INTRODUCCIÓN
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 2015 subscribió la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, la cual refiere a un plan denominado Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS) para que los países y sus sociedades implantaran las acciones pertinentes para el mejoramiento de las situaciones de vida de todas las personas, sin exclusión. En este tenor, el objetivo 4 plasma la necesidad de garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, buscando promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida que asegure en todos los niveles de la enseñanza, desde la básica y hasta la superior y/o universitaria, el acceso igualitario de una formación de calidad para todos, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los niños en situaciones de vulnerabilidad (ONU, s/f).
A pesar de ello, Medina y Valencia (2023), expresan que, de continuar en los próximos 28 años profundizándose los patrones de inclusiones-exclusiones enmarcados en reproducción del círculo vicioso de bajo crecimiento económico, alta desigualdad social y alta violencia, baja productividad y bajo desarrollo científico y tecnológico, los sistemas educativos de America Latina y el Caribe, donde se incluye al Ecuador, no alcanzaría plenamente el logro de los ODS. Tal como señalan los autores antes mencionados, esto significaría un inmenso retroceso para el sector educativo y el aprendizaje, en términos de que se acentuaría la brecha digital y cognitiva, generando situaciones de gran desigualdad y marcadas diferencias en el desempeño educativo a lo interno de cada país y a nivel internacional.
No obstante, los sistemas educativos de muchos países siguen activos en pro de una educación de calidad para todos. Por lo que han impulsado en los últimos años la aplicación del principio de inclusión en los distintos niveles básicos de la educación, lo que ha significado un progresivo incremento del acceso de estudiantes con discapacidad a los estudios universitarios (Bell, 2020). La aplicación de este principio mediante el enfoque de la Educacion Inclusiva, se materializa a través del voluntad y esfuerzo por “identificar y eliminar todas las barreras que impiden acceder a la educación y trabaja en todos los ámbitos, desde el plan de estudio hasta la pedagogía y la enseñanza” (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO], s/f).
Es así como se pretende una educación de calidad e inclusiva para todos, sin excepción por razones de género, orientación sexual, origen étnico o social, lengua, religión, nacionalidad, situación económica y distinción de capacidades cognitivas, visuales, auditivas y/o motriz. Pues, como expresa Ortiz (2023), la inclusión en este sentido “va más allá de lo especial y va más allá de la integración escolar, porque no implica una segregación, sino una acogida incondicional a cualquier alumno en cualquiera de las situaciones más o menos especiales en que pueda encontrarse” (p.15).
Esta forma de educar, que ha de regir las políticas, planes y prácticas educativas, fundamentadas en el principio de la inclusión, coligado a la equidad, supone la materialización de cambios y transformaciones profundas en los modelos paradigmáticos de la educación, desde un enfoque asentado en la diversidad (Fernández, 2017), como “cualidad esencial inherente a la propia condición humana” (Bell, 2020). Esto conlleva a la reestructuración de la institucionalidad educativa en cualquier nivel, fundamentada conceptualmente y en terminos organizativos, metodológicos y prácticos para responder a las necesidades de todos los educandos (Ortiz, 2023).
Ahora bien, la materialización de estos cambios y transformaciones requiere, necesariamente, de la aplicación de estrategias pertinentes que coadyuven a la creación y consolidación de toda una cultura de la Educación Inclusiva, sustentada en principios regulatorios, que arropan sustancialmente políticas públicas y prácticas inclusivas, en pro de generar instituciones educativas con una visión compartida de la inclusión.
Es ahí donde tiene asidero la investigación acción participativa (IAP) como estrategia metodológica que puede posibilitar la transformación de los centros e instituciones educativas de cualquier nivel, mediante procesos de reflexión sobre la acción educativa que se despliega, y a modo de dar respuesta a cada una de las necesidades y expectativas del estudiantado, atender las prácticas discriminatorias, producir cambios en las perspectivas de los docentes y coadyuvar a la participación de todos los que integran la comunidad educativa (Herrera et al., 2021). La IAP constituye una opción metodológica de mucha riqueza; ya que, por una parte, permite la expansión del conocimiento, y por la otra, la generación de respuestas concretas a problemáticas o situaciones que requieren cambios y/o transformaciones, tal como refiere Colmenares (2012), desde lo inscrito por Martínez (2009).
A razón de lo planteado, se presenta este estudio de naturaleza teórica a partir de cuestionar ¿Cómo la IAP se constituye en una posibilidad para desplegar y fortalecer procesos de inclusión educativa en el contexto universitario? En tal sentido, se buscó describir la IAP a partir de interpretar sus postulados teoricos conceptuales y metodologicos básicos, con el propósito de mostrar sus principales atributos que la caracterizan como herramienta para el cambio y la transformacion del los contextos educativos universitarios que se abocan a desplegar y fortalecer procesos de inclusión educativa.
Es importante resaltar que la motivación que posibilitó el estudio surgió de la necesidad que tiene el mundo académico universitario actual de desplegar procesos de inclusión que generen una autentica educación profesionalizadora para todos, y sin ningún tipo de distinción y discriminación alguna. La importancia del mismo proviene de los aportes que proporciona a las ciencias, específicamente a las educativas y, por consiguiente, al quehacer pedagógico del docente y de la institución educativa.
En lo que respecta a su relevancia científica, es importante destacar que la Investigación Acción Participativa (IAP) se ha convertido en un área de estudio en constante desarrollo, siendo cada vez más utilizada como una herramienta para transformar los modelos educativos tradicionales y avanzar hacia nuevos enfoques basados en la diversidad humana. Por último, la relevancia social de esta investigación se manifiesta de manera implícita en las valiosas contribuciones que aporta para la gestión e implementación de cambios y transformaciones en las organizaciones educativas, en especial en las instituciones universitarias. Estos cambios se orientan hacia la inclusión y la equidad, dos principios innovadores que deben aplicarse en los campos educativo, pedagógico, didáctico y curricular. La educación inclusiva representa una oportunidad para construir organizaciones educativas más acogedoras, contribuyendo así a sociedades más justas y equitativas. (Irrazabal et al. 2022).
MÉTODO
El estudio refiere a una investigación descriptiva con el propósito de hacer un acercamiento en torno a los postulados teóricos conceptuales sobre la IAP, a modo de puntualizar ciertas caracteristicas de ella como herramienta que posibilita cambios y transformaciones para una educación más inclusiva en contextos universitario. Para ello, se han considerado criterios y métodos para abordarla sistemáticamente como objeto de estudio y desde allí forjar nuevos conocimientos científicos (Guevara et al., 2020).
Cabe acotar que el estudio es de naturaleza documental desplegado mediante un diseño bibliográfico, lo cual demanda la ejecución de múltiples técnicas y procedimientos enmarcados en los procesos de búsqueda, registro, organización, análisis e interpretación de datos recuperados de diversos textos provenientes de producciones investigativas y académicas, de manera impresa y/o electrónica (Árias, 2012).
Para consolidar todo este proceso de revisión de los contenidos textuales se hizo necesario la aplicación de estrategias como el resumen analítico, los mapas mentales y el análisis semántico para la comprensión de los significados de dichos textos (Barrera, 2009). Todas estas herramientas permitieron vislumbrar los fundamentos teóricos y metodológicos de la IAP, a partir de nuevas perspectivas interpretativas enmarcadas en la inclusión educativa como realidad social.
Finalmente, el abordaje bibliográfico siguió los procedimientos establecidos por Espinoza y Rincón (2006), estructurando la siguiente lógica documental:
RESULTADOS
La educación inclusiva en el contexto universitario
Según el Diccionario Etimológico Castellano en Línea (DECEL), etimológicamente la palabra inclusión resulta del termino latino inclusio. La misma está compuesta lexicamente por el prefijo in, que significa hacia dentro; la palabra claudere como encerrar y el sufijo sión como acción y efecto de. Por lo que, globalmente, se puede entender como acción y efecto de poner algo dentro. Se hace referencia a este término en el sentido de que es fundamento de lo que hoy se conoce como Inclusión Educativa.
Al respecto la Organización de Estados Iberoamericanos (OEA, s/f), asumiendo el mandato de la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible a modo de superar situaciones discriminatorias y lograr la igualdad educativa, define la Inclusion Educativa como:
[…] un proceso orientado a garantizar el derecho a una educación de calidad a todos los y las estudiantes en igualdad de condiciones, considerando la equidad de oportunidades en la participación de los procesos integrales de aprendizaje, prestando especial atención a quienes están en situación de mayor exclusión o en riesgo de ser marginados/as (s/p).
Lo planteado, conlleva a que las instituciones educativas, en cualquier nivel y/o modalidad que se consideren inclusivas, deben asumir como mandato la atención a la diversidad del estudiantado y en especial a los de mayores riesgos, para su desarrollo pleno y logro de aprendizajes, sin distingo, discriminación alguna y desigualdad alguna. Este proceso inclusivo, debe abordar las necesidades educativas y apuntar a la eliminación de las barreras que obstaculizan y minimizan el aprendizaje y la participación de los estudiantes.
Ahora bien, contextualizando al mundo universitario el tema de la educación inclusiva como un derecho, y considerando lo expresado por García et al. (2017), se tiene que una universidad inclusiva asume como actitud y valor preponderante a la diversidad inmersa en toda la comunidad educativa incluida por estudiantes, profesores, personal administrativo y de servicios; pues, esta diversidad se constituye en un amplio espectro que favorece a la equidad, con el reconocimiento y la aceptación de todas las personas sin distinción de raza, género, etnia, edad, nacionalidad, cultura, religión, discapacidad, orientación sexual, estatus socioeconómico, idioma, estilos de aprendizaje, etc. Este principio de educación inclusiva ha de permear a toda la cultura institucional, así como a sus políticas y prácticas educativas que se implementen, pues, se constituye en marco conceptual y filosófico que le da identidad de universidad inclusiva.
Para Espinosa et al. (2021), citado por Periche et al. (2022), la inclusión educativa universitaria ha enfrentado un largo andar de luchas y retos, disputas y avances, que han obligado a repensar las concepciones de diversidad, igualdad, diferencia, formación profesional y pedagogía, desde una perspectiva más humana, acarreando, a su vez, la generación de cambios en las normativas y los servicios sociales y educativos, para posicionar acciones que reducen prácticas y situaciones discriminatorias y excluyentes de estudiantes.
Sin embargo, es importante reconocer que, para admitir a todos los estudiantes, incluidos aquellos que tienen algún tipo de discapacidad, las políticas universitarias que enmarcan la propuesta pedagógica y el funcionamiento de la institucionalidad, requieren de una transformación importante. De allí que, muchos de los sistemas educativos mundiales en la actualidad se han ido apropiando del Diseño Universal de Aprendizaje (DUA), como modelo pedagógico/andragógico constituido por un “conjunto de nociones fundamentales para repensar los currículos como inclusivos, enmarcándose en la educación para todos y en igualdad de oportunidades para aprender con estrategias y tecnologías diversas” Muñoz et al. (2023, p. 176), desde lo inscrito por Alba et al. (2014).
Es por ello que, el docente tiene un verdadero desafío y es proporcionar reales oportunidades de aprendizaje inclusivas y eficaces Naranjo (2022). Por tanto, generar cambios en los currículos y los diversos programas de aprendizaje sustentado en el DUA le permite transformar el aula y su práctica docente, facilitando procesos didácticos y de evaluación y seguimiento de los aprendizajes, garantizando las mismas oportunidades de aprendizaje a todos los estudiantes (Muñoz et al., 2023).
Finalmente, y como sostiene la propia Naranjo (2022), para prosperar en cuanto al desarrollo de una verdadera educación inclusiva es necesario que las universidades se apropien de herramientas que les permita forjar paulatinamente una serie de contextos y escenarios educativos que posibiliten la respuesta a la diversidad.
La Investigación Acción Participativa como herramienta forjadora de la Inclusión Educativa Universitaria
La IAP tiene sus orígenes en los trabajos de investigación y observación de Kurt Lewin (1946), realizados con distintas comunidades y grupos sociales de los Estados Unidos, y desde donde hace la propuesta del nexo que se configura entre investigación y acción (IA). Sin embargo, Ander-Egg (1990) sostiene que es a partir de los años setenta, posterior a los tiempos caracterizados por las luchas populares y las reformulaciones conceptuales en el campo de las ciencias sociales dada la decepción sobre la utilidad de los métodos clásicos de investigación social, que va emergiendo progresivamente la IAP como propuesta metodológica con grandes implicaciones políticas. Para ello, la IAP se presenta como posibilidad pues, su intencionalidad en este contexto, se concreta con la necesidad de movilizar a las personas y/o grupos sociales para generar cambios en torno a la realidad que les circunda, mediante el proceso de acción-reflexión como fuente de conocimiento social transformador (Francés et al. 2015)
Ahora bien, desde la perspectiva de generar una educación más inclusiva y de mejor calidad, la universidad actual debe generar procesos de cambio y transformación para lograr que sus estudiantes aprendan de manera efectiva, situación que debe ser guiada por un proyecto educativo institucional que enmarque los objetivos y finalidades educativas y curriculares de manera pertinente y actualizadas; además, de implementar estrategias que atiendan la diversidad y minimicen las barreras de aprendizaje como forma de prevenir el fracaso y la deserción educativa, y así lograr el acceso, la permanencia y egreso de sus estudiantes con competencias profesionales (Peregalli, 2017).
Asumir tales transformaciones y/o desarrollar nuevos contextos y escenarios educativos universitarios permeados por una verdadera inclusión requiere, necesariamente, ampliar y mejorar permanentemente la formación docente, pues este debe ser capaz de acometer el reto de educar a todo el estudiantado, procurando calidad y justicia social. Es en este ámbito, que la IAP se convierte en herramienta fundamental del docente para transformar la institucionalidad educativa y todo lo que ella contiene; pues, solo desde la reflexión continua de la labor educativa se puede generar un cambio en la visión del docente, dar respuesta a las necesidades e inquietudes de los estudiantes, disipar las prácticas segregadoras y discriminatorias, a la vez que se promueve la participación proactiva de todos los que conforman la comunidad universitaria (Herrera et al. 2021).
La IAP es una herramienta metodológica con la que se pueden enriquecer los distintos contextos como el educativo, ya que permite la construcción de un conocimiento social, a la vez que se tratan problemáticas y situaciones de interés colectivo para su cambio y transformación. Pues, muy bien lo expresaron Kemmis y McTaggart (1988; p.31), cuando enunciaron que la Investigación Acción:
Es un proceso sistemático de aprendizaje en el que las personas actúan conscientemente sin dejar, por ello, de abrirse a la posibilidad de sorpresas y conservando la posibilidad de responder a las oportunidades. Se trata de un proceso de utilización de la “inteligencia crítica” orientado a dar forma a nuestra acción y a desarrollarla de tal modo que nuestra acción educativa se convierta en una praxis (acción críticamente informada y comprometida) a través de la cual podamos vivir consecuentemente nuestros valores educativos (Herrera et al., 2021, p.138-139)
Por otro lado, al contextualizar lo planteado por Balcázar (2003) en el ámbito de la inclusión educativa universitaria, se puede enunciar desde el punto de vista ideológico, que la IAP reconoce el poder de la acción del docente como práctico reflexivo para disminuir las situaciones de injusticia y discriminación educativa, activando la participación de los miembros de la comunidad universitaria para la búsqueda de soluciones a sus problemas y dificultades, a la vez que proporciona mecanismos de empoderamiento individual y colectivo. Pues, su idea fundamental radica en promover contextos y escenarios que involucre a los miembros de la comunidad universitaria en procesos de investigación educativa como agentes de cambio y no como objetos de estudio, tal como se ha manejado tradicionalmente.
De igual manera, epistemológicamente se plantea que el proceso experiencial les permite a los sujetos universitarios, en particular al docente desde su labor educativa, desarrollar procesos enmarcados en aprender a aprender, al ir descubriendo la realidad del mundo educativo desde una visión crítica, el cual forja estados de conciencia y entendimiento respecto al potencial humano y al rol activo que debe desplegar para asumir procesos y proyectos de cambio y transformación para una educación más inclusiva y justa.
Es importante destacar que la IAP, según el mismo Balcázar (2003), se concreta metodológicamente a través de tres tipos de actividades como son la investigación, la acción y la educación. Estas actividades, las cuales se interrelacionan como un ciclo dinámico y continuo, se constituyen en un camino apropiado para hacer los procesos educativos más inclusivos al entenderse de la siguiente manera:
Investigación, implica la participación activa que los sujetos han de asumir para indagar y documentar las condiciones históricas de sus experiencias educativas vividas; analizar de manera sistemática y funcional las problemáticas actuales en cuanto a la inclusión que advierten las necesidades de cambio, y evaluar participativamente las prioridades de cambio a la vez que se organizan los grupos de acción y se planifican las actividades de cambio.
Acción, involucra el desarrollo de actividades y tareas con las cuales se implementen soluciones prácticas a los problemas encontrados y que conlleven a la superación de barreras de aprendizaje y el despliegue de prácticas educativas más inclusivas.
Educación, el desarrollo de las acciones debe llevar a los participantes de la comunidad universitaria a desplegar una conciencia crítica y a descubrir su propio potencial para el cambio educativo, es decir, los empodera para que sean artífices de sus propios cambios y transformaciones.
Considerando todo lo planteado, además de traer a colación lo expresado por Kemmis y McTaggart (1988) citados por La Torre (2005), se tiene que la IAP es una metodología propicia para generar transformaciones en los modelos educativo y hacerlos más inclusivos, pues ella como herramienta de cambio se caracteriza por ser:
Participativa, ya que propicia el involucramiento de los sujetos educativos, de manera más precisa al docente, en el mejoramiento de sus propias prácticas, siguiendo una espiral se materializa a modo de planificación-acción-reflexión/introspección.
Colaborativa, es realizada por un grupo de interés que se implica en la solución de sus problemas y necesidades.
Forjar comunidades autocríticas, implicando a los sujetos educativos que participan y colaboran en todas las fases del proceso de cambio y transformación, en la generación de aprendizajes sistemáticos en terminos de teorizar sobre las propias acciones prácticas.
Sistemática, pues es un proceso metódico que involucra registrar, recopilar, analizar reflexivamente las propias ideologías y juicios, reacciones e impresiones en torno a lo que ocurre, y que conlleva a un proceso político el cual implica cambios que arropan a todos los sujetos educativos involucrados.
Finalmente, la IAP le da la posibilidad al docente, como sujeto educativo, de ser protagonista en la materialización de una universidad más inclusiva, mediante el logro de proyectos que se enriquecen con la construcción de conocimientos críticos y reflexivos, de manera colectiva, en torno a la realidad que se quiere cambiar.
CONCLUSIONES
La revisión documental ha permitido esclarecer que la educación inclusiva es el derecho en cuanto al desarrollo pleno y logro de aprendizajes que tienen todos los estudiantes, atendiendo a su diversidad, en igualdad de condiciones y sin discriminación. Para lo cual se ha de procurar la eliminación de las barreras que dificultan y minimizan el aprendizaje y la participación de los estudiantes. Todo este planteamiento de la inclusión educativa en el contexto universitario, se configura como un principio de valor que ha de impregnar el marco conceptual y filosófico de la universidad, cimentándola desde una nueva cultura basada en la diversidad y la inclusión, buscando propiciar cambios y transformaciones en torno a sus políticas y prácticas educativas, pedagógicas y curriculares, que le otorguen la identidad de universidad inclusiva y todo lo que ello significa.
En este proceso de cambio, que se debe dar en una universidad para que sea más inclusiva, equitativa y de mayor calidad, la IAP se presenta como opción metodológica que permite el abordaje de las realidades mediante el proceso de investigación-acción-reflexión como mecanismo generador de conocimiento social transformador, que permite la emergencia de nuevos contextos y escenarios educativos. Sin embargo, se debe destacar que esto pasa por ampliar y mejorar permanentemente la formación del docente y cambiar su visión; pues es el responsable directo de educar a todo el estudiantado en pro de desarrollar competencias profesionales, procurando calidad y justicia social; además, de liderar acciones para tratar problemáticas y situaciones de interés del colectivo académico para su cambio y transformación.
Finalmente, se puede afirmar que la IAP es un instrumento que propicia el desarrollo de una universidad inclusiva, pues fomenta los procesos participativos, de formación y reflexión, sustentado en el diálogo colectivo y la introspección consigo mismo, los cuales permiten el mejoramiento profesional del docente y de la comunidad universitaria en general, además de potenciar una cultura universitaria de consenso y compromiso por una educación inclusiva.