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Revista Venezolana de Estudios de la Mujer

versão impressa ISSN 1316-3701

Revista Venezolana de Estudios de la Mujer v.12 n.28 Caracas jun. 2007

 

Aparición

Gioconda Espina

Universidad Central de Venezuela

Eleonora Gabaldón (1996). La hora de los secretos. Caracas, Planeta.

Si Eleonora Gabaldón no me hubiera puesto su novela en las manos en diciembre pasado, jamás hubiera averiguado en un estante que se trataba de una novela, pues el título desencamina a cualquiera. La hora de los secretos suena a esoteria, a manual de autoayuda. El subtítulo le ratifica a una esa primera idea: Un viaje en búsqueda de la liberación. Me pregunto si el título no habrá desencaminado también al diagramador de Planeta, pues en medio de una portada amarillo-primero-justicia hay unas flores igualmente amarillas, con lo cual cualquier alérgica a la esoteria como quien esto escribe piensa en flores de bach.

Pero se trata de una novela o, más bien, como deseó la per-sonaja principal, Aparición, un "ensayo novelado", excelentemente escrito que, como algunas otras novelas escritas por mujeres, podemos incluir entre las que Luz Marina Rivas ha llamado intrahistorias de sagas de mujeres, contextualizada por la historia con h mayúscula de Venezuela, esa historia que es la vocación y el oficio de su autora, quien ganó en 1992 el premio que otorga la Academia Nacional de la Historia. Dice la narradora: "Aparición quiere hacer un ensayo novelado sobre la mujer, que pretende atrapar el mundo femenino en un época determinada, sin olvidar la singularidad del yo de muchos desús miembros" (Gabaldón, 1996:16). Aveces la rigurosa historiadora se cuela mucho tiempo en la asociación libre que hace la narradora ante sus lectores, pero de todas formas es fascinante el recorrido que hacemos desde tiempos del Presidente Medina, cuando llegaron de los Andes los padres de Aparición a Caracas, a la que los andinos llamaban "la meretriz de Venezuela" (Ibíd.: 24), hasta la actualidad, pasando por la forma de vivir la lucha armada los intelectuales caraqueños de la clase acomodada.

Una lectora contemporánea de la narradora reencontrará aquí sus vestidos de "organdí" y las cintas de "gro" rosado en el pelo para las fiestas, el "piqué" blanco para el día, los zapatos colegiales "Pepito" y el bordado de "punto de cruz y cadeneta" obligado de su infancia; los "armadores" de las primeras fiestas de la adolescencia, mientras la madre "cuidaba" desde "el zócalo" (lo que ahora llaman rodapié), así como los "habillé" (conjuntos de blusa y falda) y los "jumper". Volverá a oír los dichos de la madre y las tías: que no hay que andar "partiendo el confite" con cualquiera, sobre todo con gente de "medio palo", para después nada," ¡a llorar al valle!", por no haber tenido suficiente "fundamento". Que una mujer que estudia "es una temeridad", una verdadera "exposición para el matrimonio" (Ibíd.: 60). Volverá a oir de aquellos lugares de "temperamento" que quedaban lejísimos, como Los Chorros, Sabana Grande y Antímano" (Ibíd.: 118) y de aquellas terneras con liqui-liqui, arpa, cuatro y maracas de los domingos. Recordará que entre esa formación de la madre, las tías y las maestras y los cambios a partir de los sesenta, cuando llegó la hora de educar a las propias hijas no se sabía qué hacer, se "bailaba en un tusero" (lbíd.:123). Y no serán pocas las que se reconozcan en esa mujer que después de graduar a las hijas reconoce un desasosiego, un vacío que era viejo pero que había pospuesto sentir y que, entonces, piense en rescatarse: "quiero mi nombre sobre la portada de un libro, quiero poner un título sobre su canto" (Ibíd.: 127)