INTRODUCCIÓN
La educación inclusiva se ha convertido en un pilar fundamental para promover la igualdad de oportunidades y el acceso a una educación de calidad para todos los estudiantes, independientemente de sus características individuales o necesidades específicas. (Torres, 2022) agrega:
Sin embargo, pensamos que aún estamos anclados en la cultura del individualismo, que sigue apostando por la homogeneidad y que es necesario un cambio actitudinal, por un lado, y nuevas líneas en la profesionalización de los docentes, por otro, que permitan responder a los retos de la inclusión. (p. 2)
En este contexto, los docentes desempeñan un papel crucial como agentes de cambio y facilitadores del aprendizaje, ya que son ellos quienes interactúan directamente con los estudiantes en el aula mediante acciones socializadoras que inculcan el valor hacia sí mismo y hacia los demás. Para ello, (Dueñas, 2010) a continuación propone:
La inclusión educativa al ser un proceso activo y participativo en la comunidad escolar implica cambios tanto en la filosofía y en la práctica educativa, como en el currículo y en la organización escolar. Estos cambios no solo afectan a los alumnos con necesidades específicas de apoyo, sino que tienen un alcance general para todos los alumnos. (p. 363)
Es por esta razón que los docentes deben unir esfuerzos cónsonos con la realidad de cada estudiante en función de planificar estrategias y actividades ajustadas tanto a sus necesidades como a las transformaciones sociales demandantes de innovación y calidad formativa. Cabe destacar que esto se podría lograr siempre y cuando coexista una integración entre directivos, docentes, estudiantes, familia y comunidad, a objeto de buscar las vías más apropiadas para mantener un proceso educativo inclusivo sustentado en la equidad y enfocado en los intereses de todos los estudiantes sin excepción.
Todo lo anterior se logra por medio de la retroalimentación, por cuanto esta permite un entendimiento entre las partes, conduciendo de este modo, a velar por el bien común. Al respecto, (Ramírez, 2008 p.110) expresa que: “La reciprocidad en la intercomunicación involucra el fortalecimiento de la individualidad sobre los espacios que brinda la sociabilidad”. Por lo tanto, a través de dicha reciprocidad, se logrará una interacción que trasciende del bien propio al bien colectivo valorando al otro tal cual es. En este particular, (Casanova, 2018) señala:
El respeto a la diferencia es una de las peculiaridades que distingue a la sociedad actual, por lo que resulta imprescindible promover los aportes que cada persona puede realizar al conjunto social. Desde un enfoque ético, sociológico y psicopedagógico se justifica plenamente esta afirmación. Si la sociedad pretende convivir en la diversidad, este hecho debe comenzar en las aulas. (p. 42)
Tomando como base esta consideración, las instituciones educativas persiguen infundir en los estudiantes el amor hacia la convivencia sana en una sociedad mixta, donde se perciben diversos problemas por las diferencias existentes entre unos y otros. Estas situaciones son muy comunes hoy en día en las escuelas, donde se han evidenciado escenarios complicados de resolver como el bullying, las diferencias de clases sociales, entre otros, que requieren de mayor atención por parte de los directivos y docentes. No obstante, siendo el educador el agente más directo en la formación de sus estudiantes, es de suma importancia que este reciba una preparación apropiada para saber enfrentar cualquier acontecimiento y, para ello, debe desarrollar competencias específicas orientadas a la solución idónea de cada realidad. Bajo este marco, (Espinoza y Campusano, 2019) agregan lo siguiente:
El concepto de competencia surge de la necesidad de valorar no solo el conjunto de los conocimientos apropiados (saber) y las habilidades y destrezas (saber hacer) desarrolladas por una persona, sino de apreciar su capacidad de emplearlas para responder a situaciones, resolver problemas y desenvolverse en el mundo. (p. 251)
Quizá, lo que se quiere es desarrollar en el docente una capacidad para desarrollar habilidades holísticas que hagan del mismo un maestro novel dentro de su praxis pedagógica. Para lograrlo, (Herrera, Fernández, Caballero y Trujillo, 2011) por su parte, proponen: “Los docentes noveles precisan del apoyo institucional colectivo que cree condiciones de desarrollo y de trabajo en torno a comunidades verdaderas de aprendizaje y que en definitiva se conformen como fuentes que emanan oportunidades y pretenden el logro transformador”. (p. 7)
Es bien sabido que no todos los docentes están capacitados para enfrentar situaciones como las mencionadas anteriormente (bullying, diferencias sociales y otras), sin embargo, aparte de especialistas en sus materias, pueden lograr una formación integral, puesto que siempre habrá oportunidades para capacitarse constantemente, lo cual es necesario por ser el guía del proceso formativo de sus alumnos. (Tejada, 2009) opina que:
En cualquier caso, el docente sigue siendo un elemento clave en la mediación, pero considerado en un contexto concreto de exigencia de nuevas modalidades organizativas, posibilitadas e integradas por los medios en interacción con los participantes como protagonistas y mediadores de su propio aprendizaje. Más aún, el docente desde esta perspectiva, será un profesional que ha firmado un compromiso ineludible con el cambio; es decir, es un actor en el escenario de las innovaciones. (p.12)
En consecuencia, el educador como orientador debe mostrar disposición a instruirse en lo novedoso, con el fin de mantenerse a la par con lo actual y aplicar sus conocimientos en las diversas dificultades que se presenten en cualquier momento. (Torres, Badillo, Valentín y Ramírez, 2014, p. 142) agregan que: “En estas circunstancias, el docente ha de ser competente para prevenir la violencia y desarrollar en sus alumnos el sentido de la responsabilidad, la solidaridad y la justicia”. En pro de inculcar estos valores en los aprendices, el educador debe emplear estrategias pedagógicas idóneas para generar un ambiente de confianza dentro y fuera del aula que promueva la armonía en la relación docente- alumno y alumno- alumno sin dejar a un lado los conocimientos a socializar sobre la asignatura impartida. Para (Salazar, Chiang y Muñoz, 2016):
En definitiva, lo esencial en el desarrollo de una docencia de excelencia es que el docente sea abordable y comunicativo, buen oyente y capaz de crear un ambiente en el cual la información sensible sea compartida con confianza, demostrando siempre compromiso con el cumplimiento y preparación de las condiciones necesarias para ejecutar una determinada asignatura. (p. 20)
De esta manera, atendiendo a las diferencias y fomentando un clima afable a lo largo de su enseñanza, podrá dar paso a la educación inclusiva, la cual no se trata simplemente de integrar a los estudiantes con necesidades especiales en el aula regular, sino de crear un ambiente de aprendizaje que respete la singularidad de cada estudiante y se adapte a sus características individuales. Sin embargo, (Salgado et al., p. 234) considera que “operacionalizar una educación intercultural desde una pedagogía de la diversidad es el gran desafío para la profesión docente; esto es, implementar la búsqueda de comunidad en la legitimación de identidades diversas que posibiliten la construcción de un “nosotros”. Para lograrlo, los docentes deben poseer un conjunto de competencias fundamentales que les permitan diseñar y ejecutar estrategias didácticas inclusivas, promover la participación activa de todos los estudiantes y fomentar una cultura de respeto y empatía en el aula que abogue por el derecho a la educación de todos. (Echeita y Duk, 2008, p. 2) supone lo siguiente: “Hacer efectivo el derecho a la educación exige garantizar que todos los niños, niñas y jóvenes tengan, en primer lugar, acceso a la educación, pero no a cualquier educación sino a una de calidad con igualdad de oportunidades”.
Por lo anterior, el contexto actual demanda un cambio inmediato en la formación docente para que estos desempeñen un rol que conduzca a la adaptación a los procesos actuales, los cuales sugieren la aceptación del otro. Lo expuesto concuerda con (Fernández, 2017, p. 2), quien manifiesta que: “La inclusión educativa supone una transformación en los paradigmas de la educación desde un enfoque basado en la diversidad y no en la homogeneidad”. Tendiendo este argumento como foco central, es esencial que el proceso de enseñanza y aprendizaje se desarrolle bajo una concepción inclusiva, cuya intención sea integrar y no dividir, con el objetivo de alcanzar una socialización de calidad fundada en la igualdad. Según (García, Massani y Bermúdez, 2016):
Solo será posible lograr una educación de calidad para todos, que promueva el máximo desarrollo, aprendizaje y participación de cada persona, si se asegura el principio de igualdad de oportunidades, es decir, proporcionar a cada quien lo que necesita en función de sus características y necesidades individuales. (p. 119)
Esta visión se corresponde con lo expresado a lo largo de este escrito, por cuanto la educación debe basarse, no sólo en la generalidad, sino además en las demandas individuales, a fin de planificar estrategias y actividades variadas que conduzcan a un mismo objetivo “la socialización de experiencias” para lograr la ayuda mutua; es decir, convertir una situación individual en un asunto compartido para buscar alternativas de solución que promuevan la integración y el interés por el otro considerando la equidad, el respeto mutuo, la hermandad, entre otros. Ahora bien, ¿cómo esto puede ser posible? (Uzcátegui, Cabrera y Lamí, 2012) responden esta interrogante:
En los centros transformados en comunidad se confía en el potencial del alumnado y se busca el desarrollo pleno de sus capacidades mediante las relaciones interpersonales de ayuda mutua. La resolución de conflictos, y la mejora de ciertas problemáticas, se realizan mediante el diálogo, el compromiso, la participación y la solidaridad. Valores que se aprenden simultáneamente con las competencias necesarias para ocupar un lugar en la sociedad de la información. (p. 148)
Siendo estas las alternativas propicias para vivenciar una experiencia de calidad, tanto dentro del aula como fuera de ella, los docentes deben formarse bajo estas premisas en función de ofrecer un proceso educativo dialógico y consensuado.
Vale decir que aparte de considerar estrategias tradicionales, el docente también debe capacitarse en el uso de herramientas tecnológicas para apoyar al estudiante a establecer una comunicación apropiada mediante el uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), tema de gran auge hoy en día y que los estudiantes usan con frecuencia; por lo tanto, también se deben abarcar normas de interacción por medio del uso de las mismas para garantizar una retroalimentación respetuosa, inclusiva y armónica. (Villarreal, García, Hernández y Steffens, 2019) expresa que:
La sociedad actual se caracteriza por su cambio tecnológico constante, los alumnos de hoy cada día están más sensibilizados con el mundo de las tecnologías; es por ello que los educadores se ven en la necesidad de aprovechar esta nueva fuente de motivación intrínseca utilizando herramientas de este tipo e incorporarlas en el desarrollo de actividades que animen a los alumnos a tomar parte activa en sus procesos de aprendizaje. (p. 4)
Por todo lo expuesto, el presente artículo aborda la temática de las competencias docentes en el contexto de la educación inclusiva, tomando como base el desarrollo de habilidades y conocimientos específicos para atender de manera efectiva la diversidad de estudiantes presentes en las aulas, incluyendo aquellos con discapacidades, dificultades de aprendizaje o necesidades educativas especiales.
Por consiguiente, el propósito general del presente estudio se basó en reflexionar sobre las competencias docentes para la promoción de una educación inclusiva en el entorno escolar. Además, se destaca la importancia de la formación continua y el desarrollo profesional de los docentes como un elemento clave para mejorar la calidad de la educación inclusiva en nuestras escuelas.
El artículo pretende contribuir al debate y al análisis sobre cómo podemos mejorar la práctica docente para que sea más inclusiva y equitativa, garantizando así el derecho de todos los estudiantes a recibir una educación de calidad. Asimismo, se espera que este estudio sirva como una guía para los docentes, los responsables de la formulación de políticas educativas y todos los actores involucrados en el sistema educativo, en su esfuerzo por crear ambientes de aprendizaje más inclusivos y receptivos a la diversidad de nuestros estudiantes.
METODO
La metodología utilizada en este artículo sobre las competencias docentes en la educación inclusiva se basó en el enfoque cualitativo y el método fenomenológico a partir de las vivencias de 8 docentes pertenecientes a la Escuela Básica República del Ecuador. Seguidamente, se presentan las principales fases de la investigación:
En primer lugar, se realizó una exploración bibliográfica de la literatura existente sobre educación inclusiva y las competencias docentes necesarias para abordar la diversidad en el aula. En segundo lugar, se precisó el diseño de investigación a partir de la recopilación de los datos cualitativos. Se seleccionó la institución educativa donde se evidenció la implementación de prácticas relacionadas con la educación inclusiva y se eligieron los docentes que participaron en el estudio, los cuales presentaron las siguientes características: docentes de diversos niveles, con disposición a colaborar en el estudio mediante un consentimiento informado, con actitud positiva al cambio y responsables de grupos donde predominaba la diversidad.
En tercer lugar, se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas con los docentes seleccionados para explorar las experiencias, percepciones y desafíos de los mismos en relación con la educación inclusiva; asimismo, se indagó acerca de las competencias que los mismos consideran esenciales para abordar la diversidad en el aula.
En cuarto lugar, se analizaron los datos de las entrevistas transcritas desde donde emergieron las categorías y subcategorías, las cuales se integraron en un diagrama que permitió sintetizar una visión más completa y enriquecedora de las competencias docentes en la educación inclusiva.
En quinto lugar, se describieron los hallazgos para destacar las competencias docentes más relevantes, proporcionando una visión general de las percepciones y desafíos identificados en relación con la educación inclusiva.
Finalmente, se describieron las conclusiones relevantes referentes al desarrollo de las competencias docentes necesarias para promover una educación inclusiva de calidad y se recalcó la necesidad de seguir trabajando en la formación continua y el desarrollo profesional de los docentes en este ámbito.
RESULTADOS
Los resultados obtenidos sobre las competencias docentes en la educación inclusiva develaron importantes hallazgos que matizaron la relevancia del desarrollo de destrezas específicas para abordar la diversidad en el aula. A continuación, se presentan los resultados trascendentales encontrados y se detallan tales habilidades en la figura 1.
En primera instancia, de las entrevistas realizadas, derivó como primera categoría ‘el desarrollo de competencias fundamentales para la educación inclusiva’. En este particular, los docentes identificaron varias habilidades esenciales para promover la educación inclusiva, entre ellas destacaron las siguientes: la capacidad de adaptar la enseñanza para satisfacer las necesidades individuales de los estudiantes, el fomento de un ambiente de aprendizaje inclusivo y respetuoso, la habilidad para colaborar con otros profesionales y con la familia en pro de brindar un apoyo integral tanto a los estudiantes con necesidades especiales como a los demás. (Salazar, Chiang y Muñoz, 2016) agregan que el educador “debe creer en la importancia de su cargo para la institución, preocuparse de ser consecuente en la ejecución y formación de valores, esforzarse continuamente para mejorar su desempeño y perfeccionar los procesos y servicios implícitos en la enseñanza-aprendizaje”. (p. 20). De esta manera, podrá demostrar poseer las mejores competencias para atender a la diversidad a lo largo de su desempeño profesional.
Por otro lado, emergió la categoría ‘necesidad de empatía y flexibilidad’, la cual subraya la importancia de cultivar una actitud empática y flexible hacia todos los estudiantes. La empatía permitió a los docentes comprender las dificultades y desafíos que enfrentan los estudiantes, mientras que la flexibilidad les ayudó a adaptar sus prácticas pedagógicas para satisfacer las necesidades individuales y estilos de aprendizaje diversos presentes en el aula.
De igual forma, surgió la categoría ‘desafíos y oportunidades en la formación docente’. A este respecto, los docentes expresaron que la formación inicial no siempre les proporcionó las herramientas necesarias para abordar la educación inclusiva de manera efectiva. Sin embargo, aquellos que habían participado en programas de desarrollo profesional continuo destacaron que estas oportunidades de formación les ayudaron a adquirir nuevas competencias y a mejorar su práctica docente en el contexto inclusivo.
En cuanto a la siguiente categoría, se apreció el ‘impacto en el aprendizaje de los estudiantes’. En este caso, los docentes informaron que, al desarrollar competencias para la educación inclusiva, observaron un impacto positivo en el aprendizaje de todos los estudiantes. Los entornos de aprendizaje inclusivos no solo beneficiaron a los estudiantes con necesidades especiales, sino que también promovieron la participación y el rendimiento académico de los demás estudiantes. (Torres, Badillo, Valentín y Ramírez, 2014) manifestaron que cuando las competencias docentes se enfocan en la aplicación de estrategias para la transformación social, sus objetivos se orientan hacia el alcance de una mejor forma de vida.
Por último, con relación a la categoría ‘necesidad de apoyo institucional’, los docentes resaltaron la importancia del soporte institucional para promover la educación inclusiva. Esto incluye recursos adecuados, apoyo de equipos multidisciplinarios y un enfoque institucional que valore y promueva la inclusión educativa.
En resumen, los resultados del estudio respaldaron la importancia de desarrollar competencias docentes específicas para abordar la diversidad en el aula y promover una educación inclusiva de calidad. En este aspecto, la empatía, la flexibilidad y la colaboración se identificaron como elementos clave para cultivar un ambiente de aprendizaje inclusivo y respetuoso, lo que beneficia a todos los estudiantes y contribuye a su desarrollo integral. La formación continua y el apoyo institucional se consideran aspectos fundamentales para empoderar a los docentes en su labor por promover una educación inclusiva y equitativa para todos los estudiantes.
CONCLUSIONES
El presente estudio sobre las competencias docentes en la educación inclusiva ha proporcionado una visión clara y argumentada sobre la importancia del desarrollo de las habilidades apropiadas para atender a la diversidad en el aula mediante el fomento de una educación inclusiva de calidad. Las conclusiones a continuación son presentadas en base a cada propósito establecido como meta.
El primer propósito se basó en explorar los ambientes escolares para describir de qué forma se llevaba a cabo la convivencia en relación a la diversidad, lo cual permitió percibir que la educación inclusiva requería docentes con competencias específicas para atender a todos los estudiantes, incluidos aquellos con discapacidades o necesidades educativas especiales, con la finalidad de ofrecerles igualdad de oportunidades en sus aprendizajes. En este contexto, se pudo apreciar que la adaptación de la enseñanza a los intereses individuales, la promoción de la empatía y la flexibilidad, así como la colaboración con otros profesionales y familias constituyeron competencias esenciales para crear entornos de aprendizaje inclusivos.
Para responder al segundo propósito referente a las competencias requeridas por los docentes para su desempeño apropiado dentro de la diversidad en el aula, se pudo constatar que la empatía y la flexibilidad fueron fundamentales, por cuanto facilitaron la comprensión del otro y de sus desafíos, fomentando de esta manera, un ambiente de respeto y fraternidad. Asimismo, la flexibilidad en las prácticas pedagógicas fue clave para adaptarse a las diversas necesidades y estilos de aprendizaje presentes en el aula.
De igual manera, se pudo precisar que la formación continua supone un factor esencial para tratar la diversidad en el aula de manera efectiva, debido a que la formación inicial de los docentes no siempre abarca las competencias necesarias para la educación inclusiva. Con este fin, los programas de desarrollo profesional ofrecen novedosas oportunidades para la adquisición de nuevas habilidades y conocimientos que enriquecen la praxis docente.
Cabe acotar que los entornos de aprendizaje inclusivos no solo benefician a los estudiantes con necesidades especiales, sino también promueven la participación de todos y contribuyen a mejorar su rendimiento académico. En síntesis, una educación inclusiva crea un ambiente de aprendizaje enriquecedor y respetuoso, puesto que promueve el desarrollo integral de los estudiantes, incluyendo aquellos con discapacidades o necesidades educativas especiales.
Por otro lado, el apoyo institucional constituye otro elemento clave para que los docentes puedan implementar prácticas inclusivas de manera efectiva, emplear recursos y materiales adaptados, colaborarse mutuamente mediante la conformación de equipos multidisciplinarios y crear una cultura institucional cónsona con la inclusión educativa.
En última instancia, para responder al último propósito relacionado con la importancia de continuar promoviendo el desarrollo profesional de los docentes en el contexto de la educación inclusiva, se pudo constatar que esto es esencial para empoderar a los docentes con competencias adecuadas, por cuanto de esta forma, se contribuiría a la construcción de una educación más conciliadora, equitativa y respetuosa garante del acceso a una educación de calidad para todos, sin importar ninguna diferencia o necesidad específica.
Bajo esta premisa, es necesario que las instituciones y responsables de políticas educativas trabajen en equipo, con la finalidad de consolidar oportunidades de aprendizaje significativas que conduzca a superar los desafíos por medio de una integración colectiva orientada al desarrollo de una sociedad más justa y equitativa.
Para finalizar, se destaca que el apoyo integral a los estudiantes fomenta no solo su formación óptima y constante sino también el desarrollo profesional progresivo de los docentes, lo cual contribuye a mejorar sus capacidades para respetar la diversidad en el aula y garantizar una educación de calidad y neutral.