Introducción
La ética, valorada desde diversas dimensiones y perspectivas, actúa como el vínculo fundamental en la vida humana. Se establece como el camino que guía la preservación de nuestra naturaleza y el respeto por todas las formas de vida, incluyendo a los seres humanos, donde se reconoce una coexistencia aceptable entre ambos aspectos (Hincapié & Medina, 2019). Esta interrelación se fundamenta en la moral, que proporciona las bases para estructurar ese puente ético, definiendo lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo. Esta estructura permite a las personas encontrar sentido a sus vidas y orientarse en sus interacciones con otros seres vivos, asegurando que no pierdan su rumbo o destino final. Así, las instituciones, familias y sociedades se rigen por estas normas morales, que son esenciales para la existencia misma de la vida (Salazar & Icaza, 2018).
En este contexto ético-filosófico, la figura del investigador se vuelve crucial. En su búsqueda de la verdad y el conocimiento, el investigador enfrenta situaciones que pueden desviar su pensamiento y su conducta bioética intrínseca. Esto puede resultar en actos cuestionables que socavan tanto su moral como su ética personal. En el ámbito académico y científico, el investigador es responsable de su actividad frente a la institución que financia su estudio, ante la sociedad y, sobre todo, ante sí mismo. Por lo tanto, es esencial que establezca una relación simbiótica con la ética, que surge de la necesidad de observar y reflexionar sobre su entorno (Betancur, 2016; Vargas & De Carrasquero, 2017).
El papel del investigador en la ciencia es fundamental debido a su impacto en la generación de conocimiento y en la sociedad. Este rol implica una gran responsabilidad ética que debe abordarse integralmente. La ética, como disciplina enfocada en los aspectos relacionados con la vida, es crucial para orientar la conducta del investigador (Cevallos, 2021). Es vital que este reconozca que su trabajo no solo tiene un propósito científico sino también un efecto significativo en las personas y comunidades. Por ende, debe adherirse a principios éticos sólidos que guíen sus acciones (Cuadros-Contreras, 2020).
Es evidente que el investigador debe asumir su responsabilidad ética aplicando principios como beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía en su labor investigativa (Motezuma & Márquez, 2020). Sin embargo, estos principios no deben ser considerados meramente como un conjunto de reglas a seguir; deben ser una forma de vida para el investigador. Esto implica cultivar valores como dignidad, integridad, honestidad y transparencia en todas las facetas de su vida profesional y personal. La conducta ética del investigador no solo afecta la calidad y validez de su investigación sino también su reputación y la confianza que la sociedad deposita en él (González, 2022).
Además, es importante destacar que la ética trasciende la mera aplicación de principios; busca humanizar la investigación. Detrás de cada dato y resultado hay seres humanos con derechos y dignidad. Por lo tanto, esta humanización implica considerar el impacto emocional y social de la investigación y fomentar empatía y respeto hacia los participantes y comunidades involucradas (Espinoza Freire, 2020; Gagñay et al., 2020).
Aspectos éticos de relevancia
El investigador debe tener en cuenta que su trabajo no solo tiene un propósito científico, sino también un impacto en la vida de las personas y en la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, es fundamental que se adhiera a principios éticos sólidos que guíen su actuación e investigación científica, basados en lo siguiente:
La ética como forma de vida
Hoy en día, para un investigador, tener una iniciativa para la búsqueda de una verdad o de una realidad que le haga ruido en su vida o entorno sociocultural implica una conciencia crítica. Esta búsqueda carecería de valor si no lleva implícita, en todos sus procedimientos y métodos, la ética como la forma natural de todo proceso de estudio (Salazar & Icaza, 2018). De ahí que esta iniciativa y todo el proceso investigativo deben estar construidos sobre la base de la confianza. En el mundo investigativo, todos los involucrados confiamos en que los resultados arrojados en otros estudios sean sensatos. Sin embargo, esto va más allá: la sociedad confía en que los resultados evidencien un intento honesto por parte de los científicos e investigadores de delinear el mundo de forma concisa, precisa y libre de prejuicios (González, 2022).
Del mismo modo, existen numerosos asuntos éticos que deben ser considerados por el explorador de un estudio. Por ejemplo, aquellos que trabajan en el área social deben ser conscientes de la responsabilidad de asegurar los permisos e intereses reales de todos los involucrados. Además, no deben usar incorrectamente la información descubierta y deben mantener una responsabilidad moral hacia los participantes. La confidencialidad debe preservarse en todo momento para asegurar la privacidad y el anonimato. Para otras investigaciones, se deben cumplir los mismos parámetros con el objetivo final de alcanzar la equidad, precisión y confianza tanto del mundo científico como de la humanidad (Cevallos, 2021).
Principios bioéticos en el investigador
Durante el desempeño investigativo, todo explorador debe considerar los elementos constitutivos de la ética y bioética en cualquiera de los campos de investigación científica. Entre estos principios se destacan: autonomía, beneficencia, no maleficiencia y justicia. De ellos derivan múltiples términos axiológicos que son cruciales para el desempeño del investigador, tales como responsabilidad, honestidad, dignidad, colaboración, compromiso y lealtad (Motezuma & Márquez, 2020).
Principio de autonomía: Este principio surge de la necesidad del ser humano de gozar de libertad para decidir. Las decisiones deben ser personales y tomadas sin coacción interna o externa.
Principio de beneficencia: Busca hacer el bien y beneficiar a las mayorías sin causar vulnerabilidad a los participantes. Este principio debe aplicarse con precaución para evitar causar más daño que beneficio (Manjarrés, 2013).
Principio de no maleficiencia: Este principio fundamental implica no hacer daño ni causar mal. Los investigadores deben prever las consecuencias negativas para la sociedad y el medio ambiente.
Principio de justicia: Busca promover la verdad y la equidad para reducir desigualdades. El uso adecuado y racional de recursos debe basarse en las necesidades reales (Hirsch, 2019).
El papel del investigador como defensor de los derechos y bienestar
Como investigador, es crucial asumir el papel de defensor de los derechos y bienestar de los participantes. Esto implica garantizar que se respeten y protejan sus derechos durante todo el proceso investigativo. Algunas formas en las que un investigador puede desempeñar este papel incluyen:
Consentimiento informado: Es responsabilidad del investigador obtener el consentimiento informado antes de la participación. Esto requiere proporcionar información clara sobre objetivos, procedimientos y riesgos (Taborda, 2020).
Protección de privacidad y confidencialidad: Los investigadores deben proteger la privacidad utilizando identificadores anónimos y almacenando datos con seguridad.
Minimización de riesgos: Es esencial diseñar investigaciones éticas y seguras para proteger a los participantes (Gagñay et al., 2020).
Supervisión y seguimiento: Proporcionar supervisión adecuada durante la investigación es vital para garantizar el cumplimiento ético.
Este enfoque integral asegura que la investigación científica no solo avance en conocimiento sino que también respete y proteja a todos sus participantes.
Importancia de la transparencia y la honestidad en la comunicación de los resultados de la investigación
La importancia de la transparencia y la honestidad en la comunicación de los resultados de la investigación radica en la confianza que se genera tanto en la comunidad científica como en el público en general. Cuando los investigadores comunican sus resultados de manera transparente y honesta, demuestran integridad y ética en su trabajo. Esto ayuda a evitar el sesgo y la mala conducta científica, promoviendo la objetividad y la veracidad de los hallazgos (Hirsch, 2019).
Por lo tanto, esta transparencia implica proporcionar información completa y precisa sobre los métodos utilizados, los datos recopilados y los resultados obtenidos. Esto permite que otros investigadores puedan replicar y verificar los hallazgos, lo cual es fundamental para el avance del conocimiento científico (de López & Quintero, 2007). Además, la transparencia en la comunicación de los resultados permite identificar posibles errores o sesgos, contribuyendo así a la mejora de la calidad de la investigación (Rivas Flores et al., 2021).
La honestidad, por su parte, implica presentar los resultados tal como son, sin manipulaciones ni exageraciones. Los investigadores deben evitar la tentación de modificar o seleccionar los datos para que se ajusten a sus hipótesis o intereses. La honestidad en la comunicación de los resultados garantiza la fiabilidad de la información y evita la distorsión de la realidad científica (Piscoya-Arbañil, 2018).
En cuanto a la responsabilidad del investigador en evitar el sesgo y la mala conducta científica, es fundamental que siga principios éticos y estándares de buenas prácticas científicas. Esto implica realizar la investigación de manera rigurosa, objetiva y transparente, evitando cualquier forma de manipulación de los datos o resultados. Además, el investigador debe ser consciente de su responsabilidad hacia la comunidad científica y la sociedad en general, actuando éticamente en todas las etapas de la investigación (Rangel et al., 2022).
Consideraciones finales
Para el mundo académico y científico, el investigador termina siendo el responsable del ejercicio de su actividad científica, frente a la institución que patrocina su estudio, frente a la sociedad, y sobre todo para el mismo, sin apartar, que lleva implícito la honestidad, dignidad, colaboración, compromiso, tolerancia, confianza, sentido de pertenencia y lealtad. Resaltando los principios elementales de la ética mundial como lo son la beneficencia, la no maleficiencia, la autonomía y la justicia.
De la misma forma, para el investigador, los significados que dan a la investigación, en su búsqueda de la verdad, no serían relevantes y carecería de valor si no lleva implícita, en todo sus procedimientos y métodos la ética, como la forma natural de todo proceso de estudio. Pero de la misma manera se debe convertir en el defensor de los derechos y el bienestar de los participantes en la investigación y así cumplir a cabalidad su verdadero rol de investigador.
A su vez, la transparencia y la honestidad en la comunicación de los resultados de la investigación son fundamentales para garantizar la confianza en la ciencia y evitar el sesgo y la mala conducta científica. Los investigadores tienen la responsabilidad de actuar de manera ética y seguir los estándares de buenas prácticas científicas para contribuir al avance del conocimiento de manera confiable y veraz. Finalmente podemos decir, que en todo momento para el investigador, la ética y bioética, se convierten en una forma de vida, como una norma esencial, donde prevalecen los valores y principios fundamentales de vida.