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Educere

versión impresa ISSN 1316-4910

Educere v.12 n.41 Meridad jun. 2008

 

El movimiento de Córdoba: La mirada, el tiempo, y la distancia

The Córdoba movement: The look, the time and the distance

Armando Zambrano Leal

Director invitado Universidad Santiago de Cali. Cali, Colombia. azambranoleal@gmail.com

El espíritu del Movimiento de Córdoba propició en América Latina un espacio esperanzador trazando con ello los límites entre la tradición y la modernidad. Su importancia fue tal que ningún país del continente permaneció indiferente ante los planteamientos, las luchas y las voces que allí se alzaron. 1918 marca una fecha importante en América Latina. Un siglo después de las guerras de independencia, la juventud pensante, ilustrada, modernizadora, se rebelaba contra las formas de organización del saber, de la cultura, del pensamiento, propias del colonialismo. Las fuerzas juveniles aglutinadas en la universidad proclamaban a gritos una radical manera de encontrar en el saber la identidad de nuestros pueblos, la fuerza de su espíritu y la rebeldía contra la tradición. Podríamos decir, que 1918 es el inicio de la modernidad y que sus efectos tocaron la médula de algunos actores progresistas de las élites pensantes. La educación debía hacernos libres de los valores tradicionales, subvertirnos contra la injusticia y sus prácticas de transmisión, hacernos seres dispuestos a mirar con asombro la magia de nuestro decir.

Pero Córdoba no sólo fue un movimiento estudiantil, también fue un movimiento político capaz de reunir en una sola voz los descontentos sociales. Desde la tierra del fuego hasta la tierra del dios maya, la rebeldía se fue aglutinando, poco a poco, para reclamar lo que históricamente nos ha pertenecido y que la burguesía y sus intereses siempre nos han negado, incluso en nuestro presente. El decurso de los hechos fue mostrando los alzamientos estudiantiles y también obreros. De esto dan cuenta, por ejemplo, las luchas del campesinado convertido en peón del capitalismo y de aquél que sometido a las injusticias del terrateniente del banano, supo levantarse a tal punto que nuevas prácticas de aniquilación surgirían. Las luchas populares fueron objeto de sangre y fuego. La masacre de las bananeras en Colombia es un testimonio más de la crueldad del capitalista latifundista. Córdoba dejaba al descubierto la perennidad de las estructuras coloniales y sus usos lógicos de las élites; estas se enquistaron en dichas estructuras para perennizar lo que 500 años de despojo había impuesto el hábil saqueador peninsular. Nuestras tierras, su cultura y las formas de “saber ilustrado” abrigaban el descontento popular. El estudiante, junto al intelectual literario, supo entender la estratagema elitista y se alzó, por­que manifestando, la voz levanta el velo que oculta la injusticia y la esclavitud.

Si bien el espíritu de Córdoba tiene sus inicios en Rodó y su célebre Ariel, junto a esta obra literaria invaluable por su valor político y social, se gestarían otras de la misma talla y altura. José Ingenieros, Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Baldomero Sanín Cano, José Carlos Mariátegui y José Ugarte se dieron a la tarea de nombrar con estética la vida atávica de la universidad colonial. La literatura latinoamericana integraba mágicamente los dolores de un continente confrontado a su propia identidad. Después de Córdoba, la literatura no ha dejado de mostrar ese otro lado de la miseria humana, sus formas políticas de control y la angustia de millones de latinoamericanos sumidos en la ignorancia. América Latina es rica por su capacidad mágica para nombrar el dolor, volver irracional lo racional, poetizar el dolor, desenmascarar la angustia, resaltar la risa pero también la ironía que los verdes tonos de su vegetación y la tierra negra de nuestros suelos producen frente a tanto dolor y despojo. La literatura se volvía filosofía para pensar las formas de transmisión del saber, oponerse a las prácticas de la moral judeocristiana, confrontar con inteligencia y estética la ausencia de la autonomía y mostrar la lejanía de una academia inscrita en un verdadero proyecto nacional de libertad y dignidad. La literatura se hacía pensamiento porque a diferencia de la razón ilustrada nuestros pueblos hacen de lo cotidiano una forma de pensamiento mágico. Somos herederos del dios maya, chibcha, inca y bailamos al ritmo del viento cuando los tambores se unen con el juglar. Poesía, novela, cuento, relato y chirimía son más que la crítica del juicio y sus leyes del pensamiento; su magia supera la racionalidad del cartesianismo.

Nuestro dolor reaparece por la confrontación existente entre la razón y la magia. Escapar a esta confrontación se vuelve un reto que aún debemos comprender, superar, si queremos encontrar la esencia de lo que somos como continente.

Casi cien años después de la grandeza y de su invaluable acierto, Córdoba nos convoca una vez más. No lo hacemos para trazar una forma de historia formal, tampoco para hacer de este movimiento único en América Latina un objeto de estudio y de investigación tradicional. Volvemos a él para encontrar nuevamente los dolores que nos aquejan, las angustias que vivimos, el desamparo en el que nos encontramos sumidos millones y millones de latinoamericanos. Volvemos a él para comprender sus efectos, sus alcances, sus logros. Regresamos a él en el tiempo, en la distancia, buscando comprender lo que aún nos sigue siendo negado.

Córdoba nos recuerda de qué naturaleza son nuestras instituciones de cultura, cómo han ido perdiendo su lugar en la construcción de Estados Naciones realmente libres, dignos, frente a la expoliación cultural, abnegados en sus luchas contra las nuevas formas de colonización. Nuestros Estados son medios al servicio de los intereses transnacionales, no tienen la capacidad de defendernos y protegernos frente al desamparo en el que vivimos. Nuestra dignidad ha quedado postergada y en su lugar se ha impuesto la fastidiosa resignación. Nos obliga a obedecer, nos impiden pensar, nos niegan lo mejor de nuestras raíces. La educación latinoamericana, excepto la cubana, cumple el rol de negación antes que de formación.

En este ejercicio político, recordamos las ideas de la literatura y su insistencia en la Tierra del Olvido. De la mano de las letras más vigorosas, de sus ensayistas, de sus juglares, de sus novelistas más reconocidos encontramos la fuente de inspiración para ejercer nuestro pleno derecho a la crítica. Nuestras instituciones universitarias se convirtieron en mecanismos y espacios de normalización. La rebeldía ha cedido a la racionalidad instrumental, sus profesores han caído en la trampa del dinero, sus estudiantes obedecen el mandato de las profesiones, sus formas de organización responden al modelo de mercancía cultural y su fragilidad ha sido un factor de injerencia neocolonial vía los saberes foráneos. Nuestras universidades aceptaron, casi cien años después, la lógica del mercado; se apartaron de su más noble propósito y funcionan perfectamente como una maquinaria de la ignorancia. La universidad latinoamericana no logra producir pensadores capaces de subvertir el orden existente; su esencia está en las profesiones y esto hace que la vida cotidiana con su política refuerce la ignorancia. El proyecto burgués ha impuesto una universidad de fabricación acogiendo los discursos más temibles de la racionalidad instrumental. El lenguaje que ella reproduce no son los del dolor del ser latinoamericano, tampoco los de la rebeldía, mucho menos los del arte, la ciencia, los oficios, las letras que tanto nos caracterizan. Nuestro espíritu ha sido nuevamente colonizado; un nuevo lenguaje de control y gestión se impone y con él la esperanza se hace más lejana. La universidad latinoamericana vive aún los cien años de soledad y angustiosamente sus intelectuales más representativos han sido cooptados por la miel de los orga­nismos internacionales. Somos cómplices del estado de angustia en el que viven sumidas nuestras instituciones de cultura, somos culpables por no haber sido capaces de resistir contra ese nuevo lenguaje que hace del saber ancestral de nuestras tierras un medio de resistencia cultural. Somos culpables tanto como la élite lo es al no oponernos contra la tiranía del mercado.

Por esta misma razón, nueve intelectuales de la educación provenientes de diferentes disciplinas nos hemos dado a la tarea de pensar esa angustia, de narrar el dolor y de poner sobre el papel la distancia, el tiempo y la mirada sobre el presente partiendo para ello de la herencia del movimiento de Córdoba. Nos convoca un mismo interés, resistir contra el estado de ignorancia de nuestras instituciones universitarias. El espacio de reunión es la Revista Educere, medio de difusión del pensamiento educativo latinoamericano. Este Foro universitario tiene la grandeza de ser plural, abierto, polémico. Esto ya es una garantía de un modo de pesar sin temor ni límites.

Nueve miradas con sus gramáticas dejan al descubierto la angustia que nos ocupa. Todas ellas provienen de actores y académicos de diversos países de nuestra tierra dorada de aterciopelados verdes, vientos alegres, múltiples sonidos, rojos cielos, atardeceres bellos, azules aguas y rica fauna. El orden de las exposiciones narra la angustia y nos recuerda el presente como si este se hubiera detenido en el tiempo. El pasado se ha vuelto futuro y el presente encierra el pasado latinoamericano. Nuestra lucha nos obliga a confinar en algún rincón del alma nuestro más cruel sentimiento patrio; debemos romper la frontera que trazaron las élites. Nuestro interés, hoy más que nunca, consiste en hacer de las fronteras un modo de integración. Nos debemos al ideario de Bolívar y a las tesis de Martí pero ante todo, nos une un mismo dolor: la ignorancia que como un cáncer carcome el espíritu de tantos latinoamericanos. Tal como cuando un ser encuentra el amor, nosotros nos hemos encontrado en este foro la mirada que nos une. Somos hijos de un mismo dolor.

El profesor Amado Moreno Pérez nos ofrece un excelente texto sobre los debates sostenidos alrededor de la autonomía universitaria en Venezuela. El proyecto universitario impulsado por el presidente Hugo Chávez F. renueva las discusiones políticas, sociales, económicas y cul­turales en torno al papel de la universidad en la sociedad venezolana. Con acierto, el profesor Moreno hace una historia sociopolítica de la universidad y la autonomía en Venezuela para conocer procesos fundamentales que muchos de los actores desconocen, ignoran, ocultan y manipulan. En un tono opuesto y más histórico, el profesor Alí Enrique López Bohórquez, deja al descubierto la ausencia de las reformas de Córdoba en las universidades de Venezuela. Centra su atención en el período que va de 1918 a 1935 deteniéndose en las razones políticas de dicha ausencia, las protestas, reforma y cierre de la Universidad Central de Venezuela, la situación nor­mal que se vivió en la Universidad de Los Andes y contrasta las reformas que tuvieron lugar en estas dos universidades y la impulsada en el Movimiento de Córdoba. El artículo tiene un valor científico invaluable pues contribuye con el conocimiento específico de dos universidades y las dificultades para la adopción de conceptos como el de autonomía, democratización, libertad de cátedra, etcétera. Estos dos artículos vuelven a poner sobre el tapete los idearios de Córdoba no solamente por la temporalidad establecida sino también por la vigencia de las confrontaciones académicas en la universidad venezolana.

Del lado colombiano, cuatro artículos integran el aporte académico a este foro. El profesor Alfonso Paz Samudio, inteligentemente nos narra la fundación de la única universidad colombiana que supo, desde sus inicios, adoptar los idearios de Córdoba y con él la figura del co-gobierno. La pluralidad del pensamiento santiaguino y sus bases fundacionales reflejan la historia de resistencia de una institución que ha sabido oponerse a la gramática burguesa respecto a las instituciones universitarias. El trabajo de Alfonso Paz deja al descubierto las bases de una Historia Institucional necesaria en el trabajo de comprensión de nuestras universidades de ahí su importancia para una historia social de las instituciones. Con un sentido agudo, filosófico e histórico, la profesora Marta Sarria Materón da un paso más adelante para interrogar la condición de la universidad colombiana en el mismo período en el que se gestaba el Movimiento de Córdoba. Un concepto organiza el artículo, se trata de lo moderno. La reforma de la universidad de 1936 se convierte en un aporte importante en la historia conceptual de nuestras instituciones universitarias. Como complemento a este trabajo de análisis, el profesor Eduardo Pastrana Ro­dríguez haciendo uso de sus cualidades literarias y filosóficas relata algunos aspectos de Córdoba con los cuales teje la comprensión de las reformas universitarias que sucederían después de 1992 con ocasión de la sanción y promulgación de la Ley 30. Este trabajo arroja aspectos políticos importantísimos en la comprensión del presente y de la dolorosa soledad en la que está sumida la universidad colombiana. Por mi parte, he intentado trazar algunos aspectos generales de los planes de gobierno desde 1969 hasta 2002. Allí interrogo la universidad con condición y la problemática de la autonomía. 

Siguiendo nuestro recorrido, encontramos las contribuciones de los profesores Carlos Paladines Escudero (Ecuador), Carlos Massé N. (México) y Carlos Merino (Argentina). El primero se detiene a analizar el concepto de cátedra y se aventura en un análisis histórico de gran aliento. Este trabajo introduce un aspecto importante para los intereses del foro al centrar la atención en uno de los mecanismos de organización y transmisión del saber. El segundo se detiene a estudiar la relación entre autonomía y mercantilización del saber en la universidad mexicana. Para ello analiza los efectos del neoliberalismo sobre las prácticas de saber y deja al descubierto una lógica constante entre negación y exclusión. Su aporte es crucial porque devela el rumbo que ha tomado la universidad, aspecto que encontramos de manera repetida en toda América Latina; finalmente, nuestro compañero Carlos Merino interroga los movimientos populares a la luz de los postulados del Movimiento de Córdoba. Si bien es cierto el título de su artículo muestra una relación entre universidad y liberación nacional, su desarrollo desborda dicha relación para ubicarse en un plano eminentemente político al interrogar el papel de los movimientos sociales como sujetos de saber.

Cuatro textos sobre la problemática de la enseñanza de los saberes, la idea de universidad bolivariana, las representaciones sociales del saber compartido en el aula, las estrategias de la enseñanza reflexiva en la formación del docente y los centros de interés en la enseñanza de la educación ambiental contribuyen, de otro modo, al tema central de este número de la revista. Las reseñas de textos también ocupan un espacio importante en este número especial.

Finalmente, debemos reconocer el esfuerzo de cada uno de nuestros invitados, resaltar la seriedad y el coraje para encarar un tema tan complejo como lo fue el Movimiento de Córdoba y subrayar la importancia académica de cada uno de los aportes entregados en este número. Con este gesto se materializa la solidaridad que tanto reclamamos nosotros los intelectuales de la educación; con ella esbozamos los pilares de una hermandad latinoamericana que hoy más que nunca se une para trazar un mismo sentir: luchar contra el olvido, oponernos a la masificación de la ignorancia, volver a insistir en la autonomía como único mecanismo de dignidad para nuestras instituciones de saber. Por todo esto, la revista reafirma su vocación pluralista, contestataria, consecuente, crítica, pero sobre todo poética en donde la palabra se vuelve un espacio común. Nuestra palabra común, si queremos, debe convertirse en un solo grito y su eco trascender las fronteras para que nunca más dejemos de aceptar un modelo de educación productor de inútiles.

En tanto latinoamericanos somos dignos de saber y nos une una misma forma de reír y de ironizar frente al poder de la razón instrumental. Porque somos hijos del dios viento, de la madre luna, del padre sol, del dios agua y gestados en la confluencia de tres culturas, nuestro grito no es lineal; es un grito que como crestas del sol irradia esperanza. La educación es nuestra tierra firme y nuestro pensamiento la poesía, la literatura, la música y algo de razón en nues­tro desorden. He aquí nuestra grandeza, he aquí nuestra esencia. Una universidad autónoma es una universidad de diferencias, una universidad de pensamiento es poética por excelencia y a ella debemos tender si queremos volver a la Tierra del Olvido.