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Revista Venezolana de Estudios de la Mujer

versión impresa ISSN 1316-3701

Revista Venezolana de Estudios de la Mujer v.12 n.29 Caracas dic. 2007

 

“COTORREO” ENTRE VARONES CON BOTAS Y SOMBREROS

Gioconda Espina

Armado de una foto de principios del siglo XX que muestra a dos hombres con sombreros y botas ligeramente tomados de la mano, el antropólogo Guillermo Núñez Noriega, se fue a la Sierra de Sonora y a la capital del Estado, a Hermosillo (entre 1997 y 2002), a preguntar a los hombres en los sitios de “ligue” qué les sugería esa foto hace mucho tomada en esas tierras. Ahí mismo sus informantes se ponían a hablarle de lo que en lugar de llamar amor o sexo entre homosexuales o gays, que es jerga urbana, clasemediera y universitaria, Núñez prefiere llamar “intimidad entre varones”. Él mismo, sonorense y gay, prefiere llamarse “disidente sexual”, es decir, disidente de la heterosexualidad normativa. A esa intimidad, aclara, la llaman los sonorenses “cotorreo”, una acepción del término totalmente distinto de lo que significa en Venezuela: hablar en exceso dos amigas o amigos. No se cotorrea con cualquiera ni tampoco en grupo, se cotorrea con otro u otra a quien se le tiene cierta confianza.

Tres autores recorren su trabajo: Foucault, Butler y Freud. De Michel Foucault asume la teoría según la cual la historia de la sexualidad es la “historia de modos de hablar, de entender y, por tanto, de definir socialmente ese deseo” (Nuñez N., 2007:53). Con la ayuda de “efecto paradójico de una imagen” (la fotografía), trató de mostrar el “poder invisible que crea las posibilidades de acción de los varones en México (…) modos de hablar sobre ´ser hombre´, ´ser homosexual´, ´ser joto´ (ser pasivo), ´ser mayate´ (ser activo), ´tener relaciones con otro hombre´, etcétera que construyen posibilidades de intimidad (…) entre varones” (Ibíd.:54). Todo lo cual demuestra lo que Gayle Rubin definió en 1975 como el régimen sexo-género social y históricamente construido del que nadie escapa. Al mostrar la fotografía se evidenciaban “los discursos dominantes que nos habitan” (Ibíd.:55), aún en pleno ejercicio de la disidencia.

Reconoce entre las teóricas feministas a Gayle Rubin (1975) y Judith Butler(1990) porque –particularmente Butler– han demostrado “el carácter inestable, incoherente, heterogéneo de las identidades de género y sexuales” (ID). Por esto es que, al tiempo que muestra su desacuerdo con la teoría de la bisexualidad de todos los bebés de Freud , asume la teoría del bebé polimorfo perverso, sólo que Núñez habla de libido polimorfa perversa, es decir, de una libido que se expresa en las diversas posibilidades sexoamorosas del ser humano, una interpretación muy libre del polimorfo perverso de Freud, más referido a modos de gozar del bebé que –de continuarse hasta la adultez– podrían llamarse perversiones (voyeurismo, exhibicionismo, elección de objeto de amor del mismo o del otro sexo, etc). Dado que entre las diversas posibilidades del polimorfo está la elección de objeto de uno y otro sexo, no se entiende por qué Núñez rechaza la bisexualidad, teoría que complementa y no excluye a la del polimorfo perverso. De hecho, tanto la teoría sobre la bisexualidad como la de la perversión polimorfa del bebé de ambos sexos, se encuentran en el mismo texto de Sigmund Freud de 1905: Tres ensayos sobre teoría sexual.

En todo caso, está claro que la posición de Núñez es la de Butler. El discurso dominante actúa sobre los cuerpos y sus preferencias sexuales, pero no toda disidencia a lo que el discurso dominante prescribe puede encasillarse en las categorías gay o lesbiana o trans o bi. La libido se mueve de una posibilidad a otra. Con esa hipótesis orienta su investigación en el terreno que mucho le devela y mucho le ratifica. Su universo de investigación los integran jornaleros migrantes (agricultores de temporada), trabajadores de la maquila, militares ahí estacionados, etc de cuya “intimidad” con hombres obtiene información a través de varios informantes, muchos de los cuales Núñez conocía de una investigación anterior. Lo que descubrió fue que la mayoría de los “batos” (tipos, en Sonora) no creen que por el “cotorreo” que practican esté en entredicho su masculinidad, que tiene su marco en un matrimonio estable, con hijos, vida social con los vecinos, etc. Todos parecen decir, como dice Carlos Monsiváis en su prólogo de lujo: Soy hombre, pero a mi manera. No hay amor en el “cotorreo” sino intimidad sexual de diversos grados entre esos hombres que vienen de “guachilandia” (tierra de guachos, mexicanos de otros estados). Y en ese “cotorreo” homoerótico, observa el investigador, no suele haber medida preventiva del sida y otras enfermedades de transmisión sexual. Creen que siempre ganarán en ese trance del vine, me vine y vencí, como dice Monsiváis. La excepción son los militares, dice Núñez, que traen o preguntan por los condones.

El “cotorreo” pasa sin conversaciones preliminares acerca de la preferencia sexualidad o el amor. Como dijo un maestro de escuela, informante de Núñez, para qué preguntarle si es gay o no, “a lo mejor hasta se encabrona (…) me parecería muy inoportuno porque lo importante para mí (quien sí se reconoce gay) es que se preste para eso y la pasemos a gusto ¿no? (…) a caballo regalado no se le ve el colmillo ¿me entiendes?” (Ibíd.: 344)

Nota

Guillermo Núñez Noriega (2007). Masculinidad e intimidad. Identidad, sexualidad y sida. Miguel Angel Porrúa, PUEG de la UNAM y El Colegio de Sonora, México.