporaciones transnacionales y bancos. El discurso de la globalización asume que hasta hace poco tiempo había sociedades y economías nacionales separadas, y que éstos ahora han sido reemplazados por una extensión de la integración internacional a través del desarrollo de tecnologías de la información y del transporte.
Los movimientos anti-globalización deberían denominarse anti-neoliberal por ser un término más global y además globalizador (Mato, 2005). Ello encierra no sólo el comportamiento de los agentes sociales, sino que representa en buena medida el desarrollo de una expresión capitalista que tiene profundas raíces en la ideología liberal y no en el carácter de mundialización que ha expandido a la economía a límites extra-nacionales.
El neoliberalismo adoptó varias de las tácticas, estrategias y algunos de los principios ideológicos del capitalismo, forjados en la acentuación de la concentración y centralización de capitales, al mismo tiempo (bien por efecto del desarrollo del neoliberalismo o por una paralización intrínseca) que los estados nacionales perdieron capacidad para regular la economía, frente al poderío del sistema financiero internacional y del capital oligopólico globalizado. En tales condiciones, a partir de la crisis de los 80, los estados perdieron la capacidad de mantener conquistas de un desarrollo y bienestar entregando buena parte del poder de decisión de asuntos económicos a favor de los organismos multilaterales que representan el poder los oligopolios industriales y financieros. De tal forma que, el modelo de desarrollo impuesto responde más a las necesidades de los países industrializados con manejo de grandes capitales, que a las necesidades internas de los estados disminuidos.
De manera que el desarrollo del neoliberalismo encontró su expresión de expansión máxima a través del proceso de globalización. El progreso alcanzado por las tecnologías de las comunicaciones junto a los procesos de privatización marcó una sustancial diferencia en el grado de desarrollo de la infraestructura tecnológica de los países más desarrollados, en detrimento de aquellos que no habían podido construir una sociedad que disfrutara de esos avances tecnológicos.
5. Privatización de los medios públicos
Durante los últimos años, el concepto de Sociedad de la Información se ha consagrado como un término hegemónico. No porque exprese una claridad teórica y conceptual, sino por el bautizo que ha recibido en las políticas oficiales de los países más desarrollados, además de la bendición que significó honrarlo con varias Cumbre Mundiales.
Mientras estos países estaban inmersos en un modelo de reproducción de capitales basados en una relación entre el grado alto de desarrollo de la investigación básica y la aplicada, con innovaciones tecnológicas y un sólido aparato productivo, los países menos desarrollados estaban inmersos en problemas estructurales de tipo fiscal, que en la mayoría de los casos tenían poca capacidad para la inversión en áreas de educación, ciencia y tecnología. Así, el proyecto Sociedad de la Información formulado principalmente por la Comisión Europea (1994, 1996) y Estados Unidos de América (1994) marcó el inicio de una brecha tecnológica entre los países más industrializados y los países más atrasados en materia científica y tecnológica.
De manera tal que la sociedad de la información impone, en una primera aproximación, un cierto grado de relativismo, puesto que no se puede, por una parte, reafirmar la necesidad del desarrollo social con un reconocimiento de las diferencias tecnológicas y por la otra, tomar decisiones universales sobre contextos particulares, cuando existen diferencias sustanciales en el grado de desarrollo tanto en lo social como en lo tecnológico. Con esta afirmación, no se sugiere que se trate de una descalificación del término de Sociedad de la Información, sino que la manera en que se actúa en forma universal desvirtúa el sentido social en la toma de decisiones.
Como iniciativa política y a nivel programático, la sociedad de la información se halla articulada por el dominio de tres ideas: la desregulación, la liberalización y la integración competitiva del planeta como escenario de realización de la economía de mercado (Becerra y Mastrini, 2004). Esa conjugación de ideas refleja el carácter neoliberal del inicio de un proyecto que se caracterizaría por intensificar las políticas de privatización como solución a los problemas de orden fiscal. Se observa entonces una privatización de las ganancias y bienes públicos, y una socialización de los costos sociales y ambientales.
Naciones Unidas sembró fuertes esperanzas en la edificación de la sociedad de la información. Del 10 al 12 de diciembre de 2003, se realizó en Ginebra, Suiza, la primera fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información8.
En el escenario mundial, los organismos multilaterales desarrollaron programas de intervención en la construcción de un nuevo tipo de sociedad. Tal es el caso del Fondo Monetario Internacional -FMI- y el Banco Mundial que a partir de las crisis económicas de los años 80 encabezaron el protagonismo para resolver los problemas de la deuda latinoamericana con políticas de corte neoliberal, y que tuvo su expresión en el Consenso de Washington9, que a partir de los 90 facilitó el control de los mercados por entes privados, a través de la exigencia a los Estados de disciplina fiscal; utilización del gasto público para promover un alto crecimiento y redistribución de los ingresos; privatización de las empresas estatales; liberalización de los tipos de interés, tipos de cambio, comercio e inversión extranjera directa; des-reglamentación de los obstáculos a la libre competencia; reforma fiscal y garantía de los derechos sobre los bienes.
Así, la sociedad de la información fue un proyecto que se pensó y se desarrolló en los países centrales y más industrializados, amparados por el capital financiero internacional, que apuntaba primordialmente al incremento de la productividad y a la elaboración y distribución de bienes y servicios a través del uso intensivo de tecnologías y medios digitales.
Las instituciones económicas internacionales como las del FMI están dominadas por los países industrializados más ricos y por los intereses comerciales y financieros de esos países lo que se refleja en las políticas financieras de dicha entidad (Stiglitz, 2002). Es contradictorio para los países más necesitados de asistencia financiera que estos organismos estén siempre presididos por representantes de países industrializados; por ello, las instituciones no son representativas de las naciones a las que sirven.
Particularmente en América Latina, el momento histórico más resplandeciente del desarrollo neoliberal, se presentó en la década de los 80, acompañado de procesos de reformas estructurales del Estado para alcanzar el dominio y la supeditación de las decisiones colectivas a manos privadas, y cuyos rasgos se expresan entre otros, en el desarrollo de un proceso de privatización de la economía social, integración de mercados internacionales, promoción y desarrollo de la inversión extranjera, ajuste severo del gasto público (políticas de shock), pago puntual de deuda externa, control de salarios, desarrollo y consolidación de los sistemas financieros, entre otros.
En esencia, liberalizar la economía significa privatizar. La privatización concibe al Estado como un ente reducido a tareas públicas, en apoyo de políticas para el desarrollo del sector privado, que se ha extendido con mayor énfasis en países donde los problemas no se han resuelto desde adentro.
En una primera fase tutelada por la nueva gerencia pública, se transfiere la producción de bienes y servicios a las manos privadas y en una segunda fase, se sustituyen los procedimientos de la administración pública por técnicas, metodologías e ideas propias de la gerencia privada (Guerrero, 2004). En la primera fase el Estado sale fuera del mercado, generado por el proceso de exoprivatización, y en la segunda se mueve el mercado hacia dentro del Estado a través de la endoprivatización.
En materia informacional, a través del mecanismo de privatización, opera la transferencia de los medios de comunicación que están en manos del Estado hacia manos privadas (exoprivatización), a la vez que se cumple con las metas neoliberales de realizar reformas estructurales del Estado en cuanto a la reducción del gasto público y se impone, por lo tanto, un nuevo estilo de administración de los recursos públicos (endoprivatización).
En particular, con la comunicación se ha configurado un mapa mediático apoyado con el impulso de las telecomunicaciones, que supone la aparición de un nuevo modelo neoliberal sostenido en un discurso hegemónico internacional que dio paso a la reconversión de los pocos proyectos tecnológicos que estaban en manos del Estado hacia el sector privado. Así, las políticas desarrolladas para plasmar el proyecto de modernización de una sociedad con base en lo informacional consideró clave mejorar el funcionamiento de los mercados, mediante la privatización y posterior desregulación de los servicios, y de esta manera facilitar la transferencia de doctrinas administrativas del sector privado hacia el sector público.
De esta manera, al pasar los bienes de manos públicas a manos privadas, los medios de comunicación se transforman en voceros del modelo neoliberal, pasando a conformar el aliado necesario para el desarrollo de políticas de centralización y concentración de capitales que fortalecen los consorcios internacionales en detrimento de medios locales, a la vez que deja a la sociedad huérfana de interlocutores de mediación para la resolución de conflictos que se generan en el seno de una sociedad inmersa en el desarrollo y consumo de bienes tecnológicos de comunicación. Así, aunque parezca paradójico, las políticas públicas en materia de Sociedad de la Información y el Conocimiento (SIC) se orientan al sector privado estableciendo las bases para su hegemonía (Crovi, 2004:29). De manera que la SI se erige sobre las bases de una concepción neoliberal con sostenimiento de las políticas públicas que privilegian al gran capital transnacional. De manera que las diferencias sustanciales que se manifiestan en la sociedad se reflejan en el desarrollo de una sociedad cada vez más tecnificada, pero que su desarrollo se ha puesto al servicio de la creación de valor económico.
6. El dilema del bienestar: utopía o mito
Las nuevas tecnologías de información no representan mecanismos neutrales, son, sin duda, una manifestación tecnológica de los procesos sociales históricos de donde ellas emergen. La sociedad las ha asumido con cierto grado de esperanza para la resolución de los problemas intrínsecos del desarrollo social. Sin embargo, la tecnología se mantiene anclada en un bagaje ideológico, que representa una noción elitesca porque excluye a buena parte de los seres humanos, y hoy, sigue asociada al determinismo tecnológico que separa cualquier responsabilidad que podamos tener en la creación de un nuevo modelo de sociedad.
Los mecanismos económicos de apropiación del espacio social corresponden a las fuerzas motrices de la construcción y desarrollo de una sociedad más tecnificada. Los factores económicos racionales tradicionales (beneficios, ingresos, deudas, inversión) siguen siendo decisivos en la construcción de un modelo de sociedad afianzado en el lucro. Por lo tanto, la utopía de construir una sociedad que signifique igualdad social con base al desarrollo económico, produce mitos que reflejan la idea de progreso social.
Ciertamente, las sociedades modernas se organizan, y es en gran medida en torno a los flujos de conocimiento que evolucionan hacia intensas formas productivas de información. Y aunque el desarrollo experimentado por las tecnologías informacionales posibilita diversos efectos de singular relevancia en el desarrollo productivo e intercambio de información, no se puede concluir que exista una especificidad única, ni una relación causa efecto entre los procesos de generalización de los avances tecnológicos y el desarrollo socio-económico de un colectivo.
La sociedad de la información intenta representar la expresión más genuina del desarrollo económico vinculado al progreso social y tecnológico; por ello, se construyó bajo la promesa de alcanzar el crecimiento económico ilimitado, más productividad, democratización del desarrollo tecnológico, desconcentración y distribución de las riquezas y por ende, del poder.
La promesa se volvió utopía y esta, a su vez, en mito. El crecimiento fue visto desde afuera. De hecho, las sociedades menos avanzadas no hablan, sino que son hablados por los más desarrollados. Por lo tanto no deciden su propio desarrollo, ni su propio destino. Así que la sociedad de la información fue pensada por los más adelantados tecnológicamente con relación a su contexto y sus premisas, derivadas del desarrollo propio y particular que históricamente se sembró del modelo de desarrollo universal y occidental orquestado por la idea de un bienestar.
Por ello, la sociedad de la información asumió el mito del progreso (Dupas, 2005) sin que la esperanza por alcanzar un estado de bienestar se reflejara en los componentes sociales. Las redes locales del capitalismo con base en lo informacional no están conectadas con el desarrollo social, ni con el progreso que conduce al bienestar. Por lo tanto, existe un eslabón que está roto entre el modo de desarrollo que se expresa en las cifras financieras de la sociedad de la información y las identidades sociales y culturales de los países que aspiran el salto al estado de bienestar.
Las transformaciones sociales son inherentes al trabajo, no a la tecnología. Sin embargo, la legitimidad del desarrollo con base al trabajo está en tela de juicio, generando conflictos y resistencias sociales, sobre todo en aquellos países donde se ha vendido la idea de que la tecnificación es la panacea para alcanzar el progreso.
En las relaciones entre tecnología y sociedad aparece como un elemento crucial el papel del Estado. El Estado como construcción política relevante de la modernidad, constituye una realidad plenamente vigente que debe adecuarse a los requerimientos de la sociedad de la información. Su protagonismo en el despliegue de las nuevas tecnologías y en la construcción de un proyecto de sociedad de la información debe expresarse en el desarrollo de posibilidades para la ciudadanía y no exclusivamente en la visión de eficiencia y eficacia que desarrolla modelos de exclusión.
Los conocimientos, la conectividad y las aplicaciones de la tecnología de la información y las comunicaciones son los tres ingredientes principales necesarios para utilizar todo el potencial de las nuevas tecnologías. Sin embargo, en muchas de las regiones menos desarrolladas, los procesos de incorporación de lo informacional toman la característica de modernización excluyente, exacerbando las diferencias entre una minoría que accede a sus ventajas y la gran mayoría que es excluida de casi todos los ámbitos y derechos. Es muy importante subrayar que esta situación no es privativa de un tipo de sociedad, sino que es una situación bastante generalizada en el mundo e incluso más pronunciada en algunos países capitalista menos desarrollados. El factor central de esta situación, es el auge y difusión del neoliberalismo como orientación económica.
7. Conclusiones
La sociedad de la información se ha revelado en el mundo en circunstancias diferentes de épocas y espacios. No existe, por lo tanto, hechos reproducibles de un contexto a otros. Sin embargo, si existen lecciones analíticas claves que se pueden aprender de las experiencias históricas que legaron los precursores de la sociedad de la información.
La existencia de una nueva gerencia pública (NGP), como herramienta de acción en una sociedad de información, se expresa no sólo en el discurso, sino en la actuación del Estado en beneficio de una concepción que tiene sus fundamentos en los pensamientos de los grandes economistas clásicos del pasado.
La globalización de la nueva gerencia pública, como herramienta para el ejercicio de un modelo neo-liberal, imposibilita que la construcción de una sociedad de la información se pueda equiparar automáticamente con una buena gestión de los asuntos públicos. Ello es debido a que no aborda la exclusión, la participación y la transparencia de la gestión pública, sino que se centra en la eficacia burocrática y en los aspectos técnicos del Estado. Si bien es cierto que la presencia de una sociedad de información inicia procesos que aumentan las características deseables de la buena gestión de los asuntos públicos, las tecnologías de información no garantizan el logro de un mayor nivel de desarrollo social.
Las tecnologías de información, en la administración pública, aunque dependen únicamente de las actividades del gobierno, son muy importantes para lograr oportunidades de desarrollo humano. Un Estado de bienestar, a partir de la construcción de unan sociedad de la información plenamente desarrollado, no es incompatible con la innovación tecnológica. La libre circulación de información desencadena un crecimiento radical de conocimientos y de sus múltiples aplicaciones, que da como resultado, que en muchos países, se estén transformando las estructuras y las relaciones económicas y sociales.
El espacio de lo público en materia informacional se ha reducido en detrimento de una cultura de significación social, que se legitima en la necesidad de imponer lo privado como opción emergente desde el ámbito económico-político. Por ello, el pensamiento económico dominante en el mundo occidental plantea que las nuevas tecnologías de información permiten mejorar el funcionamiento de los mercados en la búsqueda por alcanzar una economía sin fricciones, y a la larga, repercutirá en los niveles de bienestar.
Notas
1 Conferencia Mundial sobre el Desarrollo de las Comunicaciones (UIT), Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, Agenda for Coopperation, Conferencia del Grupo de los G7 sobre la Sociedad de la Información, Committee on Information and Communications, Parlamento Europeo, etc.
2 The Challenges and Ways forward into 21st Century de 1997 (llamado el Libro Blanco) del Consejo Europeo, marcó la adopción de la expresión «sociedad de la información» por las autoridades de la Comunidad Europea (Bemfica, Pereira, Pimenta, 2005). Anteriormente, en 1973, el sociólogo estadounidense Daniel Bell introdujo la noción de sociedad de la información en su libro El advenimiento de la sociedad post-industrial, donde afirmaba que el conocimiento teórico sería el eje de la sociedad, y los servicios basados en el conocimiento habrían de convertirse en la estructura central de la nueva economía y de una sociedad apuntalada en la información.
3 Término acuñado hacia finales de los años 90 y que ha sido empleado particularmente en medios académicos, como alternativa de algunos a sociedad de la información. La UNESCO ha adoptado el término sociedad del conocimiento, o su variante sociedades del saber, dentro de sus políticas institucionales.
4 Reconoció correctamente la característica principal de la nueva economía (años cincuenta) que se expandía gradualmente desde las secciones no agrícolas y no industriales de las economías industriales avanzadas. Machlup, para describirla, empleó el término industria basada en el conocimiento.
5 Alvin Toffler (1980) identificó la era de la información como la tercera ola. Las dos primeras olas se asocian a las eras de la agricultura y la industrial.
6 Un proceso de mutación industrial que constituye el hecho más esencial del capitalismo.
7 La denominación «neoclásica» se atribuye al norteamericano Thorstein Veblen (1857-1929) (Hobson, 1936).
8 Los antecedentes de la cumbre fueron: La Resolución 73 de la Conferencia de Plenipotenciarios de la UIT (Minneápolis, 1998) resolvió encargar al Secretario General de la UIT inscribir en el orden del día del Comité Administrativo de Coordinación (CAC, ahora Junta de Jefes Ejecutivos (JJE) del sistema de las Naciones Unidas), que pasó a denominarse Junta de Jefes Ejecutivos del Sistema de las Naciones Unidas para la Coordinación (CEB), la cuestión de la celebración de una Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información. Se decidió que la Cumbre sería celebrada bajo el auspicio de la Secretaría General de la ONU, y que la UIT asumiría la intervención principal en los preparativos. En 2001, el Consejo de la UIT decidió celebrar una Cumbre en dos fases, la primera en Ginebra (Suiza), del 10 al 12 de diciembre de 2003, y la segunda en Túnez (Túnez), del 16 al 18 de noviembre de 2005. En la Resolución 56/183 de la Asamblea General de las Naciones Unidas se alienta a todos los organismos competentes de las Naciones Unidas y, en particular, al Grupo especial de las Naciones Unidas sobre las TIC, a aportar contribuciones. Alienta además a otras organizaciones intergubernamentales y, en particular, a las instituciones internacionales y regionales, las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil y el sector privado, a participar activamente en el proceso preparatorio intergubernamental de la Cumbre y en la propia Cumbre. Web Site del Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (2003).
9 La expresión Consenso de Washington fue acuñada por John Williamson en 1990, cuando definió algunas orientaciones para la reforma de la política económica, respecto de las cuales consideraba que se había alcanzado un consenso notable en los grandes organismos internacionales con sede en Washington. Propuesta originalmente en relación con América Latina, pasó a aplicarse a todos los países en desarrollo, e incluso a los desarrollados. Se centró más en la privatización y la liberalización, dejando un poco de lado los demás componentes.
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