INTRODUCCIÓN
La experiencia mística en El Espigón del Puerto infundió en Fernando Rielo un sentido de responsabilidad y liderazgo espiritual. El lugar, al ser considerado sagrado y divinamente designado, reforzó su convicción de que tenía una misión específica y trascendental para llevar a cabo. La misticidad del lugar impactó su misión al ser un espacio simbólico y espiritualmente significativo. Los constantes diálogos místicos con el Creador, en este entorno natural, lo hicieron descubrir su vocación de servicio y del sueño, en lo absolutamente puro, el Instituto, comprometiéndose a guiar y acompañar a otros en su camino hacia una vida plena y significativa. El espigón se convirtió en un espacio sagrado para él, donde buscaba y encontraba inspiración y conexión con lo trascendental.
En este orden de ideas, preeminencia del lugar en el llamado de Dios, al respecto el lugar -del latín locus-, como enseña Gutiérrez y Armario (1995), hace alusión al espacio geográfico localizado a partir de coordenadas específicas que lo hacen diferente y significativo de los demás. Son tantos los lugares que recorre un ser humano, que como Fernando Rielo, con su vida llena de vicisitudes familiares y personales, y a posteriori fundacionales, lo hacen un cosmopolita. Es difícil, precisar un lugar predilecto, pero él mismo disipa esta inquietud al considerar el Espigón del Puerto, ubicado en Santa Cruz de Tenerife, como el lugar preeminente del llamado divino.
En tal sentido, en el mundo hay muchos llamados que tratan de captar la atención del ser humano, viciado por su dialidad. El llamado de Dios lleva a una vida llena de sentido, tanto en el tiempo como en la eternidad; es ser ciudadanos de la cruz, lograr la santidad, que consiste en, escalar el muro, la pared de la caverna, salir de nuestro ego para ingresar en la región celeste del espíritu (Rielo, 2014). En muchas tradiciones y creencias, los lugares se asocian con significados simbólicos y espirituales, lo que puede influir en la percepción y el compromiso de la persona que recibe la misión. A lo largo de la historia, diversos líderes y figuras importantes han recibido sus misiones en lugares con valor histórico o simbólico, lo que ha influido en la forma en que han asumido su propósito y su sentido de responsabilidad.
Fue en el Espigón del Puerto donde Fernando Rielo experimentó su llamado divino. En este entorno místico y simbólico, Rielo sintió una profunda conexión con lo divino y recibió un mensaje interior que lo llamaba a dedicar su vida a un propósito más elevado. Este llamado resonó con fuerza en su ser y despertó en él una pasión por encontrar significado y trascendencia en su existencia. A partir de ese momento, Rielo se comprometió con una vida de servicio y búsqueda espiritual, influido de manera permanente por esta experiencia en el Espigón del Puerto.
Por equivocación le envían a la sede principal de Correos en Santa Cruz de Tenerife como Jefe de Negocios de Valores. El vuelo, entonces, duraba 5 horas hasta esta hermosa isla en el corazón del Atlántico. Al llegar al aeropuerto, debía ir a Santa Cruz, a unos 30 minutos. Toma la carretera antigua -no existía la moderna autopista-, que conecta a la capital de la isla. El mismo Rielo (2014) describe, con verosimilidad, este emblemático lugar:
Se divisa una ciudad iluminadísima donde dominaba el blanco con los marcos en verde: el verde canario con el blanco canario, y algunos edificios grisones o grises. La población, en aquellos momentos, era escasa, y donde no había más que dos o tres edificios relativamente modernos. (…) Fuera de estos tres edificios, todo eran casitas terreras de uno o dos pisos, en la perspectiva de un día enormemente soleado. (p. 118)
Al bajar, por esa carretera antigua, confiesa Rielo, que siente -nuevamente- ese extraño llamado, ese inusual fenómeno del Padre celestial, y afirma con mucha vehemencia “pero esta vez este llamado acompañado en una concelebración, (…) concelebrado por el Hijo y el Espíritu Santo”, como tantas veces San Agustín de Hipona (426 d. C.) lo expresó en su magna obra De Civitate Dei (Ciudad de Dios). Al entrar en la ciudad, Rielo escuchó una voz que le anunciaba: Esta es la ciudad elegida para la fundación del Instituto, la cual le reportará sufrimiento (tu cruz) y también gozo (tu gloria) (Capanaga, 1974).
Desde un punto de vista teológico, este anuncio celestial, esta estrella enceguecedora de misticidad, adquiere un significado profundo y trascendente para Fernando Rielo. La susurrante frase implica un llamado divino y un propósito específico asignado por Dios, donde la ciudad seleccionada para establecer el Instituto representa un locus sacrum y designado por lo divino para llevar a cabo una misión sagrada. La referencia a "tu cruz y tu gloria" sugiere una inhóspita conexión con el sacrificio y el sufrimiento asociado con el camino del servicio y la entrega total a la obra divina, que le fuera encomendada justo en ese lugar. En la teología cristiana, la cruz es un símbolo de redención y entrega, mientras que la gloria se asocia con la manifestación de la gracia y la presencia divina. Como lo señala Benedicto XVI (2023):
En el encuentro entre Jesús y Pablo, camino a Damasco, le quedó muy claro el significado central de la cruz: comprendió que Jesús había muerto y resucitado por todos y por él mismo. Ambas cosas eran importantes; la universalidad: Jesús murió realmente por todos; y la subjetividad: murió también por mí. (p. 2).
Esta expresión significó que la fundación del Instituto implicaba una dedicación total a la voluntad de Dios, con la posibilidad de enfrentar desafíos y dificultades (cruz) en el camino, pero también con la promesa de experimentar la presencia divina del Absoluto y la realización espiritual (Gloria) en la construcción de la obra direccionada a la labor misionera y pastoral, que se estatuye, en la Constitución Apostólica Gaudium et Spes (Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual). En este contexto, la expresión infundió en Rielo el sello de la cruz como entrega total y gloria como recompensa espiritual por cumplir con el propósito asignado por Dios. Ya lo afirma él en reiteradas oportunidades: Te he destinado, te he predestinado a tirar de la cuerda, y eso significa desear vivir la santidad (Rielo, 2014, p. 16). Cuenta, de manera muy genuina que, al poner los pies en esta ciudad atlántica, hizo una pequeña locura, cargada de inspiración divina; por la tarde, se fue al Espigón del Puerto (hoy entre Igueste y Playa de Antequera en Santa Cruz de Tenerife) donde expresó vox populi -con voz inteligible- una de sus mayores fantasías, un lirismo, una utopía, una quimera inesperada, una humana necedad.
En este orden de ideas, la vocación de todo ser humano indubitablemente encuentra su verdadero significado en la imagen de Jesucristo. Por lo que este destino cristológico del hombre se puede apreciar en la epístola de San Pablo a los romanos. Las cartas de Pablo son las más teológicas que escribió, vistas desde la antropología cristiana presentan a la persona destinada a realizar su vocación en Cristo Jesús. De esta manera, sólo en Él, el ser humano entiende su destino y puede asumir un itinerario de cristianización, como la entendió Fernando Rielo, con sapientia ineludible, pues, esa relación de Hijo, de obediencia y de libertad que pregonó Jesucristo al Padre es revelación primigenia de la vocación humana.
En abundamiento a esta idea y experiencia vivida por Rielo, se considera que el origen de todo llamado, en cualquier lugar donde se encuentre, está en la Santísima Trinidad, pues, como lo atestigua el Génesis, el hombre fue creado a su imagen y semejanza, percibiendo así su origen y su destino último. En esta comunión trinitaria, en esta unión eterna, se expresa su infinito amor hacia la humanidad a quien le confiere la vocación y la libertad amplia para responder a ese llamado. Como agrega Cheffczyk (2018) “esta tarea de la unión -mística- con Cristo, en la que se realiza en el corazón del creyente la misión del Hijo, adquiere un nuevo impulso por la inhabitación del espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo”. (p. 938)
Luego de los argumentos formulados se planteó como objetivo general de la investigación comprender la misticidad del lugar "Espigón del Puerto" y su impacto en la misión de Rielo. La experiencia mística en este espacio facilitó la conexión con lo divino, revelando su vocación de servicio y liderazgo espiritual para fundar el Instituto como condictio sine qua non.
MÉTODO
El método que se desarrolló en la presente investigación se apoyó en el enfoque cualitativo teológico-filosófico, recurriendo a la tipología documental-bibliográfica, al análisis comparativo y al método interdisciplinario que integró diversas perspectivas, como la psicología de la religión, la antropología cultural y la historia, para vislumbrar la misticidad del lugar, lo que permitió establecer el análisis del objeto de estudio, con el propósito de describir el tema abordado (Hernández Sampieri et al., 2014). En este sentido y con base en lo expuesto por Guerrero Dávila (2015) citado por Reyes y Carmona (2020) la investigación documental fue de las que involucró la recopilación, selección y análisis de información de diferentes fuentes, como documentos, revistas, libros, grabaciones, filmaciones, periódicos, artículos de investigación y memorias de eventos. En este caso, el objeto de estudio se comunicó a través del análisis sintético. Asimismo, la estrategia bibliográfica que se empleó para el desarrollo del tema investigado estuvo delineado por los procedimientos especificados por Rizo (2015), como: planeación, recolección de información, análisis e interpretación de la información, redacción y presentación del trabajo de investigación.
RESULTADOS
Del desarrollo de la metodología planteada por el investigador se presentan a continuación los resultados obtenidos, de la siguiente manera:
La misticidad del lugar potencia el sentido de trascendencia del llamado divino
Este lugar, justo en la primera curva del dique, donde se avizoraba el Puerto, se convirtió en un lugar de necesaria y recurrente visita, pues, todas las tardes, acompañadas de una luminosidad natural y esplendorosa, después de salir del trabajo en Correos ─salvo ligeras excepciones, de aquellos días que por obligaciones se lo impidiera─ se iba a sentar, para cargarse de ideas sabias, de pensamientos holísticos que guiarían y regirían la incipiente Fundación.
En este sentido, la misticidad del lugar propone elegir la humanidad, en palabras de Daelemans (2022) “no solo como un camino o un medio para alcanzar a Dios, sino como el lugar mismo del gozo divino, una y cada vez que se alcance la divinidad” (p. 86). Por lo que hablar de autenticidad mística cristiana es hacer referencia a ello, en una postura cristocéntrica y de configuración con Cristo; en la que se adopta el camino de Cristo mismo hasta llegar a Aquel que eligió una y otra vez la condición humana, representada por sudor y lágrimas, pero se erigió como el lugar de unión íntima con Dios.
El Espigón del Puerto: un espacio de encuentro con lo trascendente
Enmudecido por esta misión divina que debía emprender, sin postergación alguna, elevaba la mirada al cielo, que lentamente dejaba de ser azul para convertirse en un escenario pintado de vivos colores azules, rojizos, anaranjados y amarillos, que también se reflejaban en el agua y solamente eran separados por una franja negra a lo largo del horizonte.
De manera indubitable, el Espigón del Puerto para Fernando Rielo brindó un espacio de soledad y silencio, que propició la introspección profunda del Absoluto y la apertura a lo trascendente. Ya que, en este mítico lugar, hablaba largamente con la divinidad, con una receptividad insuperable. Allí, era donde ─primordialmente, en aquel cenobio o abadía a la intemperie, maravillosamente disimulado, en el ambiente del trasiego de la ciudad y de las luces, con el susurrante silencio─ se hablaban los dos; por años se hablaron con bastante intimidad los dos, trascendiendo la humanidad y la misticidad. Ya lo describe poéticamente, en su fecundidad literaria, Rielo (1979):
Guárdame callado.
El cielo está ahí más celeste que nunca
Detrás de ese roble, de esa sombra,
De ese espacio quejumbroso.
Detrás de ese mí que mira…y quizá sueña. (p. 33)
Se generó, en este escenario al descubierto, a la intemperie, un verdadero diálogo sinalagmático, la real presencia de dos, ad coetum geniti sumus -como engendrados para un encuentro, como en íntima oración.
El punto de partida de la mística se erige en base a tres etapas bien definidas, imitación, configuración e identificación, que siguen el rol de la humanidad de Cristo que cristalizó tanto su deseo como la unión con Dios, como bien lo apreció Rielo en su existencia, en el que desembocó el único arte de saborear tanto a Dios como la esencia del hombre, del semejante.
El estudiar el espacio de encuentro no es una cuestión marginal de la filosofía de grandes pensadores, entre los que merece mención especial Heidegger, de quien se puede abrevar ideas de sus obras, como en Ser y tiempo (2012) o en El arte y el espacio (2009), considerando el espacio como aquel gran tema que se erige dentro de su filosofía. De hecho, comenta Hernando (2019):
Lo encontramos tanto en obras de juventud, como en aquellas que conforman su pensamiento más maduro. Aunque hay que decir, también que el espacio devino en aquel problema al que el filósofo nunca supo dar un acabamiento que le convenciese del todo, lo cual deja la cuestión netamente abierta, como toda cuestión filosófica digna de ser pensada. (p. 5)
En respuesta se vislumbran la caracterización del espacio en un contexto de lo espiritual y su sentido teológico-estético profundo, como lo percibe Salcedo D´Andrey (2012):
Se podría mirar la arquitectura como el arte de diseñar o transformar el espacio desde una perspectiva estética. Sin embargo, la idea es ir más allá, ya que la arquitectura, como las otras artes, no vive en un área de pura autonomía en relación con la sociedad, sino que expresa un momento fundamental del ser en el tiempo, en cuadro de relaciones que le condicionan la vida. (p. 110)
Lo cual contribuye a discurrir que este término espacial es el que coadyuva a establecer una experiencia de sentido, como la vivida por Fernando Rielo, una teología de la arquitectura, en la que el lugar es, por tanto, un tipo concreto de espacio, aquel que posee unas condiciones físicas determinadas que generan visión trascendental.
Ejemplos de experiencias místicas de otros individuos en entornos similares que refuerzan la importancia del lugar en el llamado divino
Palpablemente, hay varios ejemplos de experiencias místicas de otros individuos en entornos similares a los de Rielo en el Espigón del Puerto, que refuerzan la importancia del lugar en el llamado divino. A continuación, algunos de estos:
Experiencia de Sócrates en el mercado público de la vieja Atenas: Sócrates experimentó un llamado divino en el mercado de Atenas, donde recibió una "voz interior" o ─daimonion─, que lo guiaba en su búsqueda de sabiduría y verdad, que hoy los llama el profesor español Infante, citado por Martins. (2021) sus #filoretos, retos filosóficos para la vida cotidiana. (p.4). Esta voz interna, a menudo interpretada como una guía espiritual o divina, su mayéutica, le llevó a cuestionar la sabiduría tradicional y a buscar un conocimiento más profundo y auténtico. La experiencia de Sócrates en este entorno urbano fue crucial para su desarrollo filosófico y su convicción de que tenía una misión divina de promover la autoconciencia y el conocimiento moral en sus contemporáneos.
El método denominado mayéutica fue su gloria y su cruz; su gloria porque el conocimiento a través del cuestionamiento lo elevó a la cúspide de los más grandes filósofos antropocéntricos y, su cruz, porque en la afamada Apología de Sócrates de Platón (399 a.C.), se recoge lo esencial de su defensa ante la condena a muerte, y pudiendo huir al veneno de la cicuta, eligió -consensus ómnium- acatar la condena impartida por la justicia de la -polis- para morir haciendo honor a su filosofía. Su vida llena de ética contribuye a entender el horizonte del hombre y los misterios que acontecen en él, como el llamado Divino, Sócrates afirmó que la vida del hombre, de cualquier hombre, no se puede vivir sin examen; en otras palabras, que la filosofía es necesaria y que hasta, probablemente, es el unum necessarium, lo absolutamente necesario, o parte esencial de él (Morales Arizmendi, 2020, p. 893).
Experiencia de Jesucristo en el Desierto: Antes de iniciar su ministerio público, Jesucristo se retiró al Desierto durante cuarenta días, donde ayunó y se sometió a una intensa prueba espiritual. En este entorno solitario y árido, Jesús experimentó una profunda comunión con Dios, enfrentó las tentaciones del mal y afirmó su misión divina de redimir a la humanidad -ad redimendum hominem-. De allí que Rielo (2011) asevere que con Cristo nace un humanismo: su propio humanismo, que concibe desde dos niveles; el natural y el sobrenatural.
Este humanismo sobrenatural, que asume en sí mismo al que es natural, tiene una esencialidad consistente en elevar al orden sobrenatural el dolor humano, entendido éste de la forma más amplia, global, pero también precisa. Y lo hace ex opere operato. (p. 29)
La experiencia en el Desierto fortaleció su compromiso y entendimiento de su llamado, preparándolo para su posterior enseñanza y misión salvífica. Donde se evidenció, en palabras de Rielo (2012), “que la persona o hipóstasis del Verbo encarnado posee dos naturalezas: divina, la naturaleza divina poseída por las tres personas divinas; humana, la naturaleza humana constituida por un espíritu sicosomátizado asumido por la persona del Verbo” (p. 76).
Acontecimiento en el Puente Milvio del Emperador romano Constantino: Según la tradición cristiana, el emperador romano Constantino experimentó una visión en el Puente Milvio, sobre el Río Tíber, antes de una importante batalla frente al ejército de Majencio, en el verano de 312, como reseña Gil Osuna (2022). En esta visión, Constantino afirmó haber visto una cruz en el cielo con la inscripción in hoc signo vinces ─con este signo vencerás─. Este acontecimiento se consideró decisivo para su conversión al cristianismo y su posterior apoyo y promoción de la fe cristiana en el Imperio Romano. El lugar del Pons Milvius adquirió así una importancia simbólica y mística. Tanto así que, al decir de Di Fazio. (2021):
La mayoría de los cristianos ignoran que lo son gracias a un hecho trascendental y lleno de misterios. Seguramente se pensará en el nacimiento de Jesús o su crucifixión. Pero no. Los cristianos debemos nuestra fe a un combate que sucedió en las márgenes del río Tíber: la batalla del Ponte Milvio, que tuvo lugar el 28 de octubre del año 312, hace 1709 años. (p. 2)
El Monte Horeb en la vida fascinante de Moisés, en la que el ángel del Señor se la apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza; o el llamado del profeta del Islam Mahoma en la montaña, conocida como la cueva de Hira, a las afueras de la Meca, donde se le aparece el arcángel Gabriel para anunciarle que sería el mensajero de Alá. Estos figurados lugares en conexión con el Espigón del Puerto para Fernando Rielo pueden haber brindado un espacio de soledad, cavilación, ensimismamiento y silencio, que propician la introspección profunda.
Estos ejemplos destacan prima facie cómo el entorno y el lugar pueden tener un rol significativo en las experiencias místicas y llamados divinos de diversas figuras históricas, reforzando la importancia de contextos específicos como catalizadores para la conexión con lo divino y el compromiso con un propósito superior; en el sentido de la vida ascética. El recibir la egregia y eximia misión en un lugar así puede otorgar un sentido de autoridad o legitimidad divina a la tarea encomendada, en la cual se aprecia el espacio o lugar desde una perspectiva fenomenológica por la cual un poder sagrado se hizo presente in illo tempore, de acuerdo con lo narrado por el ancestro; en sinonimia con lo sucedido a Rielo en el Espigón del Puerto (Bentuè, 2023).
La misticidad del lugar y su impacto en el propósito y la misión de Fernando Rielo: vocación de servicio o liderazgo espiritual
Puede ser abordada desde varias perspectivas:
Significado simbólico y espiritual del lugar: El Espigón del Puerto, como un entorno cercano a la naturaleza y al mar, pudo haber sido percibido por Rielo como un lugar propicio para la reflexión y la contemplación, que de hecho lo hacía todas las tardes, después de su trabajo en Correos. La belleza y la majestuosidad del paisaje lograron consumar una atadura profunda con lo divino, favoreciendo una experiencia espiritual y mística, permitiendo a Fernando Rielo recibir una claridad y dirección para su propósito y misión en la fundación del Instituto.
Encuentro con la vocación de servicio: El Espigón del Puerto, al ser el lugar donde recibió el llamado divino, se erigió en punto de encuentro con su verdadera vocación de servicio a la humanidad, pues afianzó su decisión de no continuar en su abrazo con la vida religiosa. No obstante, nihil humani a me alienum puto. La experiencia mística en este lugar revela la importancia de su misión y su deber de guiar y acompañar a otros en su camino espiritual.
La cercanía al mar, símbolo de profundidad y fluidez, podría haber evocado un sentido de propósito mayor y compromiso con el bienestar de la humanidad, promoviendo la búsqueda de la verdad y la sabiduría para el beneficio de todos (Figura 1).
CONCLUSIONES
El Espigón del Puerto tuvo un impacto significativo en la vida de Fernando Rielo. Este entorno místico y simbólico fue el lugar donde recibió su llamado divino, lo cual marcó el inicio de su propósito y misión en la vida, proporcionando el espacio adecuado para la reflexión, la unión con el Absoluto y la percepción de configurarnos como hermanos de Cristo y darnos ese aire de familia de Dios. A través de su conexión mística con el Espigón, Rielo encontró inspiración y guía espiritual que lo llevó a desarrollar su legado. Asimismo, el simbolismo del Espigón del Puerto permea su obra, reflejando su búsqueda de la verdad y su encuentro con lo divino. Por lo que, ciertos lugares pueden ser considerados sagrados, lo que añade un valor espiritual y trascendental al llamamiento recibido en esos entornos.















