1. Introducción. Lo que nos conmueve
Si el poeta supiera donde están las palabras de su poema, perdería su encanto; y si la posmodernidad supiera de su devenir, dejaría de ser posmodernidad para convertirse en modernidad. Miguel A González González.
Le diremos al poeta que nadie sabe dónde están las palabras precisas y que por eso tenemos las ciencias, las filosofías y las disciplinas humanas para la renovación de lenguajes que signe esperanza para ayudarnos a forjar las palabras requeridas en tratar de vivir en juntedades. Así las cosas, pensar las diversidades de jóvenes estudiantes en mundos posmodernos digitales es un asunto actual de grata importancia.
Comprendemos la posmodernidad como un estado de ánimo intelectual, como un grito de liberación a una época, a la modernidad, que no logró cumplir sus promesas y que naufraga en sus propias rigidices y falsas ofertas. Nos hicimos altamente modernos cuando la ciencia desplaza a la emoción, cuando la razón se instituye como único sendero, la matemática es el centro para la toma de decisiones y el culto al individuo desplaza al nosotros, puesto que la idea de modernidad está asociada a la razón, (Touraine 1995). Pienso, luego existo de Descartes nos abre a la razón antropocéntrica. Nos nombramos posmodernos al detectar que la razón no es suficiente, que la ciencia especula y que los metarrelatos pueden servir de consuelo, pero no resuelven nuestras demandas. Lo posmoderno es el cansancio a las guerras, a la patria, una suerte de búsqueda colectiva digital de lo extraño es el grito de las juventudes que no saben dónde posarse y encuentran en sus enjambres digitales, colectividades difusas lo que ni familia, poderes ni sociedad moderna misma les ha facilitado.
Uno de los grandes saltos entre lo moderno y posmoderno es la cultura digital, el abandono, por así decirlo, de la escritura sobre medios vegetales -papiro, papel, madera, piedra, arena, tierra-. En lo posmoderno no se precisan de enormes bibliotecas físicas, en un rincón de un dispositivo electrónico se albergan cantidades de textos que ni se podrán leer en varios siglos. La cultura digital es centrar todo el accionar humano en medios distintos a la tradición. Todo se controla por internet, casi nada sucede si no disponemos de internet, desde una cita médica, un despegue de un avión o una compra de un vestuario.
Los jóvenes estudiantes y lo digital, los jóvenes y las redes sociales, los jóvenes estudiantes y la inteligencia artificial, los jóvenes y lo poshumano, los jóvenes y el desencanto por lo moderno, los jóvenes estudiantes y la búsqueda de nuevas religiones, de nuevos mitos de nuevas experiencias, los jóvenes estudiantes y la búsqueda de altruismo, el cuidado del planeta y los alimentos verdes, son algunas de las dimensiones que tensan con sus accionares a las sociedades defienden la modernidad como si el posmoderno fuese su enemigo. Si bien, ciertos comportamientos que se nombran posmodernos no son exclusivos de los jóvenes al fin de cuentas otros grupos etareos siente la necesidad de resignificar las promesas de la modernidad y han manifestado sus desencantos, si es más evidente la rebeldía en los jóvenes debido a la desacomodación que experimentan frente a la tradición, a los universales e idea de progreso que la modernidad vendió, inconformidad manifiesta desde las variaciones sobre las expectativas de futuro hasta la pérdida de interés por los metarrelatos que en otros momentos cohesionaron intereses colectivos de orden jerárquico. Los jóvenes estudiantes, un poco, desencantados de las familias patriarcales, de las estructuras sociales tradicionales, del casarse y tener hijos, del trabajar para acumular y del morir por ideales, buscan nuevas instituciones o cibersociedades que les doten de sentido, de devenir a la vida misma, acuden entonces a los enjambres del mundo digital en Han (2014), a las redes sociales semánticas en Feixa (2021), a una promesa distinta para que el futuro no se les vaya en Valenzuela (2009), unas renovadas ciudadanías juveniles en Muñoz y Muñoz (2008) y a unas ciberculturas y máquinas inteligentes en Piscitelli (2002).
A los jóvenes, también, les convoca la relación de lo único con lo diverso, de lo particular con lo general, del poder simbólico económico y sus exclusiones, los incumplimientos de la modernidad y los deseos de apertura que dona la posmodernidad para lanzarse al vacío de lo por nombrar. No hay evidencias suficientes de que todo mundo se sienta y sea posmoderno, cientos de comunidades ni siquiera saben del posmoderno porque es una nominación de alta academia, popularizada, ante todo, en el mundo universitario y llevada, a ratos, en las pantallas. El grueso de las culturas no sabe sobre lo que implica ser posmoderno o moderno, diverso o digital, lo que sí saben, la mayoría de los habitantes es que necesitan recursos, bienes y servicios, dinero e instituciones sólidas para sobrevivir, también saben, sin haber estudiado sobre la alteridad, que requieren del otro para suplir de las distintas necesidades, para moverse y reconocerse.
Desde Comte (2020) hicimos de la sociedad un lugar de la ciencia para conocer y luego controlar; desde Marx (2017) entendimos que el capitalismo es una sombra que nos supera, que las circunstancias debemos formarlas humanamente; desde Geertz (1996, p. 92) aprendimos que la diversidad tiene unos usos y se precisa “el fortalecimiento del poder de nuestra imaginación para captar lo que hay frente a nosotros, donde residen los usos y el estudio de la diversidad”, desde Lyotard (1998) visualizamos que navegamos en tiempos distintos a la modernidad, desde Baudrillard (1991) entendemos que estamos en la banalización, en lo trans, es decir, los problemas y soluciones están más allá del problema o disciplina misma, nos vamos acostumbrando a que la posmodernidad es un llamado y un grito, desde Butler (2020) defienden “la fuerza de la no violencia” (p.33), porque después de la segunda guerra mundial entendimos que no hay guerras buenas así las llamen santas o de liberación, por tanto, pensar en lo transhumano de los jóvenes no es para validar ningún tipo de guerra sino para reconocer que estamos en transiciones tecnológicas-biológicas.
Los jóvenes hacen simbiosis entre lo biológico y lo artificial que conllevan al poshumanismo, al transhumanismo, anclados en la ontología del cyborg, Hernández y Moreno. (2021, p. 13) explican que:
De este modo, el papel de la juventud cyborg es una forma de expresar que los/as jóvenes generan procesos de construcción en los que interviene la hibridación en diferentes intensidades, las cuales pueden ser identificadas solo si se comparan con generaciones que no han incursionado en esta incorporación de artefactos en su cotidianidad.
Es, de alguna manera, confrontar los límites de la biología y de las ciencias denominadas duras, frente a lo que moviliza y registran las personas en movilidades interculturales, al mundo de las ideas flexibles, condiciones de las que son conscientes los grupos que se referencian en la posmodernidad donde, también se ponen en duda las ideas metafísicas a través de los posmetafísicos, todas las verdades, incluidas las teológicas-teogónicas, se tambalean en tiempos posmodernos.
2. Metodología. fenómeno crítico
El apoyo en la fenomenología crítica se hace para escuchar algunos jóvenes universitarios en el campo de la educación y revisar algunos autores que abordan el mundo de los jóvenes, las diversidades y digitalidades. La fenomenología, en su idea de epojé, no presupone nada, deja en espera el sentido común, el mundo natural, las proposiciones científicas, las experiencias psicológicas, las distintas ideas que tenemos del mundo. No es aislarse de las realidades sino realizar un esfuerzo contenido de todos los preconceptos teóricos o experienciales para permitir la emergente. Expresa Husserl (1982, p.33) que la “Fenomenología designa una ciencia, un nexo de disciplinas científicas. Pero, a un tiempo, y, ante todo, fenomenología designa un método y una actitud intelectual: la actitud intelectual específicamente filosófica; el método específicamente filosófico”. Elevarla a ciencia social bajo un método y actitud filosófica les amplía su espectro a los distintos campos de conocimiento social.
Se le otorga una interpretación relevante a la intuición como accionante Husserl (1962, p. 17) “La intuición en que se dan, la intuición de la primera esfera del conocimiento, la natural, y de todas sus ciencias, es la experiencia natural, y la experiencia en que aquellos objetos se dan originariamente es la percepción, entendida la palabra en el sentido habitual”. Nos recuerda que las ciencias empíricas son ciencias de hechos.
La epojé o tranquilizar los preconceptos, abstenerse de caer en prejuicios, descentrar la mirada, la escucha y la propia interpretación lo máximo posible, dejar en espera lo preconcebido para dar paso a lo novedoso, a lo inédito, a lo inesperado. Los momentos fenomenológicos son, 1) El psicológico que comprende el observar, el reflexionar y hacer descripción; 2) La lógica de sentido que le corresponde reflexionar en torno a las representaciones, el objeto de reflexión y vivencia empírica para acercarse a las realidades, a lo conocido como las esencias; 3) El constitutivo trascendental que integra los mundos determinados, sus análisis, sus correspondencias, sus universalidades, es reflexivo, analítico y comparativo; 4) Metafísico de la conciencia que es la percepción de totalidad en sus rasgos comparativos y 5) Histórico crítico donde se indaga por las condiciones que configuran lo dado, donde la razón sobrevuela el mundo emocional, por tanto, se acude a la comparación, al análisis y a la síntesis. Las reducciones fenomenológicas son, 1) Teóricas en la idea de centrar lo que se busca; 2) Reducción biográfica o de vidas, seleccionar los actores del proceso; 3) Reducción eidética, de los hechos, de lo narrado a las esencias sígnicas de lo que expresan; 4) Reducción trascendental de lo universal factico a la esencial y 5) Reducción intersubjetiva trascendental de la universal esencialista a lo intersubjetivo trascendental.
Aclara Reeder (2011) que “La fenomenología se interesa en las características generales de la evidencia vivida; esta es la razón por la cual debemos dirigirnos a las estructuras de una experiencia, más que a la experiencia por sí misma… estructura, entonces, es una característica encontrada en un campo común a varios casos”. (p. 24). Desde estas claridades es que se centraron las búsquedas.
2.1. Por el mundo de los conceptos
Los conceptos nos permiten comprender, en dimensión semántica y pragmática lo que acontece con ciertos campos de conocimiento, en este sentido se abordan importantes teóricos, desde lo global hasta lo local, donde se especifica en su teoricidad y practicidad de conceptos como diversidades, diverser, diversar, posmoderno, poscrítico liberador, autoegnaño, la verdad en sus límites, la posverdad, los mundos de la diversidad, el egoísmo altruista, el joven estudiante posmoderno digital y el pensar poscrítico. Si bien, parecen demasiadas miradas, en sentido estricto no lo es, al fin de cuentas se está revisando las implicaciones del mundo digital en los escenarios de las diversidades.
2.1.1. ¿Y qué es la diversidad? Diversidades
Muchos teóricos de las diversidades coinciden que los jóvenes tienen mayor conciencia de aquello que los confronta, mayor apertura a lo otro, a lo nuevo, mejores ambientes linguisticos para aceptar renovados términos que supere el pensar binario. La diversidad es una impronta biológica y no biológica, es la condición de la vida, del ser humano, es lo que somos, pese a que otros desean homogenizar o suprimir, en los jóvenes o disidentes, las diferencias. También se sabe que, de esas diferencias, categorizadas en deseos, es que se aprovechan otras legiones o campos humanos, como las religiones, las economías o las políticas para hacer de la variedad su lugar de enganche, de lo diverso su botín y de la juventud el lugar del deseo mercantil es el platillo global del que beben y disfrutan distintos poderes.
La diversidad somos nosotros y lo otros, son aquellos, aquellas, aquelles y aquellis, pero también es la diversidad una condición contrastadora frente a los valores sociales del patriarcado o matriarcado. A esto insiste Geertz (1996, p.71) al indicar que “Sin duda nos hacemos falsas ilusiones cuando creemos que la igualdad y la fraternidad reinarán entre los seres humanos sin comprometer su diversidad”. Los jóvenes digitales posmodernos conocen que muchos ideales son impracticables en su universalidad, pero si realizables en la localidad cercana, esa es la potencia de la diversidad que se mueve entre universales y particulares con la mayor naturalidad.
La diversidad, entre muchas formas organizativas, le corresponden: diversidades biológicas y no biológicas, diversidades culturales o expresiones de la cultura, diversidades epistémicas y diversidades mentales-metafísicas, González (2016). La diversidad no debe ser reducida a lo biológico, racial, ético, religioso o cultural, es todo un enorme campo de expresiones, acciones y posibilidades que, a veces, no comprendemos ni logramos explicar, pero que se encuentran en todo el concierto de la existencia humana y no humana.
Tampoco podemos caer en la idea de que la diversidad es un problema, un botín de las políticas de izquierda, un desafío de lo nuevo o un capricho neolingüístico, nos refiere Skliar (2017, p. 80) que “Da la sensación de que hablar de la diversidad se ha convertido en una suerte de recitado que apunta insistentemente hacia otros extraños, en tanto mero ejercicio descriptivo de una determinada exterioridad compulsiva: así, ellos son los diversos, ellos poseen atributos que hay que remarcar y denotar como diversidad”; la diversidad es biológica y no biológica, no está sólo en el afuera, también está en el adentro, somos un diverser y diversar.
2.1.2. ¿Y sí el pensar las diversidades es insuficiente? Diverser y Diversar
Al resignificar las diversidades, se renueva al verbalizar: Diverser y Diversar (González, 2022). Esa búsqueda de dos verbos depara una ruta de pensar por fuera de lo dado como inamovible. Es probable que la expresión diversidad no encuentre ni resuelva lo que desea nombrar, que es insuficiente en sí misma, es un adjetivo o sustantivo, nunca en movilidad, en verbo. El diverser son las diversidades del sujeto en su interioridad, sus variaciones, su mundo interno que no es homogéneo ni inmutable, que no siempre coincide con el externo, el diverser son los sueños, los lenguajes, los límites y los horizontes de la búsqueda constante de nuestro ser. El Diversar es la manera como me encuentro con los otros, es mi configuración pública de mi mundo, es el camino para ir hacia el afuera, para estar con los nadies, los ningunos, las cualquieras, los reconocidos, los exitosos, los destacados que toman decisiones por nosotros, es todo aquello externo a mi subjetividad.
Diversidad también va siendo una expresión vacía que es insuficiente a lo que desea nombrar por ello González (2022, p.33) propone “Diverser: diversidad del ser, de mi ser, es la alteridad, el mundo egótico, el yoico desplegado en sus variados matices; lo que nos lleva a pensar que nadie podrá reducir nuestro ser a un universal por eficiente o lúcido que este parezca. Hay que estar pausados para referirnos al diverser”. Somos una sucesión de yoes en relación, el yo de turno.
Al pluralizar en diversidades se desdoblan otros espectros, entonces, al abrirnos a lo plural somos un diversar, ese sujeto colectivizado en su reexistir, en su existencia y potencia que nos expone Zemelman (1998). En el verbalizar González (2022, p. 33) propone “Diversar: diversidad con otros seres… es el saberme con los demás, la irreductibilidad del otro a mis caprichos es reconocer e identificar que esa diversidad no puedo someterla, negarla o desaparecerla”. En las celdas de la soledad se nos abre la caverna cuando nos encontramos con otras, otres, otris y otros.
Al pensar estas expresiones, no podemos desconocer que lo diverso no es una posibilidad por sí sola de distinción ni de liberación, recuerda De la Vega (2015, p. 29) que en “El teatro de la alteridad también somos diversos y colonizados”; no basta con nombrarnos diversos, contemporáneos, posmodernos o posactuales si seguimos colonizados por los lenguajes de turno, por los lenguajes de los poderes que radican enciclopedias y diccionarios para que no pensemos por fuera de ellos. Al nacer la conciencia colectiva de la diversidad se cocina en su caldera nuevas gestas humanas y de sus vapores se alimenta la posmodernidad ¿Todo es diversidad? ¿Acaso no requerimos de ciertos mitos, relatos que nos unifiquen, que nos cohesionen? La diversidad no niega los grandes mitos humanos, pero se abre a narrativas locales que los contradice o complementa.
2.1.3. ¿Y qué es lo posmoderno? Posmodernos
Los estudiosos del posmodernismo coinciden que las sociedades actuales, ante todo los jóvenes están dispuestos a confrontar las versiones unitarias que homogenizan, no le apuestan a una modulación única del mundo ni al monopensar. Revela Lyotard, quien populariza la expresión, que lo posmoderno nace en las sociedades posindustriales de fines de los años 50; “En la sociedad y la cultura contemporáneas, sociedad postindustrial, cultura postmoderna, la cuestión de la legitimación del saber se plantea, en otros términos. El gran relato ha perdido su credibilidad, sea cual sea el modo de unificación que se le haya asignado: relato especulativo, relato de emancipación”, (Lyotard, 1987, p.33), aclara que la ciencia posmoderna investiga inestabilidades. Esa imposibilidad unificadora que proponían los metarrelatos religiosos, económicos, jurídicos o científicos, hoy vienen siendo revaluados por los jóvenes estudiantes de los mundos digitales, quienes tratan de crear otras narrativas no que cohesionen ni sometan, sino que liberen y abran posibilidades al futuro y ponga en cuestión el espejo roto de la memoria.
La posmodernidad se aplica a la expresión posmaterialismo, ir más allá, superar la reducción de la existencia al mundo material, es un desafío intelectual, un estado de ánimo, una manera de ser, una manera de estar, pero que no unifica, sino que nombra muchos campos no siempre comprensibles. Lo que sí se sabe es que surge lo posmoderno cuando se percatan los grupos sociales que las promesas de los dioses y las ofertas de los hombres son incompletas o falaces y que tales proyectos terminan siendo proyectiles.
En este estado de cosas nos recuerda González (2020, p.132) que:
Al posmodernismo, como descreimiento a los proyectos humanos, se le atribuye irrupción y posicionamiento de las políticas de la diferencia y con ellas su crítica al sujeto trascendental-cartesiano y sus vínculos con las categorías orientadoras de la vida occidental contemporánea: Estado-Nación, identidad nacional, amor patrio y la defensa de las fronteras contra los bárbaros. En este contorno, lo posmoderno, posiciona la flexibilización de las identidades, la fragmentación de los sujetos, la variación de la política y la emergencia planetaria de la diversidad como ontología propia del cambio de época, donde la hibridez deviene en estrategia político-económica y la marginalidad en demanda ética. En los posmodernos mueren los universales para darle cabida a los diversales, no a las historias mundiales, sí a las múltiples historias locales que impactan las grandes realidades. Ser posmoderno es no creer en los dioses, pero tampoco creerles a los grandes personajes que hacen de mesías.
La aventura posmoderna es un cansancio a ciertas realidades, un decir basta a la razón ensimismada y a los poderes que se pierden en el elogio a la razón, al progreso dado por la ilustración. De ahí que a una verdad emocional mítica y religiosa que conocimos en el medioevo pasamos a una verdad racional y acorraladora en la modernidad, sustentada en la física, en los números y en la ciencia. Ambas verdades se han desmoronado, ni creemos en la totalidad que oferta las emociones ni en las explicaciones totalitarias de las ciencias. Lo moderno también ha sido enseñarnos a sentir vergüenza por ser negros, indios, pobres o jóvenes marginados y ser posmodernos es sentir vergüenzas y repulsa de todas las exclusiones que hemos venido practicando, González (2018). Un joven posmoderno digital no apuesta por mesías que los van a salvar y llevar a un paraíso de miel y leche ni por gurús de la ciencia que van a regalar los elíxires de la eterna juventud e inmortalidad, esas hipérboles políticas las encuentran en los límites de la mendacidad, intuyen que, a veces, necesitamos un poco de desespero.
2.1.4. La verdad en sus límites que cuestionan los jóvenes
Expertos en jóvenes revelan que la ampliación de los límites que impone una religión, una política, una economía los amplían las rebeldías de las culturas que, en general, se hacen visibles en voces de jóvenes. No todo joven cuestiona las verdades que le venden, de ahí, que quienes transita en la formación universitaria disponen de herramientas teóricas para comprender y movilizarse contra toda forma de autoritarismo que disponen las verdades en universal, esto lo recalca en Adiós a la Verdad (Vattimo 2010) y en La sociedad transparente (Vattimo 2007).
En la modernidad escribieron sobre la verdad en mayúscula, en universal, en tanto, en la posmodernidad se escribe la verdad en minúsculas para pluralizarla, para valorizar lo singular y lo inédito, la sorpresa. Hoy, más que nunca, la verdad es portátil y la mentira volátil, el caso es que nos estamos percatando de ello para sospechar que no hay verdad sino verdades, mentira sino mentiras, libertad sino libertades, diversidad sino diversidades, amor sino amores, cultura sino culturas, pensador sino pensadores, economía sino economías o joven sino jóvenes.
Lo sólido que se desvanece en el aire, de Marx y Engels, sirve a Bauman (2006) para enseñar que la modernidad se ha tornado líquida porque lo fuerte y lo inamovible se fragiliza, sin nombrarlo nos hace caer en la cuenta de que la modernidad líquida es una posmodernidad debido a la imposibilidad de atraparla, por esa flexibilidad para escaparse a cualquier molde.
Si existe una modernidad fuerte y una débil podemos hablar de conciencia posmoderna fuerte y débil, la conciencia posmoderna débil, liviana sigue cargando las mismas culpas e inculpando a los mismos de las deficiencias de los poderes de turno, se queja de la historia acumulada y de las imposiciones de la modernidad. En tanto, la posmodernidad fuerte, pesada se convence de que no es una lucha contra la modernidad o alguien en particular, sino se trata de fuerza pensadora que moviliza a descreer de los errores modernos que nos llevaron a la caza y esclavitud de pueblos, a la desaparición humana de forma industrial en cámaras de gases, a la explotación sin control de los recursos naturales, a la devastación de muchas especies y a la acumulación descomunal de capitales que patrocina la industrialización del deseo y la desetización de la existencia.
Ser posmoderno no es aquella ridiculización que hacen algunos modernos del ‘todo vale”. Ser posmoderno es protestar contra las homogenizaciones en bien de las diferencias, es rescatar lo diverso frente a lo unificado, es interesarse por las formas de llegar al conocimiento que cohabitan razón, emoción e intuición; es saberse abierto a la distinto y dubitativo de lo que ofertan los poderes; es poner en duda los mesías; es dejar en reposo los macro y metarrelatos religiosos, políticos, jurídicos, económicos, sociales, culturales, científicos y educativos que prometen resolver todos los problemas humanos. Ser un joven posmoderno es no bastarse con lo dado, no caer en la desesperanza aprendida ni en el todo vale, ser un joven posmoderno es situarse en alternativas y dejar en cuestión las deidades, las verdades que vende los grandes poderes, ser joven posmoderno es ir más allá del homo consumers (González, 2021).
2.1.5. El mundo ¿Sin autoengaños, es posible? Posverdades
No es apropiado abordar las diversidades bajo binarismos o excluyentes lingüísticos, eso lo hacen notar los jóvenes estudiantes. El mundo es todo lo que nos rodea, lo visible e invisible, lo audible e inaudible, lo tangible e intangible, lo saboreable e insaboreable, lo olfateble e inolfateable, lo comprensible e incomprensible, lo pensable y lo impensable, lo sagrado y lo profano, lo culto y lo prosaico, lo científico y lo popular, lo burgués y lo cotidiano. El mundo somos nosotros, nosotras, nosotres, nosotris, los otros, otras, otres y otris, los ellos, ellas, elles y ellis, los yoes, yosotros, yosotras, yosotres y yosotris; el mundo son los niños, niñas, jóvenes, adultos y mayores, el mundo son los lenguajes que nos referencian, contrarreferencian y, autorreferencian; el mundo son las constelaciones de objetos y subjetividades, el mundo es lo propio y lo apropiado, el mundo son mis verdades, mentiras, miedos, sentires, dudas, abatires, cicatrices y, como no, en versión de (Sabato, 2000), las esperanzas.
El mundo de la vida nos ha insistido Habermas (1998, p. 31) es “La asunción de un mundo compartido por todos”; un mundo de la vida intervenido por particulares y colectivos. El mundo son las guerras, los actos terroristas, las violaciones, los asesinatos, las cárceles, los hospitales, las farándulas, los cines, los teatros, los estadios, los cementerios, las escuelas, las pantallas, las músicas, las pinturas, las esculturas, las poesías, las literaturas, las verdades y las falacias, las posverdades, los mitos y ciencias, es decir, el mundo son todas las manifestaciones humanas y no humanas.
En este sentido el mundo es todo lo anterior, pero también lo posterior, lo es la geografía, el contexto, el texto, el cosmos, el caos, los universos, los pluriversos, los soles, las estrellas y los cometas, los singulares y plurales, los temporales y atemporales, las fuerzas virtuosas y sinuosas, los poderes favorables y desfavorables, las cuestiones físicas y metafísicas. El mundo son los seres vivientes y los compuestos químicos que forjan la materia, la energía; el mundo es el tiempo, la materia y las fuerzas siderales que no hemos logrado desentrañar, por tanto, clasificar; el mundo es el espacio y el abismo inmaterial; es el egoísmo y el altruismo. No hay un mundo, existen mundos, mundos que nos reciben y nos expulsan, que nos protegen y nos desamparan, que nos brindan vida y nos empujan a la irremediable muerte. El mundo son las virtudes y errores, los altruistas y los egoístas.
2.1.6. El mundo humano altruista y egoísta
Algunos estudiosos aseguran que los jóvenes del siglo XXI viven el altruismo con mayor fuerza que en los jóvenes de otras épocas, uno porque están cansados de las guerras y dos porque sienten mayor responsabilidad con el medio ambiente y con toda forma de vida Feixa (1999) y Hernández de la Rosa & Moreno (2021).
El mundo mercado, lugar propio del egoísmo, no se posesiona en la posmodernidad, se posesiona desde que se conoce el dinero, pero, en la primera parte del siglo XX, toma mayor fuerza por medio de lemas y eslóganes que no nos dejan pensar (González, 2016), de ahí que el oxímoron egoísta altruista es lo que se va expandiendo por las huestes económicas.
Cuando pensábamos que, desde algunas religiones, el egoísmo era la perdición, encontramos que es el correlato del altruismo. Esto nos lo aclara Harari (2017, p.343) sin ponerse dubitativo: La afirmación de Smith de que el impulso egoísta humano de aumentar los beneficios privados es la base de la riqueza colectiva. Lo que Smith dice es, en realidad, que la codicia es buena, y que al hacerme rico yo beneficio a todos, no sólo a mí. El egoísmo es altruismo.
No es el lenguaje, la política, la religión o la ciencia la que nos conecta, pese a ideologías, a creencias, a odios, a desesperanzas, es el capital el que nos pone en contacto, pero no es el capital en sí, es el egoísmo, esa urgencia de tener más, de acumular más allá de la vida, de ser mejores, de ser los más reconocidos, de ocupar un lugar en el mundo. Ya sabemos que muchos personajes luego de disponer de sumas inagotables de dinero deciden volverse altruistas, para confirmar que el egoísmo es altruismo. Lo que se infiere de este razonamiento es que el oxímoron egoísmo altruista es una extraña variante de los valores colectivos humanos. Así las cosas, ¿Cómo es que acusamos a los jóvenes digitales de narcisos, de egoístas? Hay gusto en sitiar a las juventudes.
2.1.7. Otros oximorones posmodernos
Las juventudes sitiadas Nateras (2016) nos pone a pensar que el oxímoron vida muerte acompaña a los jóvenes de las pandillas, que en ciertos lugares y países ser joven es no tener futuro, que egoísmo altruismo no es potestad de nadie en específico y que pese a estos y otros oxímoron, ciertas juventudes precisan del autoengaño para no caer en la angustia desesperanzada, recurren al egoísmo que los podrá llevar a ser altruistas.
Y qué es la posverdad, justo eso, una fuga hacia adelante de lo que no comprendemos en su historicidad, de aquello que se distorsiona de forma inconsciente o deliberada, una mentira con sello de certeza, una verdad con improntas de mendacidad. La posverdad es una mentira emocional que nos vincula a una especie de verdad, es una verdad racional con tramas de mentira emocionante, expuesta la posverdad no nos hace creer que estemos frente a una distorsión de un acontecimiento; las posverdades modelan y redirigen la opinión pública; lo real es menos interesante que apelar y mentir a las emociones. Alguien nos dice que un político va a vender los ríos y mares a los extraterrestres, así esto sea imposible, lo vemos viable y, a partir, de esa información empezamos a promover que dicho político no es elegible porque venderá los ríos y mares a marcianos, el anterior ejemplo de posverdad es lo que hoy nos viene interpelando cuando abordamos cualquier realidad.
La liberación absoluta o la orgía libertaria es otra suerte de posverdad. En movimientos convulsos, De la Vega (2015) nos señala la orgía de liberación, de ahí que lo posmoderno resignifica la liberación de todo sin saber que hacer luego de perder las cadenas, se invierten muchos valores, hasta el apocalipsis es sano, Zizek y Ginjevic (2013) invierten el apocalipsis porque encuentran que sí algo nos haría humanos de otra forma, es si detectamos el dolor de Dios, de un dios narciso que suele agradarle las venias, pero que siente dolor, que se conmueve. El narcisismo que es una experiencia de la humanidad quiere ser inoculado como lenguaje posmoderno, pero ya sabemos de los efectos del narcisismo en la humanidad traslado a sus dioses.
Otro autoengaño es la pretensión moderna, un autoengaño en dirección a coengaño, de creer que la ciencia lo sabría todo, nos resolvería todos los problemas de salud, jurídicos o de convivencia, que limpiaría las manchas de la fe por medio de la razón, pero no es cierto, de esto nos indica Lyotard (1987, p. 10) “En principio, el saber científico no es todo el saber, siempre ha estado en excedencia, en competencia, en conflicto con otro tipo de saber, que para simplificar llamaremos narrativo”. Un buen ejemplo de posverdad científica, de heteroengaño es que aún no sabemos si el covid19 fue una enfermedad trasmitida de animales a humanos o una creación en laboratorios.
Ese saber narrativo, González & Gonzalez (2023), es lo que aquí nos tiene, alguien escribiendo para que alguien nos lea, esa experiencia se ha expandido en la posmodernidad. Otro autoengaño es la generalidad, la universalidad, no sólo es un asunto de legitimidad sino de abarcabilidad, de ahí que entre más reducido el campo que abarcamos, mayor legitimidad o, al menos, mejores opciones de poder comprenderlo. La realidad nos excede, por más que deseemos explicarla, interpretarla, “hermeneuticarla”, habrá algo que nos supera, de ahí que nos confunde la verdad y la mentira en universal y en lo singular. Alcanzamos girones de pequeñas realidades que universalizamos, son autoengaños, heteroengaños y coengaños que entre todos aceptamos, es decir, yo me engaño, tú me engañas, nosotros nos engañamos y ellos, por supuesto, son los siguientes engañados.
En la posmodernidad no solo es el autoengaño sino la posmentira y posverdad, antes las hubo, el caso es que ahora con los medios digitales las movemos a vertiginosas velocidades. La baja contrastación, dejan a la verdad dura y pura suspendida, mientras la mentira queda en sus aguas. ¿En qué consiste un sujeto diverso que promueve la posverdad y la posmentira?
Se identifican tres grandes escuelas del humanismo: la de los liberales, donde el centro es el sujeto y su búsqueda de libertad; la de los socialismos, donde el centro son los grupos sociales, los colectivos y no los sujetos; y la del biologismo-Darwinismo, donde pone en el centro al ser humano, bajo el pretexto de que todo el sistema solar se ha ido confabulando para que una especie se imponga sobre las restantes, en la idea radical de evolución. Todas ellas superadas en la actualidad por un humanismo abierto a las diversidades, hoy pasa al centro lo exótico, lo diverso, lo líquido, lo digital y la feminización de la vida.
2.1.8. Jóvenes posmodernos digitales
Toda época tiene jóvenes que irrumpen contra el orden dado. Los jóvenes de la edad oral fueron incomprendidos cuando apoyaban la escritura, eran muy modernos y revolucionarios para las tribus humanas donde todo giraba alrededor de la oralidad, la escritura era una tecnología muy avanzada y peligrosa para los poderes. Las juventudes siempre han puesto el mundo patas arriba, mientras los mayores luchan por mantener lo que cosechan en su revolucionaria juventud, por eso, los jóvenes digitales posmodernos de la actualidad nos vienen derribando los mitos con que nos hicimos mayores.
Hoy transitamos por asuntos un tanto distópicos porque los problemas ya no están donde acostumbrábamos a encontrarlos. Desde Baudrillard comprendemos que, por la orgía de la liberación, las cosas están liberadas de su esencia, de su concepto, la economía es transeconomía, el sexo es transexual, la estética es transestética, muestra que los grandes problemas de la política, del sexo y de la estética ya no están dentro de la política, del sexo y de la estética, se encuentran en un lugar distinto. “Estamos en la transpolítica, o sea en el grado cero de lo político, que también es el de su reproducción y de su simulación indefinida”, (Baudriillard, 2020, p. 17). Una política banalizada, sin inmanencia ni trascendía, una política simuladora que regresa a su punto cero donde todo es simulación, copia y liberación de las responsabilidades que le son connaturales.
Así podemos decir de los jóvenes, todas sus condiciones esenciales están en un lugar distinto a la juventud misma, transjuventudes podríamos nombrarla, donde los hemos llevado a simular, aparentar, a banalizar y a no asumirse. Sin embargo, hay un grupo de transjóvenes rebeldes e inspirados que no se visualizan en las tradiciones, buscan llegar e inaugurar el mundo con lenguajes, tiempos, espacios, materias y energías distintas a la tradición humana; esa es la gran ruptura, se han liberado de lo patriarcal y empiezan a moverse a su propio instinto y saber, sabiendo que los artefactos los conectan con renovadas experiencias. Da Silva (2021), aclara que:
Los artefactos son de naturaleza dual, simultáneamente materiales e ideales/simbólicos. Permiten una actuación concreta sobre el mundo y también funcionan significativamente. Los artefactos habilitan la transformación del ambiente donde vivimos, y a la vez nos transforman en tanto que generan la estructura material e ideal de la actividad. (p.26)
Los artefactos, las redes sociales virtuales, los chats, los hashtag, los videojuegos, las ciberapuestas, el ciberdeporte, el cibersexo, el ciberamor, la cibereducación, la ciberguerra, el cibercrimen, la ciberreligión, la cibereconomía, la ciberjurídica, la cibersociedad y todas las variantes de la inteligencia artificial son espacios virtuales donde, los jóvenes digitales posmodernos, se mueven con entera naturalidad y aprenden a usarlas con una facilidad impensada, lo que reta las anteriores lógicas humanas donde el encuentro, cara a cara, con el otro y lo otro era una condición casi innegociable.
3. Las elaboraciones de sentido y significaciones
Al revisar una serie de documentos, al preguntarnos y preguntarles a jóvenes estudiantes universitarios en qué consisten sus aspiraciones modernas o posmodernas, en las diversidades y en movilidades digitales, hemos encontrado, que en general les agrada la crítica y un pensar poscrítico, un pensar liberador, les complace lo nuevo, pero tienen capacidad de valorar y sentir como propio aquellas grandezas de las humanidades. No es que siempre deseen lo nuevo, es que el mercado actual tiene una fijación excesiva en la renovación, en la novedad.
3.1. ¿Qué es poscrítica? Un pensar poscrítico
¿Alguien puede ser crítico sin saberlo? Seguro que sí, así mismo, alguien puede ser un poscrítico sin enterarse de su condición. Algunos jóvenes están transitando entre crítica y poscrítica, lo que implica un enfoque más interdisciplinario, que va más allá de los métodos y enfoques convencionales de la crítica tradicional, es más creativo, participativo o interactivo con las obras de arte y la cultura en general.
Cuando se habla de modernidad y de posmodernidad, de verdad y de posverdad, de mentira y de posmentira, de desarrollo y de posdesarrollo, de historia y poshistoria, es porque se están inaugurando lenguajes que superan el adoquinamiento de las realidades, se está tensionando el juego dictatorial de la razón para, también, darles lugar a las pasiones, a las intuiciones, no para excluir sino para integrar, para relacionar, donde no es suficiente hablar de un crítico sino de un pensar poscrítico.
Así las cosas, un pensar poscrítico que aborda las diversidades, las juventudes y los espacios digitales construye lenguajes para adentrarse en los terrenos de un estar más allá de la mera descripción negativa de la realidad, de la morfología de los acontecimientos para superar los libros distópicos, los libros de posdesastres a fin de pensar en una relación poscrítica que exige estar atento a que la razón no lo resuelve todo, ni lo sabe todo, siempre hay un excedente en los conocimientos; la emoción, la pasión puede ser tan dictadora como la razón; no es suficiente con la descripción negativa o morfológica de la realidad; no es vender de desastres en muchos libros con entrega de soluciones en pocas páginas.
Un pensar poscrítico no es un pensar excluyente ni combatiente; es demócrata y forjador de libertades; va más allá de poner en tremor las bases racionales o abominar todo lo que devenga de los saberes clásicos. Lo poscrítico es un estado de ánimo bajo el cual siempre se pone en tensión los paradigmas y los dogmas, es decir, los elementos razonables y pasionales.
Un poscrítico es un pensador que conversa, no que impone, que encuentra fracturas, pero que no vive en ellas para humillar o someter formas de accionar las realidades, sino para resignificar esas realidades. Un poscrítico sabe de sus reconciliaciones, no radicaliza ni siembra odios atávicos; aprende del error y no se avergüenza de equivocarse; supera las exclusiones, los mundos compartimentados y apuesta por los pluralismos en lugar de los singulares; sabe que los jóvenes se atreven a lo impensado y que las rebeldías juveniles proponen caminos inéditos.
Un pensador poscrítico tiene no negociables como que la vida es intocable; que todos somos eslabones, como propone Nussbaum (2012), para la vida; que las formas de violencia y esclavitud no son opciones válidas; que la guerra no tiene sentido, sea militar, política o religiosa, reconoce que toda guerra es un acto irresponsable que pone en riesgo la existencia en todas sus formas.
Para un poscrítico no todo vale, ni todo se aprueba; todo se puede decir, pero no todo se puede hacer; ni todo lo viejo es perverso ni todo lo futurible es la salvación; no cierra discursos en verdades incontestables, ni se acoge a universales indemostrables; no desprecia lo colectivo o lo individual; no opaca los otros saberes, pero sí pone en cuarentena cualquier afirmación, venga del poder que venga; las propias verdades o afirmaciones no son inamovibles, no se refugia en el error del otro; sus apuestas o propuestas, no se constituyen en paradigmas o en dogmas; su ignorancia ha de reconocerla porque no es posible saber todo; identifica que es importante planificar, pero estar prestos a la improvisación, al fin de cuentas nuestra cotidianidad acontece con sinnúmero de improvisaciones. Reconoce que lo humano es equivocarse, pero lo humano también es rectificarse porque queremos sobrevivir y por ello, Arendt (2021, p. 142) “cualquier cosa que hacemos, se supone que la hacemos para ganarnos la vida”; en todo caso, lo diversal y posmoderno es que al hacerlo no destruyamos al equivocado o al que no comparte nuestros ideales.
3.2. ¿Y lo homogéneo y el sometimiento? Pensar diverso, poscrítico liberador
Muchos jóvenes estudiantes están convencidos que un pensar poscrítico, posicionado en la diversidad se inspira en las libertades lingüísticas, al estilo del maestro ignorante de Ranciere (2016), en el sentido de que el profesor deja de ser distribuidor de verdades y el estudiante poseedor de ignorancias, ambos se arriesgan a moverse dentro de las ignorancias para no caer en el maestro explicador sabelotodo que nos han vendido con Sócrates.
Reconoce la autonomía del sujeto para desoprimirse, para abrirse a lo inédito viable de Freire (1998). Acude a rutas no parametrales, a la enseñanza como puente para la vida devenidas de Quintar (2006), reconoce que el pensar y poder, Zemelman (2012), pueden ir de la mano no para someter sino para liberar.
Propende por la liberación del pensamiento de sí y de los otros, al estilo de Zuleta (2021) cuyo eje central es descreer de lo dado, de los paraísos que nos venden y así iniciar la ruta de pensar, el pensar paciente y por sí mismo es una de las mayores revoluciones para un pensar diverso y liberador.
El joven poscrítico se pregunta por lo que, Vattimo (1987), nombra la decadencia de lo moderno que es la no credibilidad en lo que prometía, de ahí que lo posmoderno es más que crítica de una época que exige postura para proponer, para superar el avecinado fin de lo moderno y su transición a lo posmoderno que no es un asunto de pocos días ¿Sí la modernidad tiene unos cinco siglos, cuánto tarda la posmodernidad para situarse? Son cuestiones que los jóvenes no desconocen.
Por tanto, un poscrítico liberador no dispone de estereotipos sociales; sabe que ni las ciencias enuncian un todo ni las emociones pueden dar cuenta de la totalidad; por enormes esfuerzos que se hagan, las totalidades siempre superarán al ser humano, no se puede absolutizar el conocimiento, ni disponer de imperativos a la hora de abordar los saberes-conoceres tradicionales y no tradicionales.
Por su parte, el humanismo poscrítico, diverso y liberador no es un dispositivo de diferenciación sino de conversación, de reparación, de concertación, de reorganización y, siempre, se despliega en relación.
3.3. ¿Y el miedo a la posmodernidad, a la diversidad? Un pensar poscrítico liberador en rasgos del diverser y del diversar
Toda época tiene sus miedos, somos una sociedad el miedo nos indica (Delumeau 2005) que avanza en los miedos que nos han vendido en occidente. Los jóvenes deben vivir los miedos de su época, algunos temen a la posmodernidad, otros a que muera la modernidad, al fin de cuentas no tenemos lenguajes para vivir las transiciones
A los modernos les asusta la posmodernidad como a los homófobos los gay, a los modernos les incomoda la diversidad como a los opresores la libertad de prensa o, a los capitalistas los socialistas. Nos asusta lo igual, el parecernos a otros nos asombra, queremos exclusividad, pero en los caminos a las diversidades, en tonos de diverser y diversar, no podemos desconocer que al otro venimos diezmando, apagando, cual indica Han (2017, p. 9) “Los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy, la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual”. Un pensar poscrítico liberador no reduce, no somete, no olvida al otro, no teme a lo igual ni a lo diverso. Ante el borraje del otro, en esa sociedad transparente, que reduce lo distinto a lo igual, es que la diversidad se manifiesta necesaria.
De ahí que un pensar en rasgos de diversidad poscrítico liberador es alguien que restituye e instituye en torno a que ningún sujeto es una tabla rasa a la cual se le ingresa información para que la vaya llenando; sí el otro no está de acuerdo ello no implica que sea un idiota, incompetente o terrorista, es consciente de que el otro sabe y suficiente, es asunto de reconocer esos saberes; no duda en que al otro hay que entregarle la voz, hay que reconocerle como un legítimo otro. Sólo sabremos del otro si le escuchamos de forma empática, sí sabemos escucharlo (González, 2022).
El sabedor es alguien que debe saber contener la palabra; reconoce que el mundo es un lenguajeo, lenguajear los deseos y esperanzas, cual entiende Habermas (1998, p. 88) que “los límites de su lenguaje son los límites de su mundo”. Distingue saber de conocer y no se basta con los mandatos de la razón ni los sabores de la emoción. Un pensar diverso poscrítico liberador conversa sobre las libertades, sobre sus emancipaciones y aquellos residuos de cadenas que esclavizan. No descarta ninguna escuela de conocimiento que centre su accionar en un compromiso ético, estudia con profundidad las implicaciones que de allí se emanan. Las farándulas del pensar no son una opción, no acude a las dinámicas de entretener para someter ni de distraer para que se olviden las grandes utopías. La esperanza no es un discurso sino una forma de resistencia. No busca transformar o cambiar a los demás, les permite ser.
En épocas impacientes, un pensar diverso poscrítico liberador de los tiempos digitales es un ser humano que deja de ser un objeto, da lugar a la autonomía, al autonombrarse, al emanciparse. Es, al mismo tiempo, un vehículo de memoria, de presente y de porvenir, un eslabón entre lo dado y lo por darse.
El liberarse no solo es un acto de rebeldía, es también un acto de dignificación del sujeto, en ese sentido, no es la posmodernidad, la diversidad o la digitalidad la que libera o somete, son instancias provocadoras de lenguajes renovados que permiten a cada sujeto saberse crítico, autocrítico, por lo tanto, poscrítico de sus conoceres, saberes y prejuicios. La liberación es un proceso gradual y a lo largo de la vida.
Un poscrítico que avanza por las diversidades piensa en verbalizaciones como cienciar, sofar y obrar a manera de escenarios creativos y flexibles. Un pensar poscrítico sabrá siempre de su dimensión ética en apuesta por futuros diferentes y en condiciones más favorables que el presente habitado. Cienciar no indica paradigmatizar, sofar no implica dogmatizar, obrar no implica imponer realidades para suprimir las voluntades ajenas; los resultados son sujetos inspiradores y conspiradores en significar y restituir comunidades de sentido, de vida; inspiran, mueven fronteras, resignifican realidades y apuestan por esperanzas compartidas; conspiran para significar nuevos lenguajes, restituir experiencias propias.
La flexibilidad en épocas de posverdades, posmentiras nos implica que quienes se interesan en lo histórico, en las ancestralidades, no olviden la condición del presente, para así prospectar, imaginar y diseñar el futuro deseable. En lo espacial, un pensar posmoderno se relaciona en lo local, nacional y mundial, conversa del adentro hacia fuera y del afuera al adentro, en un resonar de porosidades múltiples.
3.4. Ser joven estudiante en la era digital posmoderna prosumidora
Las juventudes no tienen los mismos problemas ni condiciones homogéneas, no les acontece lo mismo a los del norte que a los del sur, a los del occidente que oriente, a los pobres que a los adinerados, a lo estudiados que a quienes no pueden acceder a ese mundo formativo; ser joven de la montaña no es lo mismo que ser joven de las costas o desiertos, ser joven negro o indígena no arroja los mismos sueños e inquietudes que ser joven en barrios subnormales o en zonas de gran despliegue tecnológico, No obstante, algunos elementos se comparten por los jóvenes digitales de la posmodernidad:
El mundo cibernético, digital ha llegado para quedarse y transformar todas las tradiciones humanas. Así entretenga, no todo lo que existe en las redes sociales es verdad o perverso. Revela Lafaurie et al., (2022, p.5). que “los jóvenes tienen cada vez menor consumo y confianza en los medios convencionales”; por eso el auge de las redes sociales y otros medios digitales alternos de interacción.
La importancia de los influencers se da por tener lenguajes ágiles que no suele encontrarse en la academia ni en los espacios formativos. Es pensar sin moldes ni criterios, como recuerda Iriart, (1985), en entrevista a Lyotard. Es un consumidor y un productor de tecnologías, de lenguajes, de productos cotidianos, “Un prosumidor activo” (Tofler, 1980, p.173).
Los jóvenes Piensan que pueden tener algún momento de fama en el mundo digital. Siguen con esto la idea de Andy Warhol, “En el futuro todos tendrá sus 15 minutos de fama”. El asunto central no es la verdad sino la pertinencia de lo que se encuentra. Las redes semánticas tienen una posibilidad de auscultar verdades en niveles superiores que los jóvenes suelen buscar.
Si aplicamos los conceptos de web semántica y blockchain a la generación juvenil actual podemos relacionarlo con el contexto socioeconómico de la salida de la crisis, la búsqueda de nuevos nichos económicos en las redes colaborativas, el trueque o el intercambio de servicios como alternativa a la economía monetaria, la deslocalización de las culturas juveniles y la crisis de la propia noción de juventud, (Feixa 2021, p.9).
La feminización de la vida no significa una pérdida para la humanidad, es una ganancia en libertad y opciones de mundo. No es tener cosas sino experiencias uno de los signos de los jóvenes posmodernos digitales Han (2021). Desean incidir de manera más directa en las políticas públicas y programas de gobiernos. Buscan accesos a los sistemas formativos no tradicionales, mayor conciencia ambiental y necesidad de cambiar los sistemas actuales de producción y sobreexplotación que afectan los ecosistemas. Procuran más igualdad, equidad y menos injusticias, la creatividad juvenil es la inteligencia divirtiéndose.
El deseo de lo nuevo, de lo renovado no siempre es una instancia que interese a los jóvenes, pero el mercado para seguir vigente precisa de renovar y hacer creer que los jóvenes sólo se complacen con lo renovado. Los jóvenes hacen notar que son observados en la posmodernidad como consumidores y productores, lo que denomina Lipovetsky (2000), prosumidores, a esto resalta que “Eso es la sociedad posmoderna; no el más allá́ del consumo, sino su apoteosis, su extensión hasta la esfera privada, hasta en la imagen y el devenir del ego llamado a conocer el des- tino de la obsolescencia acelerada, de la movilidad, de la desestabilización” (p.10).
Ni patria ni matria, saltar de los matriarcados y patriarcados a los fraternados: Fratria. En la fraternidad no hay verticalidades sino solidaridades. Puentes (2002) destaca que,
En el mundo posmoderno tecnologizado, un mismo individuo puede pertenecer sincrónicamente al Partido Demócrata estadounidense, comulgar con la causa palestina, defender los intereses de los opositores chinos, promulgar la conservación del bosque amazónico, identificarse con los movimientos feministas y LGBTI+, o preocuparse por los enfrentamientos bélicos en Siria, Yemen o África Central. (p.151-152).
Para los jóvenes, los relatos de personas poderosas tienen tanto valor como los de desconocidos, de pobres. Los jóvenes transitan a una virtualidad con menos aporofobia y más tranquilidad para narrar las propias pobrezas y debilidades aporobiografias (González, 2021), ser joven en países en conflicto, como Colombia (Jiménez, 2015), es saber que, pese a las nuevas tecnologías, la guerra sigue siendo un negocio que patrocinan los poderosos para que se maten entre pobres, en su mayoría jóvenes.
3.5. Protolenguajes y neolenguajes
Los jóvenes posmodernos digitales no temen a los protolenguajes ni a los neologismos, siempre están incursionando con expresiones que interfieren en la sintáctica, semántica y pragmática de los lenguajes. No temen a los lenguajes de los poderes, los contrarrestan de distintas maneras, a veces, acuden a expresiones de otros idiomas, una suerte de colonialismo, pero en otros momentos recrean palabras, recrean ideas, modifican con apócopes o aglutinación de palabras para dar idea que algo acontece en su mundo vital lingüístico.
En las protopalabras no se tienen significados claros, parecen balbuceos que sólo entre ellos las comprenden, intentan protolenguajes y protopensares que a los poderes tradicionales les ofende o por desconocimiento les ignoran, olvidando que siempre han sido los jóvenes los que han puesto en tensión las comunicaciones tradicionales. En los neologismos se encuentran neopensares y neolenguajes que proponen variantes a la interacción cotidiana y a cualquier imposición a las bibliotecas e enciclopedias de los poderes.
4. Conclusiones posmoderno-diversitas
Cualquier universalización es difícil de contrastar, de ahí que no todos los jóvenes son posmodernos, viven la diversidad o son conscientes de las implicaciones del mundo digital, no obstante, existe un grupo de jóvenes que disponen de formación y decisión política para salir de las dinámicas de oposiciones, no es la posmodernidad contra la modernidad, la diversidad contra la homogeneidad ni la digitalidad contra la analogicidad, son lo uno y lo otro, son los complementos y fisuras, las transiciones y dubitaciones que se van gestando en los procesos humanos y no humanos.
No hay fórmulas definitivas para los miedos, las rabietas, las ignorancias, los ascos ni los odios humanos, lo que sí disponemos es de algunos lenguajes para reducir esas cargas negativas, algunos rasgos que la posmodernidad en su diversidad nos ayudará a debilitar, nos dan pistas para pensar disímil a lo que homo sapiens ha traído hasta el momento.
La venta del deseo de salvación, trabajo hecho por las religiones en la época de las emociones, se transmutó en la venta de un mundo mejor por medio de la razón que sigue en deuda. En la posmodernidad la razonabilidad y emocionalidad andan tan expuestas, tan mercantilizadas que al mismo postor se le vende un jean o un artículo de investigación; estas precariedades requerimos seguirlas pensando en los mundos digitalizados posmodernos.
Los jóvenes comprenden que todo está a la venta, incluida la aparente libertad corporal que, incluso, pueden llevar a mucha insatisfacción cuando se pierden los límites, de lo cual advierte Lipovetsky (2007, p.13) en donde “Los cuerpos son libres, la infelicidad sexual persiste. Las incitaciones al hedonismo están por todas partes: las inquietudes, las decepciones, las inseguridades sociales y personales aumentan”.
Pese a las transiciones humanas modernidad-posmodernidad, algunas cosas se mantienen como la desigualdad donde el capitalismo se siente cual pez en agua, al fin de cuentas es el gestor de su propio mar.
Insiste Lyotard que “A pesar de la nostalgia, ni el marxismo ni el liberalismo pueden explicar la actual sociedad posmoderna. Debemos acostumbrarnos a pensar sin moldes ni criterios. Eso es el posmodernismo” (Iriart, 1985, Párrafo, 1). Y de eso, parece, que aprendió bastante bien el capitalismo, de acomodarse a los moldes. Así como la guerra rompe todas las formas de relación e instaura sus propias condiciones, no será la modernidad sino la posmodernidad la que rompa los conceptos y experiencias mismas de los equívocos modernos.
Diversidad y posmodernidad no son expresiones comunes en los escenarios humanos, son nombramientos académicos, de hecho, no todos los jóvenes comprenden la posmodernidad o diversidad, pero las mayorías de ellos sí tienen vínculos con el mundo digital, manifiesto en operaciones financieras, en redes sociales, así como el uso de dispositivos digitales.
La diversidad es siempre la pregunta por el otro frente a mí, por mis variaciones. El otro es lo diverso, lo que nos confronta, lo que nos concilia. Levinas (2005) nos dice que en “La epifanía del Otro implica una significancia propia, independiente de esta significación recibida del mundo. El otro no nos sale al paso sólo a partir del contexto, sino que, sin esta mediación, significa por sí mismo”. (p. 58). Los pensadores de las diversidades deben cuidarse de la publicidad, de la gran pantalla, del mundo alivianado que por ahí suele ocurrir, el acto comercial que ello implica porque como nos dice Serna (2017, p. 19) “La publicidad es catecismo invertido. Fomenta los siete pecados capitales”. Un pensar las diversidades en posmodernidades no es para huir a la desgracia ni buscar mundos perfectos, es un escenario que sabrá de lo contradictorio, cual expone Huxley (2008, p.198) “Es que a mí me gustan los inconvenientes”, eso es un pensar las diversidades, las posmodernidades y las juventudes para encontrar distintos lenguajes que aborden los problemas no resueltos por las ciencias y las no ciencias.
Lo indecible de lo que deseamos decir, la inedición de lo que deseamos editar, la incomprensión de lo que deseamos comprender, lo inamable de lo que deseamos amar, lo impracticable de lo que deseamos practicar son aromas de épocas digitales por descubrir.
Un pensar poscrítico sabe que le acaece al movimiento posmoderno cierta livianización de la realidad, evasión del sufrimiento, exceso de deseos, desespero por la felicidad y baja capacidad para el sufrimiento. Un pensar liberador poscrítico reconoce que el mundo de la posverdad, como ya se ha dicho, es un escenario que las diversidades requieren revisar, de lo cual nos advierte Serna (2017, p.19) “Los publicistas logran con la mentira lo que los intelectuales no obtienen con la verdad”.
Un pensador de las diversidades se olvida de toda imposición, recuerda que los acuerdos sociales más importantes son los del sentido común y eso es lo que hemos perdido en la vieja disputa binarista entre razón-emoción, amor-odio, modernidad-posmodernidad, homogenización-diversidad.
Pensar las diversidades de jóvenes estudiantes en mundos posmodernos digitales es un camino que apenas estamos transitando, pero con los lenguajes y las enciclopedias de la modernidad, lenguajes que se vienen fracturado con las nuevas wikis virtuales, con las metáforas internautas, con las realidades aumentadas, con los avatares, con los robots-nanorobts, con los metaversos y con los mundos paralelos de la época virtual en que estamos transitando.
Las emergencias de las redes sociales y el avance de las libertades nos han hecho más plurales, más informados, pero no sabemos sí más tranquilos e inteligentes que nuestros antecesores. Las democracias y libertades que se encuentran en las redes digitales superan a las bibliotecas tradicionales, pero no podemos confundir dato e información con interpretación y comprensión que es el gran desafío de las sociedades digitales, pasar del exceso de información sin contenido o sin análisis a un mundo más pausado y elaborado en los saberes humanos y de inteligencia artificial construidos y en devenir.
Así las cosas, apenas empezamos a comprender que los jóvenes digitales, en estas nacientes posmodernidades, nos llevan a las ciberdiversidades, en los albores de sociedades inéditas e imprevisib les, sin que tengamos lenguajes para esas transiciones. El gran desafío es gestar lenguajes y acontecimientos que nos inviten a seguirnos preguntando sin que debamos reducir todo interrogante a respuestas.
Las versiones finales son producto de las religiones o el cansancio. Por tanto, no tenemos versiones finales ni definitivas sobre lo que nos acontece porque la pregunta, la incertidumbre, en tiempos posmodernos, seguirá teniendo la alegría y virtud de movilizarnos, de descolocarnos, de ayudar a los distintos grupos humanos, las devenidas inteligencias y los poshumanos a no inmovilizarse ya que ni unos ni otros tendrán todas las respuestas. Siempre hay un excedente de realidad donde, lo propio y lo apropiado, se va difuminando en las penumbras y umbras de las fronteras de los saberes e ignorancias.
Así las cosas, lo posmoderno dejará de serlo y lo digital pasará a otra instancia cuando nuevos y revolucionarios jóvenes, en extraviados tiempos, se fastidien de la orgía liberatoria y de las promesas que, seguro, también incumplirá la posmodernidad. Por suerte, las juventudes venideras seguirán renovando, elaborando resistencias y buscando sus propios lenguajes, mientras la rueda seguirá girando y las aguas nunca se repetirán bajo puente alguno.