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Educere
versión impresa ISSN 1316-4910
Educere v.13 n.45 Meridad jun. 2009
La criminalización de la política estudiantil
Juan Eduardo Romero
Diario Panaroma, Maracaibo 9 de octubre de 2008
Debemos comenzar diciendo que lamentamos la muerte de cualquier ser humano, más aún cuando ese muerto era parte de la comunidad universitaria. Nos referimos específicamente al lamentable asesinato de Julio Soto, presidente de la Federación de Centros Universitarios (FCU) de la Universidad del Zulia.
Así como sentimos su muerte, esta nos lleva a una profunda reflexión acerca de la política estudiantil en nuestra casa de estudios. Lo sucedido con Julio, demuestra el problema de la criminalización de la política estudiantil, entendida como el permeado por intereses muy oscuros del movimiento estudiantil.
Cuando revisamos la historia del movimiento universitario, nos damos cuenta cómo desde la década de los años 90 fue progresivamente permeada la dirigencia universitaria; pasando de la profunda discusión ideológica al más puro pragmatismo político. En definitiva, se trata de un endulcoramiento de las condiciones ideológicas del movimiento estudiantil y se encuentra vinculado con el hecho de cómo los partidos, al perder su papel de formadores ideológicos, fueron llevando a sus estudiantes a establecer alianzas con base en el lucro personal.
La estructura de ese tipo de tratamiento es de vieja data y se encuentra relacionada con los términos de la Ley de Universidades y la elección de representantes para la Asamblea y el claustro estudiantil, quienes eran objeto de una progresiva penetración económica por parte de los candidatos o autoridades rectorales o decanales.
Señalamos tajantemente, que el asesinato de Julio Soto es una perversión del sistema estudiantil, que lleva a que estos dirigentes que perviven en nuestras universidades tengan un nivel de vida que en nada corresponde con la condición de estudiantes. Los vemos desfilar con carros de última edición, cenando en restaurantes de calidad, brindando comida y bebida a sus respectivos seguidores en cada facultad; y ante ello las autoridades universitarias se enmudecen, de hecho lo permiten, lo protegen y lo avalan. En definitiva señala una perversión de la calidad y la política universitaria.
Sostenemos que no sólo debe preguntarse ¿quién fue capaz de mandarlo a matar? También debemos preguntarnos ¿por qué lo mataron? ¿De dónde obtuvo un dirigente estudiantil sin trabajo, para costearse una Blazer último modelo? ¿Tendrá que ver todo con las irregularidades del ticket estudiantil? ¿Por qué no hay un pronunciamiento de las autoridades nacionales al respecto, a pesar de las denuncias?
Este momento terrible, por la muerte de Julio, debe servir para reflexionar acerca de la naturaleza política de la universidad. Acerca de la calidad ética del liderazgo universitario. Debemos debatir el hecho de que la universidad es profundamente antidemocrática y antiética. Realmente somos esclavos de los antivalores, comenzando por el sistema de representación política en lo interno de nuestra Universidad.
Acaso no nos negamos a reconocer el derecho de los empleados y obreros, que fuera de la Universidad son sujetos de pleno derecho pero en el interior son unos minusválidos políticos.
Acaso las autoridades, los estudiantes, toda la comunidad universitaria desconoce las irregularidades que día a día ocurren en el comedor; los desmanes a los que sometemos a los estudiantes al usar el transporte universitario; el pretendido orgullo que señalan por los investigadores, pero nos someten al mecenazgo para poder asistir y debatir con nuestros pares académicos.
El asesinato de Soto, refleja no sólo la crisis de nuestra Universidad, también indica las debilidades institucionales del sistema; al no actuar en cualquiera de los núcleos para supervisar y controlar los desmanes administrativos que suceden. Nos escudamos en la pretendida autonomía, que permite a decanos manteniéndose período tras período en el poder, abusando y obteniendo ventajas en la competición con otros.
Nos escudamos en la autonomía para no debatir sobre el sistema de elección de autoridades basado en méritos y no en acuerdos políticos; nos escudamos en la autonomía para desvirtuar la producción de ciencia y tecnología.
En definitiva, la Universidad se niega a sí misma. Hay que plantearse la Universidad alrededor del dilema de Edgar Morín: ¿Transformación? Lo ocurrido, más allá de un saludo a la bandera, señalando un pesar por lo ocurrido no conduce a nada. Todos saben lo que sucede pero nadie se atreve a decirlo. Ante ellos señalamos que no estamos dispuestos a callar, que queremos que la Universidad salga de su letargo y actué con ética, sinceridad y responsabilidad. Sostenemos la oportunidad que tenemos de actuar con responsabilidad y seriedad política, no la desperdiciemos.