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Educere

versión impresa ISSN 1316-4910

Educere v.12 n.40 Meridad mar. 2008

 

Don Simón Rodríguez

Ramón M. Jáuregui *

Universidad de Los Andes. Escuela de Educación Edo. Mérida - Venezuela

* Doctor en Educación y Doctor en Filosofía. Profesor de la Universidad de Los Andes. Profesor contratado a tiempo en el Postgrado de la Universidad Católica Andrés Bello.

Resumen

Pocos personajes han existido a quienes sus biógrafos hayan deformado tanto su vida y su obra como a don Simón Rodríguez, de quien llegaron a afirmar, sin soporte alguno, que era extravagante, ateo, irreverente con todo y con todos y a quien, injustamente, se le quiere comparar con Rousseau, pese a que son totalmente diferentes tanto por la época en la que vivieron como por las ideas que nos han dejado. En las próximas líneas se esbozará un esquema de su vida y de su obra, dividida según los lugares en donde vivió: Caracas, Europa y América. Expósito, se cree que nació en Caracas en 1771. Aquí comenzó su obra educativa proponiendo reformas al cabildo de la ciudad que no fueron tomadas en cuenta. En Europa terminó de formarse y a su regreso a América en 1823, empezó a poner nuevamente sus ideas en práctica y al fracasar en sus ensayos se dedicó a ponerlas por escrito en una obra difícil de leerse al principio, por su estilo, pero rica en proposiciones educativas más vigentes hoy que cuando las escribió.

Palabras clave: educación, imitar, sociedad republicana

Don Simón Rodriguez

Abstract

Very few characters have existed to whom their biographers have deformed their lives so much as with don Simón Rodríguez, who allegedly, with no support whatsoever, was called extravagant, atheist, irreverent with all and everyone and who, unfairly, is compared to Rousseau, in spite being totally diferent both in the times they lived and the ideas they have left us. In the next lines an outline will be sketched of his life and work, divided according to the places he lived: Caracas, Europe and the Americas. Abandoned at birth, it is believed that he was born in Caracas in 1771. Here is where his educational work began, proposing reforms to the city ’s council that were not considered. In Europe he finished his education and when he returned to the Americas in 1823, he began to put his ideas into practice again and when he failed with his essays he was dedicated to put them in writing in a difficult work to read at the beginning, due to its style, but rich in educational proposals more valid today than when he wrote them.

Key words: education, imitate, republican society

Fecha de recepción: 21-02-07 • Fecha de aceptación: 02-03-07

Compleja y apasionante la vida de don Simón Rodríguez que nace leyenda y que, tras su muerte, sigue siendo leyenda. Siguiendo los pasos de su vida, la podemos estudiar en tres etapas, primero en Caracas, luego en Europa y, finalmente, de regreso a América.

1. Vida en Caracas (1771-1796)

Ateniéndonos a los datos que nos deja en sus obras, su lugar de nacimiento es múltiple: Caracas, en América en general, en Filadelfia o en San Lucas de Barrameda (España). Si, además, hacemos caso al testimonio de Flora Tristán, hija de una amiga suya en París, no es nativo de Hispanoamérica, aunque no dice específicamente de dónde es. Sólo afirma que llegó a Venezuela al terminar su juventud, justo en el momento preciso para encargarse de la educación del niño travieso e indisciplinado, Bolívar, con lo que los testimonios de un viaje alrededor del mundo durante su pubertad pueden ser más que una suposición de su salida de Caracas, un testimonio de su primera llegada.

Más enigmático que su nacimiento situado, sin certeza alguna, en 1771 es su origen familiar, expósito según su acta de matrimonio, con lo que cualquier intento por descubrir su fecha de nacimiento, su verdadero origen y el nombre de sus padres choca contra lo desconocido. El ser expósito le da a su vida un toque enigmático que se acentúa cuando en su obra “Crítica de las provisiones del gobierno” deja caer la frase “lo oí decir siempre a mi señor padre y tenía su merced razón”. Si se trataba o no de su verdadero padre es otra cosa ya que es la única vez que lo menciona a lo largo de toda su obra. Con relación a su madre, el silencio es total.

En 1791 es nombrado Maestro de Escuela de Primeras Letras por el Cabildo caraqueño con la recomendación del maestro Pelgrón Este nombramiento quiere decir que era blanco porque si sólo los blancos podían estudiar con mayor razón tendrían que serlo para enseñar. Renuncia a este cargo, sin conocerse las razones, en octubre de 1795, pocos meses antes de abandonar para siempre Venezuela. Mientras es Maestro, escribe su primera obra educativa “Reflexiones sobre el Estado Actual de la Escuela”, en donde propone la creación de un sistema escolar coherente, sujeto a una Reglamentación que sustrajera la Escuela de la influencia subjetiva y a menudo caprichosa, de los padres de los alumnos, sugiriendo la ampliación del número de Escuelas de acuerdo con el de las parroquias de Caracas, el mejoramiento de las aulas, mobiliario de la escuela hecho según el tamaño de los niños que tenían que usarlo, libros a ser utilizados y en donde propone que se introduzcan en la enseñanza los últimos libros educativos publicados en España en sustitución de los libros de santos como se acostumbraba en esa época. Propone, con el nombre de Pasantes, el esbozo de una primera formación sistemática de los futuros maestros, diseña una especie de cooperativa escolar donde los alumnos puedan encontrar cada día sus útiles escolares sin tener necesidad de llevarlos todos los días a sus casas y vendiéndolos en la misma escuela a precio de costo, se señalan reuniones periódicas y obligatorios para los Maestros a fin de discutir los problemas que se les presentan en sus respectivas escuelas y propone que se lleve un control sistemático del progreso de sus alumnos en estrecha colaboración con sus padres. Sin abolir completamente el castigo corporal, propone que el abuso del mismo por parte de los maestros, puede ser causa de expulsión de los mismos. Y, cosa extraordinaria, afirma que los niños tienen que hacer sus tareas en la escuela porque así como los obreros no llevan sus trabajos a sus casas, tampoco deben de hacerlo los niños. La escuela está para aprender. La casa para descansar.

Siguiendo la costumbre de la época, sólo asistirían a esta nueva escuela los niños blancos. Insinúa que sería conveniente crear escuelas paralelas para los niños pardos pero separados de la de los blancos y para beneficio de los blancos, porque así los pardos podrían trabajar mejor al tener mejores conocimientos.

Trata de dar dignidad a la profesión de Maestro y para ello, además de proponer una buena formación intelectual, cree que es necesario un sustancioso aumento de sueldo, ya que su labor es tan o más importante que la de los otros empleados del gobierno quienes con la misma categoría ganan mucho más que ellos. Su Proyecto que se inspira en parte en las reformas realizadas en la Corte de Madrid es recibido sin ningún entusiasmo y jamás será puesto en práctica. Siendo Maestro, contrae en 1792 matrimonio con María de los Santos Ronco.

Poco antes de su renuncia, en agosto de 1795, se ve indirectamente mezclado en el pleito de las familias Francia-Palacios a causa de la tutela del niño Simón, huérfano de padre y madre. Bolívar, se había escapado de la casa de su legítimo tutor, don Carlos Palacios, a casa de su hermana María Antonia Bolívar, quien a la muerte de la madre del niño, había hecho, en la práctica, las veces de madre. Herido en su orgullo, don Carlos castiga a Simón a vivir interno en la casa de Simón Rodríguez hasta octubre de ese mismo año. Rodríguez, que ya tenía a su cuidado cinco niños, no se lleva bien con Simón quien se escapa de su casa y pide ir al Seminario antes que permanecer con Rodríguez, trata de no ir a clase y se convierte en un dolor de cabeza para su maestro.

Es esta breve y penosa estadía en casa del Maestro lo que permitió a Manzini, su primer biógrafo, construir la leyenda sobre la educación roussoniana de Bolívar, sacando al Emilio de Rousseau de su verdadero contexto e inventando, contra el testimonio de la historia, románticos paseos por los valles de Aragua o por el río Guaire, un tutelaje que habría durado varios años y haciendo de Bolívar el Emilio Encarnado.

Pocos días después de que Bolívar abandonara su casa, renuncia definitivamente a su cargo y abandonando todo, incluso a su mujer con la que no tuvo hijos, y a la que jamás la volverá a ver, deja Caracas para siempre. Casi todos sus biógrafos achacan esta salida intempestiva a sus actividades revolucionarias, sin que señalen en qué revolución actuó, porque todos sus biógrafos tienen versiones diferentes. Lo más probable es que saliera a fines de 1795 o en los primeros meses de 1796, que no participara en revolución política alguna y que se haya ido de Caracas porque quiere gozar de una libertad que acaba de perder al enterarse de su origen “sacrílego” y descubrir que su verdadero padre era un sacerdote, probablemente su “tío”, hecho que cerraría a él y a sus hijos todas las puertas de la sociedad colonial, aunque apareciera como expósito. Por eso al abandonar Caracas, cambia hasta de nombre.

2. Vida en Europa (1796-1823)

De Caracas, pasando por Kingston, llega a Baltimore donde vive casi cuatro años y de allí, por Cádiz, atravesando toda España, llega a Bayona (Francia) a fines del siglo XVIII.

En Bayona, con la colaboración del abate mexicano, Meier, y con muchos problemas con el abate, traduce el Atala de Chateaubriand, dedicado a la juventud de Bayona y en 1803, aparece registrado en París en el libro de extranjeros, como natural de Filadelfia y de treinta y tres años de edad. Según este testimonio habría nacido en 1770.

Sale del anonimato del que se rodea al salir de Caracas a raíz del encuentro con Bolívar, ya viudo, en París, que va a esa ciudad a olvidar sus penas. Estamos ya en 1803. Si hacemos caso a Flora Tristán, el maestro se preocupó muy poco de su discípulo en un principio. Viajan luego juntos por Europa, están presentes en la coronación de Napoleón y más tarde, en Roma, en el Monte Aventino, se afirma que juró Bolívar libertar a América del yugo español.

Al regresar Bolívar a Venezuela, Rodríguez vuelve a perderse y sólo volveremos a tener noticias suyas en 1823 al llegar a Bogotá pero no a Caracas a la que expresamente dice que no quiere regresar.

3. Vida en América (1823-1854)

Ha regresado a América, dice, “no porque nací en ella”, sino porque los americanos están realizando una obra que es buena y quiere colaborar con ella. Le avergonzaría que se creyese que regresa porque es americano o porque en Europa no sabe ganarse la vida. No. Lo hace sencillamente en su calidad de hombre, para ayudar a la transformación del nuevo continente aunque para ello no se necesita haber nacido en él, sino tener la voluntad de cambiarlo. Su fin es terminar, por medio de la educación, la obra de la independencia comenzada por Bolívar por las armas. Y es este el período más rico de su vida.

En América se dedica a enseñar, o, mejor, a formar repúblicas enseñando, porque Rodríguez más que un maestro es un político democrático, republicano, a quien la misma política le hace ser educador. Esta unión política educativa, va a guiarle en su peregrinar por Colombia, Bolivia, Chile y Perú.

Al llegar a Bogotá, abre su primera escuela nueva. Tiene problemas enseguida porque Santander no le entiende, pero sigue adelante con su proyecto hasta que Bolívar le llama a su encuentro. Abandona momentáneamente, eso cree Simón, este proyecto con la idea de regresar nuevamente, y con la protección de Bolívar empieza su experiencia en Chuquisaca (Bolivia, ahora Sucre) en enero de 1828. Es interesante leer lo que nos dice Simón de su encuentro con Bolívar en 1825 y vale la pena reseñarlo “llegué acompañado del General Salón a una casa de campo cerca de Lima, llamada la Magdalena, donde Bolívar estaba. Era la hora de comer; me presentó a sus convidados y, en presencia de ellos, me hizo jurar que sólo la muerte nos separaría”.

En Chuquisaca empieza su labor educativa. Al igual que antes en Caracas, quiere edificios apropiados, buenos patios de recreo, pupitres acordes con la edad de los niños, libros y todo lo necesarios para el buen funcionamiento de la escuela. Entre sus exigencias está también el pago decente a sus maestros. La educación que imparte es la misma para los indios y los blancos, los pobres y los ricos, aunque tiene preferencia por los indios porque son los “dueños” de América. Todos los niños, además de los conocimientos teóricos, deben aprender un oficio manual. Quiere que al terminar la escuela, que en principio tiene una duración mínima de cinco años, todos puedan vivir honestamente, que sean ciudadanos conocedores de sus deberes y derechos y que vivan en república. Hay una interrelación escuela, hogar, medio en donde viven y no ruptura. Con este espíritu, prevé que los padres de los alumnos que estén enfermos y no puedan valerse por sí mismas, puedan venir a vivir a la escuela para que sus hijos velen por ellos. Es condición indispensable que al terminar la escuela conozcan cuales son sus deberes y derechos como ciudadanos.

Su obra en Chuquisaca apenas dura seis meses, de enero a junio de 1826. Se le combate porque no quieren comprender sus propósitos., sobre todo el que blancos e indios estudien juntos. Sucre le llama loco afrancesado. Se agrían los ánimos y, al final, antes que ceder o malear su obra, rompe con ellos y tiene que renunciar. Su sueño educativo cae hecho pedazos. Bolívar, conoce por Sucre y por el mismo Rodríguez este suceso pero decide callar y no toma tomar parte en el litigio. En las cartas que escribe a Sucre obvia el problema y a Rodríguez no le contesta. Rodríguez atribuye este silencio a la intercepción de sus cartas por parte de algún enemigo suyo que ha hecho que no lleguen a Bolívar.

Fracasada su experiencia práctica, Rodríguez empieza a escribir y a viajar. No lo hace, como algunos de sus biógrafos han señalado, para probar fortuna o porque tiene un carácter inestable, sino que viaja buscando un lugar en donde lograr publicar su obra y para dejar sus ideas a la posteridad. No es fácil encontrar una imprenta que se arriesgue a publicar sus ideas y por eso recorre ciudades. Incluso, antes de morir, había decidido ir a Bogotá porque creía que allí podría escribir, publicar e, incluso, vivir de sus escritos. Pero se equivocaba. No puede ir a esta ciudad porque mandan los enemigos de Bolívar y, por tanto, también suyos. De regresar a Caracas ni sueña. Hay algo pendiente en esta ciudad que le impide volver a ella.

Con gran dificultad logra publicar una pequeña parte de sus ideas. El resto, lo que quedó en el baúl a su muerte en San Nicolás de Amopate, en 1854, cuando tenía 83 años de edad, se quema en el incendio de Guayaquil en 1898.

En este peregrinaje buscando editor de sus ideas, hace de todo. Fabrica velas, cuida de una hacienda, monta un aserradero movido por agua, trabaja en una mina de sal y, sobre todo, enseña en escuelitas que él mismo regenta aunque al final de sus días afirma que ya está muy cansado para enseñar a los niños.

Al quedar viudo de su primera mujer, contrae matrimonio con una boliviana, Manuela, que le dará el único hijo que se conoce que tuvo, José, quien le va a abandonar en el momento de su muerte quien sabe por qué razones y del que jamás se vuelve a tener noticia alguna.

Su vida en América está plagada de deudas que las paga poco a poco y como puede. Muere, incluso, en un lecho prestado por un sacerdote. Sólo tenía la ropa puesta y un baúl de libros. Y, sin embargo, tenía todo... Se ha dicho de don Simón que era ateo y antirreligioso. Nada más errado. En todas sus obras trata con respeto la religión y él mismo se confiesa a la hora de su muerte.

4. Su obra educativa

En las obras que han llegado hasta nosotros dejó su herencia espiritual a la América Latina, herencia que poco a poco se va conociendo y repartiendo entre los ciudadanos para que se enriquezcan intelectualmente con ella. Hay que señalar que escribe como se habla por lo que la lectura de sus obras resulta un poco chocante al principio por el cambio del tamaño de las letras, las comillas, las frases cortas, etc. Una vez comprendido su estilo, su obra se vuelve amena y agradable.

Propone en sus obras que el Continente recién independizado es diferente a los otros pueblos y quiere que sus ideas sean “originales” y que no se imite sin más lo que otros hacen porque o inventamos o erramos. En América Latina no se puedan aplicar remedios copiados de otros países por muy desarrollados que sean porque terminan en un fracaso. El sujeto, el hombre americano es diferente a los demás y los remedios tienen que ser también diferentes. Ser original no significa, como algunos de sus biógrafos le han descrito, ser loco. Todo lo contrario. Ser original equivale a conocer la realidad objetiva en donde se vive y saber lo que se tiene que hacer en cada momento. Es más difícil ser original que copiar. Por eso no se entienden o no se quieren entender las ideas de Simón Rodríguez. Su idea principal, su verdadera preocupación era la de crear Repúblicas democráticas, idea compartida, al menos en teoría, por sus conciudadanos. Lo original era y aún es, el medio por el que deseaba llegar a este fin: la educación ciudadana.

Esta educación debe comenzarse con los niños, de quienes se puede esperar todo. Es una educación popular que debe ser obligatoria y promovida por el gobierno que encontrará en ella el punto de apoyo para su propia consolidación. Es social porque tiene como fin, además de preparar a cada niño para la vida mediante el aprendizaje de un oficio, el hacerle conocer sus deberes y derechos como miembro de la sociedad para entre ayudarse y hacer más llevadera la vida.

Educación que es diferente a la instrucción, porque mientras que ésta se queda en la razón de las cosas, en el estudio de los porqués, la educación busca cambiar la voluntad, la conducta, para hacer la vida más humana. Por eso afirma que educar es crear voluntades, pero voluntades para el bien, para el servicio a los demás. Si dentro de la educación propone la enseñanza de las Artes y Oficios –como carpintero, herrero, fabricación de vidrios, etc.– su fin es que al terminar la escuela tras cuatro a cinco años de permanencia en ella, sus egresados cuenten con un oficio concreto que les permita ganarse la vida y puedan tener acceso a la propiedad privada o particular, como él la llama.

Propone también una educación para las niñas para que no se dediquen a la prostitución, entren desesperadas en un convento para asegurarse su futuro, para que no se casen sin vocación o para que no caigan, en última instancia, como sirvientes de los ricos y malgasten su vida inútilmente.

Con estas ideas en mente, de hacer ciudadanos útiles y libres, propone que para gozar del derecho a la ciudadanía y, por consiguiente el derecho al voto en una democracia, que no solo sepan leer y escribir, sino que además muestren el conocimiento de sus deberes y derechos como ciudadanos.

El financiamiento de la escuela se hará mediante la adquisición de fincas, haciendo que las herencias –a las que se opone por ser contrarias a la sociedad– se apliquen a la educación y no a los descendentes del difunto: propone también la creación de un módico impuesto educativo de un real, pagadero anualmente por todos los ciudadanos mayores (incluidos los curas y las monjas) de un año y hasta su muerte del que sólo pueden ser exceptuados los indios, dinero que será administrado por el cura del lugar que es quien llevaba el censo de sus habitantes y, como tercera alternativa, con el producto de las ventas de lo fabricado en las escuelas por los alumnos, a través de las Maestranzas. Insiste en que la escuela no puede ser gratis porque lo que se da sin esfuerzo no se aprecia y propone también que todos paguen lo mismo para evitar que se abran diferencias sociales entre quienes pagan más o menos. La educación para Rodríguez NO es gratuita.

Sólo si la escuela tiene dinero suficiente para su funcionamiento puede funcionar bien. Para terminar con el bajo aprecio en que se tiene a los Maestros de Primeras Letras, además de proponer su formación académica, quiere que sean remunerados dignamente, acorde con la importancia de su trabajo. No olvidemos que Rodríguez quiere que los mejores Maestros se dediquen a la educación de los niños, porque de esta formación va a depender su conducta futura. Al llegar a la universidad, nos dice, los jóvenes ya están formados o deformados, según el caso, debido a lo que aprendieron en sus primeros años. Los Maestros de primeras letras enseñan durante toda la vida.

Tiene una sólida formación católica y aunque no es practicante, como la mayor parte de los hombres de su época, cree que en las escuelas se tiene que enseñar obligatoriamente la religión. Se opone a la libertad de cultos en América porque sólo aportaría confusión y división entre los creyentes y, finalmente, muere como ha vivido, católicamente. Si no hubiera muerto católicamente, algo hubiera faltado en su vida.

Si en sus obras se busca un tratado de Filosofía o de Pedagogía cuidadosamente elaborado sentiremos una profunda decepción pese a que se le llama del Sócrates de Caracas. En cambio si se leen con atención sus escritos, afloran las convicciones de un hombre que sabe lo que quiere y cómo quiere.

Su concepción del mundo es sencilla. El hombre es un ser social que vive para ser feliz, ayudando y ayudado por los demás. La maldad, el mal, es obra de la ignorancia en su doble vertiente: científica y social (como individuos y como miembros de la sociedad), Hay que educar, pues, en estas dos dimensiones. Con la ciencia se instruye y con la educación se edifican nuestras Repúblicas, nacidas de la guerra fraticida, durante la epopeya de la Independencia.

Es, en fin, un filósofo-político o un político-filósofo como se prefiera, pero siempre educador. Si se preguntara cuál es su filosofía de la educación, habría que responder que la formación de ciudadanos libres, en Repúblicas igualmente libres y, por consiguiente, democráticas. Para lograr este fin, hay que educar al joven en lo personal y en lo social.

La sociedad no es un ente abstracto, sino un conjunto de ciudadanos concretos y reales interaccionando entre sí. Esta es su filosofía. Todos para todos a fin de que cada uno se preocupe por el todo. Por eso señala claramente los deberes y los derechos de los gobernantes y de los gobernados, el papel del gobierno y de la oposición, defiende la libertad de prensa (no el libertinaje) y las elecciones periódicas para evitar el abuso del poder.

Su pensamiento, elaborado en la primera mitad del siglo XIX, no está circunscrito a su vida. Sigue hoy tan vigente como lo fue ayer y lo será mañana. Sus ideas escapan al tiempo. Son eternas. Hoy puede y debe decirse lo mismo, porque a la América Latina le acechan peligros similares a los de su tiempo: el poder de las grandes potencias como EE.UU., que nos estrangula con su poder económico, los gobiernos dictatoriales, la sabiduría de Europa que nos deslumbra y no nos deja pensar por nosotros mismos. Está también la irresponsabilidad materno-paterna que engendra hijos sin destino o fin alguno, seguimos menospreciando lo que producimos, la cantidad de niños que carecen de educación, una libertad de imprenta mal entendida que se limita a insultar a su adversario, unos partidos políticos que no entienden el destino de su país y, finalmente, la explotación del hombre por el hombre que vuelve injusta la sociedad en la que tenemos que vivir. Hoy, con los mismos males que en su tiempo, se deberían poner los mismos remedios. Sólo así se hará justicia a don Simón Rodríguez.

5. Obras varias

Su trabajo no se limita a la educación. Cuando ocurre el terremoto de Concepción en 1835 es llamado para que junto con Ambrosio Dossier y Juan J. Arteaga, hagan una evaluación de los daños causados y calculen los costos del acarreo de material, limpieza de las calles. En este trabajo señalan el porqué las casas más pesadas sufrieron mayores daños de acuerdo al movimiento del terremoto. Proponen la ubicación de una nueva ciudad teniendo en cuenta no solo el suelo sino su ubicación, proximidad al mar, defensa en caso de ataque, drenaje de las aguas, fuentes de aguas limpias para beber, cercanía de los bosques para la leña, etc.

Lo mismo sucede cuando le encargan de la traída del agua del río Vincocaya señalando los pros y los contras de la realización de una presa o de su canalización con un estudio sobre la evaporación del agua, posibilidades de romperse la presa con los daños consiguientes, etc. En otra parte de sus libros nos habla del respeto a los animales y a la naturaleza en general a la que no puede ni debe degradarse porque es el futuro de la humanidad. Creo que es el primer latinoamericano que trata sobre este tema.

Habría que mencionar también su tratado sobre el Banco Industrial de Depósito y Descuento creado para dar préstamos para la agricultura, y la manera que tiene de señalar las condiciones para el otorgamiento del mismo. Podría tocarse el tema de las colonias a crearse en la frontera con los otros países como repoblación y defensa del país al mismo tiempo, o de la manera de reformar los juzgados para agilizar la justicia con juicios orales muy similares a los que se acaban de aprobar en nuestro país. Es curiosa también la forma que tiene de describir los signos del zodíaco y es una delicia el leer todas las críticas que hace a la religión, todas ellas llenas de sentido, como cuando al hablar del hereje a quien quieren condenar le van perdonando sus herejías hasta que niega la existencia del purgatorio, porque ¿de qué comerán los curas si ya no hay purgatorio?

6. Conclusión

Todas sus obras muestran a un hombre inteligente, preocupado por su América, no comprendido entonces y creo que si ahora viviera, tampoco sería comprendido y menos aún aceptado. Tal es la novedad y modernidad de sus ideas que hoy siguen siendo tan apasionantes y vigentes como entonces.

Bibliografía

1. Jaúregui O, Ramón M. (2000). Vida y obra de don Simón Rodríguez. 1 ra. reimpresión. Mérida, Venezuela: Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones.         [ Links ]