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Educere
versión impresa ISSN 1316-4910
La Revista Venezolana de Educación (Educere) v.9 n.30 Meridad sep. 2005
¿Qué hay de nuevo, viejo?: la tragicomedia de cualquier docente de literatura grecolatina de la Universidad de Los Andes - Mérida
Clea Rojas
Universidad de Los Andes Escuela de Letras. Mérida - Venezuela
Resumen
Este trabajo es una reflexión personal, surgida de la observación que ha hecho una docente sobre la divergencia de actitudes y aptitudes de la heterogénea masa que son los estudiantes, y que, sin embargo, tienen en común la obligación curricular de cursar una materia que supone un acercamiento al importantísimo mundo de la literatura grecolatina, (nos centramos aquí en el módulo de la literatura latina), en la Escuela de Letras de la Universidad de Los Andes, Mérida. Con todo el humor y el amor posibles hacia la enseñanza del humanismo, y con la (tal vez) ventaja de no tener una brecha generacional demasiado larga con los alumnos, nos preguntamos hasta dónde es posible sensibilizarlos ante y con los libros de un Imperio que con su cultura marcó el humanismo, en medio de la visión que ahora, la tecnología y los medios audiovisuales y mediáticos, nos ofrecen de la cultura romana, sin parecer que intentamos conmoverlos, obligarlos, distraerlos o hasta retrasarlos. Citando ejemplos-anécdotas de nuestras clases de Introducción a la Literatura Clásica Grecolatina, mostramos las extremas posturas de interés o desinterés de los estudiantes y las posturas nuestras que responden a aquellas, en la búsqueda de un equilibrio para nuestra desigual realidad académica.
Palabras clave: literatura grecolatina, enseñanza, televisión, lectura
What’s up, doc? The tragicomedy of any greco-latin literature teacher at the University of Los Andes
Abstract
This paper is a personal reflection, from an observation made by a teacher on the different attitudes and aptitudes of the heterogeneous mass who are the students. However, they have in common the curricular obligation of taking a subject, which assumes a closing to the very important world of the Greco Latin Literature. We focused here on the Latin Literature module at the School of Letters of the University of Los Andes, Mérida. With all possible love and humour for the teaching of humanism, and with (may be) the advantage of not having a generational gap to wide with the students, we wander if it is possible to make the students sensitive to the books of an Empire which through its culture has marked humanism; taking advantage of the new perspective technology, media and mediatic means offer on Roman culture, no pretending to touch them, force them o even put them behind. Quoting examples and anecdotes of our curses of Introduction to Classic and Greco Lain Literature, we show both extreme attitudes of apathy or interest of students. And ours also, responding to those of the students, searching for a balance for our uneven academic reality.
Key words: Greco-Latin Literature, teaching, television, lecture
Fecha de recepción: 07-04-05 Fecha de aceptación: 12-05-05
Los lindos culitos de las bellas muchachitas1
No queremos estudiar
Muchos libros embrutecen
Sólo queremos saber de los lindos culitos de las bellas muchachitas
Tener hermosas erecciones
No nos hablen de historia
Nosotros somos la historia
Ni nos interesa el producto territorial
Y las lecciones de cívica nos dan náuseas
Queremos beber cervezas
Los niños del 1ero A queremos tomar cervezas
No queremos caramelos
Ni ser responsables y maduros y podridos hasta el tuétano
No queremos estudiar
Muchos libros enloquecen
Y los ladrones no estudian
Ni los presidentes
Ni los abogados
Ni los maestros estudian
Ni los curas
Ni los policías
No queremos preservativos
Tan solo masturbarnos en la grama
Queremos jugar
Nada de clases de geografía
Nosotros somos islas
Mar por norte
Mar por sur
Mar por oriente
Y mar por poniente
Basta de gramática
Somos eztrellaz escritas con Z
Nos gusta cantar
Y bailar
Y correr alegres y subir las montañas
No queremos estudiar
Déjennos en paz
Cómanse ustedes su cochina gelatina
Nos gustan las comiquitas
El Zorro
La Mujer Maravilla
Y los lindos culitos de las bellas muchachitas.
Miguel James.
Absurdum curriculare
En la Universidad de Los Andes, núcleo de Mérida, la carrera de letras se divide en tres menciones: Lengua y Literatura Hispanoamericana, Historia del Arte y, Lenguas y Literaturas Clásicas.
En el primer semestre, es común a todas las menciones la asignatura Introducción a la Literatura Clásica Grecolatina, con la que se busca transmitir a los estudiantes la importancia del estudio de esa literatura, a través de la lectura de los principales autores, junto con un panorama histórico cultural de ambas culturas antiguas.
Paralelamente, se inician en el estudio de la lengua griega y latina; cursan dos niveles de latín y uno de griego, comunes a todas las menciones, en los cuales sólo alcanzan a conocer los rudimentos básicos de la morfosintaxis y el funcionamiento de dichas lenguas, con los que jamás podrían acceder a la traducción de los textos originales. Esto se debe en gran medida a los precarios y casi nulos conocimientos que los estudiantes tienen de la gramática en general (además de otras dificultades que sería muy largo enumerar aquí).
Sólo los alumnos de la mención Lenguas y Literaturas Clásicas (que no son más de ocho, en un curso de setenta) continúan viendo otros tres niveles de lengua y un seminario de filología, que les permitirán, mucho más adelante, traducir a los Clásicos, si mantienen una práctica sistemática y muy exigente.
Así las cosas, en el aula de Introducción a la Literatura Clásica Grecolatina, confluyen los estudiantes de primer semestre de Hispanoamericana, a los que los dos niveles de latín, que no han cursado, no les servirán para traducir textos - y que además no volverán a saber de ese mundo clásico en el resto de su carrera-, y los contados alumnos de Lenguas y Literaturas Clásicas, que tampoco aún han visto latín, y de los cuales varios suelen desistir y cambiarse de mención una vez que empiezan a vislumbrar las exigencias de los estudios de las llamadas “lenguas muertas”.
La materia Introducción a la Literatura Clásica Grecolatina se dicta por módulos, en orden cronológico, primero el de Literatura Griega, y luego el de latina ( que es el que aquí especialmente nos ocupa).
Pero como nunca da tiempo de explicar los últimos períodos de las letras griegas, que es la época con la que se conecta y adonde se remite una buena parte de las primeras manifestaciones literarias latinas -como la comedia-, las referencias a “lo que ya ustedes vieron de Grecia”, se quedan en la nada: el siglo III con sus orígenes de la literatura latina es casi una abstracción. La gran mayoría de los alumnos no puede ubicarse siquiera geográfica o arquitectónicamente en la época.
Veni, Vidi -T.V-, Vici: (vine, vi televisión, vencí).
Sin embargo, desde hace un par de años para acá, gracias a dios y al fornido Rusell Crowe, los estudiantes piensan en Gladiador, la película hace poco ganadora del Oscar, y aunque está ambientada en la época del imperio, ubican al menos el coliseo con su grandeza computarizada, y piensan, vaya, de verdad estos tipos escribieron cosas trascendentes y dominaron al mundo. Ahora entiendo a qué se refería la profesora, y empiezan a seguir el hilo histórico-literario de la literatura latina que pretendemos dibujarle partiendo del siglo III a.C.
Este fenómeno se repite cuando llegamos a la explicaciones del paso de la República al Imperio; vuelven a abrir los ojos atentamente cuando mencionamos a Julio César: nadie sabía que este militar fue además un excelente escritor, que este estratega fue un hombre cultísimo, estudioso incluso de la astronomía.
Se le conoce por la anécdota amorosa, nada más: al oírnos nombrar a Cleopatra, la reina de Egipto, los muchachos recuerdan –por lo antigua, además- la película que vieron ver a su mamá: a través de sus mentes refrescadas entra al aula de clases Elizabeth Taylor con aquel delineador a toda prueba, resaltando sus ojos color violeta de dramatismo potenciado; la glamorosa Elizabeth, pues, viene siendo novia de ese implacable señor que “redactaba sus hazañas de guerra empleando la tercera persona singular como un recurso literario para dar objetividad y verosimilitud a lo escrito, en un latín sencillo pero impecable, dentro del subgénero de los Comentarii de la historiografía latina”.
Más interesante aún es que retienen el concepto de triunvirato político, y el nombre de sus integrantes, justamente porque el famoso Marco Antonio, miembro del segundo triunvirato, también fue amante de Cleopatra, y fue perseguido por Octavio hasta el mismo Egipto: recordamos enseguida las enormes naves romanas con sus dobles filas de remeros surcando la pantalla de nuestro televisor y atracando acaso en nuestro pizarrón.
Los más informados se remiten más bien a la película más reciente, versión de una famosa televisora independiente, donde nuestra modelo internacional Patricia Velásquez representa, en mediocre actuación, a una Cleopatra raquítica y decidida, que se encierra a ser mordida por unas serpientes inefables antes que los romanos diciendo where is she, where is the Queen? le den alcance. Acertadamente, Rafael Cadenas (2000) escribió:
Un inesperado optimismo hizo decir a Mallarmé que el mundo sería salvado por una mejor literatura, declaración que uno se siente tentado de atemperar. Hay que añadir: siempre que existan lectores; y se sabe cuánto escasean. En todas las épocas. Sólo que en la nuestra al libro le ha salido un adversario poderoso: el aparato de la T.V., que se ha enseñoreado de las casas. ( 2000: 532 )
En nuestra clase, llegados al Siglo de Oro en la Historia de la literatura latina, ni Horacio ni Ovidio ni Propercio, ni siquiera el maestrísimo Virgilio suenan a conocidos; no hay imagen para dónde llevarlos, se vuelven una masa confusa de poetas, importante, sí, (ya nos lo explicaron), pero masa al fin; al cabo de un semestre no sé si podré recordar qué escribió cada uno. ¿Leerme yo toda la Eneida, todo un canto, siquiera? ¿Qué acaso no hay una guía, un resumen, un fotocopia, algo donde salga no más el argumento y los personajes principales?
El catálogo de las naves del canto segundo de la Ilíada puede ser casi una aberración, del fastidio. Los “Aqueos de hermosas glebas” no me remite a nada ¿no será “ hermosas gevas”?
Hasta hace pocos años, El Caballo de Troya era un bestseller que vendían en el boulevard de Sabana Grande, pero después supimos que lo inventó Brad Pitt para engañar a los troyanos en su última película. (Así sí se entiende, así vale la pena saber del mundo Clásico, si lo veo en mi mundo aquí y ahora...).
Los Fastos de Ovidio: un poema en el que se describe día por día el origen del nombre de cada uno de los días del año, es decir, el porqué de cada una de las festividades del antiguo calendario romano, según diversos mitos, mes por mes. Doce libros, un libro para cada mes: que “solo se conservan seis libros, los que van de enero a junio”, explica el profesor: -Gracias a Dios- , pensarán los de la fila de atrás: - menos cosas que leer. (De Ovidio, en cambio, nos cae bien el Arte de Amar, porque era una especie de “Manual del Levante”, y nos asombra que esa gente ya desde entonces conociera todos los trucos que ahora usamos para conquistar; nos ponemos entonces a pensar en el amor, y el amor es universal: ergo, los romanos no eran tan ajenos ni tan extraños a nosotros; intentemos sensibilizarnos con y hacia su lectura).
Percontationes
¿Se puede enseñar a otro a ser sensible? ¿O se le puede enseñar a otro que él es sensible?
¿Puedo yo sensibilizar a un colectivo hacia la lectura de lo que yo entiendo por literatura? ¿Podrá alguien que llora con una telenovela de Venevisión conmoverse (aunque sea sin llorar) con un poema de Propercio, tal como lo hago yo? Si mis alumnos, ya adultos, se ríen viendo Ren y Stimpy ¿Se reirán también con una comedia de Plauto, ambientada en la Grecia de antes de Cristo?
Reabriendo la comunicación, des-sacralizando los cánones, ¿Se puede realmente dirigir los contenidos de una materia medianamente definida hacia los verdaderos intereses literarios de un grupo de estudiantes? ¿Debe el profesor llegar al aula y preguntar qué quieren leer y por qué? ¿O debe argumentar: tienen que leer esto porque...?
¿Puedo con un mismo discurso que para mí es natural –como amante de los libros– llamar la positiva atención de setenta cerebros con sus respectivos corazones sin sonar hiperacadémica, comeflor, ajena, impositiva, trillada o lastimera?
Si las alumnas del fondo esconden catálogos de Avon entre las páginas de la Eneida, mientras diez que están sentados adelante me piden que les enseñe rápido latín para devorarse el poema épico en su lengua original ¿A qué me dedico? (El profesor es un pulpo, un combatiente, un bendito) ¿Arranco a explicar las declinaciones con los verbos, o me inclino por un labial borgoña que trae humectantes y vitamina “E”, y hago de una vez literatura “análisis del discurso de ventas en los catálogos de cosmética femenina” para congraciarme con las muchachas de atrás?
¿Y los que sí quieren saber quién fue Lucrecio; los que se maravillan con los mitos de las Metamorfosis de Ovidio, “Profe, cuéntenos más”, “ profe, ya leímos la transformación de Aracne, qué maravilla!? (El profesor es un Quijote, un Lancelot, Spiderman).
No estoy hablando de todos los casos, de todos los cursos, de todos los profesores: siempre hay alumnos excelentes, interesados, cultos, leídos o con ganas de leer, pero la mayoría desinteresada o desubicada es contundente, y sería inocente no reconocer la empinada empresa académica que supone la enseñanza de la literatura, probablemente en todos los niveles, pero tal vez no en todas las épocas. Más difícil, sí, sin duda, mientras más antigua sea esa literatura, porque pareciera que ahora todo debe justificarse ante los referentes y los valores del presente.
En 1983, en su libro Anotaciones, Rafael Cadenas (2000) apuntó:
Los días del humanismo están contados. Todavía le queda el amparo de las universidades –no de todas– donde debe justificarse, demostrar que es necesario, rendir tributo a la sociedad utilitaria. Ha de presentar examen, ponerse el ropaje de la ciencia, que a su vez tiene que rendir cuentas ante la técnica, mostrar sus títulos. Todo esto sin avergonzarse. Los “humanistas” no tienen pudor. Son incapaces de defender sus fueros sin arrodillarse ante la sociedad moderna para que los acepte, para que les permita vivir. ( 2000: 532 )
Han pasado veinte años desde esa preocupación que señalaba Cadenas, y la cuenta regresiva de nuestro oficio parece seguir.
(¿Y si les expongo a los muchachos mi dilema, mi controversia, mi tragedia?: “yo quisiera que esto fuera una charla, que habláramos de todo un poco, muchachos, y si ustedes fueran menos, haríamos un seminario, porque es más fácil conciliar a menos, pero la verdad es que es un curso, que son sopotocientos y no puedo sentarme a leer con cada uno para saber, por su personalidad, qué obra le gustaría más; y a todos los tengo que evaluar en Literatura Clásica Grecolatina, no en más nada; y sí, aquí hay gente sensible para la música, para la costura, para la teología, para la jurisprudencia, para las grandes ligas, para la agronomía, y mucho más, pero vamos a leer a Cicerón, el mayor orador de todos los tiempos: sabía más de la vida que Paulo Coelho, creedme: tienen que sentir a Cicerón, darle un chance a él, darme uno a mí “).
Pero algunos alumnos entran al salón de clases y (casi zanahoria en mano) parecen preguntarnos deportivamente ¿Qué hay de nuevo, viejo? cuando nos oyen hablar de literatura y mandarlos a las nobles bibliotecas; no importa, incluso, si los remitimos a modernos recursos electrónicos: ni tampoco si el profesor es de los que se inclina a atiborrarnos de estudios críticos sobre el autor y su obra o si intenta enamorarnos mandándonos directo al autor mismo, a la pura lectura de la obra: la idea es no leer, cueste lo que cueste.
¿Alguien puede oírme? Tal vez si practicamos mejor el milagro de la comunicación, la enseñanza fluirá humanamente, literatura mediante. (El profesor es un desencantado en potencia y un entusiasta empedernido).
A modo de paliativo a nuestras propias inquietudes -porque las respuestas aún faltan- decía un estimado profesor de nuestra Facultad, Alberto Rodríguez Carucci: “no importa: yo voy a trabajar para los mejores”, pero yo añado entonces a su frase: “yo voy a trabajar para los mejores, pero me haré de cuenta que todos lo son”.
Bibliografía
1. Cadenas, R. (2000). Obra Entera. Poesía y Prosa (1958-1995). México, D.F: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]
Notas
1 James, M (1993) La Casa Caramelo de La Bruja. Caracas: FUNDARTE.












