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Revista Venezolana de Estudios de la Mujer

versión impresa ISSN 1316-3701

Revista Venezolana de Estudios de la Mujer v.12 n.29 Caracas dic. 2007

 

DIRIGIDAS Y ESCRITAS POR MUJER

Gioconda Espina

Mirla Alcibíades (2007). Periodismo y literatura en Concepción Acevedo de Tailhardat (1855-1953). Caracas, Celarg. 178 pp.  

Mirla Alcibíades anuncia en la presentación de su último libro que avanza en la investigación sobre la autoría femenina en revistas y otras publicaciones periódicas de Venezuela. De hecho, este libro que nos llevó personalmente al Área de Estudios de la Mujer (FACES, UCV), lo dedica a revisar la que ella considera la primera publicación dirigida y escrita por una mujer sin la intención explícita de amoldar a su lectora al único rol de reina del hogar de su marido, que es lo que se propuso Isabel Anderson en Caracas, en su Ensayo Literario, siempre mencionada como la primera revista de mujeres en Venezuela.

La dama en cuestión es Concepción Acevedo de Tailhardat. Nació en 1855 en Ciudad Bolívar y no sólo tuvo la iniciativa de Brisas del Orinoco, esa primera revista dirigida a las mujeres sin la intención de instruirla para que se mantuviera sumisa, sino que una vez que migra de Ciudad Bolívar a Caracas, ya abandonada por el marido y con cuatro hijos bajo su entera responsabilidad económica, publicó dos libros de poemas, colaboró en otras revistas editadas en la capital y sacó dos revistas más: El Ávila, que duró un año (1891-92); y La Lira que salió en 1895 y continuó saliendo durante 28 años. Rebeca, pseudónimo elegido por Concepción Acevedo desde que vivía casada en Ciudad Bolívar, también sacó en Caracas su título de telegrafista, al tiempo que trabajaba como maestra e inspectora de planteles públicos, un cargo que el Presidente Antonio Guzmán Blanco podría haberle facilitado después de recibir solicitud en versos rimados que Alcibíades reproduce en la página 135 y de los cuales transcribo cuatro: Que el trabajo que anhelo i no tengo/Es de vos que lo vengo á implorar/ Y daréis el sustento á mis hijos/Y la dicha que me falta á mi hogar.  

Hasta que Alcibíades escribió en el primer número de la revista del CEM de la UCV (1996) sobre la escritura de las mujeres en las publicaciones periódicas de Venezuela del siglo XIX, yo era una de las que creía que el encarte Cultura de la Mujer de Carmen Clemente Travieso y otras mujeres de la Asociación Cultural Femenina ( la ACF se fundó en 1936) en el diario Ahora había sido la primera publicación de y para mujeres en nuestro país. De hecho así lo escribí en 1985, en el texto de la que fue la primera agenda feminista de Venezuela, editada por La mala vida, la revista que en buena hora fundamos con Giovanna Mérola y Zoraida Ramírez en 1994. El encarte de Carmen Clemente Travieso, quien entrevistó a nuestra Rebeca de Ciudad Bolívar (entrevista publicada en 1951) duró once años, mientras que las mujeres de La mala vida apenas podemos felicitarnos por haber sacado 15 números en un país en la que es típica la vida de uno o dos números de la mayoría de las publicaciones periódicas de y para mujeres con un enfoque no consumista y comercial, vida tan precaria—dicho sea de paso— como la de otras revistas fuera de las exigencias del mercado.

Siempre hemos dicho quienes nos hemos embarcado en la aventura editorial de y para mujeres, que la falla ha estado en no hacerlas rentables, al menos tanto como para no terminar quebradas sus editoras; sin embargo, no hemos dado el paso de inventar una que se sostenga por las ventas. Rebeca nos da a fines del siglo XIX dos lecciones a las mujeres de comienzos del siglo XXI: pueden durar mucho y de ellas se puede vivir. O mejor: pueden durar tanto como puedan colocarse a un público interesado que la financie. Así se lo dijo Rebeca a Carmen Clemente Travieso, refiriéndose a La Lira que salió durante 28 años: “Con La Lira me sostuve y sostuve mi hogar durante los ocho años del gobierno de Castro” (Apud: Alcibíades, 2007:168). Claro que La Lira no era dirigida a mujeres, pero era editada y escrita por mujer recién llegada de la provincia y sin marido, lo cual no era poca cosa en 1895. Además, pareciera que la desaparición de Brisas del Orinoco no se debió tanto a su financiamiento como a la situación personal de Rebeca que la llevó a mudarse a Caracas.