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Salus
versión impresa ISSN 1316-7138
Salus vol.19 no.1 Valencia abr. 2015
Indudablemente que en la actualidad el mundo entero se ha visto envuelto en las más diversas controversias en materia social, política y económica, que, añadidas a la presencia de fenómenos naturales y la guerra, han provocado la pérdida de la vida de un inmenso número de seres humanos.
El hombre en la búsqueda de la verdad, el conocimiento y su bienestar, hoy, con una ambición desmesurada de poder y riquezas que no satisfacen sus ideales, ha llegado hasta perder el verdadero sentido de su existencia.
Sin embargo, estos hechos no son nuevos, sino que se han venido sucediendo a lo largo de la historia del mundo.
En esta edición Salus ha seleccionado para el Tópico de Actualidad Un escrito de Ricardo Montoreano, coordinador técnico de la revista e investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas Dr. Francisco Triana-Alonso de la Universidad de Carabobo (BIOMED-UC)
Comité Editorial Salus
De estatuas rotas
Resultará extraño que una revista como Salus se encargue de algo aparentemente tan lejano a la medicina como sería la rotura de estatuas, pero recordemos que la OMS, en 1946, definió la salud como:
Estado de completo bienestar físico, estado mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad
Y la verdad es que toda nuestra salud se ha visto sacudida por las imágenes de la televisión donde se ve a miembros del Estado Islámico destruir estatuas y monumentos pertenecientes al Imperio Asirio, con siglos de antigüedad. ¿Y en nombre de qué o de quién los rompieron? Pues en nombre de Mahoma.
Cuando los españoles, comandados por Hernán Cortez, destrozaron lo que quedaba de la civilización azteca, lo hicieron en nombre del cristianismo y la serpiente emplumada fue reemplazada por cruces y vírgenes.
Los relatos del saqueo de Roma, en 1527, están llenos de iglesias profanadas, curas y obispos insultados y vejados. ¿En nombre de quién? Todo apunta al esfuerzo del Sacro Imperio Romano Germánico en su lucha por lograr su hegemonía.
Cristóbal Colón y sus estatuas tienen una historia propia. Primero que el 12 de octubre no era el día de la raza. ¿Día del descubrimiento? Tampoco ¿del encuentro? No. En Venezuela quedó el día de la resistencia indígena.
Un buen día alguien dijo que Colón había sido un genocida y rápidamente se encargaron de romper sus estatuas. Quedaron muchas en otras ciudades, como la de Barcelona mirando al mar o la de Buenos Aires.
Parece ser que también se les dijo a los gobernantes en Buenos Aires que cómo soportaban tener la estatua de un genocida a pasos de la Casa Rosada. Hoy la estatua de Colón está en el suelo, esperando su traslado.
Volviendo a los monumentos del Imperio Asirio, algunos fueron robados por los ingleses y algunos fueron a parar al Museo Británico. Los que tienen la suerte de viajar a Londres los podrán admirar allí. No correrán el peligro de ser degollados (un serio problema de salud), a menos que en Londres ande suelto un émulo de Jack el Destripador.
Ricardo Montoreano
Instituto BIOMED-UC